El grafito, mezclado con una masa de arcilla molida, asoma de una montura de madera. El lápiz podría estar tan en jaque como escribir a mano —con nuestra caligrafía deteriorándose por momentos en favor del tecleo— pero con él hicimos nuestros primeros ejercicios escolares, seguimos dibujando, hacemos marcas en la pared para tomar medidas… Esbozamos lo que es posible que corrijamos con la tranquilidad de que todo se puede borrar.
También llevamos el elemento químico dentro. En nuestro cuerpo hay un 18% de carbono, necesario en la formación de carbohidratos, grasas y proteinas. Tal vez con esa característica en mente, el artista estadounidense Agelio Batle ha reproducido a tamaño real un esqueleto humano de grafito sólido.
‘Ash Dancer’ – Agelio Batle – Foto: Luke Abiol
Ash Dancer (traducible por bailarín de ceniza) es una especie de lápiz con forma ósea. Batle coloca la pieza sobre una mesa especialmente construida para producir la fuerte vibración que hará temblar los huesos. Cubierta con impoluto papel vitela, la superficie es el lienzo del esqueleto, que imprimirá poco a poco su rastro negro metálico.
Hay algo de perturbador en el vídeo del bailarín en plena acción. Se mueve con extraña soltura, elevando la cabeza y separando los hombros del cuerpo, abandonado al traqueteo, desplazándose como si alguien lo arrastrara.
Los huesos se desgastan y llegarán a consumirse hasta desaparecer, creando en el proceso dibujos únicos. «¿Es el esqueleto de grafito una herramienta o la escultura? Son las impresiones de grafito dibujos o un mapa de sus movimientos? ¿Quién está en realidad dibujando (…)?», plantean desde la galería Jack Fischer de San Francisco (California, EE UU), donde la obra se exhibe hasta el 29 de diciembre.
Helena Celdrán
‘Ash Dancer’ – Agelio Batle – Foto: Luke Abiol
‘Ash Dancer’ – Agelio Batle – Foto: Luke Abiol
‘Ash Dancer’ – Agelio Batle – Foto: asbworkshop.com
‘Ash Dancer’ – Agelio Batle – Foto: asbworkshop.com