Salvar tres ‘jormigonacos’ españoles, entre los objetivos de #SOSBRUTALISMO

Espai Verd - Valencia (Foto: Wikipedia)

Espai Verd – Valencia (Foto: Wikipedia)

La iniciativa #SOSBRUTALISMO quiere preservar al poligonerismo y reivindicar a su profeta en la tierra, el hormigón visto, en francés betón brut, de ahí el nombre del estilo, el material igualitario defendido por Le Corbusier.

El estilo, que todavía colea por una especie de milagro o brote colectivo de locura, está basado en una cadena de insensateces: aristas afiladas, planos inclinados, acabado rugoso y casi un sólo elemento constructivo: el durísimo —para la vista y las caídas— hormigón de las narices (rotas).

Los promotores del asunto han elaborado un fichero online de 700 horrendos edificios brutalistas. La web, entiendo que para compensar, es moderna, dinámica y placentera de ver.

No consta que en #SOSBRUTALISMO se hayan parado a pensar que algo esencialmente maligno debe residir en un estilo que gustaba al mismo tiempo a Franco, Honecker, Stroessner, Obiang y Nixon. No parece importar que todo dictador con suficiente sangre bajo las uñas como para merecer el título haya apostado por el brutalismo para alojar a los sometidos.

Están empeñados en salvar del deterioro a las construcciones de hormigón y organizar una «gran exposición brutalista» en 2017 en el museo de arquitectura DAM de Frankfurt, en Alemania, ese país donde el umbral de la buena educación es eructar en público.

Estiman que los edificios debe reunir tres características:

  1. Ser memorables como imagen.
  2. Tener una estructura clara.
  3. No haber sido restaurados con materiales distintos a los originales.

El de la foto que abre la entrada, esa construcción modular que quizá aún esté a la venta en Imaginarium como kit educativo para niños de 3 a 5 años, fue consumado en (¿debería usar la preposición contra?) Valencia  por Antonio Cortés Ferrando —que encima va de «arquitecto humanista, intelectual y espiritual»—.

Se llama Espai Verd. La traducción podría generar una metáfora biliar que no me atrevo a redactar para no parecer alemán. Es uno de los tres edificios señalados en España como objetivos a salvar por #SOSBRUTALISMO.

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña (Foto: Wikipedia)

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña (Foto: Wikipedia)

El segundo bloque —en lo brutalista no caben los términos inmueble, casa o vivienda; ni siquiera construcción viene al caso: lo brutalista es algo así como el monolito de la arquitectura moderna— salvable sería la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña.

Puede parecer a primera vista una sede regional de la Stasi o cualquier otra policía política, pero no se dejen engañar: hicieron falta los esfuerzos de tres arquitectos para diseñar ese pavor de cuadrados decrecientes. Conviene anotar sus nombres, no vayamos a encontrarlos en el camino azaroso de alguna reforma doméstica y terminemos con el salón reconvertido en calabozo de interrogatorios: Rodolfo Ucha Donate, que acaba de fallecer y fue despedido por necrológicas que le llaman profeta de la «modernidad», Juan Castañón y José María Laguna.

Torres Blancas (Foto: Wikipedia)

Torres Blancas (Foto: Wikipedia)

Una descripción del tercer edificio publicada en un diario se desentiende del periodismo y, como sucede con frecuencia con la arquitectura, acude al arrebato lírico:

Quiso hacer un edificio de viviendas singular, muy alto, que creciera orgánicamente, como un árbol o como un conjunto arbóreo, recorrido verticalmente por escaleras, ascensores e instalaciones, como si fueran venas o vasos leñosos que unían las viviendas con el suelo (…) El edificio de hormigón se expande en la parte alta como la copa de un árbol, abriéndose en varias plataformas circulares, de manera que toda la forma exterior responde al trabajo para establecer un nuevo diálogo entre arquitectura, jardín interior y paisaje.

Pese a que Gabriela Mistral enjugaría unas lágrimas al leer el texto, las madrileñas Torres Blancas —en principio estaban concebidas dos— son la única de las tres construcciones que merecería un indulto si el uso de dinamita sin derramamiento de sangre estuviera en mis manos.

Al arquitecto, el elevado a los cielos Francisco Javier Sáenz de Oiza, le salvaron dos vicistudes: pensó más en el organicismo de Frank Lloyd Wright que en la miseria gris de Le Corbusier y diseñó un edificio para millonarios, lo cual permite que la red de seguridad presupuestaria evite fatalidades.

El Ruedo (Foto: Juan Diez del Corral)

El Ruedo (Foto: Juan Diez del Corral)

Cuando a Sáenz de Oiza le tocó ponerse brutalista, elevó a categoría de garrote vil el castigo que sufren los residentes. De la categoría siniestra del complejo El Ruedo, en el madrileño distrito de Moratalaz, habló mejor que nadie y con mas propiedad Juan Diez del Corral en El patio de mil casas no es particular, un texto escrito en 1991 y enviado a todos los diarios de la ciudad. Sólo se lo publicaron un año después en la revista Arquitectura.

Lo republico íntegro por respeto y porque creo que es una de las más directas críticas a los arquitectos gloriosos que anteponen la idea a la habitabilidad, olvidando que, como decía Loos, «la casa debe agradar a todos, a diferencia de la obra de arte que no tiene por qué gustar a nadie».

Una definición urbana del automóvil privado podría ser la de “máquina para la creación de un no-lugar”; cuando está en movimiento quiebra la estaticidad esencial del espacio-lugar, y cuando está en reposo lo ocupa masivamente expulsando a quien se pudiera situar en él. Un afamado novelista checo explicó así la diferencia que existe entre un camino de personas y una carretera de coches: mientras el primero era un lugar, la segunda no (La inmortalidad, Milán Kundera).

Otro afamado, esta vez arquitecto y suizo-francés, llevado de su pasión por los automóviles privados, hace más de medio siglo denominó calles-corredor a los viejos espacios humanos de representación y comunicación vulgarmente conocidos como calles. Quiso así que desaparecieran de una manera efectiva y coherente: ya que los automóviles invadían la escena, las casas deberían marcharse a otra parte, por ejemplo, convirtiéndose en bloques en medio de verdes praderas. Un no-lugar, la carretera, generaba a su vez otros no-lugares, los bloques de viviendas (Le Corbusier, Principios del Urbanismo).

El mayor no-lugar de Madrid es, como se sabe, la M-30, un espacio por el que “pasan” a diario millares de seres humanos que van de una parte a otra sin estar entre tanto en ninguna. La pregunta es la siguiente: ¿es posible que ante un no-lugar de semejantes proporciones pueda surgir un lugar?

Cuando le dije al taxista “lléveme a la cárcel del pueblo” no dudó ni un instante, pero a cambio me respondió: “creo que por dentro está muy bien”. No era la primera vez que oía esa justificación para la atrocidad construida por un arquitecto profesor de arquitectos y que según leo en los periódicos, está dirigiendo este verano Seminarios de la Universidad sobre Arquitectura e Identidad Urbana. Con la opinión del taxista volvía la esperanza, aunque si se es prudente, ya se sabe, no hay que fiarse mucho de los taxistas.

Todo el mundo ha entendido que la espantosa fachada de las viviendas de promoción pública en la M-30 a las que me refiero, no es sólo una respuesta al horror de la inmensa autopista sino una especie de identificación o eco de ella, de manera que no podrían entenderse una sin la otra. Nadie se había atrevido todavía a pintar la carretera en la fachada, ni a que se vieran la caras tan expresamente. Ningún promotor privado lo hubiera hecho. Fíjense si no que los bloques de las inmobiliarias están mayormente colocados de forma perpendicular a la autopista, a la que sólo muestran una medianera, mientras que en sus fachadas tienen ventanas amplias y balcones como si los inquilinos pudieran ver o asomarse aún a algún lugar. Mas la ausencia de responsabilidades en la promoción pública y el desmedido protagonismo de un arquitecto nombrado e iluminado, lo han conseguido: y el resultado es que, queriéndolo o sin querer, al pintar la autopista en la fachada de las casas, le ha salido una cárcel, esto es, otro no-lugar. Hasta ahí, digo, todo el mundo lo ha entendido.

Lo que ya nadie ha explicado es que, puesto que el edificio se enrosca, además de gravísimos problemas de orientación en los que no vamos a entrar, sucede que lo que es respuesta a la M-30, es propuesta para las calles de veinte metros de ancho que surgen más allá de la autopista y que no tienen nada que ver con ella, pues son calles por las que todavía anda la gente y a las que abren sus ventanas y balcones otros edificios.

Las no-ventanas de la no-fachada se ven tan de cerca desde las ventanas de la casa de enfrente o desde las aceras de la calle llamada macabramente “Félix Rodríguez de la Fuente”, que uno se queda ciertamente sobrecogido: hay en muchas de ellas unas rejas similares a las de las prisiones, sobre las que los inquilinos ponen cartones o trapos que traen a la memoria los sórdidos bloques del Bronx o los de los guetos de la zona sur de Chicago.

Horrorizado con el espectáculo el visitante busca la boca de ese espacio feliz que le habían prometido y mientras sortea los coches que le han puesto al paso justo en la misma entrada del patio, recuerda, si ha visto antes el proyecto, que todas las puertas del edificio abrían precisamente a los no-lugares exteriores y no al espacio interior. Sorprende que un edificio tan “comunitario” se estructure mediante múltiples accesos convencionales de cajas de escalera de a dos puertas por rellano; pero la sorpresa se torna en alarma cuando constatamos que ciertamente las puertas de las casas, focos de vida y de relación entre lo público y lo privado, entre lo individual y lo comunitario, no dan al prometido lugar interior sino al inhóspito exterior. Y esa observación le va a evitar la terrible decepción que le espera.

A pocos meses de su inauguración, el patio interior está horriblemente degradado, sucio y lleno de basuras. Apenas hay nadie en él, pero a cambio se oyen claramente los gritos y risas que salen de las casas; y se sienten también, como pinchazos, las miles de miradas que desde las ocultas terrazas se dirigen al visitante. ¿Qué pasa aquí?, qué sensación más extraña ¿no?. Uno se siente solo y furtivo y mira al suelo. Está lleno de desperdicios de toda clase. A finales de junio de 1991 las plantas están ya agostadas, los abetos secos, el mobiliario sucio, roto o despintado. Un montón de hierros retorcidos procedentes de sus falsos techos yacen en los otros pasadizos de entrada al patio. Los aparcamientos del semisótano están vacíos pues sus rampas de acceso los taponan decenas de destrozados carros de la compra de un hipermercado cercano. Los respiraderos del aparcamiento son blanco de latas, zapatos viejos, cartones o lo que se tercie, lanzados desde las casas.

Levantamos entonces la vista del suelo y miramos a las casas buscando a los culpables, a esos a los que el arquitecto les recriminaba en una inolvidable entrevista de un telediario de Jesús Hermida, que lo que tenían que hacer para entender su edificio era estudiar arquitectura. Les oímos, sentimos sus miradas, pero ¡diablos!, no se les ve; no hay manera de verlos porque, en efecto, están perfectamente camuflados tras las pintarrajeadas fachadas del patio. Si las fachadas eran en el exterior el reflejo y extensión de la inhumana autopista, aquí en el patio, las fachadas son como gigantescas máscaras de colores chillones que ocultan siniestramente al vecindario.

Pero aún se les oye. Se les oye muy bien desde el patio. Y reconocemos su acento. Pobre gente, pensamos ¿qué hacen ahí dentro, con todas las televisiones conectadas a los programas basura de tele cinco?; pero.. .¿no son esas voces las mismas de quienes construyen hermosísimos pueblos de rica volumetría blanqueados casa a casa cada primavera?; ¿es esa gente la que tiene que estudiar arquitectura?; ¿no son acaso de ese pueblo que cada mañana sale a barrer y a regar su trozo de calle, que adorna sus balcones con flores y que saca un banco junto a la puerta de su casa para sentarse a charlar con el que pasa? Pero si son de esa tierra bendita que de la pobreza ha sabido extraer belleza y limpieza. ¿Qué hacen ahí metidos entre la fachada de la autopista y la fachada de la máscara con el coche en la puerta?

No, estas viviendas tenían que haberse destinado a gentes sin iniciativa propia, por ejemplo a funcionarios o sindicatos. A gentes domesticadas y sin imaginación y un pelín leídos, para que encima presumiesen ante sus amistades de vivir en el edificio de un arquitecto por el que, según se dijo en aquella entrevista, se habían interesado muchas revistas internacionales. Brigadas de otros funcionarios arreglarían cada año los naturales desperfectos y repintarían las fachadas, y todo estaría siempre como el primer día. O no, aún mejor, tendrían que haber sido destinadas a arquitectos: para que aprendiesen la arquitectura del maestro “in situ”, sin moverse de casa. Para que respirasen la Arquitectura desde la misma hora en que se levantan.

Pero no para personas que aún tienen imaginación, creatividad y energías propias, porque lo único que puede ocurrir y ha ocurrido es que se encierren ante el televisor, y de las heridas de su creatividad castrada supuren basuras y más basuras al particular patio del glorioso arquitecto.

Ocho edificios brutalistas. Fila de arriba, desde la izquierda: City Planning Department Sheffield (Reino Unido), Chiesa di Santa Maria della Visitatione (Roma-Italia), Banco Hipotecario (Buenos Aires-Argentina) y Boston Government Service Center (EE UU). Abajo: Camden Town Department of Achitecture (Londres), Freie Universität Berlin, Buffalo City Court Building (EE UU) y Caja Costarricense de Seguro Social (San José - Costa Rica)

Ocho edificios brutalistas defendidos por #SOSBRUTALISMO. Fila de arriba, desde la izquierda: City Planning Department Sheffield (Reino Unido), Chiesa di Santa Maria della Visitatione (Roma-Italia), Banco Hipotecario (Buenos Aires-Argentina) y Boston Government Service Center (EE UU). Abajo: Camden Town Department of Achitecture (Londres), Freie Universität Berlin (Alemania), Buffalo City Court Building (EE UU) y Caja Costarricense de Seguro Social (San José – Costa Rica)

Los promotores de #SOSBRUTALISMO, y es eso lo que me alucina, son gente seria, no freaks del feísmo y el humor astracanado como el colectivo español Satán es mi Señor, que también se dedica a la loable tarea de localizar —fichar queda mejor aquí, lo suyo es de Brigada Criminal— esos adisfisios, sean del tipo que sean: jormigonacos, horrotondas, yonkodromos…, que hacen de España un paraíso mundial de la arquitectura dura, como dice el cerebro tras la bestia, José Ramón Lorenzo.

En una de las entradas de su blog, Lorenzo propina al padre del hormigón una merecida paliza semántica con la misma brutalidad arquitectónica que Le Corbusier regalaba a los futuros residentes de sus casucas:

La arquitectura es como la Fórmula 1: un buen arquitecto siempre tendrá una excusa a mano. “En realidad, la culpa de que todo lo que he diseñado se convierta en un yonkídromo o pozo de inmundicia es de los constructores/especuladores/políticos/ponga-usted-aquí-lo-que-quiera-siempre-que-tenga-muy-poca-vergüenza que arruinaron mi maravillosa visión”. No voy a decir yo ahora que, del papel al solar no ocurran mil cosas, pero todo arquitecto ya tiene pelo en el pubis como para saber cómo es el mundo real y no decir cosas como “Vale que me corrí dentro, ¿pero cómo iba a saber que te quedarías preñada?” o “¿Crees que mi hermana corre peligro atada en pelotas a una farola a la salida de una sala X?”.

Por eso, sabiendo mínimamente cómo es el mundo real no tengo mayor problema en ponerme delante del arquitecto que sea y decirle: “Le Corbusier es TAN mierda que Lewis Hamilton se cambiaría de acera para no saludarle”. Y ganaría el debate en una décima de segundo, porque la realidad ha demostrado, sistemáticamente, desde los delirantes índices de delincuencia y suicidio en todas las Unités d’Habitation que el Corbu construyó, que este señor estaba equivocado.

Jose Ángel González

 

13 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    En arquitectura, como en pintura ,literatura o cualquier arte sucede que…. A los genios solo los comprenden otros genios o algún imbecil.

    Clica sobre mi nombre

    12 noviembre 2015 | 13:30

  2. Dice ser sinvivirenmi

    y no aprenden, solo hay que ver los edificios de los PAU’s de Madrid. Los de promoción de la EMV (contruidos con el dinero de todos y luego medio regalados a fondos buitre) se caracterizan por ser ese tipo de casas que parecen pesadillas de algún arquitecto, fachadas vegetales que no se quien va a mantener dentro de pocos años, colores imposibles y todo tipo de «ocurrencias».

    12 noviembre 2015 | 16:33

  3. Dice ser Una humilde opinión

    He entrado a leer porque casualmente vivo muy cerca del primer edificio (el Espai verd) y paso todos los días delante de él. Entiendo que haya gente que no le guste pero a mi personalmente me encanta. Es un edificio que cuando pasas cerca te fascina y ante todo, nunca te deja indiferente. Siempre he tenido la curiosidad de entrar y verlo por dentro. Ver como se ordenan las plantas y las viviendas que desde fuera parece no tener orden.

    Sobre el articulo decir que me ha costado leerlo. A lo mejor es que no estoy a su nivel intelectual pero me ha parecido un artículo tedioso, mal redactado y poco claro.

    12 noviembre 2015 | 16:49

  4. Dice ser grik

    Vivo al lado del edificio que abre la noticia y desde pequeño he tenido la concepción de que era un edificio increíble y espectacular. Está bastante cerca del mar y además parece un barco.
    Me gustaría que antes de escribir esta clase de cosas preguntarais a los vecinos que tal les parece y por supuesto a la gente que los habita. He tenido la oportunidad de entrar ahí y las casas son espectaculares. Es una lástima que siempre haya gente que quiera acabar con todo lo bonito que nos representa.

    12 noviembre 2015 | 17:15

  5. Dice ser Fernando: Un español

    La arquitectura, es una ingenieria, unos estudios objetivos.

    Por ende hablar de arquitectura y estetica a la vez es absurdo, asi, salen a dia de hoy los edificios que salen.

    Respecto a los edificios anteriores son tecnicamente perfectos, es mas, la Torre Blanca, me parece un edificio vanguardista y tecnicamente revolucionador dada la fecha en que se construyo, añadir que ese diseño maximiza la exposición al sol y el tamaño de las terrazas y esteticamente me parece bonito.

    El Espai Verd aparte de bonito, vuelvo a repetir lo mismo, permite tener multitud de terrazas y esos diseños escalonados maximizan la exposición al sol…

    No entiendo cual es el problema de usar un material barato, ecologico y resistente como el hormigon.

    Luego estos pijos son los que llaman arte a un cacho de mierda pinchado en un palo.

    En fin….

    12 noviembre 2015 | 17:30

  6. Dice ser Fernando: Un español

    El autor de esta basura de blog supongo que sera el tipico que tiene un «Piso cool» fabricado con pladur y fachada de ladrillo tosco con medio centimetro de monocapa.,….

    Super cool, en invierno me muero de frio, en verano de calor, oigo a mi vecino cagar…. Pero eso si, el piso divino de la muerte, la tarima preciosa(6€/m2), no como esa mierda de parquét o plaqueta….. La cocina americana super cool, despues de cocinar huele toda la casa a sardinas pero bueno, supero cool y el «solarium» que es como llamo a una terraza de toda la vida cool de la muerte son 20m2 el 40% de la superficie de toda la casa, no tengo bañera porque la ducha es mas cool, es de 40cm porque en el baño no entra ni un alma para compensar el solarium, pero super cool….

    Y todo esta maravilla por 400.000 euros, no como los pobretones de enfrente que tienen pisos mas grandes de burdo hormigon anticool que compraron sus pisos por un tercio. Eso si, tenemos pista de padel y piscina y portero fisico, pago mas de comunidad que de hipoteca pero supercool de la muerte….

    Ya sabeis.

    12 noviembre 2015 | 17:47

  7. Dice ser no ni ná

    Me encantan el Espai Verd y las torres blancas. Cuando la arquitectura es organica, como la naturaleza, es agradable para el ser humano. Quiero decir cuando se basa en motivos que se repiten de distinta forma. Como un bosque en el que aunque hay muchos arboles, cada uno es distinto. En otros casos, como el Ruedo, en el que la geometría y la homogenidad son tan exageradas dejan de ser edificios habitables.

    12 noviembre 2015 | 19:11

  8. Dice ser ISLANDÉS

    Los autores deberían informarse y documentarse un poco antes de emitir una sarta tal de (pre)juicios simplones e infantiles, llegando incluso a la ofensa personal.

    Hoy en día cualquier tonto con un lápiz tiene un blog.

    13 noviembre 2015 | 00:00

  9. Dice ser Bromptosaurio

    Donde encuentro los datos con los índices de suicidios de las unites d’habitation?

    13 noviembre 2015 | 01:32

  10. Dice ser Qué basura de artículo

    Conozco muy de cerca el edificio Espai Verd y es un edificio extraordinario por muchos aspectos: la calidad de sus espacios, la integración de la vegetación en las viviendas, la generosidad de los espacios colectivos, la utopía ecológica que representa, el modelo cooperativo con el que se llevó a cabo, el alarde estructural que supuso, la calidad humana de su arquitecto… y un largo etcétera.
    Invito al autor a que se informe antes de escribir para no hacer el ridículo ¿Cómo puede decir que el Espai Verd es un edificio modular? ¿Modular? ¿Usted sabe lo que es un módulo?
    ¡Por desgracia desacreditar y criticar siempre es más sencillo que crear y construir!
    Pero claro, como yo soy arquitecto supongo que mi opinión le interesará bien poco… No se preocupe, yo tampoco volveré a perder mi tiempo leyéndole a usted.

    13 noviembre 2015 | 10:43

  11. Dice ser Pisos Soria

    Es una pena perder estos edificios simbólicos, siempre se cargan las estructuras que aunque parezcan inestables, son un patrimonio de cultura para la sociedad.

    13 noviembre 2015 | 14:31

  12. Dice ser Maria

    Que gente tan ignorante y tan imbecil llegue a poder escribir en internet y algunos desafortunados perdamos 5 minutos de nuestras vidas en leerlos… Eso si, gracias por el link, espero visitar la exposicion en Frankfurt, cosa que le recomiendo al autor del blog, a ver si viajando se le pasa un poco la estupidez, que ya lo dudo.

    13 noviembre 2015 | 16:06

  13. Dice ser Wilson Fisk

    Arquitecto… algo a medio camino entre ingeniero y artista… ¿Se pude ser bueno en las dos cosas?

    19 noviembre 2015 | 10:33

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