Archivo de mayo, 2016

Gofres, pizzas y tartas gigantes en las calles de París

Gofre de la serie 'Eat me', de la artista francesa Lor-K - Foto: www.lor-k.com

Gofre de la serie ‘Eat me’, de la artista francesa Lor-K – Foto: Lor-K

¿Qué se activa en el cerebro cuando vemos comida? ¿Por qué ciertos detalles la hacen irresistible? ¿Es fundamental «comer con los ojos»? Rodeados de un fenómeno online banal y ridículo como el food porn (porno de comida, una manera de llamar a la presentación lujuriosa de un plato casi siempre excesivo en calorías), podemos formularnos estas preguntas cada vez que —smartphone en mano— los compulsivos usuarios de redes sociales como Instagram convierten la mesa del restaurante en un estudio de fotografía.

Estos días, en el centro de París, los transeúntes se han podido encontrar en el suelo con desproporcionados manjares artificiales: un gofre con nata y chocolate, una porción de pizza, una esponjosa tarta de crema y fresas… La artista francesa Lor-K crea estos bodegones como parte de la serie Eat me (Cómeme), a la que da forma en las calles de su ciudad desde mediados de abril.

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PJ Harvey, te prefería como dominatrix

'Dry' y 'The Hope Six Demolitions Project'

‘Dry’ y ‘The Hope Six Demolitions Project’

Nos rodean múltiples avatares de relojes. Las portadas de los discos, por ejemplo. Entre Dry, el de derecha, y The Hope Six Demolition Project, al lado, han transcurrido 24 años —casi con exactitud: el primero fue publicado en marzo de 1992 (año de Maastricht, beatificación de Escrivá de Balaguer y, en otro terreno mafioso, la condena a cárcel de por vida a John Gotti, Don Teflon) y el segundo apareció en abril de 2016 (año del que no hace falta que les hable porque ustedes mismos están soportando la fetidez de tanto compi yogui)—.

La matemática es también implacable con la artista, Polly Jean Harvey, a quien todos llamamos como a ella le gusta, PJ Harvey, sin puntos que injerten aire entre el primer nombre y el segundo. Cuando apareció Dry, era una niñata de 22 años que hociqueaba contra el cristal de una fotocopiadora en una metáfora de la sequedad, es decir, la ausencia de lubricación. «Nada me pone. No me haces falta», decía.

Ahora tiene 46 y se ha alejado de los tratos públicos con la sexualidad. El escudo de armas es maduro y tiende al realismo —un perro de dos cabezas, una cabra, un rifle de asalto, un manojo de flechas, alambre de espino…—, podrido como toda santidad, parece el blasón de una cofradía… «Hacemos falta, cortemos la alambrada«, parece decir.

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