Entradas etiquetadas como ‘amor’

¿Por qué estás triste, si tus átomos bailan en éxtasis?

«Oh, día, despierta…»

Si alzas la vista parece que los fuegos se expanden; en el combustible, la guerra, el egoísmo y la división ganan en llamas… pero si alzas de verdad la vista sabrás que este es también un día que rebosa belleza…

Hoy como ayer, porque si te detienes verás el sol; verás, como dijo el poeta, que hasta los átomos están extasiados, extasiados por todo lo que nos une -gracias a ellos- a este mundo lleno de vida. Minúsculas partes del todo que no se pueden dividir en nosotros; parecen locos, locos de júbilo por el nuevo día.

«Oh, día, despierta, los átomos bailan», escribió, se cree, hace muchos siglos, el místico sufí Yalal ad-Din Rumi, en estos versos titulados así: El poema de los átomos.

Los átomos bailan.
Todo el universo baila gracias a ellos.
Las almas bailan poseídas por el éxtasis.
Te susurraré al oído
adonde les arrastra esta danza.

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El matrimonio de chino y japonesa con un solo idioma común, las fotos

 

 RongRong & inri / In the Great Wall.China.2000.No.3 © RongRong & inri

RongRong & inri / In the Great Wall.China.2000.No.3 © RongRong & inri

RongRong nació en Zhangzhou, en la poblada provincia china de Fujian, en 1968. Cinco años más tarde, en la prefectura japonesa de Kanagawa nació inri —la minúscula inicial es decisión suya—. Se conocieron en el año 2000. Ninguno hablaba el idioma del otro ni tenían una tercera lengua para comunicarse.

Esa es la mentira que ellos mismos ponen en solfa: se entendieron desde el primer momento gracias al habla común de la fotografía.

RongRong & inri, las dos personas de países enfrentados por una ofuscación histórica cimentada en las siempre falsas premisas de la identidad nacional, son ahora una sola. Cuando se acostaron desnudos en la Gran Muralla china no dijeron una sola palabra. Entendían el silencio.

La pareja de fotógrafos acaba de ser galardonada con el gran premio especial de 2016 de la World Photography Organisation (WPO). Si se tienen en cuenta la identidad y los logros de los premiados anteriores —una patrulla de héroes del humanismo Eve Arnold, William Klein, Marc Riboud, William Eggleston, Mary Ellen Mark, Elliott Erwitt, Bruce Davidson, Phil Stern…—, no es desproporcionado intuir que RongRong & inri están en compañía de ángeles.

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«12 zapatos para 12 amantes», arte sobre relaciones fallidas

'La roca', zapato nº 12, dedicado a Alice - Sebastian Errazuriz

Alice sabía que estaríamos juntos mucho antes de que yo lo supiera.
También sabía que al final romperíamos, aunque yo siempre quise creer lo contrario.
Ninguno de nosotros supo que sería tan corto.
La quería tanto.
Siempre la querré.

La historia, apenas el boceto de una experiencia, es la última de una serie de 12. En cada narración (en tono amargo, humorístico, melancólico, misterioso…), el artista residente en Nueva York Sebastián Errazuriz (Chile, 1977) relata una relación sentimental fallida. Adjuntos al relato, un par de zapatos de tacón ilustran el calzado imaginario de la amante, a la que ha cambiado el nombre para preservar su intimidad. A Alice le corresponde ser La roca y el autor crea para ella un pedregoso y contundente zapato en el que ni siquiera se distingue el tacón.

En 12 SHOES for 12 LOVERS (12 ZAPATOS para 12 AMANTES) Errazuriz modifica o esculpe cada par de modo que hacen referencia al carácter de la mujer, a la ruptura de la pareja o a una experiencia común: el zapato número 10 —verde y con un soldado de juguete en la puntera— es de Barbara, cuyo padre era coronel. El zapato número 6 —rojo, como chorreando sangre— representa a la escandalosa Caroline, que arrastró al artista a montar un número en la boda de un familiar. Dorado y con una figura masculina a modo de tacón, el zapato número 3 representa a Alison, demasiado obsesionada con tener un novio rico como para aceptar que el artista no tuviera una boyante cuenta corriente.

«Cuando empecé con este proceso nunca me imaginé dónde terminaría. Ha sido infinitamente más complejo, revelador y difícil de lo que pensaba», declara el autor, que ha sido testigo de cómo la iniciativa artística se convertía con rapidez en una colección de confesiones íntimas ahora disponibles en la pantalla de ordenador de cualquiera que entre en la página web del proyecto.

Helena Celdrán

Shoe 9 - 'Hot Bitch' - Sebastian Errazuriz

Shoe 9 – ‘Hot Bitch’ – Sebastian Errazuriz

Shoe 3 - 'Gold Digger' - Sebastian Errazuriz

Shoe 3 – ‘Gold Digger’ – Sebastian Errazuriz

Shoe 9 - 'The Boss' - Sebastian Errazuriz

Shoe 9 – ‘The Boss’ – Sebastian Errazuriz

Shoe 10 - 'GI Jane' - Sebastian Errazuriz

Shoe 10 – ‘GI Jane’ – Sebastian Errazuriz

Shoe 7 - 'The Virgin' - Sebastian Errazuriz

Shoe 7 – ‘The Virgin’ – Sebastian Errazuriz

Shoe 2 - 'Cry Baby' - Sebastian Errazuriz

Shoe 2 – ‘Cry Baby’ – Sebastian Errazuriz

«El ojo del amor», la luna de miel de un fotógrafo enamorado

René Groebli

René Groebli

René Groebli retrata el único paisaje indispensable: los restos de la noche perpetuados en la orografía aún tibia de las sábanas y el cobertor, la cama barata, el batín, las zapatillas como un par de dijes sobre la patria del suelo que nos sostiene, los restos del desayuno compartido…

Algunos acotan el retrato del amor. Pueden ser ejemplos opuestos Edward Weston, que vaga por la perfección de la carne con los modales académicos de un biólogo, y Larry Clark, reductor de la poesía al trueque sexual y defensor del papel del fotógrafo como mirón.

René Groebli

René Groebli

En 1953, en un hotel barato de París —quizá no exista otro escenario posible, tampoco uno más apto (el amor no requiere tarifas y se ennoblece con la pobreza)—, el suizo Groebli, que tenía 26 años, dictó una de las más hermosas lecciones de fotografía de la historia. No fue escenógrafo de modelos, tampoco se atribuyó el altivo papel de voyeur con derecho a gozo pasivo.

Groebli, discreto pero encendido, armado con la austeridad invencible de cualquier enamorado, retrató la luna de miel con su mujer, Rita.

René Groebli

René Groebli

Estaban casados desde 1951 pero la falta de dinero y la tiranía del trabajo habían impedido la celebración privada del rito del viaje de bodas. Dos años después pudieron irse a la capital francesa y, hospedados en una pensión económica, se amaron como si fueran novios.

Groebli, que por entonces se dedicaba a la fotografía industrial y publicitaria, decidió documentar la luna de miel. El resultado, The Eye of Love (El ojo del amor), estremece: es una de las colecciones más dulces y palpitantes de imágenes sobre la alquimia del amor.

René Groebli

René Groebli

Como el enamorado que todos fuimos, que todos estamos obligados —porque lo deseamos— a seguir siendo, el fotógrafo se rinde, baja los brazos, olvida los pormenores técnicos, y mira a Rita a través de la cámara con la conciencia de que su mujer es extranjera, extraterrenal. Si fuese posible el juego temporal de trasladar el futuro al pasado, me gustaría imaginar que en el cuarto de la pareja Dusty Springfield está cantando The Look of Love: La mirada del amor está en tu cara / Ajena al tiempo / Porque eres de otra parte del mundo.

Groebli no ha querido envilecer con figuraciones o conjeturas las fotos de aquella luna de miel. Se ha limitado a constatar lo que las imágenes murmuran —la media voz, el bisbiseo, es condición primordial para el amor—: «Intenté retratar la atmósfera de los hoteles franceses. ¡Había tantas sensaciones!: el mobiliario viejo del hotel barato, el amor bordado en las cortinas… Y yo estaba enamorado de la chica, mi mujer. Las fotos son como una novela. Mejor, como un poema. ¡Dejemos que nos hablen!«.

René Groebli

René Groebli

El tiempo ha aproximado al fotógrafo a la fama. Groebli ha firmado más fotoensayos poéticos —siluetas de árboles quemados, la visión existencial de los viajes ferroviarios, las sombras melancólicas de Nueva York, desnudos donde lo explícito ha de buscarse por debajo de la superficie…—, pero su mirada nunca ha dejado de ser huseped del cuarto de la luna de miel.

René, Rita, una habitación de hotel, el cuello, las medias, el perfil del abandono, buscando tesoros, saqueando fondos marinos, viviendo con un tiempo caducado, enmudecido por las arrugas de las sábanas… Nunca elementos tan mudos compusieron un idioma tan caliente.

Ánxel Grove

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli

René Groebli