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Anders Gjennestad, arte callejero a vista de pájaro

'Memorie Urbane', mural de Anders Gjennestad en un colegio de Gaeta (Italia)

‘Memorie Urbane’, mural de Anders Gjennestad en un colegio de Gaeta (Italia)

Anders Gjennestad (Arendal – Noruega, 1980) adopta el nombre artístico de Strøk cuando ejerce de artista urbano. En la calle es un sibarita de las superficies viejas y desgastadas, un cazador de paredes deterioradas y de puertas metálicas oxidadas; en el estudio —donde firma con su nombre real— usa como lienzo tablas de madera y chapas corroídas por la humedad.

Artista autodidacta y residente en Berlín (ciudad ideal cuando se trata de rincones deteriorados por el tiempo) trabaja con espray y plantillas y representa a menudo a niños jugando en la calle, derrochando horas en una eterna tarde de julio cualquiera. Gjennestad perfila las sombras infantiles con precisión, haciéndolas a veces alargadas, dejando claro que la pandilla de niños se propone derrochar con descaro cada tarde de las vacaciones de verano. En los planos cenitales, sobre las paredes, parece que los críos han conseguido ponerse de pie sobre las paredes desafiando las leyes de la gravedad.

'Nuart' - Anders Giennestad. Foto: Kalevkevad

‘Nuart’ – Anders Giennestad. Foto: Kalevkevad

Escoge siempre el blanco y negro, no quiere quitar protagonismo a los tonos naturales de las maderas rayadas ni a los desconchones de las paredes: se trata de que la imagen sepa convivir con la superficie que le ha tocado.

Se sube a edificios lo suficientemente altos para observar los movimientos de los transeúntes y hace fotos como referencia para las plantillas. Pone especial atención a los niños y los grupos de adolescentes porque son los más activos y tienen un amplio catálogo de posturas, dispara y recoge esos momentos fugaces desde su posición anónima y privilegiada, como un ave de presa. Después pinta lo que ha fotografiado, corta a mano las plantillas y las divide por capas para dar profundidad a la obra.

Helena Celdrán

'Achtung' - Anders Gjennestad

‘Achtung’ – Anders Gjennestad

'Crossover' - Anders Gjennestad

‘Crossover’ – Anders Gjennestad

Gjennestad trabajando en el mural 'Memorie Urbane'

Gjennestad trabajando en el mural ‘Memorie Urbane’

'T' - Anders Gjennestad

‘T’ – Anders Gjennestad

Obra de Gjennestad en Hawái

Obra de Gjennestad en Hawái – Anders Gjennestad

Una falla valenciana para quemar «todo lo que sobra»

© Escif

© Escif

Junto con el fondo de armario —donde reina el rojo-cuchillada— de Ana Botella, las figuritas de Lladró, las conferencias de prensa de Isabel Coixet, las novelas de Arturo Pérez Reverte, los discos de flamenco fusión, el reinado mediático de Sara Carbonero y la tal Pedroche, la Pasarela Cibeles, la programación del MNCARS (o cómo demonios se llame), las canciones de Alaska, el abrigo de astracán de los domingos, el madridismo como auto de fé bautismal y las fotos de Ouka Lele, quizá lo más hortera de la España cañí sean las Fallas de Valencia. Son de un kitsch tan elevado que, como el alcohol de garrafón, terminan por gustar. Pese a las arcadas, aguantas. Todo por el colocón.

El monumentalismo, la instrumentación de una celebración pagana, la venta turística y, por tanto, política, de los festejos y, como añadido de este año gracias a la siempre paellera alcaldesa Rita Barberá, el caloret

«¿Dónde están los límites entre ficción y realidad? ¿Dónde están los límites entre vida y espectáculo? ¿Dónde están los límites entre lo que es y lo que no es?», se pregunta con buen juicio el artista urbano —y valenciano— Escif.

© Escif

© Escif

Cuando en la ciudad ardan todos los monumentos falleros en la Nit de la cremà, que se celebra la próxima noche, Escif incinerará su contribución a la ceremonia del fuego y la purificación. El veterano artista y activista ha preparado el proyecto Todo lo que sobra, una falla, digamos, alternativa —fea palabra en momentos en que convendría devolver contenido al viejo pero siempre revolucionario término grosero—, que llama la atención sobre el estrechísimo límite entre realidad y ficción y una alerta sobre la esclerosis de una festividad que pierde su esencia a velocidad de, por usar una referencia muy apropiada a las fronteras regionales de la mafia como forma de mando, Fórmula 1.

Con el apoyo de la Falla Mossen Sorell-Corona, un colectivo de contestación al camino que toma la celebración, Escif se ha dedicado a sembrar las calles de réplicas perfectas, aunque falsas —están fabricadas de madera, cartón y otros materiales, todos inflamables—, de los «elementos que sobran en el escenario habitual de una falla».  Se trata de «hacer una falla con todo lo que no es una falla pero que irremediablemente forma parte de la transformación del paisaje urbano durante este acontecimiento».

La intención del taller Corona —que este año ha decidido retirarse del concurso tradicional a la innovación —uno de los premios de cada año—, es «reinventar las fallas», transmitir que es un colectivo «libre e independiente» y que seguirá proponiendo artistas invitados para encargarse de la «renovación» de las propuestas falleras, «dejando patente que lo importante para enriquecer la tradición creativa es su apertura a nuevas líneas e identidades».

El primer creador apadrinado por el colectivo es Escif —acaba de editar su primer libro mediante una campana de micromecenazgo—, que ha construido una falla desestructurada con «elementos que han de quitarse para despejar el espacio» y otros «accesorios al monumento fallero». Con la común característica de que los objetos son «copiados de la realidad», réplicas perfectas que engañan al sentido de la vista y sólo se reconocen con una mirada muy detallada o mediante el tacto.

Un contenedor gris de residuos, señales de tráfico, tres vehículos aparcados —con publicidad dejada en las lunas de «chicas juguetonas Caloret» en «instalaciones de lujo» —, dos cajas de petardos vacías, bicicletas, bolardos, tres paquetes de tabaco, cuatro bolsas de snacks, vallas de separación con sus respectivas publicidades, cinco chicles pegados, doce colillas, vasos rotos, confeti…

La neofalla de Todo lo que sobra es la España cutre, entramoyada, de mentira, fracasada y expoliada, asomando entre las fallas horteras de las narizotas de los pícaros, los pezones televisivos y los ojos saltones de la verbena oficial. Que ardan bien la una y las otras.

Jose Ángel González

© Escif

© Escif

‘Objeticidio’, el arte de ‘asesinar’ trastos

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

Es la típica estampa callejera del abandono: el sillón destartalado, con una gastadísima tapicería y hundido en el asiento. Con el lavabo de cerámica tampoco hay mucho más que hacer, tras muchos años de servicio, lo han estrellado sin piedad contra el suelo. La imagen repetida en cualquier ciudad se convierte en el supuesto escenario de un crimen en manos de la francesa Lor-K (1987), capaz de humanizar los trastos de manera radical.

«La personificación nos ofrece una visión macabra e insólita. La comparación con los vivos es inmediata, evocando las relaciones profundas que tenemos con nuestros objetos», declara la artista callejera, que ha dado al proyecto de «humanización» el nombre de Objeticide (Objeticidio).

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

Para crear las sangrientas instalaciones efímeras, «únicas e irrepetibles», busca en la vía pública muebles y electrodomésticos abandonados ya inservibles y los asesina: hace de ellos piezas escultóricas espeluznantes añadiéndoles pintura roja (de hasta tres tonos diferentes, para emular la coagulación), brechas y heridas profundas. Sobre cada víctima coloca un pequeño número, como dándole carácter de caso policial.

La misión no es impresionar al transeunte con una ocurrencia gamberra, Lor-K quiere que el espectador afronte «el final de la vida de nuestros objetos» con cierta crudeza, en una época como la presente en que todos los productos que se fabrican tienen una «obsolescencia programada».

Helena Celdrán

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

'Objeticide' - Lor-K

‘Objeticide’ – Lor-K

Toni Spyra, pequeñas instalaciones callejeras que lo cambian todo

'Soup' - Toni  Spyra

‘Soup’ – Toni Spyra

Suele utilizar materiales baratos y sabe comunicar lo que quiere con sólo una pequeña modificación del paisaje urbano. El alemán Toni Spyra (1981) sólo tiene que poner junto a un socavón una cuchara sopera, agregar a un poste una cámara falsa de seguridad, añadir a una señal de tráfico elevada el aro de una cancha de baloncesto.

No suelta prenda. Si alguien busca saber más de las obras por boca del artista, deberá conformarse con las cuentas de Facebook o Twitter, en las que hay poco más que mensajes de agradecimiento y avisos escuetos de inauguraciones de exposiciones. En noviembre, se estrenó con su primera muestra en solitario en una galería de Berlín, en la que acompañó las imágenes de sus istalaciones callejeras de una colección de sus objetos modificados.

'Piñata' - Tony Spyra

‘Piñata’ – Tony Spyra

El artista alemán, afincado en la ciudad austriaca de Linz, flirtea con el arte conceptual, pero quitándole la solemnidad y la presuntuosidad de la que suele pecar. Un desatascador tiene por mango una flauta, de un cubo de lavar asoma una melena negra, una bolsa negra con tres agujeros convierte a Penélope Cruz (portada de una revista femenina) en una terrorista. En la exposición berlinesa, hizo una piñata con la forma y el característico color naranja de las papeleras de la capital alemana: en la base, un agujero dejaba caer los caramelos al suelo, una imagen que se reproduce a menudo en la realidad, con basura en lugar de dulces.

Curioso observador del paisaje de una ciudad, de nuestros pecados y anhelos con respecto a la vida urbana, Spyra obliga a la reflexión, a prestar atención a lo que —a veces de modo inconsciente— incomoda o duele, siempre acercándose con humor, sin necesidad de mostrarse dramático.

Helena Celdrán

'Tombstone' - Toni Spyra

‘Tombstone’ – Toni Spyra

'Protection' - Toni Spyra

‘Protection’ – Toni Spyra

'Captor' - Toni Spyra

‘Captor’ – Toni Spyra

'Zoo' - Toni Spyra

‘Zoo’ – Toni Spyra

'Sucker' - Toni Spyra

‘Sucker’ – Toni Spyra

'Stromfalle' - Toni Spyra

‘Stromfalle’ – Toni Spyra

'Streetball' - Toni Spyra

‘Streetball’ – Toni Spyra

¿Malas hierbas o plantas valientes?

Ensimismados en nuestra soberbia las llamamos malas hierbas. Son especies autóctonas y de una resistencia loable, muchas veces con espinas, otras con flores o (como es el caso de la menta) aptas para el consumo, despreciadas sólo porque no las queremos en el lugar en el que nacen y no están dispuestas a obecernos.

«Puede que sean pequeñas, pero atraviesan el cemento. Están en todas partes y sin embargo no se ven. Y cuanto más se las pisa, con más fuerza vuelven a crecer«. Mona Caron admira a la maleza que se entromete en los planes de jardineros y agricultores y que en la ciudad se atreve a rebelarse contra la condición estéril de una superficie asfaltada.

La ilustradora, pintora y muralista estadounidense busca malas hierbas en las ciudades, hace bocetos de ellas y después escoge paredes cercanas para reproducirlas en manifestaciones de arte urbano, siempre a gran tamaño, «a escala inversamente proporcional a la atención y el reconocimiento que reciben». La planta crece en lugares inesperados y Caron ha empezado a añadir dinamismo a la iniciativa grabando el proceso en vídeos que, una vez montados, imitan en «animaciones» el crecimiento de una planta real.

En el proyecto —Weeds (Malas hierbas)— Hay una ideología detrás de la decisión de ensalzar a esas especies. «Suelo elegir el lugar para cada hierba en correspondencia con la metáfora social: sitios en los que las alternativas se están creando, que marcan la diferencia y resisten a la entropía de nuestro mundo enfermo». Las obras «son un homenaje a la capacidad de recuperación que tienen todos aquellos para los que nadie ha dejado lugar, los que no eran parte del plan y aún así siguen volviendo, abriéndose paso y alzándose».

Un aster pintado en Asheville (Carolina del Norte), una de las 'malas hierbas' del proyecto 'Weeds' de Mona Caron

Un aster pintado en Asheville (Carolina del Norte), una de las ‘malas hierbas’ del proyecto ‘Weeds’ de Mona Caron

Puntiagudas, con hojas recias, flores de colores descaradamente alegres… Caron ha pintado ortigas, coronopus, cerrajas, dientes de león. Además de poblar ciudades estadounidenses, las plantas han llegado a Europa e incluso hay algún ejemplo oculto en Barcelona.

Vivir en San Francisco (California, EE UU) es sin duda una motivación para reconocer el mérito de las malas hierbas. La ciudad de la protesta y la contracultura experimenta una situación trágica: las viviendas han alcanzado un precio desorbitado y sólo las pueden comprar y alquilar con sueldos de la industria de Internet. El panorama social cambia, los artistas y excéntricos, las familias, la clase trabajadora y la clase media (los residentes de siempre) se ven empujados a abandonar su ciudad para que los felices millonarios del 2.0 —sin remordimientos por los desahucios— ocupen casas a precios estrafalarios. A pesar de todo, todavía, aunque cada vez más castigada y enmudecida, sigue existiendo una resistencia.

Helena Celdrán

'Stinging Nettle', Barcelona -  Mona Caron

‘Stinging Nettle’, Barcelona – Mona Caron

Una de las malas hierbas de Mona Caron en el humilde barrio de Ahmedabad, en la India - Mona Caron

Una de las malas hierbas de Mona Caron en el humilde barrio de Ahmedabad, en la India – Mona Caron

Intervención de Caron en Atenas, Grecia - Mona Caron

Intervención de Caron en Atenas, Grecia – Mona Caron

Diente de león en San Francisco - Mona Caron

Diente de león en San Francisco – Mona Caron

Cómo convertir las chapuzas callejeras en arte moderno

'Grey on White'. 2014. Acrylic on Wall - Neglected Works

‘Grey on White’. 2014. Acrylic on Wall – Neglected Works

Un grafiti tapado con una pintura de un tono diferente al de la pared, una mancha clareada en un muro de ladrillos, la pequeña raya diagonal azul pintada con espray junto a un portal, tal vez para señalar alguna futura reforma… Las chapuzas estéticas están en cada rincón de una ciudad, se burlan de la perfección, nacen del accidente, de la reparación rápida, son un remiendo para salir del paso.

No cabría duda de que, de ninguna manera, se habla de arte, pero sí sería un ejercicio de humor y burla comparar esos errores urbanos con los ejemplos más extremos y arduos de arte moderno. Así lo han hecho Basile Cuvelier y Seth Alexander, afincados en Londres y autores de un microblog de Tumblr que lleva por título Neglected Works (Trabajos abandonados).

Artistas y diseñadores, Cuvelier y Alexander recopilan en la recién inaugurada página ejemplos de estas chapuzas urbanas en la capital inglesa. Para rematar el absurdo, las convierten en obras de arte de la manera más sencilla: pegando a su lado un pequeño cartel rectangular y blanco con el supuesto título del trabajo, el supuesto año de su creación y la técnica empleada.

Así, junto a la mancha gris sobre la pared blanca (seguramente un parche para una pintada), la ficha informativa dice: «Gris sobre blanco. 2014. Acrílico sobre pared». Sobre el muro de hormigón, tal vez parte de la estructura de un puente, el discreto cartel anuncia con solemnidad: «Cruz y punto azul. 2014. Acrílico sobre concreto».

En muchos casos, los autores se ponen creativos y titulan una mancha de humedad sobre una pared de ladrillos Catarata, un intento descolorido de borrar un grafiti, Nube o tres unos brochazos verticales mal dados sobre la madera, Podio. Con el cartel a su lado, las vulgares reparaciones de repente se convierten en focos de interés, en posibles creaciones artísticas que —en la galería de arte adecuada— se podrían vender al mejor postor o contemplar tomando largo rato con una copa de vino en la mano.

Helena Celdrán

'Cross and Blue dot'. 2014. Acrylic on concrete - Neglected Works

‘Cross and Blue dot’. 2014. Acrylic on concrete – Neglected Works

'Waterfall'. 2014. Water-stained brick - Neglected Works

‘Waterfall’. 2014. Water-stained brick – Neglected Works

'Podium'. 2014. Acrylic on wood- Neglected Works

‘Podium’. 2014. Acrylic on wood- Neglected Works

'Cloud'. 2014. Spray paint on brick - Neglected Works

‘Cloud’. 2014. Spray paint on brick – Neglected Works

'Blue Diagonal'. 2014. Spray paint on brick - Neglected Works

‘Blue Diagonal’. 2014. Spray paint on brick – Neglected Works

'Dot Dot Dash'. 2014. Acrylic on concrete - Neglected Works

‘Dot Dot Dash’. 2014. Acrylic on concrete – Neglected Works

Ella & Pitr, artistas urbanos especialistas en perspectiva

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

Dos piernas femeninas, con zapatos de tacón, asoman de un cubo de pintura. Un hombre con un embudo en la cabeza se acurruca en una esquina. Un niño contempla sentado en una banqueta el pájaro que acaba de pintar con ceras de colores sobre una pared floreada. En realidad las piernas están bastante más lejos que el cubo, el hombre del embudo ocupa la esquina de un pasillo, dos habitaciones y una puerta, el niño está pintado en la pared igual que el pájaro…

Las escenas sólo se pueden disfrutar desde un ángulo concreto. El dúo francés de artistas callejeros Ella & Pitr condicionan muchas de sus creaciones al lugar en que se coloca el espectador para verlas: sin la perspectiva adecuada, los trazos y el color se convierten en conjuntos desordenados y sin cohesión.

Cultivan una estética de cómic, de trazos en apariencia confusos, tentativos e imprecisos. Los personajes son tiernos y reales: señoras mayores en bata, adolescentes larguiruchos, obreros de la constucción cansados…

Conscientes de que el arte urbano siempre pasa por la gente, tienen la necesidad de contactar con el público. Primero hicieron carteles de marcos ornamentados para que, quienes los encontraran por la calle sobre una pared, pudieran fotografiarse con ellos de fondo. El siguiente paso fue llevar esos marchos a espacios interiores y (con los juegos de perspectiva que ahora dominan) introducir a personas y convertir el espacio enmarcado en otra escena.

Ahora siguen depurando la técnica para conseguir que las pinturas en dos dimensiones salten a la realidad. Para los últimos añadidos a su ingeniosa colección de «anamorfosis» han utilizado como lienzo edificios viejos y vacíos, se han permitido la licencia de pintar y pegar carteles troquelados en grandes extensiones de pared, muebles y puertas para engañar al ojo humano.

Helena Celdrán

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

© Ella and Pitr

Doce millones de migrantes europeos ‘repueblan’ Ellis Island

A su llegada a Nueva York en 1901, escapando de las balas de una lupara de la mafia siciliana, el niño de diez años Vito Andolini es rebautizado por el gendarme de Inmigración, que le otorga por error el apellido de su pueblo natal, Corleone. El crío está enfermo de viruela y lo internan en cuarentena en un hospital para inmigrantes. En el triste cuarto de la tierra nueva, sentado frente a la Estatua de la Libertad, cuyo significado dudosamente conoce, el dulce huérfano —objetivo de una vendetta que le ha deja solo en el mundo porque su padre se atrevió a insultar al capo local— canta una tonadilla en dialecto siciliano.

La escena, narrada con cadencia de llanto por Francis Ford Coppola en El Padrino —esa trilogía sobre una saga italoestadounidense que debería ser considerada como patrimonio de la humanidad—, se desarrolla en la Isla Ellis, en la bahía de Nueva York, un islote plano y de muy pequeño tamaño que la intervención humana amplió hasta 11 hectáreas merced a sucesivos trabajos de relleno. Cuando los colonos holandeses la compraron en 1630 a los indios, era poco más que una lengua de barro donde abundaban las ostras e incordiaban las gaviotas.

Inmigrantes en Ellis Island, 1892 - Foto: Wiki Commons

Inmigrantes en Ellis Island, 1892 – Foto: Wiki Commons

Desde 1892 hasta 1954, Ellis Island fue el principal punto de entrada de inmigrantes a los EE UU: 12 millones de personas desembarcaron en la isla, convertida en centro de control migratorio, penitenciaría, hospital psiquiátrico, paritorio y zona de aislamiento sanitario para enfermedades infecciosas. Fue tanta la magnitud del flujo de recién llegados —sobre todo europeos que escapaban de las hambrunas, la miseria, las persecuciones y la guerra de un continente que siempre ha destacado por ser especialmente cruel con los suyos, sobre todo si se trata de pobres, débiles o amenazados— que se calcula que el 40 por ciento de los estadounidenses tiene algún ancestro entre los migrantes que pasaron por Ellis.

Aunque el Ellis Island Immigration Center —desde 1965 es un museo y forma parte del complejo monumental de la Estatua de la Libertad— es muy conocido y recibe visitas de mareas de turistas y curiosos, la isla tiene un lado obscuro que no figura en las guías, está cerrado al público a no ser que se tramite un permiso especial y sufre peligro de inminente ruina.

Sólo tres de los 33 edificios del antiguo complejo han sido restaurados y dan notables ganancias a los administradores federales: para obtener una copia de la ficha de llegada al país de una persona es necesario pagar unos 25 euros.

La organización sin ánimo de lucro Save Ellis Island (Salvemos Ellis Island) trata de llamar la atención sobre la necesidad de rehabilitar y conservar las construcciones de la parte sur de la isla, condenadas al olvido y la desidia. La llaman, no sin razones, la «otra Ellis Island».

El edificio del Ellis Island Immigrant Hospital en la actualidad - Foto: Save Ellis Island

El edificio del Ellis Island Immigrant Hospital en la actualidad – Foto: Save Ellis Island

El centro de las demandas de la organización es el enorme complejo del Ellis Island Immigrant Hospital. Inaugurado en 1902, fue el primer hospital público de los EE UU y las dependencias, durante décadas las más extensas del país dedicadas a la sanidad, se repartían entre 22 construcciones.

Funcionó hasta 1930, empleó una plantilla de 300 médicos y sanitarios y atendió gratuitamente a más de un millón de inmigrantes que llegaban enfermos al país. En la maternidad nacieron 350 niños, bautizados por las madres, en un gesto de agradecimiento que se convirtió en costumbre, con el mismo nombre de pila del médico que las habían atendido durante el parto, si el bebé era niño, o de la comadrona, si era niña.

Fichas de pacientes psiquiátricos del hospital para inmigrantes

Fichas de pacientes psiquiátricos del hospital para inmigrantes

Hubo intervenciones menos felices en las dependencias del complejo hospitalario. Algunos pacientes fueron utilizados por los médicos, sobre todo los psiquiatras, para poner en práctica las estúpidas creencias de la eugenesia, que proponía la selección genética del darwinismo social del siglo XIX del que tomarían prestados los nazis los ideales supremacistas. Las fichas de los pacientes son desoladoras y permiten leer las notas de los médicos proxenófobos: «constitución inferior», «bajo grado de imbecilidad»…

Existen evidencias —para personalizar las tragedias conviene ver el documental que inserto bajo la entrada, Forgotten Ellis Island (La olvidada Ellis Island), dirigido por Lorie Conway en 2008— de que algunos pacientes fueron catalogados como locos para que los médicos experimentaran a su antojo con ellos. También hubo muertes entre los enfermos: 3.500. La mayoría de los cadáveres fueron enterrados en fosas comunes de restos anónimos en los cementerios urbanos de la cercana Nueva York.

La gente de Save Ellis Island ha tenido la idea de repoblar los semiderruidos edificios médicos. Han encargado al artista urbano francés JR el proyecto Unframed Ellis Island (algo así como Ellis Island sin marco) para recordar que el lugar fue la puerta de entrada a los EE UU de la emigración que sostuvo al país durante años complejos y épocas de recesión.

El artista ha colocado siluetas de tamaño natural obtenidas de la ampliación de fotos de archivo sobre paredes desconchadas, ventanales arruinados, tabiques a punto de caer, asientos de sillas almacenadas de cualquier modo… El resultado es una acción de arte penetrante que permite que a los olvidados recintos sanitarios de la «isla de las lágrimas y la esperanza», como ha sido llamada Ellis por algunos, regresen las personas que fueron internadas en el gigantesco hospital con tuberculosis, difteria, cólera o simplemente con una profunda nostalgia.

Es posible soñar que el niño Vito Andolini, síntesis del censo de los recién llegados, también vuelve a Ellis en estas siluetas de grano tipográfico reventado. Conviene recordarlo muriendo décadas más tarde como capo mafioso domado por el tiempo y jugando con su nieto entre las tomateras. Su última máxima acaso fue aventurada también por buena parte de los migrantes europeos: «¡La vida es tan hermosa!».

Ánxel Grove

Google te deja buscar arte urbano en el mundo

5 Pointz, Nueva York

5 Pointz, Nueva York

Posible viaje virtual: el arte urbano del mundo a través de la capacidad de mapeo que hemos regalado a Google (a precio cero, por cierto), esa empresa que sortea barreras fiscales con impunidad pero es muy estimada porque nos facilita direcciones (con restaurantes cercanos añadidos sin que nadie lo haya pedido).

El Street Art Project del Google Cultural Institute permite recorrer el mundo —Occidental, sobre todo— para disfrutar de fotos e información sobre el arte urbano. La página web, un tanto confusa —como si el diseñador pensase más en su currículo que en la navegación y comodidad del usuario— permite deambular por un mapa dónde están geolocalizadas obras de arte urbano. Las imágens proceden de Googgle Street View y también pueden ser aportadas por cualquier usuario mediante galerías personalizadas o añadiendo a las fotos las etiquetas #StreetArtist, #ArteUrbano y algunas otras.

El proyecto incluye algunos vídeos y, en la que sin duda es la única sección realmente trabajada de la web, Frame the Walls (Enmarca las paredes), una selección de lugares emblemáticos del grafiti —por ejemplo el llorado 5 Pointz de Nueva York, pintado de blanco con nocturnidad y alevosía por el promotor inmobiliario que va a construir condos de lujo en el solar—, las efervescentes calles de Bogotá y Buenos Aires o los murales de la colonia chilena de La Piconya. Cada proyecto ofrece material de contexto sobre las obras, los artistas y el mensaje que quieren transmitir.

Captura de pantalla del Street Art Project de Google

Captura de pantalla del Street Art Project de Google

No busque el internauta —Google no es lugar para delicadezas u honduras— ninguna reflexión sobre el devenir del arte urbano, su domesticación por el mercado y, en los últimos tiempos, su muy buena recepción por las empresas de construcción inmobiliaria y las comunidades de propietarios.

Un edificio con un notable mural en la pared se vende más caro y los promotores de viviendas ya ofrecen el grafiti en el proyecto de construcción, donde también figura, cómo no, la instalación de cámaras de vigilancia para que ningún vándalo de los tags viole la pureza de la obra original. El grafiti se ha convertido en instrumento de gentrificación y en Londres y Berlín se relaciona el aumento reciente y estrafalario de los precios de venta y alquiler de los pisos con el aspecto grafiteado de los edificios.

Quizá la herramienta de Google para avistar arte urbano tenga un segundo uso un tanto pervertido: localizar buenos murales para levantar viviendas-de-lujo-cool.

Ánxel Grove

Mobstr, paredes ‘insolentes’ para provocar al espectador

"Darling look, it's a Banksy" - Mobstr

— Querido, ¡mira!¡Es un Banksy!
No seas tonta, querida. Eso es sólo vandalismo»
Oh, cierto. Sí, claro.

El hipotético diálogo de una pareja cualquiera es una observación mordaz sobre la consideración de las obras del célebre artista urbano británico Banksy como arte ajeno a la gamberrada. Escrita en una pared blanca con letra impresa, la leyenda no hace concesiones a la belleza formal y se exhibe desnuda de colores y adornos en la vía pública. Su autor es Mobstr, otro artista callejero que sin embargo se vale casi siempre sólo de la palabra para provocar al espectador.

"Si contemplas esto y te tocas la barbilla parecerás inteligente y culto" - Mobstr

«Si contemplas esto y te tocas la barbilla parecerás inteligente y culto» – Mobstr

Con la capacidad de meter el dedo en la llaga, el insolente Mobstr pone todo el peso de sus intervenciones en el mensaje. «Venga, píntame de blanco otra vez», declara desafiante la pared (que por cierto, pintaron de nuevo). «Incluso la más peor frase, puesta en una pared, puede llamar tu atención», «te has dejado el horno encendido», «si contemplas esto y te tocas la barbilla parecerás inteligente y culto»… Cada leyenda se ríe de quien ha experimentado el impulso de leer el mensaje, tal vez atraído por la formalidad de las letras, nada comunes en una frase pintada por la calle por cualquiera.

Nada se sabe de él salvo que reside en la ciudad inglesa de Newcastle. Su relación con las intervenciones en la vía pública es espinosa: en las palabras translucen resentimiento hacia las autoridades y su modo de reprimir las expresiones artísticas en la calle, también hay  críticas al bombardeo publicitario, a la delgada línea entre arte y fantochada, al ensimismamiento en el que caemos a menudo cuando caminamos automatizados por la rutina.

Dándole una vuelta a la tuerca, expone en salas cerradas y en su página web tiene una tienda en la que vende frases enmarcadas que a veces incluso atacan a un potencial comprador —«¿Eres rico? ¿Tienes mal gusto para el arte? Esto podría ser tuyo por sólo 20.000 libras»— o se refieren a sí mismo («#obramediocre», «#pretencioso», «¿esto es todo?»).

Entrevistado por la publicación online sobre arte urbano FatCap, el autor declara que en su relación con el graffiti y el arte callejero hay amor, pero considera «más justo» llamarlo «obsesión». Le quita cualquier misticismo a su labor declarando que no se toma «demasiado en serio» lo que hace y que busca divertirse, descubrir el potencial de intervenciones tremendamente sencillas y aprovechar el potencial de «nuestro medio ambiente urbano». «Pero no te equivoques: hay una enorme pasión tras ello. Creo firmemente en que no se debería creer en nada firmemente».

Helena Celdrán

'Te has dejado el horno encendido' - Mobstr

‘Te has dejado el horno encendido’ – Mobstr

"Venga, píntame de blanco otra vez" - Mobstr

«Venga, píntame de blanco otra vez» – Mobstr

"#OBRAMEDIOCRE" - Mobstr

«#OBRAMEDIOCRE» – Mobstr

 

"Podrías tener mejor aspecto" - Mobstr

«Podrías tener mejor aspecto» – Mobstr

'Salvemos los árboles' - Mobstr

‘Salvemos los árboles’ – Mobstr

"No me arrestaron" - Mobstr

«No me arrestaron» – Mobstr

'Apatía' - Mobstr

‘Apatía’ – Mobstr