Entradas etiquetadas como ‘arte callejero’

Acusan de irresponsable a un artista por profanar edificios sagrados en Bután

¿Cuáles son los límites en el arte? ¿Qué separa la acción artística del atentado?

Imaginemos la respuesta en la parábola de Buda contra el guerrillero Invader

Buda regresa del Nirvana y visita Bután, su país favorito, donde aún tiene muchos acólitos. Amante de lo pequeño y esencial, se dirige a un templito de oración, construido siglos atrás por unos monjes en el bosque.

En las paredes blancas encuentra un colorido mosaico que no debería estar allí. No necesita el tercer ojo para darse cuenta de este detalle.

Alguien dejó una marca. Un elemento extraño incrustado en cemento. Exógeno. Alienígena. No es la típica muesca de navaja que mal luce el nombre de un turista idiota; por suerte, las leyes del Dharma castigan a estos lumbreras con la reencarnación en cucaracha, lombriz o garrapata. Esto, sin embargo, parece algo distinto.

¿Puede ser arte?, se pregunta Buda.

Un dragón pixelado, por ejemplo, aquí, en las puertas del bello monasterio…

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La naturaleza binaria de las vallas

El problema de las vallas está en su naturaleza binaria. Si uno levanta un muro aparece otro en la cabeza de quien lo ha levantado. Los constructores de cercas no suelen atender al hecho de que en realidad acaban por cercarse a ellos mismos.

Tenemos entonces dos muros, dos zonas cerradas (la externa y la interna). El comportamiento binario prescribe que siempre habrá una valla visible y otra íntima, la física y la espiritual. Como en un juego de espejos, las personas que habitan a ambos lados de la línea tienen la valla mental reproducida dentro.

No importa que esa valla sea una frontera, un patio de escuela o un cementerio. Es el concepto de valla el que domina en esta regla de la duplicidad: la valla externa crea la interna, la física se proyecta en la espiritual, y a la inversa.

 

Cada valla que hemos alzado ha ido llenado de vallas las cabezas del mundo. El mío o tuyo, el ellos y nosotros, no es tan real como parece, es solo una valla más. Siempre acaba siendo tuyo este muro, porque la reja está replicada en el adentro.

Esta regla debería llevarnos a calcular cuántas vallas hay en realidad en la tierra. Eso que llamamos mundo es una representación dual que hace nuestro cerebro de las vallas que recibe del exterior; además suele concebirse como unidades binarias de contravallado: “hombre-mujer”, “casa-órden”, “educación-máster”, “ciudad- civilización”, “guerras-riqueza” ,“pastilla-suicidio”,“amor-uniforme”, “excursión-bronceado”…

Ese mundo imaginado o representado en cosas duales está lleno de esas vallas binarias, porque la mente es como una gran valla-copiadora, y lo hace sin que nos demos cuenta (dentro de la jaula se suele creer que el espacio delimitado es la representación de la totalidad).

La gente dice que expresa ideas o lenguaje, pero en realidad solemos escupir vallas. A nuestros padres les encantan las vallas, también a los profesores. No hay maldad en ello. Solo repiten el vallado ancestral. Después los compañeros del colegio hacen de las vallas un símbolo social totalitario. Más tarde será el trabajo, la clase social, el televisor, o incluso la pareja (qué lugar más extraño para levantar muros): valla sobre valla, y la cosa se vuelve muy alta como para saltarla sin miedo.

Los países deberían cambiar en sus banderas los clásicos emblemas de leones o estrellas (entes que vuelan o se mueven libres por la sábana). Pequeñas vallas sobre franjas de colores: así sería todo más exacto y podríamos respirar tranquilos.

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Acciones callejeras para concienciar sobre la destrucción del aceite de palma

Volaron a la Isla de Sumatra (Indonesia) y tuvieron que trabajar en secreto. Fueron sombras dejando su huella entre cultivos, solares y carreteras. Con su arte querían que fijáramos la mirada allí donde se destruye el bosque primario, el hogar de miles de especies, una tierra en llamas. «¡Tala y quema!», es el grito que asusta a los pájaros que alzan el vuelo sobre nubes negras.

Eran artistas callejeros reconocidos, y habían sido invitados por el artista lituano Ernest Zacharevic. La misión consistía en crear una obra de arte que denunciara el ecocidio que producen las malas prácticas del cultivo de aceite de palma en Indonesia. Los preparativos se llevaron en secreto para evitar presiones. El proyecto se llamaría Splash and Burn, juego de palabras derivado de un lema, slash-and-burn, tala y quema, método que usan los agricultores para liberar la selva.

Cada artista debería donar su obra a la causa: una campaña de arte público que llegara a muchos de los terrícolas que hemos decidido vivir como invidentes dentro de una gigantesca bolsa de plástico, ajenos a la necesidad de aire puro: aire que proviene de los bosques que ahora arden, oxígeno que compartimos con el resto de animales que huyen despavoridos, buscando a su madre sin saber que la leche de los muertos no alimenta.

El arte convertido en un arma poética que denunciara el cultivo de esta planta africana, la elaeis guineensis, que ha ido colonizando el Sudeste Asiático. Gracias a la grasa vegetal que de ella se extrae, nuestros alimentos y cosméticos resultan más económicos, duraderos o sabrosos. Pero el precio que pagamos es altísimo.

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Robots victorianos que lloran por la naturaleza perdida

Petit déjeuner.

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El artista italiano Pixel Pancho ha levantado un universo poético que mezcla las plantas, los robots y la estética vintage. Crea una historia alternativa o futuro steampunk en donde la naturaleza se ve muy afectada por el impacto humano. Este artista callejero, nacido en Turín, y criado en el grafiti de las calles españolas, está especializado en grandes murales en los que evoca un mundo onírico influenciado por la ciencia ficción, y en el que habitan figuras robóticas inspiradas por diferentes ecosistemas: la playa, los bosques, el cosmos. Le gusta dotar al resultado final de un toque antiguo, de color arcilla. Una de sus últimas incursiones se ha inspirado en la isla de Sumatra (Indonesia), pintando a un orangután que aparece como un golem mecánico del que emerge una exhuberante flora. La obra se enmarca dentro de la campaña SplashAndBurn, que busca concienciar sobre la destrucción del ecosistema por el nocivo cultivo del aceite de palma.

One year ago I got a call from my good friend @ErnestZacharevic to take a part in @SplashAndBurn, an awareness campaign responding creatively to unregulated farming practices of Palm Oil in Indonesia – tackling issues such as the transboundary haze, Deforestation, Human and Animal displacement. Murals/sculptures and interventions have been appearing throughout cities in the vast natural landscape of Sumatra. Once there, I had the chance to learn more about Indonesian society and culture – painting a wall in a small village of farmers, we would share lunch together while building an installation of three robotic orangutans; in a simple workshop that adjusted the local Becak. Being there showed me first hand that intentions and and actions often don't match, sharing experience through art was an easy and direct way to communicate the issues in growing and fighting together… "Orangutan" is a 10 layer screen printed edition of 60 to be available on PixelPancho.shop on Thursday the 2nd of November. Part of the proceeds will be donated to The Sumatran Orangutan Society and Splash and Burn as they continue their effort in raising awareness of the dangers faced by the Sumatran Orangutan and the Leuser Eco System. . . #splashandburn #pixelpancho #conflictpalmoil

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Le Quidam, un artista urbano que renueva la idea del urinario de Duchamp

'White Rectangle on a Red Circle' - Le Quidam - Foto: lequidam.com

‘White Rectangle on a Red Circle’ – Le Quidam – Foto: lequidam.com

El urinario masculino apareció en una exposición colectiva organizada por la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York en 1917. Nadie se esperaba en aquel entorno un objeto así, exhibido sobre un pedestal, con un título artístico: La fuente. Escrito sobre el urinario se lee R. MUTT, pero en realidad tras la firma en mayúsculas estaba Marcel Duchamp (1887-1968), que pertenecía a la sociedad artística en cuestión y quería poner a prueba a sus colegas.

Habían concluido con antelación que para aquella muestra se aceptaría cualquier obra que se presentara y el autor entró al trapo con un objeto vulgar. Perplejos, los miembros de la sociedad debatieron sobre si aquello era arte o no y al final escondieron la obra, lo que hizo que Duchamp se marchara de la junta de artistas.

De aquel episodio se cumplen 100 años que no parecen mas que un segundo, porque la discusión sigue siendo la misma, el dilema de elegir entre la genialidad y la desfachatez para entender el arte conceptual sigue ahí. ¿Es arte un objeto solo por exhibirse en un museo o en una galería? ¿Se transforma cuando está fuera de su contexto original, sobre un pedestal y titulado por un artista?

Un siglo después no es solo que la provocación siga activa, hay creadores que demuestran cómo aún se pueden seguir buscándole las cosquillas al arte en nombre de Duchamp.

El artista callejero Le Quidam —con un significado en francés cercano a «fulanito de tal»— vive entre París y londres, ciudades que convierte en escenarios de sus intervenciones. Las obras son discretísimas y nada invasivas, comentarios en voz baja para el deleite de quien se molesta y maravilla en escuchar a los que no gritan ni hacen aspavientos.

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‘Santa Europa’ atravesada por una valla, una reveladora obra de arte callejero

'Santa Europa' - David Mesguich - Foto: davidmesguich.com

‘Santa Europa’ – David Mesguich – Foto: davidmesguich.com

Grandes cabezas humanas de aristas poligonales, a veces pintadas a medias, con rostros apenas detallados pero aún así expresivas, mezclándose con el entorno en una calle desierta, una zona de obras o un parque. Así son las esculturas que el artista belga David Mesguich abandona en los espacios públicos.

Sus creaciones —que describe como «instalaciones monumentales in situ«— podrían entrar en la categoría de arte urbano, pero el tamaño despista, intimida al espectador, porque uno no espera que el arte se manifieste con tanta solemnidad en la calle. Tampoco es normal que las obras sean tan elaboradas: las figuras humanas creadas a partir de la unión de pedazos de plástico coloreadas con espray llegan a alcanzar varios metros de altura y el autor necesita construirlas y trasladarlas con ayuda de su equipo.

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La artista japonesa que encontró en Barcelona a su pareja artística

'Sanpo' - Mina Hamada - Foto: cargocollective.com/minahamada

‘Sanpo’ – Mina Hamada – Foto: cargocollective.com/minahamada

Es probable que, al contemplar los acrílicos de Mina Hamada, también quieras tocarlos. Las figuras son abstractas pero bien definidas, evocan un objeto conocido y a la vez son deliciosamente extrañas. Producen una sensación parecida a la de vaciar sobre la mesa una bolsa de gominolas y disfrutar de la combinación de formas y colores antes de comerlas.

Harunohi, Selva De Mar, Spin, Hora Del Té, Natural conversation… Los títulos en japonés, castellano e inglés descubren a una artista que maneja sensibilidades muy variadas. Nació en Luisiana (EE UU), creció en Tokio —donde estudió Bellas Artes y Diseño— y desde el año 2009 vive en Barcelona.

El texto que en su página web describe su trabajo, menciona la «combinación de occidente y oriente», el «inconsciente», la «improvisación» y el «autoanálisis poético» como herramientas para examinar la propia identidad.

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Un florista que experimenta con el arte callejero

'Léopold II', intervención de Geoffroy Mottart - Foto: www.geoffroymottart.com

‘Léopold II’, intervención de Geoffroy Mottart – Foto: www.geoffroymottart.com

Como buena intervención callejera es inesperada y efímera. Geoffroy Mottart utiliza las flores con humor e ingenio, modifica estatuas en jardines y parques de Bruselas y añade «una pequeña nota de color que llama a los transeúntes».

Florista afincado en la capital belga, llama a sus creaciones fleurissements (floraciones). Duran como mucho un par de días y sólo quedan documentados en fotografías. Los espesos arreglos son peinados con permanente, barbas de importancia o elegantes tocados sobre las cabezas pétreas de «testimonios del pasado», manifestaciones artísticas y conmemorativas que el autor considera que «valen la pena ser vistos», que son «parte de nuestro patrimonio cultural» y se pierden en el frenético ir y venir de los habitantes de una ciudad.

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Cuando la calle complementa al arte

'Be Happy' - Levalet - Foto: levalet.overblog.com

‘Be Happy’ – Levalet – Foto: levalet.overblog.com

Los dos tramos de escaleras confluyen en el centro, donde un falso ventanal refuerza la simetría de la construcción. Tres hombres jóvenes bajan los peldaños desanimados y cansados. Menos mal que, cuando lleguen abajo, otro  hombre les dará desde ese ventanal central un saco blanco con una cara sonriente pintada. A partir de ahí, todo cambiará, subirán las escaleras contentos, con la cabeza tapada por el saco y acompañando la absurda risa con una postura a juego.

Tras la escena contada como una tira de cómic está el talento del francés Charles LevalLevalet—, que se autorretrata en todos los participantes de esta escena. El artista define su trabajo como «de diseño e instalación» y dibuja a tinta carteles troquelados de hombres, mujeres y niños para los que buscará el espacio perfecto.

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Vlady, un artista callejero que apenas necesita nada

'Flag of EU' - Vlady - Foto: www.vladyart.com

‘Flag of EU’ – Vlady – Foto: www.vladyart.com

En el centro de la bandera de la Unión Europea, dentro del círculo interior que forman las estrellas, Vlady ha hecho un agujero perfecto. La tela está atada a dos edificios y desde abajo, a través de la abertura, se ve el cielo. Desde arriba la perspectiva es otra: si la bandera tuviera la función de prevenir una caída, de evitar una muerte al impactar contra el asfalto, no serviría de nada.

Con un largo currículum de intervenciones, acciones y murales, casi todos ocupando espacios callejeros «de modo ilegal», el italiano (siempre fiel a la máxima minimalista del menos es más) no se considera un creador callejero, sino «un artista visual multidisciplinar». En su trayectoria marca un antes y un después el año 2011, cuando su arte pasó de ser «sobre todo decorativo» a tener un componente de denuncia.

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