En la sala poco amueblada dominan tonos rosáceos, pálidos y hogareños. Dan ganas de quitarse los zapatos sentándose en la silla tapizada de estilo neoclásico, tirarse a leer en una alfombra que promete ser mullida y más tarde tumbarse en la cama deshecha. Cada objeto de la estancia está unido a la anatomía humana de un modo que supera el contacto corporal. Intimate Vestiges (Vestigios íntimos) es una colección de piezas de la artista australiana Fiona Roberts, convencida de que nuestro hogar y nuestro cuerpo son como antiquísimos «palimpsestos«, manucritos reutilizados en los que todavía se adivinan los restos de lo que había escrito antes.
«Son depósitos de momentos preciosos, de rutinas diarias y recuerdos, del crecimiento y del envejecimiento, de accidentes, costumbres, miedo y trauma», explica Roberts. La alfombra es un homenaje al tacto, los pelos son dedos de tela, sobresaliendo como listos para acariciar. El papel de pared oculta una visión caleidoscópica de venas, vello y lunares; el tapiz de la silla es de pelo humano y está plagado de bocas que sobresalen de la tela, los ojos de las cortinas observan con atención… Una «variedad de texturas corporales», con patrones y repeticiones que imitan los motivos típicos de los adornos caseros le permiten fundir el escenario hogareño con la intimidad del cuerpo humano.
Este último proyecto continúa con su fijación por partes del cuerpo directamente relacionadas con los sentidos. En 2012 ya iniciaba su estudio sobre la anatomía con Emergence, una colección de experimentos escultóricos entre los que hay bocas que surgen de apéndices amorfos y un sillón tapizado con un sugerente terciopelo rojo del que surgen hileras de ojos. Roberts se propone esta vez, con sus «vestigios íntimos», que veamos nuestro organismo como la casa que habitamos.
Helena Celdrán
Joder, qué mal rollo…
17 julio 2015 | 10:52