El vacío se apodera de los paisajes y los humanos podrían ser autómatas. Además de ser un gran admirador de los manuales de instrucciones, a Eric Petersen le gusta llevar la contraria. Mientras que muchos artistas quieren dar a sus personajes la mayor expresividad, él persigue una frialdad mecánica. «Dibujo líneas uniformes en el ordenador para eliminar parte del elemento humano y la calidad expresiva que se ven en los trabajos no digitales», dice resumiendo el espíritu de sus trabajos.
No sorprende saber que, antes de poder dedicarse de lleno al arte, era programador informático. Influido por «los gráficos instruccionales» y los videojuegos, cultiva con dedicación un estilo «puramente funcional» al que da un toque anticuado manchando la superficie con marcas de desgaste o suciedad. Nadie se mira, todos viven solos en su escenario de ciencia ficción y actúan con una torpeza automática cuando realizan alguna acción. Algunas de las obras parecen el resultado de un error de software: varias personas intentan salir por una puerta a la vez y se quedan atascadas como autómatas, un hombre a punto de dar la mano a otro atraviesa a alguien con el brazo.
El artista —residente en Fallbrook (California, EE UU), pero reticente a revelar su lugar de origen— comienza a crear a partir de una imagen que se le viene a la cabeza, una visión lo suficientemente ambigua para dar lugar a varias interpretaciones. Con la fijación por no darle alma a las ilustraciones, Petersen quiere dar libertad al espectador para que construya una historia por sí mismo.
Aunque tiene experiencia con técnicas tradicionales y analógicas, pronto echa mano del ordenador, con el que dice sentirse más cómodo. Emplea un programa de diseño en 3D y dibuja en Adobe Illustrator, centrado siempre en lograr la perspectiva perfecta y en eliminar cualquier atisbo de espontaneidad, como si no hubiera un ser humano tras la ilustración.
Helena Celdrán