Empieza por bajar las cajas que descansan en los estantes más altos de su estudio. Dentro hay figuritas de cristal, porcelana y cerámica, juguetes, lazos brillantes que alguna vez dieron el toque final al envoltorio de un regalo, objetos huérfanos y rotos que ya no le interesan a nadie, el adorno inútil comprado en el todo a 100… Trastos que suelen terminar acumulando polvo en el trastero.
Melodie Provenzano (Kinderhook, Nueva York – EE UU, 1974) extiende las piezas sobre la mesa y las agrupa buscando la mejor combinación. «Esa parte del proceso es bastante divertida. Respondo a la estimulación visual y emocional según cómo se relacionan los objetos, cómo reflejan la luz, proyectan sombras y habitan el espacio». La artista pinta y dibuja después bodegones realistas del conjunto de cachivaches, dándoles la categoría que le otorgaban los maestros holandeses y flamencos del siglo XVII a las piezas de caza, las vajillas de plata o las frutas exóticas.
«Es un pozo de inspiración en el que confío para componer las naturalezas muertas que dibujo y pinto del natural. Las obras son como un catálogo de sueños con capas de significados abiertos a la interpretación», cuenta a la galería Nancy Margolis de Nueva York, done hasta el 27 de junio exponen en Stealth Peace (Paz furtiva) una selección de los trabajos más recientes de la autora.
A veces aisla un objeto en particular, otras hace grupos de sólo tres elementos. Provenzano juega a la nostalgia y al recuerdo, a veces los únicos motivos por los que no tiramos a la basura aquella figurita rota o aquella colección de muñecos de goma que vendían en quioscos y protagonizaron una moda efímera hace 15 años.
Helena Celdrán
Excelente forma de aprovechar cajas que no sirven para nada.
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29 mayo 2015 | 16:48