Archivo de septiembre, 2015

La pesadilla del turista: una cámara que impide hacer fotos ‘sobadas’

La cámara de 'Camera restricta' bloqueada y sin bloquear - Foto: philippschmitt.com

La cámara de ‘Camera restricta’ bloqueada y sin bloquear – Foto: philippschmitt.com

Sabemos que a la vuelta de las vacaciones ya no se lleva celebrar un visionado de fotos para sufridos amigos y familiares: hay que colgar las imágenes en directo, en las redes sociales. Sólo así podremos demostrar que somos dueños de una vida emocionante y cosmopolita.

Camera Restricta sería el antídoto perfecto para la compulsividad 2.0, la pesadilla del turista de catálogo: aquel que suspira por hacer la enésima foto de la Torre Eiffel, sujetar la Torre inclinada de Pisa o exhibirse junto a la Estatua de la Libertad como si la imagen representara el éxito del viaje a Nueva York.

Todavía en fase de prototipo, la cámara está conectada a un GPS que busca en la Red fotografías geoetiquetadas del lugar y de los alrededores. Si el sistema detecta demasiadas imágenes de la localización publicadas en Internet —en particular en los servicios de alojamiento de imágenes Panoramio y Flickr— la cámara bloqueará el disparador para impedir que engrosemos la lista de fotos-cliché.

Su creador, el diseñador alemán Philipp Schmitt, reconoce la «controversia» del producto que te impide capturar los iconos de la ciudad que visitas, aunque es capaz de defenderlo subrayando que «promete imágenes únicas» obligando al usuario a no contribuir «al desbordamiento de las imágenes digitales genéricas».

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El ‘arquitecto creepy’ Hans Poelzig

"The Architect" [Hans Poelzig], 1929. Foto: August Sander - Tate Gallery

«The Architect» [Hans Poelzig], 1929. Foto: August Sander – Tate Gallery

Cuando el fotógrafo August Sander (1876-1964) puso en marcha el quimérico proyecto Antlitz der Zeit (El rostro de nuestro tiempo) —que sólo un alemán etnocentrista podría soñar— de catalogar a toda la raza humana haciendo retratos que tuviesen el valor de arquetipos —aquí, el panadero; allá el abogado; acullá el legislador, el bohemio, el desempleado, el capitán de las SS…— eligió como extracto del arquitecto a este señor  de gesto que parece un rictus, espejuelos intelectuales de montura redondeada de carey, grave elegancia en el atuendo, purito en la mano y arreglo capilar que predice al peinado beatle. Era Hans Poelzig (1869-1936).

La foto, que pertenece a los archivos de la Tate Gallery, fue tomada en 1929. Al retratista y el modelo les aguardaban tiempos aciagos.

Los nazis calificaron a Sander de “aberrante” y “degenerado”, retiraron sus libros de los puestos de venta e incautaron parte de sus negativos —casi todos los demás fueron destruidos en los bombardeos indiscriminados de los aliados sobre la población civil alemana y otros muchos, en el colmo de una cadena de desgracias, ardieron en un incendio accidental en 1946—. Uno de los hijos del retratista, el mejor de un país que nunca ha brillado como patria de fotógrafos sensibles, murió cumpliendo condena por militar en el socialismo. Sander, derrotado por la desgracia, se exilió en sí mismo, nunca más tocó una cámara y murió en el olvido en 1964.

Al hombre que según el fotógrafo del selbst representaba como ningún otro la figura del arquitecto —una palabra cuya etimología espanta: arch significa en griego quien tiene el mando— no le fue mejor. De ser una estrella en el diseño de edificios y un imprescindible de la cultura de Berlín, Poelzig pasó a figurar entre los muchos sospechosos que imaginaba la paranoia nazi. Le tranquilizó en un primer momento proceder de una saga nobiliaria prusiana, los Hanstein, aunque nació como bastardo del titular del condado, pero pronto se percató de que los nacionalsocialistas tampoco les caían bien los estirados viejos dragones de sangre azul y preferían al rudimentario alemán de acero wagneriano.

El arquitecto aceptó en 1933 sustituir como director del Vereinigte Staatsschulen für freie und angewandete Kunst (Escuela Estatal de Artes Aplicadas y Bellas Artes) al modernista Bruno Paul, descalabrado por el régimen porque le encontraron una pizca de ADN judío, pero sólo lo hizo, al menos eso dijo a sus íntimos, para ganar tiempo y organizar la huida de Alemania. Días antes de salir hacia Ankara, Poelzig murió de un ataque al corazón que le ahorró la inclemencia del exilio y el dolor de ver sus edificios derribados o abandonados.

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Seb Lester, un hombre atrapado por la caligrafía

'Rock Roll' - www.seblester.com

‘Rock Roll’ – www.seblester.com

«Encuentro el alfabeto latino una de las creaciones más hermosas y profundas de la humanidad«, declara con pasión el británico Sebastian (Seb) Lester (1972). Ya en sus años de estudiante de diseño, inició una historia de amor dibujando letras, escribiendo con una dedicación ceremoniosa y a la vez compulsiva: ahora es uno de los calígrafos más prominentes de Internet, donde alimenta de palabras y mensajes manuscritos a sus más de un millón de seguidores en las redes sociales.

Aloja en Instagram vídeos en los que escribe, en la banda sonora combina piezas instrumentales actuales y sonatas de piano; a veces basta con el sonido de la pluma acariciando el papel. De la humilde herramienta brotan los caracteres, basados en manuscritos medievales, caligrafía inglesa del siglo XVIII, letras del renacimiento, del siglo XVII flamenco… Lester los imprime en el papel con firmeza y naturalidad, todo parece fácil cuando uno contempla el modo en que se maneja.

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¿Por qué el mejor fotógrafo de rock se apellida Rock?

Mick Rock (Foto: Riffraf)

Mick Rock (Foto: Riffraf)

«Soy fotógrafo de rock por los pecados que cometí en una vida anterior«. Mick Rock (Londres, 1948) suele explicar con mordaz crueldad y cierto deje de abandono anclado en la duhkha budista —la vida como samsara, insatisfacción sufriente— las razones que justifican su apodo nobiliario: The Man Who Shot the Seventies (El hombre que retrató los años setenta).

Estoy convencido de que hay otro motivo, también vinculado con el infinito y circular camino del karma: si te apellidas Rock, ¿a qué otra cosa puedes dedicarte?

Cuando deambulaba por la Universidad de Cambridge, de cuyas instalaciones siempre prefirió la biblioteca y, en concreto, los estantes dedicados a los malditos —Baudelaire, Coleridge, De Quincey, Rimbaud…—, las verdaderas protoestrellas de la disolución, seres con hambre de sexo y necesidad de iluminar las noches con carburantes químicos, el hoy encumbrado fotógrafo no sospechaba que su destino estaría ligado a las mismas ansias pero con una cámara en las manos.

Por casualidad o una especie de «conspiración» en la que tuvo bastante que ver, como él mismo suele decir, el LSD y su potencia astral, Rock acabó poblando nuestras vidas con algunas de las mejores fotos de rock de la historia. De las imágenes de este superviviente —su currículo quirúrgico incluye un cuadruple bypass— se alimenta la memoria sentimental de mi generación.

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Inventos para revolucionar la hora del desayuno

Inventos de Dominic Wilcox para la hora del desayuno - dominicwilcox.com

Inventos de Dominic Wilcox para la hora del desayuno – dominicwilcox.com

El hermano del industrial William Keith Kellogg (1860-1951), el médico John Harvey Kellogg, fue el gran introductor de los cereales en los desayunos de occidente. El empresario y fundador de Kellogg’s en 1906 era miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, conocida por defender la abstinencia sexual y practicar una estricta dieta vegetariana. Los copos de maíz suponían la síntesis de una alimentación libre de excitantes y productos cárnicos.

Merece la pena mencionar la serie de cachivaches que hay sobre la mesa, pero no porque esté vinculada a Kellogg’s. Fotografiados con la luz natural de la mañana, se reconoce a una de las mascotas de la marca. El gallo Cornelio —que desde 1958 figura en los paquetes de copos de maíz de la multinacional— puede hacernos creer que estamos ante cualquier colección de objetos promocionales, pero cada objeto brilla por su ingenio infantil y aparatoso, la marca inimitable de Dominic Wilcox.

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El ‘escritor más peligroso de los EE UU’ publica una novela con gifs animados

Dennis Cooper

Dennis Cooper

Dicen de Dennis Cooper (Pasadena, 1953) que se trata del «escritor más peligroso de los EE UU«.

La verdad es que lo dijeron hace ya bastante, en concreto en 2000, cuando el naciente siglo de la realidad líquida y los vaivenes emocionales entendidos como forma inteligente de comportamiento buscaban cronistas. Cooper era entonces un escritor que hablaba de chaperos, sadismo y otras confesiones sucias o podridas sobre la violencia, el cuerpo, la represión, la muerte, la degradación, la ternura… Es difícil encontrar temas nuevos.

Una de las opiniones de Cooper, la al parecer tan inmencionable como incorrectísima de considerar al matrimonio homosexual un «fracaso social», ha puesto al escritor en situación de verdadero riesgo, ya que algunos gay intolerantes anuncian que un día de estos matarán al autor, que, por cierto, es gay, como puede comprobarse en algunas de sus novelas más vivenciales, sobre todo Cacheo, la crónica de un joven fascinado con el asesinato, y la muy explícita Chaperos,  sobre el encuentro entre un joven escort y un cliente con el que desarrolla una metaficción marcada por la pornografía, las mentiras, las medias verdades y la mitomanía.

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Ilustraciones frías y mecánicas que se resisten a tener alma

'Problem Solving' - Eric Petersen

‘Problem Solving’ – Eric Petersen

El vacío se apodera de los paisajes y los humanos podrían ser autómatas. Además de ser un gran admirador de los manuales de instrucciones, a Eric Petersen le gusta llevar la contraria. Mientras que muchos artistas quieren dar a sus personajes la mayor expresividad, él persigue una frialdad mecánica. «Dibujo líneas uniformes en el ordenador para eliminar parte del elemento humano y la calidad expresiva que se ven en los trabajos no digitales», dice resumiendo el espíritu de sus trabajos.

'Moving Up' - Eric Petersen

‘Moving Up’ – Eric Petersen

No sorprende saber que, antes de poder dedicarse de lleno al arte, era programador informático. Influido por «los gráficos instruccionales» y los videojuegos, cultiva con dedicación un estilo «puramente funcional» al que da un toque anticuado manchando la superficie con marcas de desgaste o suciedad. Nadie se mira, todos viven solos en su escenario de ciencia ficción y actúan con una torpeza automática cuando realizan alguna acción. Algunas de las obras parecen el resultado de un error de software: varias personas intentan salir por una puerta a la vez y se quedan atascadas como autómatas, un hombre a punto de dar la mano a otro atraviesa a alguien con el brazo.

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Los gif animados de un japonés melancólico

© Toyoi Yuta - 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuuta – 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuta - 1041uuu.tumblr.com/

© Toyoi Yuuta – 1041uuu.tumblr.com/

De los gif animados de Yuuta Toyoi —que usa el alias artístico de 1041uuu— renace la misma sensación de espera suspendida de los cuadros aparentemente vacíos de Edward Hopper (1882-1967), el pintor espartano y esencial que mostró mejor que nadie el blues del siglo XX.

No hay comparación posible en términos artísticos, por supuesto: el joven japonés usa nanopelículas de 8 bits, virtuales y simples, casi instantáneas, mientras que el artista estadounidense del silencio tardaba meses en decidirse por una tonalidad de azul, pero ambos están aliados en la intención de mostrar siempre el comienzo de una historia, sin ofrecer indicios, sin marcar tramas, sin esperar nada más que la espera misma

La fascinante cultura híbrida japonesa, intoxicada de añeja tradición y frenética modernidad, sirve a Yuuta para mostrar una melancolía parecida a la de algunas novelas de Haruki Murakami, ese escritor al que deberían dar el Nobel de una vez para evitarnos a los demás la lectura repetida de los titulares anunciándolo como «seguro ganador».

«Mueres a los 18», sostiene Murakami, y la frase podría ser colocada como soundtrack a esta colección de animaciones a contraluz, situadas siempre tras la medianoche o en el tránsito de un impersonal vagón de interurbano y donde los personajes, siempre jóvenes postadolescentes, parecen sometidos a una gravedad imprecisa pero inevitable.
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14.000 cristales de gafas para emular el brillo y el sonido del mar

No es un desperdicio de lentes que podrían usar otros, los cristales ópticos proceden del Canadian Lions Eyeglass Recycling Centre (Clerc), un centro de reciclaje de gafas que se propone desde Canadá proporcionarlas a todo el que no pueda permitírselas. Cada ejemplar ha sido descartado por diferentes motivos y su destino era la basura.

Las 14.000 piezas cuelgan ahora de pequeños ganchos, en hileras que las mantienen ordenadas como en un muestrario de joyas. Cuando sopla el viento, emiten un tintineo sordo y lejano que recuerda de manera inesperada al oleaje, también emulan al mar en el modo en que brillan al sol.

Obra de los artistas canadienses Caitlind R.C. Brown y Wayne Garrett, la escultura cinética sea/see/saw recibe su nombre de un juego de palabras entre el término inglés para mar y el presente y el pasado del verbo ver. «Diseñamos la escultura para reflejar la superficie dimámica y brillante del Bósforo«, dicen los autores.

Detalle de la escultura cinética 'sea/see/saw' - Caitlind R.C. Brown & Wayne Garrett

Detalle de la escultura cinética ‘sea/see/saw’ – Caitlind R.C. Brown & Wayne Garrett

Instalada hasta el 16 de enero de 2016 en la fachada del museo de arte Pera de Estambul (Turquía) —un edificio diseñado en el siglo XIX por el arquitecto griego Achilleas Manussos—, la escultura es parte de las celebraciones del 10º aniversario del centro, especializado en orientalismo y arte del siglo XIX.

Desde la institución citan palabras de los artistas para explicar que la escultura celebra «la contribución del Museo Pera al paisaje cultural de Estambul, con los ojos puestos en el futuro»: «Introduciendo un movimiento caótico en una estructura que de otro modo es estática (…) sea/see/saw invita a los espectadores a entrar en un cambio momentáneo de perspectiva. (…) Los observadores se convierten en observados».

Helena Celdrán

‘Los nobles usan la pluma; nosotros, el fusil’: galería de ‘bandoleros sociales’

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Foto policial de Ned Kelly a los 16 años (Foto: dominio público)

Como tantos otros administradores de justicia antes que él, el magistrado que presidía el tribunal que condenó a muerte a Ned Kelly creyó necesario añadir la consabida e indulgente adenda tras la lectura de la sentencia:

— Que Dios se apiade de su alma.

El más famoso bushranger de Australia —que se protegía de los armados agentes de la ley llevando encima una armadura de metal que pesaba 45 kilos— respondió desde el banquillo de los acusados:

— Iré un poco más lejos que usted: nos encontraremos cuando yo me vaya y presentaremos juntos nuestros casos ante Dios.

Menos de un mes después, el 11 de noviembre de 1880, en los momentos previos al ahorcamiento en el penal de Melbourne —de nada valieron las 30.000 firmas que solicitaban que la condena fuese conmutada por prisión a perpetuidad—, Kelly estaba extrañamente apocado. Sus últimas palabras fueron:

— Así es la vida.

Se había explicado con un ánimo menos desmoralizado en una entrevista previa al juicio con el diario The Mercury, uno de cuyos periodistas consiguió permiso para entrevistar al bandido:

— Al juzgar un caso como el mío el público debe recordar que incluso la vida más oscura tiene una faceta brillante.

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