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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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Es hora de morir, Dexter

Como os conté en el primer post, llegué al mundo del vicio a las series después de que un desgraciado me spoilease una que tenía muchas ganas de ver. La susodicha era Dexter y lo que me fastidiaron en sí era la identidad del asesino al que perseguía toda la policía de Miami y que se caracterizaba por no dejar ni una gota de sangre en sus víctimas, a las que luego descuartizaba con una elegancia digna de un chef parisino.

Se convirtió en mi favorita desde el principio, aun cuando me la reventaron. Pero su segunda y tercera temporada estuvieron a ese nivel de intriga y justicia salomónica que llevaba a cabo Dexter Morgan (Michael C. Hall). Sus maniobras para evitar que descubriesen su afición a liquidar a gente que, según las enseñanzas y el código que le enseñó su padre, merece morir, la relación con su hermana Debra (Jennifer Carpenter), así como los vaivenes de su unión con Rita (Julie Benz), formaron parte de un cóctel seriéfilo perfecto para cualquiera con un poco de gusto. Algo a lo que contribuyeron esos villanos difíciles de definir, y que hicieron experimentar a nuestro querido asesino en serie dilemas que pusieron a prueba su peculiar moral. Dexter2

De la cuarta temporada no se puede decir nada más allá del tópico: una de las mejores entregas que ha alumbrado la ficción televisiva en toda su historia. Ese Trinity Killer al que interpretó hasta la perfección John Lithgow (que dejó atrás por completo su papel en otra mítica de los sábados en España, Cosas de Marcianos), que solo con sus sonrisas de “soy un asesino” lograba estremecer al personal, además de al propio Dexter. Sobre el final podríamos recuperar lo que decíamos antes, pero prefiero ser más explícito y decir que fue la hostia. Por su impacto y su tristeza, esos tres minutos finales son para hacer un monumento a los guionistas de la serie.

Y ahí acabó Dexter. Ese fue el final de este científico experto en muestras de sangre, o al menos debió serlo. Porque desde entonces se ha fastidiado. Se ha ido a la mierda. Es otro Senado español. Y el primer capítulo de su octava y última temporada es un puñetazo en el estómago para los que hemos venerado a la ficción y a su protagonista.

Que ahora sea casi vox populi que es un asesino de gente mala, que Debra le odie o que ya hasta descuide a su hijo no es previsible: es una vergüenza. Es una falta de respeto de aquellos que escriben esta historia situada en Miami hacia el espectador.

Admito que me ha costado aceptarlo, y que era de los que la defendía a toda costa aun siendo consciente de su pérdida de calidad. Pero visto lo más reciente, ya es una necesidad dejar morir a Dexter Morgan y sacarle de la televisión. Lo diré más claro: esta nueva temporada ha comenzado con un episodio que es un insulto a ese grupo selecto de series a las que podemos calificar como “imprescindibles”. Indignante, pero no inesperado. Y no hay necesidad de que nos torturen con más capítulos lo que queda de verano.

No voy a extenderme mucho más sobre el despropósito de episodio del pasado domingo en Showtime, o en lo que se convirtió la serie después de Trinity, ya que los que la hayáis visto lo entenderéis (y los que no ya decidiréis cuando llegue el momento). Pero nunca voy a explicarme cómo una serie pudo tocar techo de una forma tan espectacular, y luego hundirse en la más pérfida de las miserias solo un año después.

Dexter1¿Por qué tuvo que pasarle esto a la que era mi serie favorita?”, podría declamar subido a un taburete en medio de la calle para saciar así mi desahogo. Pero no serviría de nada. Podríamos achacarlo a la falta de ideas de los guionistas, algo que en este mundillo debe ser como las siete plagas o el pecado más abyecto para cualquier religión que se os ocurra. Y ya paro de ponerme poético.

En definitiva, Dexter comenzó a apuñalarse sola tras lo ocurrido al final de la cuarta temporada. Desde ahí empezó a desangrarse poco a poco. Y con lo último que nos ha traído este verano, ha confirmado que está moribunda. Una agonía innecesaria y ofensiva por parte de una historia que durante cuatro años fue imprescindible. Y que ahora ya se ve por costumbre.

Nos queda la esperanza de que en estos capítulos que quedan a los guionistas les de por pergeñar un final aceptable y emotivo. Solo podemos agarrarnos a una ley no escrita: la inercia que lleva a todo a mejorar cuando se acerca su final. Aunque Dexter no se merezca ahora mismo ni el beneficio de la duda.

Para los que no la habéis visto: hacedlo hasta la cuarta temporada. A partir de la quinta no merece la pena.

P. D. Gracias a los casi 40.000 amigos que habéis visitado el blog en el mes de junio. Estoy abrumado por vuestra generosidad. Prometo que intentaré seguir haciendo posts que os gusten y recomendando series que os atrapen.