Bowie te sugiere que sigas leyendo libros

Poster de David Bowie para promover la lectura - American Library Association

Poster de David Bowie para promover la lectura – American Library Association

La American Library Association (ALA), que se jacta, y tiene motivos, de ser el sindicato de bibliotecas más veterano y con más membresías  del mundo —fue fundada en 1876 y tiene 62.000 miembros—, acaba de reeditar uno de los pósteres de promoción de la lectura protagonizados por personajes famosos: el de David Bowie en 1987 sosteniendo un ejemplar de El idiota de Dostoievsi y pegando un brinco de adrenalina y pies descalzos.

La chaqueta de instituto es un guiño, la letra R es de roots (raíces) y, como el jean, le sienta a nuestro llorado músico y equilibrista como una túnica de oficiante. Sólo a los dioses y a Bowie les ajusta la ropa así de bien. Me niego, pese a que los primeros hayan muerto y el segundo se haya ido cuando la fiesta todavía ardía, a usar verbos en pasado.

El póster, que cuesta 18 dólares en la tienda online de la ALA, es bastante más sugestivo que los demás de la colección, protagonizados por celebrities que tampoco destacan, que se sepa, como devoradores de libros y que, además, no saben qué demonios hacer con su imagen pública, ni inyectan un poco de humor y amor al asunto.

Un par de años después de marcarse el brinco con Dostoievski, Bowie grabó para el disco de debut de Tin Machine, la unidad eléctrica con la que hizo ruido durante unos años, la canción I Can’t Read (No puedo leer), que definió como la cuchillada espiritual de quien ha dejado de creer en sí mismo y prefiere el dolor del recogimiento en el pozo: «(es un tema) lleno de remordimientos y agonía… Cuando todo sale mal y el hogar ya no es un refugio tibio y no necesitas a nadie, ni siquiera fingir que necesitas a alguien«.

La letra de No puedo leer dice:

No puedo leer, no puedo escribir
No conozco ningún libro al revés
No me importa ser alcanzado por la sombra
Solo me queda la cara de alguien

El dinero va al cielo del dinero
Los cuerpos van al infierno de la carne
He pillado un resfriado y elegido la oportunidad
Para cambiar de canal, ver el coche patrulla

No puedo leer más, mierda
Me siento y lo ignoro
No puedo solucionarlo, no puedo
No puedo leer, mierda, no puedo leer mierda

Cuando ves una sonrisa famosa
No importa hacia dónde vayas
Para aparecer en la foto
¿Dónde están mis quince minutos?, ¿dónde?

El tema es un guión, por supuesto: Bowie, que era dado a narrarse en capas, a reinventarse y proponerse como infinitas reencarnaciones, nunca dejó de leer. Geoffrey Marsh, uno de los coordindaores de la exposición David Bowie Is…, uno de los capítulos del testamento por entregas que, cabrón, nos estabas legando sin aviso previo, ha declarado que el músico era voraz como lector y capaz de acabar una obra al día por término medio.

En 2013 Marsh publicó, como parte del material sobrante de la exposición, los cien libros que son, según Bowie, imprescindibles. La lista, en la que abundan los ensayos y las biografías, es coherente. No aparece, las paradojas son permitidas a los chamanes, El idiota, pero la relación está ennoblecida por nombres como Nabokov, Chatwin, Ackroyd, Burgess, Capote, Mishima, Faulkner, Camus, Lautréamont

Si no tienen ganas de decidir por sí mismos y son fieles a las recomendaciones del chamán alienígena, pueden escoger. Pero, por favor, desconecten el wifi, apaguen la cháchara y lean. Echarán raíces.

Jose Ángel González

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