Archivo de septiembre, 2014

Kirsten Dunst y su encuentro con dos ‘fans’ ególatras, un vídeo de Matthew Frost

'Aspirational' - Matthew Frost

‘Aspirational’ – Matthew Frost

La actriz Kirsten Dunst mantiene una conversación corta por el móvil. Se presume que la lujosa zona residencial de Los Ángeles no está lejos de su casa, ella va sólo con un monedero en la mano y vestida de modo sencillo. Las dos chicas que paran el coche cuando la ven le preguntan si ciertamente es Kirsten Dunst y todo parece apuntar a que aprovecharán para hablar cara a cara con su ídolo, que será el típico encuentro entre una famosa y dos fans nerviosas.

Aspirational (Con aspiraciones) es un vídeo de Matthew Frost, fotógrafo de moda y uno de los directores de vídeos de la productora francesa de vídeo Iconoclast. Que la protagonista sea una actriz de Hollywood sirve como gancho para hacer una reflexión sobre la egolatría que se fomenta y cultiva en las redes sociales. En unos dos minutos y medio, el autor presenta una microhistoria sobre la obsesión por conseguir la fama virtual y el rechazo al disfrute de un momento real y palpable.

Frost tiene en su currículum una serie de pequeñas piezas audiovisuales que hace para publicaciones de moda (la protagonizada por Dunst es para la estadounidense VS Magazine) que, igual que Aspirational tienen un toque de espontaneidad que las hace irresistibles y las convierte en pequeñas joyas no sólo por la presencia de estrellas de cine, sino por el comentario social.

En Scripted Content (Contenido preparado de antemano) Jessica Chastain intuye del sufrimiento de un chico que, sentado junto a ella en un banco, habla por Wassap con su novia, que le exige que fotografíe a la actriz. En Best Actress Of All Time (Mejor actriz de todos los tiempos) Kate Winslet reflexiona tras una entrevista en la que le preguntaron quién consideraba que era la mejor actriz de la historia. En un momento de debilidad, no puede evitar mirar opiniones y listas en Internet.

Helena Celdrán

Hace 50 años un grupo pop inventó el ‘heavy’ y el ‘punk’

Primere edición del 'single' con "You Really Got Me", agosto de 1964 (Pyle Records)

Primera edición del ‘single’ con «You Really Got Me», agosto de 1964 (Pye Records)

El heavy metal —ese veterano y celebrado género del rock basado en las guitarras fuertes y distorsionadas, el ritmo enfático y el bajo y la batería añadiendo tormentosa densidad— y el punk —música exprimida de todo adorno para alcanzar la crudeza más básica— nacieron hace medio siglo en Londres, en el verano de 1964.

El par de estilos, que han labrado por su cuenta caminos propios y capturado por su fiereza a fanáticos de toda edad y procedencia geográfica, deben la esencia de su aspereza a una canción grabada en 1964 en Londres por un grupo de pop rock: You Really Got Me, el tercer single de The Kinks.

Dave Davies con la guitarra que tocó en "You Really Got Me"y el modelo el amplificador que utilizó. Abajo, el 'riff' de guitarra de la canción

Dave Davies con la guitarra que tocó en «You Really Got Me»y el modelo el amplificador que utilizó. Abajo, el ‘riff’ de guitarra de la canción

El riff de guitarra que puntúa como un martillo la canción estaba basado en una aberración armónica —las notas fa y sol repetidas como en una antimelodía— y había sido una ocurrencia instintiva de Ray Davies, el líder del grupo, transformada luego por su hermano Dave, el guitarrista, mediante el uso de power chords (quintas vacías).

Pero el riff aunó algún otro milagro. Dave, que tenía 17 años, estaba cansado del sonido demasiado limpio del amplificador barato que utilizaba, un Elpico transportable, y rajó con una navaja barbera la membrana del aparato. Tocada con una guitarra Harmony Meteor, un instrumento originalmente pensado para el jazz, la combinación de notas emergió entonces del amplificador roto con una distorsión extrema.

Es necesario fijar el momento para entender la conmoción. En 1964 el pop inglés adoraba el sonido celestial de los Beatles —armonía pura y desbravadas y dulces versiones de los pioneros del rock and roll estadounidense—. A partir de You Really Got Me, los compañeros de generación de la beatlemanía —The Who, The Yardbirds, Them…— entendieron que el ruido y el arrebato podía mostrar mejor que el yeah-yeah-yeah la angustia y la desesperación generacionales.

En el riff de la canción precursora de la rudeza heavy y la tosquedad punk se han encontrado referencias variopintas. Los hermanos Davies han citado la influencia de The Train and the River (1957), del pionero de la improvisación jazística Jimmy Giuffre; de Louie Louie (1963), el éxito de culto garajero de los Kingsmen; de Tequila, de los Champs (1958), y de los lamentos por la falta de sexo o la actitud reacia de la mujer amada de los bluesmen Leadbelly y Big Bill Broonzy —después de todo, You Really Got Me es un plañido similar al de los blues: Me tienes tan pillado que no sé hacia dónde voy, dice la letra—.

Contrariamente a la vieja creencia de que en la canción tocó Jimmy Page —uno de los mercenarios de estudio más activos del momento y futuro fundador de Led Zeppelin, acaso el primer grupo plenamente heavy—, el guitarrista no intervino en la sesión, según ha confirmado el productor Shel Talmy, convencido desde el primer momento en que la canción sería histórica: «Tan pronto escuché el riff, supe que el tema era un hit«.

The Kinks, 1965

The Kinks, 1965

You Really Got Me fue la salvación para el cuarteto, que con sus dos primeros singles —una versión demasiado beatle de la clásica de Little Richard Long Tall Sally y You Still Want Me, un soso medio tiempo— no había llamado la atención de casi nadie. Los hermanos Davies, que seguían viviendo en la casa paterna, empezaban a sentirse desilusionados e incapaces.

Los Kinks hicieron cinco tomas de la pieza. El productor grabó la pista de guitarra en dos canales, uno con distorsión y otro sin ella. El tema, versionado centenares de veces desde entonces, fue número uno en el Reino Unido y, aunque el grupo exploró aguas menos tórridas en los siguientes años —fueron cronistas sociales y valientes investigadores de la psicodelia desde la tradición british—, You Really Got Me se convirtió en una canción inapelable.

No pensaban lo mismo los ejecutivos de la discográfica Pye Records, que definieron la guitarra mitológica de Dave Davies como «un ladrido de perro» y estuvieron a punto de esconder You Really Got Me en la cara B del single.

Gracias al cielo no lo hicieron, Ray Davies se convenció de que era un gran compositor y los Kinks nos regalaron en sucesión: All Day and All of the Night, Set Me Free, Tired of Waiting for You, A Well Respected Man, Dedicated Follower of Fashion, Sunny Afternoon, Waterloo Sunset

Escuchadas una tras otra parecen producto de un milagro.

Ánxel Grove

‘Folium’ podría cambiar el libro de arte tal y como lo conocemos

Una de las páginas de 'Follium' - Tom Burtonwood

Una de las páginas de ‘Follium’ – Tom Burtonwood

A menudo en los libros de arte la pintura y la fotografía salen bien parados. En cuidadas ediciones, con papel de buen gramaje y un gran cuidado en el balance de colores, las reproducciones lucen esplendorosas. La escultura y el relieve tienen mucho más que perder: las fotos inevitablemente aplanan los volúmenes, se pierde el esmero que el autor puso en cada detalle de la obra, no existe la opción de apreciar desde cada ángulo cómo la luz juega con las formas.

Lo que propone Tom Burtonwood podría terminar con la incapacidad de disfrutar de los relieves de las piezas que escapan a las dos dimensiones. El artista estadounidense se ha especializado en los últimos años en la realización de impresiones en 3D y explora desde un punto de vista creativo y también técnico las posibilidades del apetitoso medio. Escribe en su página web que las impresiones en 3D son a la escultura y al diseño «lo que el sampler fue para el hip hop» y destaca que el rápido progreso técnico del medio acelera la creación de prototipos y acorta cada vez más «la distancia entre la idea y el producto, el problema y la solución, el diseñador y el usuario final».

En 2013 presentó en Thingiverse —una web en la que los usuarios se intercambian de manera altruista patrones de diseño para crear impresiones en 3D— una idea que podría revolucionar a medio plazo el concepto que tenemos de las publicaciones de arte. Orihon era un libro en forma de acordeón con seis relieves producidos a partir de escaneos de piezas originales tan diferentes entre sí y separadas en el tiempo como una «colosal cabeza» olmeca, el torso de un emperador del Imperio Romano o la escultura de uno de los leones que presiden el edificio del Instituto de Arte de Chicago, la ciudad en la que vive el artista.

Todas las obras procedían de las colecciones permanentes de varios museos estadounidenses y estaban agrupadas en el pequeño tomo sin demasiado criterio, pero el objeto fue el primer paso para entender cómo la tecnología de las impresoras 3D podía ponerse al servicio de la divulgación del arte mediante el tacto.

Con licencia Creative Commons, cualquiera con acceso a una impresora 3D puede seguir fabricando su ejemplar de Orihon, un experimento que sirvió para dar paso a Folium, un libro mucho más refinado y sólo con reproducciones de bajos relieves del Instituto de Arte de Chicago, que concedió al autor un programa de artista en residencia y ha producido el proyecto.

También con licencia Creative Commons y disponible para su descarga, Burtonwood creó la pieza entre enero y agosto de 2014 con una selección de trabajos que abarcan 2.000 años de historia. Un panel arquitectónico del siglo IX procedente de Java (Indonesia), un relieve de la dinastía ptolemaica (año 305-30 a.e.c) que representa a una reina o a una diosa, una piedra que ilustra la coronación de Moctezuma II datada en el siglo XV…

El título, Folium, viene del término en latín para hoja y hace referencia a los elementos plásticos en forma de hoja diseñados para que cada página se pueda pasar y además separar del resto del tomo. Cada reproducción está en positivo y en negativo de tal manera que se puede hasta rellenar la versión hueca con arcilla u otros materiales moldeables. Teniendo en cuenta la potencial utilidad que este sistema puede tener para los invidentes, la lista de obras y la introducción también está en braille.

Helena Celdrán

Portada de 'Folium' - Tom Burtonwood

Portada de ‘Folium’ – Tom Burtonwood

Página tres del libro de relieves 'Folium' - Tom Burtonwood

Página tres del libro de relieves ‘Folium’ – Tom Burtonwood

'Orihon', el libro-acordeón de Tom Burtonwood que sirvió de prototipo para 'Folium'

‘Orihon’, el libro-acordeón de Tom Burtonwood que sirvió de prototipo para ‘Folium’

Contraportada de 'Folium' en braille

Contraportada de ‘Folium’ en braille

Imagen digital del prototipo de 'Folium' - Tom Burtonwood

Imagen digital del prototipo de ‘Folium’ – Tom Burtonwood

Imagen digital del prototipo de 'Folium' - Tom Burtonwood

Imagen digital del prototipo de ‘Folium’ – Tom Burtonwood

Sofía Santaclara, hechicera del astigmatismo

© Sofia Santaclara

© Sofia Santaclara

El paisaje puede ser la piel y el horizonte, el suelo. El desenfoque, como lógica consecuencia, es no sólo el espacio entero sino también el estado emocional interior, porque cuando te ves a ti mismo ves también el fantasma que te acompaña en el paseo.

Sofía Santaclara (Oviedo, 1970) sufre de astigmatismo (del griego sin punto). Por culpa de unas córneas de curvatura alterada, sus ojos enfocan por capricho aleatorio y miran con cierto grado de locura.  «Mis ojos de astígmata y sus córneas deformadas me regalan refracciones e ilusiones ópticas  ambiguas y distorsionadas», dice en la declaración de intenciones de su serie Astígmata, que expone en la galería Espaciofoto de Madrid (calle Viriato, 53) hasta el 31 de octubre.

La fotógrafa afirma que desea regir el mundo a partir del defecto, hacer del estigma un aliado y «buscar la pérdida del contorno para hallar así la forma».

En algunas circunstancias, cuando buscas la esencia que cualquier perfil dibuja encuentras que el perfil es siempre el de tu propio cuerpo.

 

«He vivido y trabajado en Asturias, desde siempre relacionada y enamorada de la danza y el teatro. Media vida la he dedicado a mi casa, a cuidar de los míos. Hace unos siete años, de forma casual, me encontré con la fotografía. Nos entendimos rápido, y me tiene arrebatada desde entonces», explica Santaclara, que hace suya la máxima con la que Frida Khalo quiso resumir el dulce egoísmo de autorrepresentarse: «Pinto autorretratos porque estoy sola muy a menudo, y porque soy la persona que mejor conozco».

De la danza de encuentro de Santaclara con la cámara, según dice Eduardo Momeñe en un texto que acompaña a la exposición, germinan fotos que «parecerían autorretratos al uso, pero no lo son», porque «no hay finalidad de retratar, de hacer retratos, de mostrar el alma del retratado«, sino de «expresar el alma del juego».

El escritor D.H.Lawrence, gran amante de la fotografía y de los rituales físicos de entrega, establecía una frontera entre los pueblos primitivos y los modernos. Aquellos, afirmaba, tenían una visión de sí mismos «nublada por la semiobscuridad del mundo». Nosotros, en cambio, hemos «aprendido a ver» y «cada uno tiene una imagen Kodak integral de sí mismo».

Pero, ¿qué sucede si la curvatura de las córneas enturbia la vista y moldea la visión como plastilina?, ¿cuál es entonces la imagen Kodak?  «Lo ilógico está permitido, ángeles y demonios son hermanos, lo ordinario y lo cotidiano se convierten en situaciones poéticas y excepcionales», señala Santaclara, que desea «trabajar con lo invisible», jugar a «ser hechicera» de sí misma. Ella es el trámite del vudú y, al tiempo, la zombie que nace de la ceremonia.

Ánxel Grove

© Sofia Santaclara

© Sofia Santaclara

© Sofia Santaclara

© Sofia Santaclara

Gustave Verbeek, cómics que se leen al derecho y al revés

Viñeta de 'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' al derecho y al revés

Viñeta de ‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ al derecho y al revés

En seis viñetas cabía una historia para la que en realidad hacían falta doce. Gustave Verbeek (1867-1937) —originalmente Verbeck— llamó la atención del público neoyorquino cuando en 1903 comenzó a publicar sus tiras cómicas en el New York Herald. Los personajes caricaturescos no parecían poder quedarse quietos, no se sabía a ciencia cierta si estaban volando o tenían los pies sobre la tierra. El truco estaba en que el lector tenía que leer la secuencia de seis viñetas primero, darle la vuelta a la revista y terminar la historia al revés.

La biografía del autor de origen holandés podría tener algo que ver con la idea de crear un mundo de antípodas confusas y seres que parecen en continuo movimiento. Nacido en Nagasaki, su padre (Guido Verbeck) era educador y misionero de la Iglesia Reformista de América en Japón además de uno de los asesores políticos extranjeros más importantes del Emperador Meiji Mutsuhito (1852-1912). Gustave se crió en Japón y estudió arte en París. Después de trabajar como ilustrador y viñetista en varias publicaciones europeas, en 1900 se mudó a los Nueva York, donde vivió hasta su muerte.

La serie de 65 episodios, que se publicó semanalmente de octubre de 1903 a enero de 1905 en el diario New York Herald y en filiales de la publicación, se titulaba The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo (Algo así como Las ‘alrevesadas’ de la pequeña dama Lovekins y el Viejo Muffaroo).

Ambos son en realidad el mismo dibujo dado la vuelta: él lleva un gran sombrero de paja y sonríe de oreja a oreja; ella lleva un vestido amarillo y un extraño sombrero y apenas se le ven los pies. Una tienda de campaña se convierte dada la vuelta en una explosión en el agua, un enorme pájaro puede ser también una isla, el pico una barca y las patas dos troncos de árbol. Las aventuras tienen siempre un componente de fantasía loca, hay reinos lejanos y criaturas que con frecuencia recuerdan al folclore japonés.

La influencia oriental de Verbeek  se combina con la viñeta occidental y da como resultado un estilo extrañamente exótico. Criado en Japón cuando el país apenas comenzaba a abandonar su aislamiento cultural y comercial y a relacionarse con el resto del mundo, está claro que para esta colección de trabajos el artista encontró la inspiración en los joge-e (en japonés, dibujos en dos direcciones), xilografías típicas de la dinastía de los Meiji que combinan dos grotescos rostros en el mismo personaje.

Helena Celdrán

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man -  Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

Una sudadera ‘hipster’ inspirada en estudiantes asesinados por militares

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

Captura de la web de Urban Outfitters

La cadena de ropa Urban Outfitters, cuyo último informe anual de ingresos alcanzó la cifra de 3.086 millones de dólares (2.218 millones de euros) y un beneficio de 282 millones (202,7 millones de euros), es una de esas empresas que venden a precio de droga dura bohemia hispter, retro y vintage —términos vacíos y dudosos pero con buenas posibilidades de mercadotecnia—.

La sudadera de las fotos, por ejemplo, se ofrecía a 130 dólares (100 euros). El anuncio en la web de la empresa —retirado a estas alturas— lanzaba el anzuelo de que era una pieza «única» («sólo tenemos una, ¡date prisa»).

Los cuatro estudiantes asesinados por la Guardia Nacional en 1970 - Foto: may4archive.org

Los cuatro estudiantes asesinados por la Guardia Nacional en 1970 – Foto: may4archive.org

Desde arriba a la izquierda y en el sentido de las agujas del reloj: Allison B. Krause, Bill K. Schroeder, Sandy Scheuer y Jeffrey Miller. Los dos primeros tenía 19 años. Los otros, 20. Los cuatro murieron por disparos de la Guardia Nacional —la milicia militar de reservistas de los EE UU— el 4 de mayo de 1970.

Los jóvenes eran estudiantes de la universidad pública de Kent State (Ohio-EE UU), la misma cuyo emblema luce la sudadera de Urban Outfitters, que parece salpicada por gotas de sangre.

La matanza de Kent no estuvo precedida por actos vandálicos de los alumnos, que estaban concentrados para protestar por la invasión de Camboya por el Ejército de los EE UU, aprobaba por el presidente Richard Nixon como estrategia añadida a la Guerra de Vietnam.

La sudadera de Urban Outfitters no pretende ser la que llevaba puesta alguno de los cuatro muchachos asesinados. Tampoco es posible dudar que la empresa sabía lo que hacía cuando colocó el escudo de Kent en una prenda aparentemente manchada de sangre. El cuádruple crimen, a partir del cual hubo una huelga de cuatro millones de estudiantes y disturbios en casi un millar de campus e institutos de todo el país, es un acontecimiento histórico recordado con intensidad. Hay incluso un centro oficial de interpretación en la universidad. Se han rodado películas y documentales, han sido escritos libros.

Según la investigación posterior los militares que entraron en Kent dispararon de manera «indiscrimanada e inexcusable», pero ningún oficial o soldado fue condenado en la demanda judicial planteada por las familias de los muertos y heridos (9, tres de ellos de gravedad). Aunque ningún soldado sufrió heridas en el operativo, los efectivos de la Guardia Nacional, dictaminó el tribunal, actuaron «en legítima defensa».

Rifle M1 Garand y munición .30-06 Springfield utilizados en Kent - Fotos: Wikipediia Commons

Rifle M1 Garand y munición .30-06 Springfield como los utilizados en Kent – Fotos: Wikipedia Commons

Dos de los muertos, Schoroeder y Scheuer, ni siquiera participaban en la protesta. Se trasladaban de edificio para asistir a clase cuando fueron tiroteados. El primero estaba a 116 metros del guardia que le disparó: la bala le entró por el pecho. La segunda estaba a 120 y el proyectil le atravesó el cuello.

El otro par de estudiantes sí participaba en la concentración pacífica. Ambos fueron abatidos desde similares largas distancias. A Krause la bala de un francotirador a 105 metros le dió en el pecho y a Miller, a 81 metros, le entró por la boca. La foto del cadáver tendido de este último mientras una chica grita se convirtió en una de las imágenes más poderosas de la época y le valió a su autor, el también estudiante de Kent y futuro reportero John Filo el Premio Pulitzer.

Mary Ann Vecchio grita ante el cadáver de su compañero Jeffrey Miller. Foto: © John Filo

Mary Ann Vecchio grita ante el cadáver de su compañero Jeffrey Miller. Foto: © John Filo

El CEO de Urban Outfitters, Richard Hayne —un empresario que se otorga modales «hippies» porque tiene fábricas, como todo el clan de los costureros de Occidente, en Turquía, la India y Sri Lanka, nació en 1947 y tenía, por tanto, 23 años durante la matanza de Kent— ordenó retirar la sudadera de la tienda online de la empresa al desatarse una tormenta de críticas, entre ellas la del claustro de profesores de la universidad de Kent.

Tras negarse a mantener una entrevista personal con Laurel Krause, hermana de una de las asesinadas y portavoz de los descontentos con la grosería de la cadena, Hayne filtró a la prensa el correo electrónico que distribuyó entre la plantilla de la firma. Tras un saludo campechano («hola, chicos»), dice que en la sudadera «no hay sangre, ni nunca lo dimos a entender» y que las manchas rojas son una consecuencia de la «decoloración» vintage de la prenda.

Nadie acusó a Urban Outfitter de vender una camiseta con sangre real —sería un tanto asqueroso, ¿no?—, sino de emular, para obtener réditos, la sangre provocada por un episodio trágico y del que quedán con vida muchos afectados.

Algunas de las 'jugadas' de URban Outfitters - Fotos: capturas de la web de Urban Outfitters

Algunas de las ‘jugadas’ comerciales de Urban Outfitters – Fotos: capturas de la web de Urban Outfitters

No es la primera vez que el gran zoco hipster se mete en agua turbias, casi siempre cuando la cotización en bolsa cae y el mercado necesita un choque de adrenalina publicitaria. En el pasado pusieron a la venta camisetas para chicas con el lema «eat less» («come menos»), otras con eslóganes que defendían el desfase alcohólico, prendas racistas que invitaban a visitar el estado de Nuevo Mexico (EE UU) porque «está mal limpio que el verdadero México», bolígrafos con forma de jeringuilla en los que la tinta simulaba ser sangre…

El fundador y CEO Hayne —el 262º hombre más rico de los EE UU y el 1.128º del mundo según Forbes, con una fortuna personal de 1.200 millones de euros—, inyectó dinero en la campaña electoral a la presidencia del ultraconservador Rick Santorum, según reveló The Washington Post.

La empresa, que vende una imagen de humorística ironía para engatusar a los modernos y pudientes de entre 18 y 35 años —dos de sus líneas de «estilo de vida» se llaman Anthropologie y Free People—, tiene 400 tiendas en los EE UU, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Holanda, Reino Unido, Francia, Suecia y Alemania.

Acaban de entrar en el mercado español con una sucursal en Barcelona. Ya saben ustedes lo que pueden encontrar en los estantes. No hay prendas de vestir inocentes.

Ánxel Grove

Un corto de animación hecho de corcho blanco, inseguridades y humor ácido

Fue necesario un año para grabar los seis minutos de la pieza de animación. Todas las figuras que aparecen en él están esculpidas en poliestireno expandido (porexpan, corcho blanco) y los efectos de la luz son producto de largas exposiciones. Un breve vídeo del cómo se hizo da una idea de la complejidad del procedimiento, pero eso es sólo parte del atractivo del cortometraje.

Mike Please y Daniel Ojari (del estudio londinense Parabella Studios), animadores y directores de Marilyn Myller, no caen en el error de ofrecer un asombroso espectáculo técnico vacío de significado, por suerte también desarrollan una trama inteligente en torno a la creación y la destrucción, una historia de crisis creativa con un inesperado toque final de humor ácido.

El universo blanco y animado representa la mente de una joven artista británica. En su imaginación interpreta que el poder que ejerce sobre sus figuras la acerca al implacable Dios bíblico, ella crea y ella destruye, por accidente, por rabia o por motivos que ni siquiera ella puede explicar. En realidad, las imágenes cósmicas son un modo de sentirse poderosa en medio de la inseguridad: enfrascada durante horas en un trabajo minucioso, en la soledad de su estudio y sentada en una vulgar banqueta que cruje, Myller es en realidad insignificante para el mundo, una creadora sin demasiado reconocimiento.

Todo cambia cuando un cazatalentos esnob da con ella en el preciso momento en que la artista sufre una crisis. El giro que da la trama es tan cómico como frustrante, una referencia a lo estúpido que puede llegar a ser el arte cuando se emborracha con el dinero.

Helena Celdrán

'Marilyn Myller' - Parabella Animation Studio

Buscan ‘primos’ de la fotógrafa-niñera para heredar millones

Vivian Maier - Maloof Collection

Vivian Maier, autorretrato – Maloof Collection

Del tesoro oculto de la fotógrafa-niñera Vivian Maier, el secreto mejor guardado de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX, hablamos hace más de tres tes años en este blog. Cuando la mujer murió en 2009, a los 83 años, pobre y en el anonimato, dejó un regalo al mundo y, en una jugada que quizá tenga respuesta en la picardía de su mirada siempre infantil en los selfies, no dijo a nadie de qué se trataba.

Pasó cuarenta años captando imágenes que no compartía y acumuló 120.000 negativos y 2.000 carretes que ni se molestó en revelar. Cuando salieron a la luz, tras la subasta del contenido de un guardamuebles del que nadie pagaba alquiler, supimos de una fotógrafa solamente comprometida con el amor por las fotos, silenciosa, humilde y altamente brillante, con una mirada rápida y de una prodigiosa candidez.

Para vergüenza de quienes habitamos en el mundo del todos somos estrellas, Maier había sido una estrella y le importaba un carajo. Necesitaba hacer fotos como condición ineludible para vivir. Para comer cuidaba a los hijos de otros. También lo hizo con mimo.

Durante estos años, de la fotógrafa-niñera hemos visto un montón de exposiciones, autorretratos, libros que se han convertido en clásicos instantáneos y un documental donde quienes la conocieron la recuerdan como tímida, amante de la soledad y obsesionada por mantener como un gran secreto personal la afición neurótica por la fotografía —hacer fotos ha de ser obsesivo o no ser—…

En la era de las historias-tweet, capaces de una viralidad de altísima capacidad de contagio, la de Maier lo tenía todo: buenas fotos, misterio, cierto grado de enigma —¿era judía?, ¿escapó de Francia para evitar a los nazis?, ¿por qué ni siquiera revelaba la mayoría de sus imágenes?, ¿hay más escondidas en algún otro lugar?…— y, finalmente y pese a la modestia de la protagonista, éxito, fama, celebridad, los jinetes del apocalipsis-tweet.

 

La candorosa fábula de la fotógrafa-niñera, a la que, como ya escribí «nunca importaron los laureles, los certámenes o la supuesta prueba de fuego de la ostentosa exhición en busca de aplauso», ha derivado en una historia de malicia y batalla que podría dar para un capítulo de teleserie de tribunales.

Dos personas se enfrentan para hacerse con el legado de Maier —estamos hablando, dado el caudal y calidad de la obra y la veneración y culto que despierta el personaje de muchos millones en derechos de autor y reproducción—.

Por un lado John Maloof, un excontable aficionado a la fotografía [este es su perfil de Flickr], que fue quien encontró los primeros negativos de Maier, empezó a promocionar la obra por Internet y vendió copias muy baratas —unos 400 dólares— con la intención, eso dijo, de buscar dinero para el documental citado más arriba.

Por otro, David C. Deal, un abogado y también fotógrafo, eso dice, quien afirma que está «fascinado» con la historia de Maier y desea localizar a sus herederos.

Ninguno revela porcentajes o se otorga la condición de comisionista. Nos dejan la libertad de imaginar.

Uno y otro, según cuenta The New York Times, han contratado a genealogistas y han dado con sendas personas en Francia que dicen ser primos lejanos de Maier y, por supuesto, estarían encantados de que les cayera del cielo una fortuna por la comercialización de las fotos, aunque las hiciera alguien de quien, como reconocen, nunca oyeron hablar.

Con la batalla legal ya en marcha, un tribunal de Chicago, donde vivió durante décadas y murió la fotógrafa, ha dictado un auto preventivo que ordena detener todas las ventas de obras de Maier en tanto no se investiguen a fondo los antecedentes familiares de los aspirantes a heredero.

Creo que Vivian Maier, con la sonrisa pícara, los mandaría a todos al carajo y donaría las fotos y negativos a un museo público. O al sindicato de niñeras. O las quemaría. Después de todo, las hizo sólo para sus ojos.

Ánxel Grove

‘One Chance’, el videojuego al que sólo podrás jugar una vez

'One Chance' - AwkwardSilenceGamesEres el científico creador de un agente patógeno que está matando a todas las células vivas del planeta, lo que parecía una cura para el cáncer se ha convertido en la mayor pesadilla de la historia de la humanidad. Ese es el punto de partida de One Chance (Una oportunidad), un videojuego como recuperado del pasado, sin rastro de los fuegos de artificio tecnológicos de los que alardean los actuales. El científico es una figurilla barbuda apenas definida por grandes píxeles. Las flechas del teclado funcionan como controles y la barra espaciadora es «para interactuar».

Lo particular de esta aventura no reside en la estética nostálgica, sino en las condiciones que establece. No es posible el entrenamiento previo ni permitirse el lujo de sucumbir al primer villano: One Chance se llama así porque sólo se puede jugar una vez. Tras el primer y único intento, el juego memoriza la IP del ordenador para que el jugador no repita.

Tampoco es un recorrido de obstáculos al uso. El protagonista (John Pilgrim) no debe matar monstruos, sino más bien decidir qué hacer en los seis días —contabilizados por el propio juego y sin pausa posible— que le quedan sobre la Tierra. Tiene la posibilidad de inventar en el laboratorio un antídoto para salvar el mundo, pasar lo que le queda de vida con su familia o perder el control y volverse loco. La apariencia naíf del juego sólo sirve para producir una extraña sensación de impotencia al comprobar cómo la única manera de avanzar que tiene el personaje son las flechas laterales.

'One Chance' - AwkwardSilenceGames

Creado por AwkwardSilenceGames (un pequeño estudio inglés de videojuegos independientes) y alojado en Newgrounds, un portal de juegos en Flash y animaciones que también funciona como una especie de red social, casi tres millones de personas se han puesto en la piel de Pilgrim. Los comentarios revelan la importancia de «trabajar» en el juego el mayor tiempo posible, la posibilidad de salvarse, los finales felices y los catastróficos

Muchos apelan a lo que sintieron. «Este juego es arte. Te hace decidir sobre muchas cosas en las que tendías que pensar en una situación real». «Me salvé a mí y a mi hija, pero no sé qué fue del resto. Me pone triste». «Muy emotivo». «Incluso derramé una lágrima». En mi partida, confieso que no fui capaz de detener la catástrofe.

Por supuesto, aunque la pretensión del autor es convertir la aventura en única, hay modos de trampear el impedimento. Además de la posibilidad de ocultar o modificar la IP con programas, en el hilo de comentarios de Newgrounds, un usuario revela que simplemente hay que borrar las cookies del navegador para darle al torturado científico una nueva oportunidad para salvar al mundo.

Helena Celdrán

'One Chance' - AwkwardSilenceGames

Las canciones fúnebres de la etíope-finlandesa Mirel Wagner


Mirel Wagner canta aunque no es lícito aplicar el verbo en su acepción más plácida: la voz tiene un quejido arrastrado, la monotonía del hambre diaria o el pisar de los milicianos que siembran de muerte el sotobosque y las aldeas. Esto dice: Mi bebé tiene la cara hinchada / Grandes labios rígidos / Ojos como los pozos negros /En los que yo también he estado / Su pelo largo / Todavíe huele a  barro / Y responde a mi beso / Con una lengua podrida.

Luego llega el estribillo y es un machete oxidado por el uso y el contacto con la sangre, bien afilado para la efectiva mutilación: Ninguna muerte / Nos separará.

Otra vez: El pozo está seco / Cántame una canción / El viento está furioso, los pájaros no vuelan / Nada para comer, ningún lugara para esconderse .

El estribillo hunde la cuchilla: No puedes comer la basura aunque quieras / No puedes comer la basura aunque quieras / No puedes oler la baura aunque quieras / Porque estás en la basura, eres la basura.

Despedazada a los 23 años, Wagner acaba de editar su segundo álbum, When the Cellar Children See the Light of Day. Es fuerte en el sentido fúnebre pero frágil como un misal infantil; tenebroso como el lamento de una mujer encerrada desde niña en un sótano —la canción central habla de esos casos frecuentes de monstruos, eso decimos mientras devoramos las crónicas mediáticas menos piadosas, que secuestran a los suyos y los encierran durante años en el subsuelo— y también inconcebible como el sindrome de Estocolmo de esa misma niña encerrada, incapaz de entender el libre albedrío tras ser liberada o escapar del carcelero.

Mirel Wagner (Cortesía Sub Pop)

Mirel Wagner (Cortesía Sub Pop)

Nacida en Etiopía y, desde el año y medio de edad, criada como hija adoptada por una familia finlandesa en al área metropolitana de Helsinki, Wagner compone y canta desde los 16 años. Ha editado un par de discos —el debut es de 2012, fue publicado con escasa promoción por una discográfica independiente y dejó boquiabiertos a otros músicos y a los críticos, que desgastaron el adjetivo sombrío y mencionaron como referencias rápidas a Leonard Cohen, Nick Drake y Nick Cave—. Es casi natural enlazar ambas obras con el tenebrismo de las murder ballads, el género nacido en el siglo XVII y equivalente en música folk a la crónica roja del periodismo.

Aunque en los temas de Wagner hay sangre, muerte, suicidios y féretros, la prometedora artista parece haber impuesto un veto a que se le pregunte por sus raíces etíopes. En ninguna de las entrevistas que he encontrado [ésta quizá sea la más incisiva] hay rastro de la condición de niña huérfana de una de las zonas del mundo más castigadas por la injusticia y la ferocidad abominable de las guerras civiles larvadas y eternas, un terreno donde las murder ballads podrían ser el himno nacional.

Resulta aún más extraño que no mencione la extraordinaria riqueza de la música etíope, quizá la más variada del vergel melódico africano —la serie etnográfica y recopilatoria de casi treinta álbumes Ethiopiques es de escucha obligada— y la única donde las tradiciones ancestrales tribales han maridado con naturalidad con las canciones religiosas musulmanas y cristianas. Estoy casi seguro de que la cantautora ha indagado en la historia folklórica de su tierra natal: las escalas pentatónicas, el uso de un estrecho rango tonal como memento mori musical, la vocalización adormecida, el storytellling como base de partida para cada composición…

Mirel Wagner (Cortesía Sub Pop)

Mirel Wagner (Cortesía Sub Pop)

Con una producción casi esquelética —mi opinión es que el eco en la voz, aunque sobrio, resulta un adorno innecesario— firmada por Vladislav Delay (uno de los heterónimos del músico electrónico Sasu Ripatti) y alguna pincelada instrumental ajena a la guitarra acústica de Wagner, When the Cellar Children See the Light of Day es uno de los grandes discos en lo que va de año.

La joven cantautora rechaza ser calificada de tenebrosa por su tenacidad en circundar la muerte: «Lo que de verdad es tenebroso es la música que se convierte en un producto, la música que suena en la radio… Eso es mucho más tenebroso que una canción melancólica«.

Es la suya, en todo caso, una melancolía lúgubre —en Oak Tree canta desde la voz de un recién nacido no deseado y enterrado en vida por su madre (una señora me ha dejado aquí / me pidió con voz temblorosa que me durmiese)—, que empapó al disco desde su gestación: Wagner compuso y preparó el repertorio en una cabaña en el bosque sin luz ni agua, con la única compañía de un ratón silvestre en busca de refugio…

Lo mejor que se puede decir de estre disco desolador y hermoso es que goza del don de situarse fuera de los calendarios. Que haya sido editado en 2014 es una mera nota circunstancial. Podría pertenecer a cualquier época pasada o futura. Las sombras del luto no tienen edad.

Ánxel Grove