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Stephen Wilts, la ‘cámara humana’ que memoriza la arquitectura de una ciudad

Stephen Wiltshire dibujando una panorámica de Tokio - Foto: www.stephenwiltshire.co.uk

Stephen Wiltshire dibujando una panorámica de Tokio – Foto: www.stephenwiltshire.co.uk

Tenía cinco años cuando dijo su primera palabra: papel. Al británico Stephen Wiltshire (Londres, 1974) se le ha llamado «la cámara humana» por su extraordinario talento como ilustrador arquitectónico. Sólo con echar un vistazo a un paisaje urbano, desde un helicóptero o un edificio elevado, es capaz de dibujarlo al detalle, con monumentos, edificios, trazados de calles.

Que a los tres años le diagnosticaran autismo fue solo el comienzo de la historia. A los siete empezó a dibujar con esmero edificios representativos de Londres, el interés de los medios de comunicación lo convirtió en un famoso niño artista, publicó un primer libro de dibujos con apenas 13 años, empezó a recibir encargos, exponer, viajar al extranjero… Ha sido condecorado Miembro del Imperio Británico por sus servicios prestados al arte, cuenta con su propia galería de arte en el centro de Londres y tiene una lista de encargos con una previsión de entre cuatro y ocho meses de espera. Desde el verano pasado, sus vastas panorámicas de Londres reciben a los viajeros en el aeropuerto de Heathrow.

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La conversación fotográfica de un padre y su hijo autista

© Timothy Archibald

© Timothy Archibald

Eli nació en 2001. Su padre, Timothy Archibald, comenzó a hacerle fotos a los cinco años. Siempre trabajaban con ideas que nacían de uno, asomaban en el otro, regresaban al punto de partida y volvían a trazar la ruta de vuelta, convirtiéndose por el camino en una imagen donde la autoría era compartida pese a que el disparador lo apretase el padre, fotógrafo comercial profesional.

Eli no era un niño como los demás. Era, para emplear la terminología de la corrección, neurodivergente. Los médicos diagnosticaron un espectro autista más o menos por la misma época en que el niño y su padre empezaron a hacer fotos a cuatro ojos y dos mentes.

Trece años después, Timothy Archibald sabe mucho sobre autismo, pero cuando recibió los primeros informes médicos necesitaba hacer algo para que la comunicación con Eli fuese bidireccional. Decidió llevar el proyecto de colaboración fotográfica al extremo. «Pese a que el diagnóstico me proporcionó la terminología y la historia médica para entender mejor a mi hijo, tenía la sensación de que era necesario encontrar un puente emocional que me llevase hacía él«, dice en una entrevista.

El resultado es una indagación emotiva, dulce pero nada complaciente, en la mente de Eli y su particular modo de funcionamiento. Está publicada en el fotoensayo Echolilia, una forma alternativa de escribir ecolalia, el hábito de la repetición verbal —una suerte de eco— que aparace relacionada con casos de autismo. En este vídeo [sólo en inglés], padre e hijo explican por qué decidieron indagarse mutuamente a través de las fotografías.

Las fotos son tan certeras que se transforman en una conversación entre padre e hijo. «A veces es Eli quien dirige la acción. A veces soy yo. A veces vemos los resultados en la cámara digital y decidimos darle otro giro a la fotografía. Me gusta la idea de cederle a un niño el control creativo mientras yo solamente me ocupo de manejar la cámara», dice Timothy.

La idea del tubo que lleva la voz del crío a su propio oído, por ejemplo, fue de Eli, que no puede dejar de repetir los mensajes de alerta de las puertas corredizas («las puertas se están cerrando, por favor manténgase alejado») cuando viaja en autobús, va al supermercado o a la biblioteca, pero la del crío dentro de la caja de plástico fue del padre, que preguntó al crío si le gustaría descansar dentro y Eli, desnudo, se quedó dormido como dentro de una cápsula a la que podemos otorgar la condición de un transparente cuento de hadas.

Eli con la cabeza hundida en un gran embudo rojo, con el tronco al que decidió apadrinar y salvar de la chimenea en Navidad, acostado con una languidez de ángel en el patio, acurrucado sobre la alfombra, expresando en dos papeluchos los extremos del sentimiento («te quiero», «te odio»), aprersado por una goma elástica….

«La fotografía es una forma de copia y los críos son una forma de repetición. Mirar a mi hijo a través de las fotos me ayudó a mirarme de nuevo a mí mismo», señala el fotógrafo (uno de los dos fotógrafos) de esta colección de imágenes donde los autores, simbiotizados, se han convertido en uno solo y la conversación a dos implícita en todo acto fotográfico se ha condensado en una voz, un eco, que Timothy y Eli repiten como en una cantata, modificando sus voces levemente, presos de la canción y del amor incondicional.

Ánxel Grove

Las asombrosas listas de Gregory Blackstock, «el autista erudito»

Gregory L. Blackstock

Gregory L. Blackstock

En el Washington Athletic Club —un elegante edificio art déco en el centro de la ciudad de Seattle (EE UU)— el friegaplatos del restaurante, en el anonimato del fregadero lleno de vajilla sucia, imaginaba listas sin parar. En su cabeza bullían clasificaciones bien surtidas con sutiles detalles y de temas muy diversos: especies de aves, tipos de furgoneta, luces de navidad, construcciones verticales de todo el mundo, rábanos, martillos, escalas de notas musicales, bombarderos estadounidenses de la II Guerra Mundial, payasos…

A Gregory L. Blackstock (1946) lo llaman «el erudito autista». En 1986 y valiéndose de un material modesto (el papel que hubiera disponible, tinta, pinceles, rotuladores, ceras…) comenzó a realizar ilustraciones con clasificaciones de objetos y seres vivos. Lavó platos durante «25 años y un tercio» en el club deportivo y era conocido por publicar una vez al mes, en el boletín informativo del centro, sus famosas y elaboradas listas. Mucho después,cuando él ya contaba con 58 años, alguien consideró por fin que la obra de aquel hombre merecía mayor consideración.

'The Great American Jays' - Gregory Blackstock

‘The Great American Jays’ – Gregory Blackstock

Su condición de autista sin duda tiene que ver con el afán por observar, clasificar y memorizar, pero el detalle en el dibujo y la precisión de los términos revelan mucho más y descubren que Blackstock no es un simple aficionado que pinta lo que se le ocurre: tiene método, estilo y —lo más asombroso en estos tiempos de ofuscación y orgullosa ignorancia— una voraz curiosidad. El artista se informa a fondo del tema que va a abordar, disecciona en su mente los pormenores de la hiedra venenosa, el ala de un avión, el patrón colorido del caparazón de un escarabajo o los dientes de una sierra para elaborar pequeños textos o nombres descriptivos para cada elemento de su catálogo personal.

Dibuja a mano alzada, sin la ayuda tan siquiera de una regla, y utiliza los colores sencillos del repertorio infantil de una caja de pinturas cualquiera. Retirado desde 2001, con el tiempo ha conseguido ver publicado en un inspirador tomo su preciso trabajo (Blackstock’s Collections, editado por Princeton Architectural Press en 2006). Una galería de Seattle vende un gran surtido de sus obras, que sigue creando con la humildad de siempre, uniendo varios folios con cinta adhesiva y pegamento si es necesario extender las listas.

Blackstock pasa ahora los días dedicado a su arte y a perfeccionar los 12 idiomas que ha aprendido a lo largo de su vida (entre ellos el japonés, el chino mandarín y el checo). Los sábados toca el acordeón, su instrumento favorito, al que ha dedicado años de estudio autodidacta. Le gusta interpretar sus piezas en la calle, antes de los partidos, en las cercanías del pabellón deportivo Key Arena de Seattle, disfrutando de la muchedumbre todavía tranquila antes del encuentro mientras piensa en su próxima lista.

Helena Celdrán

gb-saws

Gregory L Blackstock - acordeones

Gregory L Blackstock -  thrips

Gregory L Blackstock - The Historic Intercontinental Homes

Gregory Blackstock - aircrafts