El inicio de la temporada televisiva está siendo para olvidar. Es el año donde la nula calidad y los malos argumentos han ganado a las grandes ideas en la lucha por un hueco en la miríada de la parrilla televisiva actual. Esta victoria de Grecia en la Eurocopa aplicada a las series ha traído comedias que apuntaban a mucho por la gran importancia de sus protagonistas. Y que han resultado ser un truño que no aportan nada y no hacen gracia. Porque un producto cómico puede que no te haga descoyuntarte de la risa. Pero como poco tiene que ser inteligente y tener sentido. Y ni Hello Ladies ni The Crazy Ones responden a esa descripción.
Por empezar por la que quizá tenga más prensa, The Crazy Ones es el enésimo ejemplo de la política de NBC por elegir a exestrellas del cine para lanzar series con la idea de que el actor o actriz conocida de turno tire del carro y la consolide. Aquí Robin Williams es una caricatura del gran cómico que ha sido y será siempre. Un señor que ha marcado nuestra infancia con películas como Señora Doubtfire o Hook, entre muchas otras, ahora demuestra una decadencia inesperada e inaudita en alguien de su categoría.
A Williams le acompaña Sarah Michelle Gellar, que siempre será Buffy como Aznar es líder del PP en la sombra, y no acierto a encontrar una conexión entre ellos que me lleve a decir «aquí hay química». Ellos son los jefazos, él histriónico y ella responsable y abnegada, de una agencia de publicidad aparentemente exitosa.
El resto del reparto lo conforman James Wolk (Bob Benson en Mad Men), que es el guapo del trabajo que acaba liado con todas; Hamish Linklater (Jerry Dantana en The Newsroom), o ese del que todo el mundo pasa y no se sabe muy bien qué pinta; y Amanda Setton (una de las siervas de Blair Waldorf en Gossip Girl), la asistente mona y algo atolondrada del resto de protagonistas.
En The Crazy Ones se nota el interés por el ambiente, localizaciones y decorados. Pero no hay leit motiv. No existe un hilo para la historia, ya que en cada capítulo lo que ocurre es distinto y no tiene nada que ver con el anterior. Y eso, que quizá podría ser una virtud, aquí no lo es. Cualquier comedia que se precie debe tener una línea argumental por muy fina que sea.
A pesar de todo lo que admiro a Robin Williams, su serie no hay por donde cogerla. Ni da ganas de ver más capítulos. Por lo que una más que se va al cajón de los descartes. A lo que no puedo esperar es a la traducción al castellano del título. Miedo me da.
No eres gracioso, Stephen Merchant
En cuanto a Hello Ladies, partiendo de la base de que Stephen Merchant no me parece gracioso, se podría decir lo mismo de manera distinta. Y más agresiva. Todo porque no alcanzo a comprender qué le pasa a la HBO con las comedias. Les cuelan cada despojo… Al menos en la ficción de la NBC existe algo de dignidad en las interpretaciones y los guiones. Aquí ni por asomo.
Aquí Merchant es Stuart, un británico que no se come una rosca y que ahora que vive en Los Ángeles se cree que va a terminar en la cama con gente de Hollywood. Que sea feo, torpe para relacionarse, desgarbado y desprenda olor a Eau d’perdedor quizá influya algo en que ninguna mujer se fije en él. Digo yo, eh. Si al menos sus nulas habilidades sociales hiciesen gracia; o si los secundarios tuviesen vis cómica alguna, en lugar de ser fatuos, a lo mejor podríamos llegar a algo. Pero va a ser que no.
Esto es Hello Ladies: una ficción que pretende ser una comedia y se queda en ridiculez. Y que va de cómo un tipo desesperado intenta ligar a pesar de todas sus carencias, que quedan a la vista con cada paso que da o cada palabra que sale de su boca. Para friki gracioso y desagradable a la vez que entrañable ya tenemos a Sheldon Cooper.
En definitiva, es aburrida, antihumorística e incluso indignante. Esto último por mala que es. Pero bueno, qué le importará a Merchant todo esto mientras tenga los millones que ganó cuando era compañero de correrías de Ricky Gervais.