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Gran Hermano va en moto

Motomulta

Una de la motomultas del Servicio de Estacionamiento regulado, con la cámara oculta en la parte trasera. FOTO: J.J.

Gran Hermano viaja ahora en moto. Se ha ajustado el casco y ceñido el uniforme de ‘parquimetrero’ y escanea sobre dos ruedas a todo bicho estacionado en las céntricas calles de la capital.

Son las motomultas, ese nuevo invento que comprueba al instante si los vehículos aparcados tienen tarjeta de residente, si están al corriente de pago o si el ticket del parquímetro está en regla.

Las normas están para cumplirse y el estacionamiento regulado es necesario en algunas zonas y momentos. Pero el exceso de vigilancia que suponen estas motomultas es simplemente una medida recaudatoria más para llenar las raquíticas arcas municipales, llenas de deudas.

Y además atenta contra la privacidad de los ciudadanos, permanentemente controlados por las administraciones.

Multas y jeta municipal

Jeta. La desfachatez con la que a veces nos tratan las administraciones raya lo inconcebible.

Una ordenanza aprobada en 2010 por el entonces alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón permitía que los agentes de la Policía Local pusieran multas en diferido (muy del PP esto del diferido…). Es decir, si un agente veía/intuía una infracción de un vehículo, apuntaba la matrícula y ponía la multa sin informar al conductor.

La Justicia ha determinado que este tipo de sanciones son ilegales. Calculando a la baja, el Ayuntamiento puso al menos 20.000 sanciones con este sistema.

Policía Municipal de Madrid

Un agente de la Policía Municipal de Madrid. FOTO: ATLAS

Pero ahora dice que solo devolverá el dinero a aquellos que en su momento presentaron alguna alegación a la denuncia. El ayuntamiento argumenta que si el conductor no protestaba daba por buen la sanción.

Con esta práctica ilegal, las arcas municipales se han embolsado al menos un millón de euros, pero solo devolverá unos 14.000 euros a los 286 conductores que pagaron, recurrieron y litigaron.

Primera y simple deducción: jeta y afán recaudatorio del Ayuntamiento. Segunda y contundente conclusión: si algo huele mal, denuncia, protesta, por muy grande que sea el elefante administrativo.