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Lisbeth Salander, a la caza de Charles Dickens

Tres representaciones de Lisbeth Salander

Tres representaciones de Lisbeth Salander

Cinco años después de la publicación del tercer volumen de la serie Millennium en el mundo se han vendido unos 65 millones de ejemplares de los libros, que están camino de convertirse en las obras de ficción más vendidas de toda la historia: se acepta que la primera es Historia de dos Ciudades, con más de 200 millones de unidades, pero la obra de Charles Dickens lleva en el mercado desde 1859 y las novelas de Stieg Larsson aparecieron en 2005, 2006 y 2007.

Aceptemos la opinión entusiamada de Mario Vargas Llosa («he leído Millennium con la felicidad y excitación febril con que de niño leía a Dumas o Dickens. Fantástica. Esta trilogía nos conforta secretamente. Tal vez todo no esté perdido en este mundo imperfecto») o nos sobrecoja la duda sobre por qué nos gustan tanto las malas novelas y sus abundantes clichés —antes de seguir, aquí está mi confesión: me fascinó el primer volumen, que acabé en dos días; me gustó moderadamente el segundo y no pude terminar el tercero, que me pareció un manuscrito falto de dos o tres correcciones a fondo—, lo cierto es que los personajes creados por el prematuramente muerto periodista y escritor sueco, en especial la heroína incorrecta Lisbeth Salander, han alcanzado la categoría de mitos con una premura muy propia del frenesí voraz de los tiempos.

Cubierta en coreano de uno de los libros de la saga Millennium

Cubierta en coreano de uno de los libros de la saga Millennium

Una búsqueda en Google a partir del nombre de la protagonista —hacker, punk, fumadora, bisexual, desinhibida, inteligente, justiciera, asocial, alegal, combativa («ningún sistema de seguridad es más fuerte que su usuario más débil»), posible enferma de Asperger, mal hablada, casi anoréxica (42 kilos), exresidente en siquiátricos y otros gulags estatales para los diferentes, excitante, ventitantos, metro y medio…— alcanza los casi tres millones de resultados. Lisbeth Salander influye en la moda, protagoniza un inminente cómic (dibujado por el catalán Josep Homs), se convierte en aplicación para smartphone, es citada como una resiliente de manual de psicología, se convierte en referente de la ética posmoderna de los antisistema («jamás habla con policías y funcionarios»), ejerce un feminismo extremo y es la más malota (y también la única atractiva) millonaria de ficción reseñada por la revisa Forbes.

Una constatación: la potencia inconstestable del impacto de Salander en su generación. En la web temática de los editores españoles del libro, Destino, hay mensajes de lectores, sobre todo mujeres, de este tono: «Una guerrera que se antepone a todo, que le dice a la sociedad mucho aunque no abra la boca»; «una antisocial, una luchadora innata, una singular hacker«; «hermosa, dura y tan frágil, que conmueve y una no puede dejar de solidarizar y empatizar con ella»; «una superviviente que lucha contra la adversidad. Y sí, este tipo de personajes que lucha contra algo está muy visto. La diferencia es que esta vez, la luchadora es una mujer, y lucha contra los hombres»; «por fin vemos una superwoman, no solo sexy y guapa…, sino inteligente y normal»…

Diseño de Jonathan Barker, ganador de un concurso 'online' sobre cubiertas alternativas de los libros de Larsson

Diseño de Jonathan Barker, ganador de un concurso ‘online’ sobre cubiertas alternativas de los libros de Larsson

Otra constatación, ésta de carácter personal. En la ciudad en la que vivo —no importa cuál: las ciudades occidentales son una misma ciudad repetida con matices diferenciales muy leves— abundan las librerías de segunda mano. En todas ellas, sin excepción, encuentro cada vez que entro docenas de ejemplares abandonados de las tres novelas de Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Nunca entendí la deserción cuando se trata de un libro de esos que se te han pegado alma y no puedo evitar preguntarme si los apasionados lectores de la trilogía no desean releerla. Si esa es la norma, ¿hablamos de un fenómeno efímero y de corto alcance, de una tendencia muy siglo XXI de consumo rápido y abandono?, ¿prefieren los seguidores de las novelas la edición digital y han decidido, muy de acuerdo con la postpunk Salander, prescindir del engorro de los papeles y acumular sólo bytes? (Larson, por cierto fue el primer escritor de la historia en llegar al millón de ejemplares vendidos en e-book en Amazon)…

En otros términos, ¿representará Lisbeth Salander los valores de individualismo y libertad que Huck Finn representó para los jóvenes del siglo XIX y Holden Caulfield para los del XX?, ¿será capaz Larsson de alcanzar a Dickens? Acaso convenga estar preparados para el cambio de paradigma literario y conocer alguna circunstancia más del autor sueco: un idealista tan cegato como para aplicar un análisis troskista a la realidad actual, un activista de causas nobles, un fanático de la ciencia ficción, un testigo mudo y apático durante su adolescencia de una violación en grupo a una joven y, en fin, un escritor capaz —y pocos lo son— de agitar los ingredientes de su vida en el remolino de la ficción para subyugar a los lectores.

Stieg Larsson y sus padres, en torno a 1955

Stieg Larsson y sus padres, en torno a 1955

1. Hijo de adolescentes en la mina más sucia. Karl Stig-Earland Larsson —cambió su nombre de pila más tarde por el de Stieg— nace el 15 de agosto de 1954 en el pueblo de Skelleftehamn, un villorrio pesquero situado 600 kilómetros al norte de Estocolmo y no demasiado lejos del Círculo Polar. Sus padres se habían conocido un año antes, cuando tenían quince. Ella, Vivianne Böstrom, se queda preñada casi de inmediato. Viven en pareja y en condiciones casi miserables en un apartamento de una sola estancia y sin calefacción. El padre, Erland Larsson, trabaja en la mina de Rönnskärsverken, una de las industrias más sucias y contaminantes de los países nórdicos por los excedentes de ácido sulfúrico derivados de los procesos de extracción de la factoría, propiedad del holding Boliden AB —causante del desastre ecológico de Aznalcóllar en el parque de Doñana en 1998—. Los sindicatos dicen que los empleados de la mina sueca estornudan sangre y mueren antes de los 50. El gobierno jamás investiga las denuncias.

2. La colaboración de Suecia con Hitler, revelada por el abuelo. Cuando los padres de Stieg se marchan a Estocolmo en busca de un futuro algo mejor, el niño, de un año, queda al cuidado de los abuelos maternos Severin y Tekla, con quienes vive hasta los nueve. Severin, que había sido militante antinazi y seguía creyendo en las bondades del comunismo ortodoxo, cuenta al niño el episodio más oscuro de la historia reciente de Suecia. Aunque el país era en teoría neutral durante la II Guerra Mundial, lo cierto es que actuó como un socio colaborador del nazismo: aportó materias primas (hierro y otros minerales) a la industria bélica alemana, permitió que millones de soldados de Hitler atravesasen su territorio para llegar a Noruega, Dinamarca y Finlandia y censuró toda la propaganda antinazi. Unos 300.000 comunistas, anarquistas o liberales con conciencia fueron encerrados en campos de concentración.  La revelación de este deshonroso secreto nacional, que rara vez se menciona en público en Suecia, conmociona al pequeño Stieg y se convierte en uno de los motivos de su vida.

Larsson y su máquina de escribir

Larsson y su máquina de escribir

3. Propensión genética a los ataques al corazón. Si algo está escrito en los genes de la rama materna de Larsson es le propensión a los infartos tempranos. El abuelo Severin muere de uno en 1962, a los 55 años. La abuela, de otro, en 1968, a los 57. La madre, en 1991, a los 55.

4. La máquina. Cuando Stieg cumple 12 años, sus padres —a quienes las cosas les van mejor: trabajan en comercios, habían tenido otro hijo y viven en Umeå— le regalan una máquina de escribir Facit, de hierro y muy ruidosa. Los padres se arrepienten: el chico no para de teclear —temas favoritos: política, ciencia ficción y diexismo (escuchar e identificar emisoras de radio lejanas y exóticas)—. Entre el receptor de radio y la Facit es tanta la gresca que los Larsson alquilan un pequeño local para Stieg y sus cacharros en un sótano del edificio colindante.

5. Maoísta y testigo de una violación. Cada vez más radical en sus postulados, en 1969 y en plena campaña mundial de protestas contra la intervención de los EE UU en Vietnam —no censurada por el gobierno socialdemócrata sueco—, Stieg se alista en un partido maoísta, el DFFG, y se declara «antirracista y feminista». Ese mismo año, en un campamento de verano, es testigo de cómo varios adolescentes, algunos de ellos amigos suyos, violan a una chica. Stieg no interviene. Más tarde encuentra a la muchacha e intenta pedirle perdón. Ella lo increpa por cobarde. Se ha publicado que el nombre de la víctima era Lisbeth.

Stieg Larsson y Eva Gabrielsson en 1980

Stieg Larsson y Eva Gabrielsson en 1980

6. Rechazado como periodista. Tras intentar sin éxito entrar en una escuela de Periodismo (suspende el examen de admisión) y trabajar como cerrajero, repartidor de prensa y empleado de una lavandería, empieza a publicar piezas en fanzines de ciencia ficción. En 1973 conoce en una manifestación antibélica a la estudiante de Arquitectura Eva Gabrielsson. Vivirán juntos hasta la muerte de Larsson.

7. Instructor de granaderas en Eritrea. En 1977, ya alejado del maoísmo y afiliado al minúsculo partido troskista sueco, en cuyas publicaciones firma piezas con el seudónimo Severin, en honor a su abuelo, organiza un viaje a Eritrea para intentar entrar en contacto con la guerrilla comunista del Eritrean’s People Liberation Front. Antes de dejar Suecia escribe dos cartas que rotula: «Abrir sólo tras mi muerte». Una es una declaración de amor a Eva y la segunda un «testamento» mediante el cual dona sus escasas pertenencias a la Liga de Trabajadores Communistas, un sindicato troskista. Tras un difícil viaje, Larsson logra contactar con los guerrilleros y entrena a mujeres en el uso de granadas con las técnicas básicas que había aprendido unos años antes durante el servicio militar. Tiene que regresar a toda prisa a Suecia por una gravísima infección renal complicada con altas fiebres provocadas por la malaria.

Portada del primer número de "Expo"

Portada del primer número de «Expo»

8. «Amenaza contra la raza blanca». Para ganarse la vida trabaja como ilustrador, desde 1979, en la agencia Tidningarnas Telegrambyrå, pero lo que de verdad le apasiona es escribir sobre antifascismo y racismo. En 1987 rompe sus lazos con los troskistas y en 1991 edita su primer libro, Extremhögern (Extrema derecha), con la periodista Anna-Lenna Lodenius. Se compromete con la facción sueca de Stop Racism y forma parte del núcleo fundador de la revista Expo, apadrinada por una fundación sin ánimo de lucro. Publican el primer número en 1995 y anuncian que se dedicarán al periodismo de investigación para detener el ascenso del neonazismo en Suecia. Un año más tarde un grupo supremacista publica una foto y la dirección de Larsson, sugiriendo que debía «ser eliminado por tratarse de una amenaza contra la raza blanca»; la redacción de la revista es atacada por una pandilla de extremistas y los datos personales de Larsson aparecen también en poder de un detenido por conexiones neonazis que había sido oficial de las SS de Hitler y en los domicilios de los acusados de asesinar al líder sindical Björn Söderberg. En una época en que varios periodistas suecos sufren atentados, uno de ellos mortal, la Policía ofrece a Larsson escolta durante meses. El periodista publica un libro sobre el partido político Sverigeremokraterna (Demócratas de Suecia), que enmascara una ideología de extrema derecha bajo una apariencia nacionalista.

Stieg Larsson

Stieg Larsson

9. Los primeros editores no abrieron el sobre con el manuscrito. En 2002, durante las vacaciones de verano, Larsson empieza a desarrollar lo que será la trilogía Millennium. Tras dejar que Eva y unos cuantos amigos íntimos lean los manuscritos de las dos primeras novelas, las envía, en 2003, a la editorial Piratförlaget, donde nunca, como ellos mismos han reconocido, llegaron a abrir el sobre, devolviéndolo con una carta formal de rechazo. En la segunda editora, la legendaria Norstedts, sí leen las piezas y le ofrecen de inmediato al autor un contrato por tres novelas y un avance de derechos de 70.000 euros. Es abril de 2004. El 15 de agosto Larsson cumple 50 años. Va a celebrar una fiesta pero la pospone para seguir escribiendo ficción. Sus amigos le encuentran más feliz que nunca. Incluso ha engordado.

10. «Quizá sí, me duele el pecho». El 9 de noviembre de 2004 tiene una cita en la oficina de Expo. Al llegar encuentra el ascensor averiado y sube los siete pisos a pie. Llega pálido, sudoroso, desencajado. Sus compañeros le preguntan si se siente mal, si quiere que llamen a una ambulancia. «Quizá sí, me duele el pecho», dice antes de desplomarse con un ataque al corazón. Muere una hora más tarde, en el hospital.

Cubierta de la primera edición en Suecia del libro inicial de la saga

Cubierta de la primera edición en Suecia del libro inicial de la saga

11. La batalla postmórtem por la fortuna.  Desde la publicación del primer tomo de la saga, que apareció en Suecia en agosto de 2005 con el título Män som hatar kvinnor (Los hombres que odian a las mujeres) —luego sustituido en algunas partes del mundo por el mucho más comercial de The Girl With the Dragon Tattoo (La chica con el tatuaje del dragón)—, y con la mundialización milmillonaria de las novelas, una amarga batalla legal y moral se desata entre el padre y el hermano del escritor y Eva Gabrielsson. Las leyes suecas no reconocen derechos de herencia a las parejas de hecho y la compañera de Larsson durante tres décadas no ha recibido ni un centavo de la fortuna que han generado las novelas y sus adaptaciones al cine. Ella sostiene que el padre y el hermano se desentendieron siempre de Larsson, pero algunos amigos íntimos de éste, como el militante antiracista Kurdo Baksi, dicen lo contrario. El escritor murió sin dejar otro testamento que aquella carta escrita antes de viajer a Eritrea en 1977. Los tribunales suecos han fallado en contra de la media docena de militantes del grupo troskista que quisieron hacer valer su derecho a la fortuna porque la disposición de la carta, según el fallo judicial, sólo era válida si Larsson fallecía en el viaje a Eritrea.

Stieg Larsson

Stieg Larsson

12. Nazis parlamentarios. En las elecciones de 2010, los Demócratas de Suecia, tras una campaña electoral propugnando el odio racial, obtienen 20 escaños en el Parlamento de Suecia. Es la primera vez que un grupo filonazi entra en el Riksdag desde la II Guerra Mundial.

13. La venganza de Dios. Al parecer, Larsson tuvo tiempo de escribir un manuscrito casi completo de otra novela y notas para algunas más. Es posible que Eva Gabrielsson tenga el original inédito, pero estaría en un ordenador portátil que pertenecía a la revista Expo. ¿De qué va la novela? Sabemos que se desarrolla en parte en el noroeste de Canadá, que Lisbeth Salander «se deshace de sus enemigos y de sus propios demonios» y que el tíulo que manejaba Larsson era La venganza de Dios.


14. Dos canciones (y 240 tazas de café). En las tres novelas de Larsson, pese al retrato naturalista de la sociedad cerebral y neurótica de Suecia, no hay apenas alcohol —Lisbeth es abstemia y el periodista Mikael Blomkvist sólo se regala algún malta añejo en momentos especiales—, aunque sí muchas tazas de café (240) e incluso una máquina para hacer espresso, la Jura Impressa X7, que cuesta unos 3.000 euros, aunque el escritor, en un patinazo, le otorga el valor de 10.0000. Como buen hijo de los años cincuenta, Larsson incluye en la saga dos guiños musicales muy pertinentes: Maria, un tema de Blondie de 1999 que habla sobre una chica a la que todo «le importa muy poco» y Cat People (Putting Out the Fire), de David Bowie (1982), que gira en torno a la idea de «apagar el fuego con gasolina».

Lisbet, Modesty y Pippi

Lisbet, Modesty y Pippi

15. ¿Quién es Lisbeth? En Lisbeth Salander los analistas y semiólogos han encontrado rasgos de Pippi Långstrump, el personaje de ficción de la escritora sueca Astrid Lindgren. Como Pippi, Lisbeth es la niña más fuerte del mundo, más que cualquier hombre, y se mueve a gran velocidad. Otro personaje-espejo es Modesty Blaise, una chica sin nombre y de pasado criminal que conoce extrañas artes de lucha y se enfrenta a villanos excéntricos entre los que abundan los «fantasmas» de su propio pasado. Sin embargo, parece que la verdadera inspiración de Larsson es su sobrina Therese, con la que cruzó centenares de emails mientras redactaba las novelas para palpar la sensibilidad adolescente. La chica, que tenía entonces 15 años, era muy flaca, vestía de negro a lo punk y se metía sin miedo en peleas contra chicos. Fue muy sincera con su tío en el intercambio y se mostró confesional y encantada de colaborar. Therese, que nunca ha hablado sobre su marca sobre el personaje, recibió de Larsson el mejor de los elogios: «Lisbeth Salander eres tú».

Ánxel Grove

¿Sería Woody Guthrie un indignado de cien años?

"Woody at 100" (Folkways, 2012)

‘Woody at 100’ (Folkways, 2012)

El sábado que viene, 14 de julio, algo drástico debería suceder en cada corazón honrado. Los centenarios no son nada más que congregaciones de días, excusas para colocarte una cinta en la pechera y creer que el deber está cumplido, pero este centenario merece tener altura pentecostal, porque el sábado se cumple un siglo del nacimiento de Woody Guthrie, cantante de la acción directa, voz de los manos sucias, cronista de los sin nada, contradictorio, preso de una agitación emocional permanente, indomesticable visualizador de la tierra reseca y el cielo espeso, hambriento de justicia, archivista para la posteridad del elenco de traidores, déspotas, fascistas y explotadores…

Una canción es lo que está mal y cómo solucionarlo o / Quién esta hambriento y dónde tiene la boca o / Quién está desempleado y dónde está el trabajo  o / Quién está arruinado y dónde está el dinero o / Quién lleva una pistola y dónde está la paz. Bajó el prisma dialéctico que adquirió por la ciencia infusa de los caminos y sin pasar por la contaminación  universitaria, Guthrie supo ver que todo conflicto se desarrolla entre dos polos: opresores y oprimidos. Se entregó a dar voz a los segundos.

Woody Guthrie

Woody Guthrie

En el convencimiento de que casi nada ha cambiado y que a los platillos de la balanza se les ha seguido añadiendo más culpa que inocencia, resumimos la estancia sobre la tierra —con minúscula, por favor, la de todos— de Woody Guthrie, «un hombre al que le daba igual tener diez dólares o diez centavos en el bolsillo», como le definió un amigo, porque las finanzas no eran lo suyo y sabía que no nos han dejado caer en mitad de la historia para practicar el ahorro según los criterios de los bancos o la caridad recomendada desde los púlpitos, sino el desapego material.

Cuando culminó su corta vida (54 años) tenía más hacienda que el más secular de los caciques: varios miles de canciones (no hay un recuento oficial, porque se tiene la certeza de que compuso muchas sin preocuparse por registrarlas como suyas) y cuatro guitarras. Sobre cada uno de los instrumentos, Woody había colocado una consigna que aún debería ser el santo y seña que permita la entrada en el baile: This Machine Kills Fascists (Esta máquina mata fascistas).

Casa natal - Foto: Walter Smalling, 1979

Casa natal – Foto: Walter Smalling, 1979

1. Como todos los puros, rústico. Woodrow Wilson Woody Guthrie nació en el centro geográfico del estado de Oklahoma (la etimología es exacta como una foto: okla humma significa gente roja en muskogi, la lengua de los pobladores primarios, los indios choctaw) el 14 de julio de 1912. En el árbol genealógico del niño, bautizado en honor al político demócrata Woodrow Wilson (pronto elegido presidente del país), hay antepasados cuyos nombres de pila también son parte de la canción: Jeremiah, Aliza, Izadore…, filiaciones de musicalidad matinal y olor a tizne. Contemplado en una street view virtual, el pueblo natal, Okemah, todavía luce almacenes y calles que nacen para perderse en las praderas. Cuando nació Woody, Okemah era un lugar joven, fundado sólo diez años antes y bautizado en honor al Jefe Okemah, un indio algonquino que creía que todo, lo orgánico y lo inorgánico, tiene vida propia y está conectado. Los blancos pagaron a los indios 50 dólares por cada acre de tierra (4.047 metros cuadrados). Cada circunstancia de la vida de Woody está esperando una guitarra.

Woody (izquierda), su hermano George y sus padres en el porche de la casa de Okemah

Woody (izquierda), su hermano George y sus padres en el porche de la casa de Okemah

2. Nora, la madre, era una mujer trágica. Padecía —aunque sin saberlo— la enfermedad de Huntington, una degeneración nerviosa hereditaria y mortal que puede conllevar actitudes dementes y que en el pasado era conocida como baile de San Vito por los movimientos incontrolados y espásticos que provoca. Nora tenía el ánimo desvencijado y en los descensos era peligrosa: incendió la casa de la familia, fue la responsable de un fuego accidental provocado por una estufa que mató a su hija Clara en 1919 y en 1927 intentó quemar a su marido, Charley, que resultó gravemente herido y tuvo que ser hospitalizado. Nora fue internada en un manicomio y murió tres años más tarde. Woody heredó el cromosoma causante de la enfermedad.

3. Charley, el padre especulador de terrenos. Charley Guthrie era un hombre industrioso y con buena mano para los negocios. Llegó a ser propietario de una treintena de lotes de terreno en la zona de Okemah y se las arreglaba para vivir de la compraventa y el chalaneo especulativo. Como es habitual entre los de su especie y porque andaba sobrado de labia, quiso meter baza en política, siempre desde el bando demócrata. Solía participar en la organización de discursos al raso —los stomp speeches que se celebraban bajo la sombra de un árbol—, a los que llevaba como compañía a Woody. El niño era todos oídos.

Los cuerpos de Laura y Lawrence Nelson cuelgan del puente, Okemah, 1911

Los cuerpos de Laura y Lawrence Nelson cuelgan del puente. Okemah, 1911

4. El linchamiento de negros. Los mítines políticos no eran los únicos encuentros en los que participaba Charley Guthrie. El terrateniente demócrata había participado en la multitud asesina que linchó, en mayo de 1911, a Laura Nelson, de 35 años, y su hijo Lawrence, de 15, granjeros negros y pobres acusados de matar a un agente del sheriff. Los cuerpos fueron colgados de un puente cerca de Okemah. Con el tiempo, el fanatismo de Charley se acentuó: no le bastaba con ser un vigilante y entró como hermano en un capítulo local de Klu Klux Klan. Woody escribió una canción sobre el linchamiento en el que había colaborado su padre: sostiene que la turbamulta también asesinó a un segundo hijo de la mujer, un bebé.

Alumnos del instituto de Okemah. Woody es el primero por la derecha de la fila de abajo, 1926-1927

Alumnos del instituto de Okemah. Woody es el primero por la derecha de la fila de abajo, 1926-1927

5. Harmónica en el bolsillo. Woody no tenía demasiado interés en la educación que le querían transmitir en las aulas. Iba a clase con la harmónica en el bolsillo, hacía novillos cada vez que podía y en clase era el payaso, siempre dispuesto a montarla con tal de provocar unas carcajadas e interrumpir a los latosos docentes. Era demasiado bajo (medía 1,65 metros de adulto) y enclenque para jugar al fútbol americano o el baloncesto, pero iba a los partidos, ayudaba con el utillaje y ligaba con las chicas. Desde pequeño hacía trabajillos a cambio de unas monedas: repartía periódicos, lustraba zapatos, limpiaba sótanos, recogía utensilios que nadie quería e intentaba venderlos… También bailaba, cantaba y tocaba la harmónica en la calle mayor de Okemah. No tenía más remedio que buscarse la vida porque su padre, cuyos negocios de terrenos habían quebrado, se había largado a Pampa, en Texas, donde el boom del petróleo prometía oportunidades. Charley se llevó con él a los dos hijos pequeños, Mary Jo y George, pero dejó en Okemah a los mayores, Woody y Roy. «Tenéis edad para vivir por vosotros mismos», les dijo.

Tormenta de polvo en Pampa (Texas), 1930

Tormenta de polvo en Pampa (Texas), 1930

6. Gorki y la Biblia en la pampa. «Tres grandes catástrofes azotaron las llanuras del norte de Texas en 1929: las tormentas de arena, la Depresión y yo», escribiría Woody en la autobiografía de 1934 Bound for Glory [hay traducción española: Rumbo a la gloria, Global Rhythm Press, 25 euros]. Su padre le mandó llamar para que se trasladase a Pampa, un pueblo bautizado no por casualidad en honor a la región homónima argentina: 360 grados de horizonte sin un sólo alivio para los ojos, y Woody —que tenía 17 años— se puso a hacer todo lo que le encargaban: servía leche merengada en una fuente de soda, se encargaba del mantenimiento de un caserón-patera para braceros, aceptaba trabajos como pintor de brocha gorda, limpiaba coches, traficaba con alcohol casero… Vivía en la zona pobre de la ciudad, Little Juárez, donde abundaban los sin futuro que vagaban en busca de un bocado. Su humor se escindía entre la actividad frenética de los días buenos y la soledad huraña de los malos. Cuando la sombra le embargaba iba a la biblioteca pública a leer —sus libros favoritos eran La Madre [PDF], de Gorki, y la Biblia— o se quedaba en su cuchitril, fumando un cigarrillo de liar tras otro —siempre de la marca Bull Durham— y dibujando caricaturas o acuarelas. También hizo cursos por correspondencia sobre conocimientos básicos de leyes, medicina, religión y literatura. Lo quería saber todo pero tenía prisa y, como si supiera que los bocados han de ser rápidos cuando tienes poco tiempo por delante, no quería ahondar en ningún discutible conocimiento que estuviese encerrado en un papel.

The Pampa Jr. Chamber of Commerce Band (Guthrie, primero por la izquierda), 1936

The Pampa Jr. Chamber of Commerce Band (Guthrie, primero por la izquierda), 1936

7. Escucha e imitación. Durante sus años texanos Woody aprendió a tocar la guitarra. Le enseñó Jeff Guthrie, medio hermano de su padre y gran intérprete de violín, que no daba crédito al talento natural del chico y lo rápido que aprendía, deseando imitar el finger picking de Maybelle Carter, de la Carter Family. Con Jeff y con otros grupos locales, Woody tocó en fiestas granjeras, celebraciones públicas y bodas. Nunca aprendió solfeo ni técnicas de notación: tocó por imitación hasta que desarrolló su propio estilo.

8. «Pensábamos en cómo respirar». El 28 de octubre de 1933 Woody Guthrie se casó con Mary Jennings, de 17 años, una chica de campo tímida y seducida por el don de la palabra y la invención que atesoraba aquel músico sin futuro. La primera hija, Gwendolyn, nació en 1935. Luego llegarían Sue (1937) y Bill (1939) [los dos primeros heredaron la enfermedad de Huntington y murieron prematuramente, a los 41 años; Bill falleció en un accidente automovilístico a los 23]. Eran malos tiempos para sostener a una familia: la Gran Depresión que se inició con el crack de la bolsa de 1929 y la quiebra posterior del sistema bancario configuró un paisaje de pobreza, hambre y desempleo (25%) desconocido en los EE UU. Para empeorar las cosas, la Great Dust Bowl (gran tormenta de polvo) arruinó 400.000 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo entre 1931 y 1937 en el sur del país. «No pensábamos en qué comer, pensábamos en cómo respirar», escribió Guthrie.

Primeras "canciones y baladas" de Alonzo M. Zilch, 1935

Primeras «canciones y baladas» de Alonzo M. Zilch, 1935

9. «Lector sicológico». Woody se dejó llevar por la aflicción y se entregó a la bebida. Paseaba por las calles descalzo, con la ropa rota y sucia, hasta que amanecía, regresaba a casa y se echaba a dormir la mona. Lo sacó del arroyo su madrastra, Betty Jean McPherson, con la que se había casado Charley Guthrie en 1931. La mujer, una convencida espiritualista y teosofista, hizo leer a Woody algunos panfletos de Robert Collier, precursor de la autoayuda mediante el pensamiento postivo y el desarrollo de la voluntad. Woody se tomó el asunto tan en serio que durante unos meses, aprovechando su desenvoltura y labias naturales, montó una consulta en su casa a la que llamaba The Guthrie Institute for Psychical Research. Atendía él mismo a los pacientes bajo el heterónimo de Alonzo M. Zilch, «psychological reader» (lector sicológico). Bajo esa misma identidad registró sus primeras canciones. Durante esta época leía con fruición El profeta, el libro del místico libanés Jalil Gibran.

Refugiados de la Dust Bowl en San Fernando, California. Foto: Dorothea Lange, 1935

Refugiados de la Dust Bowl en San Fernando, California. Foto: Dorothea Lange, 1935

10. Canciones por un plato de sopa. En 1937, como otros cientos de miles de desesperados y arruinados sin nada por perder, Woody decidió poner rumbo al oeste. No llevaba ni un dólar en el bolsillo. Durante el camino hacia California, su destino, montó como polizón en trenes, hizo jornadas a pie, trabajó lavando platos y fregando suelos, cambió un plato de sopa por unas cuantas canciones, conoció a mucha gente y anotó sus historias. En California se encontró con el racismo anti okie —por originario de Oklahoma, como se llamaba despectivamente a todos los desplazados por la pobreza— y tuvo que trabajar como obrero, pero un golpe de suerte le llevó a entrar en la emisora populista de Los Ángeles KFVD, donde conducía el show musical Woody and Lefty Lou con la cantante Maxine Crissman. A los pocos meses de llegar trajo a Mary y los niños. Hasta 1940 trabajó como locutor-cantante y se convirtió en el portavoz de los okies y otros outsiders en el sur de California. Estrenó en antena muchas de las canciones que había compuesto en el camino, desoladoras crónicas de carencia y pobreza que luego se reunieron en su primer álbum, Dust Bowl Ballads (1940) [Dust Bowl Blues, Tom Joad, Dust Bowl Refugee, Dust Can’t Kill Me, Blowin’ Down This Road, Dust Pneumonia Blues…]

Woody y Lefty Lou ante los estudios de XELO, en Tijuana, 1938

Woody y Lefty Lou ante los estudios de XELO, en Tijuana, 1938

11. Copyleft en los años treinta. Durante los shows en la radio —que continuó transmitiendo desde la border blaster ubicada en Tijuana (Méxixo) XELO, cuya señal llegaba hasta Canadá—, Woody repartía entre los asistentes copias de las letras de las canciones y los acordes. Las octavillas culminaban con esta declaración precursora del procomún que algunos creen un producto derivado de la cultura geek del siglo XXI: «Esta canción está registrada en los EE UU bajo copyright por un periodo de 28 años y cualquiera que la cante sin nuestro permiso será considerado un buen amigo, porque nos importa un comino. Publícala. Escríbela. Cántala. Muévela. Nosotros la escribimos, eso es todo lo que queríamos hacer».

La sección 'Woody Sez' del semanario comunista "The Daily Worker"

La sección ‘Woody Sez’ del semanario comunista «The Daily Worker»

12. «Soy un rojo». En California hizo buenas migas con un par de militantes del Partido Comunista de los EE UU, el periodista Ed Robin y el actor Will Geer, actuó en actos del grupo político y firmó entre 1939 y 1940 la columna de opinión Woody Sez (Woody dice) en el semanario oficial de los comunistas, The Daily Worker. Opinaba sobre la actualidad pero escribía con faltas de ortografía que imitaban el acento hillbilly e incluía un dibujo o cómic. También redactó para una revista socialista una serie de reportajes de denuncia sobre las indignas condiciones de vida en los hoovervilles —por el presidente Herbert Hoover—, los campamentos donde los okies eran obligados a instalarse cuando llegaban a California. Aunque Guthrie fue espiado por el FBI durante la caza de brujas como presunto militante comunista, el cantautor nunca llegó a formalizar su afiliación al partido, aunque tampoco desdijo que era un fiel compañero de viaje. «No soy un comunista, pero sí un rojo», contestó cuando le preguntaron.

Woody y su primera esposa, Mary, con los tres hijos de la pareja (Gwen, Sue y Bill) frente a su casa en Los Ángeles, 1941

Woody y su primera esposa, Mary, con los tres hijos de la pareja (Gwen, Sue y Bill) frente a su casa en Los Ángeles, 1941

13. Un «pequeño bastardo» en Nueva York. Por invitación de Geer, Woody viajó a Nueva York en 1940. Los círculos de folkloristas le recibieron como «el vaquero de Oklahoma» —pese a que tenía miedo a los caballos y no se atrevía a montarlos— y los izquierdistas le convierten en un héroe pese a que no existían grabaciones de sus temas, que eran transmitidos de un intérprete a otro y que nadie en Nueva York conocía. En la gran ciudad, donde Woody vivió con pocas interrupciones desde entonces, cantó allá donde fue invitado. En el primer concierto, organizado para recaudar fondos para los refugiados de la República Española recién derrotada por el fascismo franquista, interpretó Jarama Valley (Pese a que hayamos perdido la Batalla del Jarama / Volveremos para liberar este valle). En otra actuación, en defensa de John Steinbeck, a quien la derecha estadounidense acusaba de «socialista» y «antipatriota» por la novela Las uvas de la ira (1939) —basada en los okies escapados de las dust bowls—, Woody salió a escena rascándose el pelo enmarañado con la púa de la guitarra y sosteniendo el instrumento sobre el hombro, como si fuera un rifle: «¡Dios! El metro para llegar aquí estaba tan abarrotado que ni siquiera podías caerte. Tuve que cambiar dos veces de tren y en ambas salí de los vagones con zapatos diferentes». Tras escucharle cantar las baladas sobre las nubes de polvo y la tragedia de los desplazados, Steinbeck expresó su pasmo: «Tuve que escribir una novela para explicarlo y este pequeño bastardo lo cuenta mejor en unos cuantos versos».

Woody Guthrie en Nueva York

Woody Guthrie en Nueva York

14. Archivando a Woody. En el concierto, con la adrenalina igualmente disparada por la expresiva sinceridad de Woody, la penetrante humildad narrativa de sus letras, la pureza formal redentora de las viejas canciones tradicionales y el componente existencial de las peripecias de tragedia y dominación que en todas latía, estaban Pete Seeger, el veleidoso padrino del folk entendido como material para tesinas universitarias —ejemplo de su visión: hasta 1993, cuando publicó una autobiografía, no repudió en público su apoyo fanático al régimen genocida de Stalin—, y el musicólogo Alan Lomax, que no dejó escapar aquella joya y al cabo de unos días ya había metido en un estudio de grabación al «vaquero de Oklahoma». Aunque sólo se publicaron en disco unas cuantas —el resto se archivaron en la Biblioteca del Congreso y no fueron editadas hasta 1964, cuando el folk era un buen producto comercial y Woody estaba internado en un manicomio—, el cantautor no se amilanó y entró en una fase de creatividad creciente: compuso un disco temático, Ballads of Sacco and Vanzetti, una crónica casi periodística basada en las actas del proceso judicial amañado que terminó con la condena a muerte de dos anarcosindicalistas [parte 1, parte 2, parte 3; parte 4; parte 5]; escribió 21 canciones en un mes de encierro, entre ellas tres de sus piezas más conocidas —Roll On Columbia, Pastures of Plenty  y Grand Coulee Dam—…

Woody Guthrie, agachado, con Alan Lomax, 1946

Woody Guthrie, agachado, con Alan Lomax y la hija de éste, 1946

15. Contra la propiedad privada. En febrero de 1940, Woody terminó en una sola tarde This Land is Your Land, una respuesta a la patriotera y complaciente oda God Bless America que compuso Irving Berlin y han cantado todos los cazurros y cazurras prosistema. La pieza de Woody, socializante, optimista y peleona, fue repudiada por los poderes fácticos por algunos versos que se consideraron una llamada a la colectivización, la eliminación de la propiedad privada y a la revuelta para conseguir la justicia social: Mientras caminaba encontré un cartel / Que decía: Propiedad Privada / Pero el reverso estaba en blanco / Ese reverso fue hecho para ti y para mí (…) En las plazas de las ciudades, a las sombras de los campanarios / En las oficinas de ayuda social, he visto a mi gente / Hambrienta, esperando, preguntando / ¿Es esta tierra para ti y para mí?.

Woody Guthrie y Marjorie Mazia, 1945

Woody Guthrie y Marjorie Mazia, 1945

16. Cathy de las mil danzas. En noviembre de 1945 Woody se casó con Marjorie Mazia, una bailarina de danza moderna nacida en 1917 en una familia de judios emigrados de Rusia. Se habían liado dos años antes y la primera mujer de Guthrie pidió el divorcio tras enterarse del asunto. Con Marjorie, que trabajaba como profesora en la escuela de Marta Graham, Woody vivió los momentos más felices y reposados de su vida. Se establecieron en una casa cerca de Coney Island y el mar, en la avenida Mermaid, donde él no dejaba de teclear poemas, reseñas y esbozos de canciones en una máquina de escribir. Tuvieron cuatro hijos, una de las cuales, Cathy, la favorita de Woody («Cathy de las mil danzas», la llamaba), murió electrocutada a los cuatro años en un accidente doméstico que envió al músico a una depresión aguda de seis meses. Los otros tres hijos son Joady, Nora y Arlo, que es cantante.

Woody Guthrie

Woody Guthrie

17. Contradictorio pero antifascista. Woody merece el respeto de que no obviemos  sus contradicciones, que fueron las mismas de la izquierda occidental. Apoyó a Stalin mientras este mantuvo el pacto de no agresión con Hitler y defendió el pacifismo y la no intervención estadounidense en la II Guerra Mundial. Cuando quedaron claras las intenciones del nazismo, quiso reparar la inocencia alistándose en el ejército, pero no le quisieron y se tuvo que conformar con estar unos años en la marina mercante. Al contrario que algunos de sus compañeros en el colectivo Almanac Singers —defensores de la idea de que «el comunismo es el nuevo americanismo»—, Woody descreyó pronto y se situó en el más ámplio y humana militancia del antifascismo. «Mis ojos han sido mi cámara de fotos para ver el mundo y mis canciones han sido los mensajes que he ido repartiendo por los patios de atrás, las escaleras de incendios, las ventanas cerradas y las habitaciones a oscuras, y ahora sé que el fascismo es tener miedo», escribió en 1948.

Arlo Guthrie, Woody Guthrie y Marjorie Mazia en el hospital de Brooklyn, 1966

Arlo Guthrie, Woody Guthrie y Marjorie Mazia en el hospital de Brooklyn, 1966

18. Una cucharada de agua con azúcar. Los últimos años de Woody fueron tan penetrantes como el resto de su vida. En 1952 Marjorie pidió el divorcio porque él se había convertido en un alcohólico irresponsable que gastaba el dinero del alquiler y la comida en los bares del barrio y, aún peor, sufría ataques de violencia que ponían en peligro a los niños. Los médicos diagnosticaron esquizofrenia y se equivocaron. Woody volvió a errar: se casó con la bohemia Anneke Van Kirk, tuvieron una hija, Lorinna Lynn, y vivieron en un autobús adaptado como casa en Florida. En 1953 sufrió quemaduras graves en el brazo derecho por la explosión accidental de una bombona de gas y quedó impedido para tocar la guitarra. Al año siguiente regresó a Nueva York y firmó un divorcio amistoso con su tercera esposa. A la niña la entregaron en adopción y, como tantos hijos de Woody, moriría prematuramente, a los 19 años, en un accidente de coche. Desde 1956 el gran cantautor vivió hospitalizado en varios psiquiátricos de Nueva York, con esporádicas altas para pasar en casa los fines de semana. La enfermedad de Huntington, finalmente comprobada por los médicos, avanzó hasta desbaratarle los movimientos y la coordinación e impedirle hablar. Marjorie le cuidó durante este tiempo. Muchos amigos y fans le iban a ver, entre ellos un jovencito que le veneraba llamado Bob Dylan, pero Woody no siempre era amable con las visitas. Woody falleció el 3 de octubre de 1967, tras beber un cucharada de agua con azúcar y escuchar, con los ojos cerrados, como el capellán del hospital rezaba: «El Señor es mi pastor».

"Woody at 100" (Folkways, 2012)

«Woody at 100» (Folkways, 2012)

19. Nuevo cofre retrospectivo en Folkways. La obra de Woody Guthrie es amplísima, tan difícil de abarcar como necesaria para mantener cierto nivel de fe en la capacidad de autoredención del género humano. Lo mejor para quienes opten por el acercamiento está en el catálogo de la discográfica Folkways, que debería ser Patrimonio de la Humanidad. La colección de cuatro discos The Asch Recordings es apabullante (149 temas grabados entre 1944 y 1948), pero acaba de ser editado el cofre Woody at 100: The Woody Guthrie Centennial Collection, donde, además de las 57 canciones de los tres discos [todas pueden escucharse en streaming aquí] —entre ellas 21 inéditas y las recientemente descubiertas primeras grabaciones de 1939 en la radio KFVD—, hay un libro de 150 páginas con ensayos, obra gráfica pintada por Guthrie y muchas fotos. Una audición complementaria que permite atisbar la exorbitante obra musical y poética del okie es la serie de tres discos Mermaid Avenue, donde el grupo Wilco y Billy Bragg ponen música a letras que Guthrie dejó escritas pero sin musicar.

Woody Guthrie, 1958 (Woody Guthrie Foundation and Archives - Foto: Lou Gordon)

Woody Guthrie, 1958 (Woody Guthrie Foundation and Archives – Foto: Lou Gordon)

20. ¿Indignado a los 100? Esta foto nunca se había publicado hasta 2004, cuando apareció en la biografía definitiva de Woody, Ramblin’ Man (Ed Cray, W.W. Norton & Company). Está datada en 1958, al comienzo del tercer año de internamiento hospitalario del músico y siete años antes de la muerte. Pese a que en la imagen se adivina la cruel enfermedad degenerativa que padecía, la mirada incadescente parece rebatir el daño y me atrevo a aventurar que propone una respuesta a la pregunta que encabeza esta entrada: ¿sería Woody Guthrie un indignado de cien años? Aventuro que el rústico vendedor de diarios, pintor de brocha gorda, campesino, trovador ambulante, polizón, sintecho, pinchadiscos, agitador asambleario, columnista de un diario comunista, limpiazapatos, payaso de instituto, hombre con los genes rotos y padre de tantos hijos muertos responde con la mirada, como antes con la máquina de escribir, que sí, que siempre, que no hay otra dignidad que la indignada… «No me gustan las canciones que te hacen pensar que no eres bueno. No me gustan las canciones que te hacen pensar que has nacido para perder, que estás destinado a perder, que no eres bueno para nadie, que no sirves para nada, que eres demasiado viejo o demasiado joven o demasiado gordo o demasiado flaco o demasiado feo o demasiado esto y lo otro. No me gustan las canciones que se burlan de nosotros, de nuestra mala suerte, de nuestra vida desgraciada. Estoy aquí para luchar contra esas canciones hasta mi último aliento, hasta mi última gota de sangre. Estoy aquí para cantar canciones que probarán que este es nuestro mundo sin que importe cuánto y cuan fuerte nos hayan golpeado».

Ánxel Grove