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Memorias de la cárcel talladas en huevos de avestruz

'It's Your Fault II' - Gil Batle - © 2015 Ricco Maresca Gallery

‘It’s Your Fault II’ – Gil Batle – © 2015 Ricco Maresca Gallery

Filas infinitas de hombres con la cabeza agachada y los brazos hacia atrás, manos agarrando cuchillos, barrotes y muros, porras en alto, palotes tachados que cuentan los días de cautiverio… Entre los elitistas del arte, la obra de Gil Batle podría clasificarse de «popular» y quedar encajonada como el pasatiempo de un expresidiario con cierto talento. El soporte que utiliza no comparte la nobleza del lienzo y peca de excéntrico. Talla en huevos de avestruz, pero lo que representa sobre la cáscara es el diario de una realidad invisible.

Conoce bien el ambiente de insoportable soledad y hostilidad de las cárceles. De 53 años, de origen filipino y nacido y criado en San Francisco (California, EE UU), ha pasado más de dos décadas en varias prisiones de California, cumpliendo condena por fraude y falsificación. Ser un autodidacta del dibujo le granjeó una buena reputación en la frágil y peligrosa sociedad de la prisión, se hizo tatuador «clandestino».

Ahora residente en una pequeña isla de las Filipinas, ejercita la catarsis sobre huevos de avestruz, los más grandes que puede poner un ave, equivalentes en tamaño a más de 20 huevos de gallina, de color cremoso y cáscara gruesa y rugosa.

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Jane Evelyn Atwood, la fotógrafa obsesiva

Cantina, Ryazan, Rusia

Cantina de un internado femenino para delincuentes juveniles en Ryazan, Rusia, 1990

El rigor del reformatorio y el desolador frío invernal que adivinamos en las paredes queda matizado por la inocencia triste del gesto y la pregunta inconclusa que parece formularnos la hermosa preadolescente, convicta por delitos juveniles.

La autora de la foto, Jane Evelyn Atwood (que trabaja habitualmente para la gran y comprometida Agencia VU), tiene una de las miradas más compasivas del gremio. Para ejercerla, porque quizá no hay otra manera, se mueve sin prisa, dejando de lado las neurosis del tiempo.

Para su serie más aclamada, un estudio en profundidad sobre mujeres encarceladas, ha empleado más de una década. Entrar en casi medio centenar de prisiones y diagnosticar el peso de la crueldad a lo largo de diez años puede ser considerado una obsesión. Atwood entendería el calificativo como un elogio. Le gusta ser obsesiva.

Mujer dando a luz en un hospital penitenciario, Alaska, EE UU

Mujer dando a luz en un hospital penitenciario, Alaska, EE UU

Nacida en 1947 en Nueva York (EE UU) pero residente en París desde 1971, la vocación de esta testarruda mujer de fuerza admirable que no admite el oficio de reportera («soy una fotógrafa de proyectos, no de un momento», dice) fue tardía. A los 30 años compró su primera cámara porque deseaba retratar a las prostitutas del barrio de la capital francesa en el que residía. Aquel trabajo, su primer trabajo, demuestra otra vez que no es necesario ir a una escuela para que te enseñen a mirar por un objetivo.

Los siguientes retos no fueron de menor hondura: año y medio con la Legión Extranjera en los confines del Chad; un año retratando a ciegos; los últimos cinco meses de vida del primer enfermo francés de sida que accedió a mostrarse en público; un proyecto de cuatro años sobre víctimas de minas antipersona en Camboya, Angola, Kosovo, Mozambique y Afganistán y otro de casi tres años sobre la vida en Haití antes del terromoto de 2010, cuando el país antillano, el más pobre del mundo, aún no era noticia de interés para casi nadie.

Haití, 2008

Haití, 2008

Multipremiada pero nunca vendida («lo único que me importa es hacer las mejores fotos que sea capaz de hacer y ser completamente honesta»), Atwood es y será, con todas las consecuencias, una mujer de obsesiva tristeza.

No hay otra emoción posible sabiendo que los lugares y las situaciones que ha retratado no serán curados por nadie de la semilla de maldad y exclusión que padecen. «He regresado a algunos de los escenarios que retraté en el pasado y todo sigue igual o está aún peor. Me gustaría volver dentro de diez años y ver que todo ha mejorado, pero sé que no será así, de manera que deberé regresar antes para hacer más fotos«, dice.

Ánxel Grove

La Rue des Lombards, Paris, 1976-1977

La Rue des Lombards, Paris, 1976-1977

Women in Jail, 1990

Women in Jail, 1990

Women in Jail, 1990

Women in Jail, 1990

Sauna en una colonia de trabajo para delincuentes juveniles en Ryazan, Rusia, 1990

Sauna en una colonia de trabajo para delincuentes juveniles en Ryazan, Rusia, 1990

The Blind, 1988

The Blind, 1988

Jean-Louis, París, 1987

Jean-Louis, París, 1987

Autorretrato de Jean Evelyn Atwood

Autorretrato de Jean Evelyn Atwood

Uno de cada 31 estadounidenses vive entre rejas

© Sean Kerman

"Prisioner with Mirror", 1979 © Sean Kerman

La residencia en la tierra de 2,5 millones de estadounidenses está entre rejas. Si añadimos a las personas en espera de juicio y en libertad condicional, la cifra es de 7,3 millones.

El 25 por ciento de los presos de todo el planeta está encerrado en las centenares de cárceles federales, estatales, regionales y privadas de los EE UU, un país donde reside el 5 por ciento de la población mundial.

Es la proporción más alta del mundo, similar a la de Rusia durante los peores momentos de los gulags estalinistas: uno de cada 31 adultos estadounidenses está en la cárcel (más que en China, que tiene una población cinco veces superior).

Los porcentajes tienen colores si se miden racialmente: uno de cada once negros afroamericanos vive encerrado, igual que uno de cada 27 latinos y uno de cada 45 blancos.

La criminalidad ha bajado un 25 por ciento en el país desde 1988, pero en ese mismo periódo la población reclusa se ha cuadruplicado.

¿Motivos? Entre otros, la aplicación judicial de la política ejecutiva de la guerra contra las drogas -que envía a prisión a casi cualquier persona involucrada con narcóticos, sea cual sea el nivel: consumo personal o tráfico a gran escala- y la demente consideración de que las faltas leves deben ser objeto de condena.

"Jenar Jury" © Deborah Luster

"Jenar Jury" © Deborah Luster

El 20 por ciento de los internos está en la cárcel por motivos que en los demás países de Occidente conllevarían una multa o el cumplimiento de trabajos comunitarios: pintar un grafiti en un transporte público: hasta un año de prisión; llevar encima 100 gramos de marihuana en Texas: 15 años; en 13 estados, la acumulación de tres condenas remiten inevitablemente a cadena perpetua.

La mitad de los presos han sido condenados por delitos no violentos, sobre todo hurtos o robos.

Como no podía ser de otra forma en un país donde los balances contables prenden en el ánimo colectivo con más fuerza que ningún otro parásito, las prisiones estadounidenses también son un negocio. Desde la década de los años ochenta, muchos centros de detención han sido privatizados. Unas 18 grandes empresas tienen bajo custodia a unos 20.000 presos en 27 estados.

"Female Blood", 1995. © Jamel Shabazz

"Female Blood", 1995. © Jamel Shabazz

La mayor de las sociedades privadas metidas en el negocio carcelario es la Correctional Corporation of America (CCA), que en su último informe fiscal declaró 1.669 millones de dólares de ingresos anuales. Gestiona 60 cárceles en las que cumplen condena 90.000 personas. Por cada falta contra el reglamento, les imponen un mes más de arresto. Las organizaciones de derechos humanos han resaltado que en las instalaciones de la CCA se levantan ocho veces más infracciones que en las prisiones públicas y denuncian que la política de castigos tienen motivación económica: a más días en la cárcel, más dinero público entra en la caja de la compañía.

Los últimos datos oficiales (2006) señalan que el coste anual del sistema penitenciario estadounidense es de 68.700 millones de dólares.

Quien tenga interés por ahondar en los detalles de este panorama demencial puede consultar la excelente y completa web de la organización independiente y sin ánimo de lucro Prision Policy Iniciative.

¿Qué pinta este tema en Xpo, la sección dedicada a la fotografía que aparece todos los jueves en este blog?

Pete Brook

Pete Brook

La culpa es de Pete Brook, editor de la web Prision Photography. Este historiador y crítico fotográfico, nacido en Inglaterra, alucinó en un viaje a los EE UU en 2004 cuando experimentó el desinterés general por la cuestión del sistema penitenciario.

«A pesar de que la población reclusa se haya cuadriplicado en 30 años, ¿cuándo aceptó la población que eso era correcto?, ¿a partir de qué momento dejaron de importar las alternativas?», declaró hace unos días en una entrevista.

Desde entonces Brook se ha dedicado a un intenso trabajo de investigación y difusión en torno a los muchos fotógrafos que han documentado la vida en las cárcel. Su intención es demostrar a través de los ojos de estos reporteros la necesidad de una profunda reforma del sistema penitenciario estadounidense y un modo «creativo» de afronatar la rehabilitación de los internos.

«Las cárceles de los EE UU son social y económicamente insostenibles. Tal como existen, son una carga… y son ignoradas«, dice.

"Trapped" © Jenn Ackerman

"Trapped" © Jenn Ackerman

Prision Photography obtuvo este año premios como uno de los mejores blogs de fotografía concedidos por Life y el British Protography Journal.

Ahora Brook pretende extender el trabajo de estos cuatro años con el proyecto Prison Photography on the Road: Stories Behind the Photos para el que está buscando financiación en Kickstarter. Solicitaba 7.500 dólares y ya ha recolectado casi 9.000.

Quiere recorrer los EE UU para entrevistar a 40 fotógrafos, educadores, activistas y terapeutas y que propongan soluciones al problema.

Inserto el vídeo de Brook explicando el proyecto. Quedan todavía unos días para que se cierre la recaudación.

A veces uno sabe que las fotos y el periodismo siguen estando del lado correcto de la vida. Ésta es una de esas veces.

Ánxel Grove