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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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La moraleja de Masters of Sex

De todo lo que se estrenó el año pasado, donde no abundaron las inolvidables a nuestro pesar, solo un gran drama logró convencernos de que lo era: Masters of Sex. Que la consideramos así era obvio por el desarrollo de sus trama: historias personales entrelazadas, en las que todos sufren por culpa de los actos del resto, que fastidian la vida a los demás a pesar de su propia zozobra. 1

Que en el año 2014 sean pocas las que consiguen parecerse a la estructura del género televisivo de ficción por excelencia dice mucho de la sobreabundancia de series vacuas por su intento de ser originales. Pero Masters of Sex (Showtime, Canal + en España), como todas las grandes que se estrenaron en 2013 (Orange is the New Black, Utopia, Ray Donovan o The Fall) cuenta con un rasgo que esas que desechamos ni conocen: un argumento principal. Una idea sobre la que gira todo. Un hilo del que tirar (no 200), y del que surgen todas las tramas paralelas que vemos.

La historia hecha televisión de la pareja que enseñó a America a amar, como se suele definir a William Masters (Michael Sheen) y Virginia Johnson (Lizzy Caplan), alcanzó cotas de calidad muy altas en su primera temporada. El estudio sobre el sexo, las relaciones que surgían del mismo, la autodestrucción del huraño Bill al darse cuenta de que una mujer ha logrado poner su mundo patas arriba, y la evolución de la nada al todo de Virginia encajaron en tramas adictivas y de las que querías saber más cada semana.

2La primera entrega finalizó con todo por cerrar, con todos los personajes en sus roles habituales menos Bill. El doctor del sexo se vio superado por las circunstancias, y este inicio de segunda temporada no ha hecho más que confirmar que va a ser el que peor lo pase por su propias tribulaciones. Tiene un hijo del que no se preocupa, una esposa a la que engaña, una amante con la que no sabe si estudia o disfruta, y un futuro lóbrego por delante tras jugarse todo a una investigación que en la arcaica sociedad de los 60 no ha gustado. Pero la moraleja de esta historia está centrada en ese aspecto amoroso tan complicado de la serie: por mucho que se vista de ciencia una demostración de afecto con la excusa de la investigación, la atracción no se detendrá; de hecho, aumentará. Cualquiera sabe que si comienza a gustarle una amiga esta le atraerá aún más si nos esforzamos en que todo se quede como una amistad. Pues aquí lo mismo.

¿Qué va a pasar en esta segunda temporada de Masters of SexQuizá asistamos a una nueva etapa de aflicción de Masters, que es uno de los personajes más desubicados que recuerdo. Mucha culpa tiene de esto Michael Sheen, que insiste en demostrar que su ausencia en las nominaciones a los Emmy es una vergüenza. Pocos actores transmiten tanto como él, y no incluirle al menos en la carrera es despreciarle. Su rol me recuerda mucho al de Alcestes, del Misántropo de Molière, que cuenta con una adaptación de Kamikaze Producciones tremenda y muy recomendable. Veremos si acaba como él.3

También hay que ver si profundiza en las temáticas que más nos han llamado la atención por la fidelidad de su relato en comparación con la época en la que está ambientada. La homosexualidad, las relaciones con las prostitutas, y las mentes retrógradas que no aceptan más educación que la biblia deberían seguir presentes para dar aún más fuerza a las tramas. Y seguro que nos tendrán reservada alguna sorpresa con los secundarios, como ocurrió en la primera temporada con Allison Janney.

Pero lo que más me intriga es qué pasará si la esposa de Bill descubre todo en este momento en el que acaban de ser padres. Tengo mucha curiosidad por saber cómo actuará Libby al enterarse, y cómo responderá ese doctor que está alejando a todos de su alrededor. ¿Pedirá perdón? ¿Elegirá? ¿O tragará y volverá a no afrontar los problemas?

Las ganas de ver qué ocurre en esta temporada son evidentes (por disfrutar más a Lizzy Caplan, lo que sea). Y es que digan lo que digan los EmmyMasters of Sex fue una de las maravillas del pasado año. Tanto que su alto contenido sexual acaba siendo accesorio.

Ficción sexual de calidad en Masters of Sex

No hay spoilers, pero sí algunas pistas. Que luego no me digan que no avisé 😛

En España funcionamos a base de tetas y culos. Al menos, eso nos transmite un alto porcentaje de las películas de producción patria. Esta afirmación es un tópico que, depende de con quien se hable, puede plantearse como un axioma. Y esos que se refieren al cine español como el festival del sexo en cámara puede que tengan su parte de razón.

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En las series prevalece el pudor. Nuestra ficción nacional (es decir, familia, risotadas, drama, adolescentes, tragedia en el clan, o lo que es lo mismo, la amalgama que resume las series españolas) peca de remilgada. Todo lo contrario que en los largometrajes, donde somos muy liberales (en la economía menos). Tanto que los guionistas se pasan, y lo que podría ser una virtud pasa a ser un defecto. Eso nos ha llevado a pensar que todo nuestro cine se reduce a eso y a percibir los filmes de este tipo como productos de escasa calidad. Y no es así.

El ejemplo es Masters of Sex. Que, no obstante, juega con una ventaja: su temática es clara. Si no viésemos cuerpos desnudos, coitos y demás no nos la íbamos a tragar (aquí empieza la retahíla de chistes malos subrepticios, avisados estáis). La serie de Showtime ha sido la mejor savia nueva de estos tres últimos meses del año, y con mucha diferencia. También es cierto que no ha tenido mucha competencia. Pero aun en liza con otras ficciones de calidad, habría sido la mejor o una de las tres mejores.

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Gran parte de culpa la tiene Michael Sheen. Es una bestia. Un auténtico animal de la interpretación. No se puede ser más bueno, vamos. Su William Masters va a entrar directo al olimpo de personajes reales llevados a la ficción. Los registros del actor británico son innumerables. Los que hayáis visto Frost vs Nixon lo entenderéis: allí era un bromista, de gesto amable, que solo perdía los papeles en situaciones límite. Ahora es un ser hierático, inseguro e incluso misántropo. Y que, encima, hace pasar por ciencia sus deseos de acostarse con su compañera. Menos mal que William Masters estudió el sexo, que si llega a ser una rata de laboratorio habrían hecho falta pastillas para soportarle. Que no le soportemos responde al carisma que desprende Sheen actuando, y que ha hecho mucho mejor la serie.

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De eso de han aprovechado las tramas. La del decano Barton Scully (Beau Bridges), con la homosexualidad como fondo, ha servido a la perfección para mostrarnos cómo estaba entonces el asunto con respecto a los gays. Una época en la que se consideraba una enfermedad, que afortunadamente LA MAYORÍA hemos dejado atrás. Otros no. La incorporación como contrapunto de la maravillosa Allison Janney, esposa amargada que no ha tenido nunca un orgasmo y que desconoce las parafilias de su marido, ha dado mucho más aire a los capítulos. No todo podía ser la relación entre el doctor y Virginia Johnson. Y menos mal que han sabido verlo.

Los 12 episodios basados en la novela de Thomas Maier han sido simplemente impecables. Ni un fallo. La lista de aciertos es larga: interpretaciones notables, ambientación sublime y un vestuario acertado. etc. Pero donde más destaca es en el retrato que hace de la sociedad de los 60. No falta nada.

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Eso nos ha permitido conocer mejor qué pasaba por la cabeza de Libby Masters (Caitlin Fitzgerald). Admitámoslo: es el tipo de mujer con la que todos soñamos. Dulce, preciosa, generosa, abnegada en cuanto a la relación… Y se encuentra con ese soso de marido. Una mujer independiente que se ve atada por el simple deseo de que la quieran. A la que, para rematar, le toca vivir las peores tragedias como la de perder un bebé (aunque luego tenga su recompensa). Es el castigo que suelen recibir las personas que son así, el «eres tan bueno que eres tonto». Espero que leyendo el libro o en próximas temporadas nos aclaren cómo narices llegó a matrimonio una relación entre dos caracteres tan antagónicos. Pero que no nos la quiten, por favor.

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Que tampoco nos priven de Lizzy Caplan. Necesito más de ese ángel. Aunque la insulten no nominándola a los Globos de Oro, da igual. Virginia Johnson ya era inmortal; ahora, gracias a Caplan, decenas de generaciones reconocerán lo que hizo por la educación sexual en Estados Unidos y el mundo. Aunque se conozca tan tarde su figura.

Si no fuese por ella no habríamos reparado, por ejemplo, en la doctora DePaul (Julianne Nicholson). La lucha de ésta última es otro de los debates que plantea la serie: el machismo recalcitrante que trata como segundonas las investigaciones realizadas por mujeres. Aunque puedan salvar vidas. Una denuncia a tener muy en cuenta, puesto que en otros ámbitos está vigente. Una temeridad justificada que, por suerte y por la época que vivimos, ya es algo normal.

Hablar de valentía por ofrecer una serie sexual en el año 2013 me parece arcaico. No tiene mérito tratar una temática que será tabú de forma irremediable de forma tan abierta. Solo hacía falta que alguien lo hiciese. Y ya está. Era hora de aunar una buena serie y el sexo  para que no se pueda acusar a una ficción de ser pornográfica o de baja calidad.

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A lo mejor Masters of Sex ha permitido sacar de la caverna a los millones de reprimidos que viven solo en Estados Unidos. A ver qué pueden achacarle.

En cuanto al final, era previsible. Nada que no supiésemos ya. ¿Saldrán adelante? ¿Trabajarán juntos? ¿O se irá con Ethan (Nicholas D’Agosto)? ¿Qué pasará con el decano gay? ¿Y su mujer? ¿Adónde irá lo de Jane (Heléne York) y Lester? Muchas preguntas para algo que estaba cantado.

Ese es el otro éxito de Masters of SexLa serie que es tan buena como Mad Men pero que ha conseguido un aderezo más atractivo para enganchar a mucho más público. El sexo vende, pero la calidad más.