‘Hikaru dorodango’, el arte de convertir el barro en esferas perfectas

Bruce Gardner muestra una de sus 'hikaru dorodango'

Bruce Gardner muestra una de sus ‘hikaru dorodango’

La mezcla no parece posible, pero en la excentricidad minimalista nipona ambos ingredientes se unen y resultan en una forma de arte. Doro significa barro; dango es el nombre que reciben las bolas de harina de arroz que se cubren de salsas saladas o dulces y a menudo se sirven en brochetas de tres piezas.

De origen desconocido —aunque es lógico pensar en una tradición milenaria por la simpleza de la técnica y los materiales— el dorodango consiste en crear esferas perfectas usando sólo tierra y agua. Tradicionalmente ha sido un pasatiempo infantil en Japón, pero entre los adultos tuvo un largo periodo de decadencia. La perspectiva cambió a comienzos del siglo XXI, cuando Fumio Kayo, un profesor de educación de la Universidad de Kioto, se interesó por el dorodango como herramienta para el estudio del desarrollo de la psicología infantil.

La concentración, la relajación y la meditación en torno al proceso le dan profundidad a un arte que sigue evolucionando a pesar de no poder ser más sencillo. Desde su ascenso, se ha hecho conocida también una derivación de la práctica, el hikaru dorodango (dorodango brillante): perfectas esferas de barro, puestas a secar y pulidas hasta que parecen una bola de billar.

«Las respuestas son interesantes. O lo pillan en seguida y piensan que es la cosa más fabulosa sobre la que han oído hablar, o piensan que es completamente absurdo y una pérdida de tiempo», cuenta en un vídeo el artista estadounidense Bruce Gardner a propósito las reacciones que despierta este arte entre quienes acaban de conocerlo.

Muestra online una escueta galería con algunas de sus piezas, de texturas y colores diferentes dependiendo del tratamiento y de la tierra. Yacimientos de tierra amarilla, muestras de tierra arcillosa o verde oscuro, pálida ceniza volcánica comprimida…

Lleva años enganchado al hikaru dorodango y cuando comenzó a practicarlo (siguiendo con disciplina las instrucciones de Kayo daba para conseguir perfectas formas pulidas) se dio cuenta de la dificultad. «Me llevó más de 30 intentos antes de crear lo que yo consideraba un dorodango. (…) A pesar de todo, incluso mis toscos, malformados primeros intentos se volvieron valiosos para mí cuando trabajaba en ellos. Ese curioso apego al dorodango, bien documentado en el trabajo de Kayo, es parte de lo que hace al hikaru dorodango tan especial», cuenta en su página web.

El sentimiento de unión hacia la tierra se vuelve gráfico. Gardner —que incluye una sección de instrucciones para que cualquiera pueda iniciarse en la práctica— confiesa que se crea un vínculo y destaca la mística de procesar «un material tan humilde» y transformarlo en puro «refinamiento».

Helena Celdrán

'Hikaru dorodango' - Bruce Gardner

‘Hikaru dorodango’ – Bruce Gardner

2 comentarios

  1. Dice ser Clarisa

    Interesante. Gracias.

    01 abril 2016 | 17:15

  2. Dice ser Escarabajo Pelotero

    Yo también se hacer de esas…

    02 abril 2016 | 04:50

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