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¿Cómo dibujarías una bicicleta sin tenerla delante?

'Velocipedia' - Gianluca Gimini - Foto: gianlucagimini.it

‘Velocipedia’ – Gianluca Gimini – Foto: gianlucagimini.it

¿Cómo dibujarías una bicicleta sin tenerla delante? Confiando en la memoria y en la experiencia, deslizarías el lápiz sobre el papel dando protagonismo a los manillares, el sillín, el cuadro, las ruedas. Es probable que cometieras errores de bulto, al fin y al cabo es sólo un dibujo para plasmar una idea y nadie espera rigor técnico.

Gianluca Gimini hizo el experimento con «amigos y extraños al azar», les dio papel y boli y les pidió que, sin pensarlo demasiado y con la mayor espontaneidad posible, dibujaran una. «Pronto descubrí que, ante esta extraña petición, a la mayoría les costaba mucho recordar exactamente cómo está hecha una bici», relata el diseñador italiano en su página web.

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La enfermedad que inventaron para que las mujeres no fueran en bici

The 'new woman' and her bicycle - there will be several varieties of her - Frederick Burr Opper

The ‘new woman’ and her bicycle – there will be several varieties of her – Frederick Burr Opper

Draisianas, biciclos, velocípedos de tres ruedas… En el siglo XIX se sucedían los modelos ancenstrales que luego desaparecerían casi de golpe con el perfeccionamiento de la bicicleta. Pedalear en las cada vez más activas y grandes ciudades era sinónimo de modernidad y libertad tal y como lo fue poco después conducir el automóvil. Los jóvenes aceptaban con emoción la inestabilidad de los primeros vehículos de dos ruedas a cambio de manejar aquellas máquinas.

La época también representó el comienzo del activismo femenino en Europa. Las mujeres demandaban el derecho al voto y exigían ser reconocidas como personas adultas, capaces de controlar su destino sin un marido que ejerciera de padre. La bicicleta fue un instrumento decisivo para las ansias de independencia de la mujer decimonónica, un vehículo que escapaba al control masculino.

-Mi querida Jennie, ¿para qué demonios es ese traje de bicicleta? -Pues para llevarlo, claro -¡Pero tú no tienes bicicleta! -No, ¡pero tengo una máquina de coser!Viñeta de la revista satírica 'Punch' de 1895

-Mi querida Jennie, ¿para qué demonios es ese traje de bicicleta? -Pues para llevarlo, claro -¡Pero tú no tienes bicicleta! -No, ¡pero tengo una máquina de coser! (Viñeta de la revista satírica ‘Punch’ de 1895)

Una de las activistas más comprometidas con los derechos de la mujer en aquel momento, la estadounidense Susan B. Anthony, declaraba en una entrevista a la publicación New York World en 1896: [La bicicleta] ha hecho más por la emancipación de la mujer que ninguna otra cosa en el mundo. Me paro y me regocijo cada vez que veo a una mujer sobre ruedas. Le da una sensación de libertad y seguridad en sí misma. La hace sentir como si fuera independiente. (…) Y ahí va, la visión de la feminidad libre de ataduras«.

Por supuesto, esto quitaba el sueño a quienes consideraban que las mujeres exigían demasiado, vestían «como un hombre» para poder pedalear cómodamente y eran peligrosas manejando aquel artilugio en la vía pública. Entre las más descabelladas investigaciones de la pseudociencia del siglo XIX hubo también lugar para la preocupante aficción de las mujeres a usar la bicicleta como medio de transporte. La invención de la enfermedad a la que denominaron bicycle face (cara de bicicleta).

En un artículo de 1896 (el mismo año que la cita de Susan B. Anthony), la publicación inglesa semanal Cheltenham Chronicle dedicaba un breve artículo a la supuesta amenaza. Citando al Daily Telegraph, dice que «un médico» ha descubierto la enfermedad de la cara de bicicleta. Quien la adquiría tenía una expresión facial de constante cansancio y ansiedad, quedaba demacrado y ojeroso de manera crónica:

«Se desarrolla tanta ansiedad aprendiendo a ir en el popular vehículo, y, cuando la ciencia ha sido adquirida, en evitar los accidentes de varias clases a los que invita, que afecta insensiblemente a los músculos de la cara y da incluso a la fisionomía más amplia y neutra una expresión de ansia y agobio que se mantiene durante el resto de la vida. Al menos el doctor (un Doctor en Medicina de Londres), así lo dice, y él debe saberlo».

'The Bicycle face', artículo publicado en la publicación inglesa 'Cheltenham Chronicle' en 1896

‘The Bicycle face’, artículo publicado en la publicación inglesa ‘Cheltenham Chronicle’ en 1896

Muchos médicos (sobre todo en el Reino Unido) se prestaron a alimentar el bulo asegurando que el cuerpo de las mujeres no estaba hecho para pedalear y que el constante esfuerzo de mantener la bici en equilibrio distorsionaría para siempre el delicado rostro femenino. Los ojos saltones y la mandíbula tiesa eran algunas de las consecuencias más famosas, pero otros doctores más osados hablaban incluso de infertilidad, tuberculosis y un aumento desmedido del deseo sexual.

En su extenso artículo The hidden dangers of cycling (Los peligros ocultos de pedalear) —publicado en el National Review de Londres en 1897— el médico inglés A. Shadwell advertía con una desmedida pasión (y documentando cada una de sus amenazas con supuestos casos) que las ciclistas corrían el riesgo de sufrir «disentería crónica», «bocio exoftálmico» (algo parecido a lo que ahora se conoce como enfermedad de Graves-Basedow), apendicitis, trastornos nerviosos de todo calibre…

Por suerte, el intento de aterrorizar a las mujeres quedó en nada y pocos fueron los que tragaron con el pseudoriesgo de terminar con cara de bicicleta. En el cambio de siglo se perfilaba la que ya entonces llamaban «mujer moderna», la adulta que escapaba de la eterna infancia e impulsaba desde un cambio de vestuario que la liberaba de la aparatosidad del corsé hasta la implicación femenina en temas políticos y sociales. La bicicleta simplemente estaba allí para llevarla.

Helena Celdrán

"¡Oh! Abuelito, qué máquina tan rara y vieja. ¿Por qué no te haces con una como la mía?". Cartel de 1907 de la Liga Sufragista - (Museo de Londres)

«¡Oh! Abuelito, qué máquina tan rara y vieja. ¿Por qué no te haces con una como la mía?». Cartel de 1907 de la Liga Sufragista – (Museo de Londres)

Mujeres sufragistas en Londres en 1913

Mujeres sufragistas en Londres en 1913

Sarah Ann: "Papá, ¿por qué demonios llevas la ropa de mamá?" Papá: "Bueno, si tú vas a la ciudad a la moda de los hombres, yo llevaré esto para igualar las cosas".Viñeta de 'Scribners magazine'

Sarah Ann: «Papá, ¿por qué demonios llevas la ropa de mamá?». Papá: «Bueno, si tú vas a la ciudad a la moda de los hombres, yo llevaré esto para igualar las cosas».Viñeta de ‘Scribners magazine’

‘Bespoken’, música hecha sólo con bicicletas

Cuando era niño, solía poner tarjetas en las ruedas de la bici para escuchar el sonido rítmico y ágil que hacían al chocar una y otra vez con los radios. Ya de adulto, como compositor, aquellos ruidos leves pero constantes no abandonaban su imaginación. Johnny Random comenzó a preguntarse si podría «afinar» los radios para crear melodías, perfeccionar hábitos infantiles y convertir en música los pequeños sonidos que sirvieron de banda sonora de su infancia.

Bespoken (que se podría traducir por indicado o denotado), del músico y compositor estadounidense Johnny Random, es un disco hecho con bicicletas y sin la presencia de instrumentos tradicionales, sintetizadores, samplers ni percusiones.

En cada pieza del álbum (de momento disponible sólo en iTunes) no trata a la bici como un bicho raro del que extraer disonancias —»trato de evitar brusquedades arrítmicas y atonales«, dice en su cuenta de Twitter—, sino que explora los mecanismos para aprovechar lo mejor de ellos. Con el experimento, el autor quiere servir de inspiración a otros para que miren los objetos cotidianos «con más curiosidad y asombro».

Random logra un conjunto coherente a partir de púas rozando neumáticos, frenos utilizados como elemento percusivo, arcos de instrumentos de cuerda rozando los radios de las ruedas como si fueran violines, baquetas golpeando piezas de metal, el aire de los neumáticos saliendo con cadencia rítmica… La variedad de matices crea una atmósfera sofisticada, etérea y a la vez tranquilizadora. Bespoken es un canto a la primera vez que se subió a una bici sintiéndose instantáneamente «libre» y el autor ha hecho todo lo posible por «capturar» esa sensación en la música.

Helena Celdrán