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Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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La peor temporada de House of Cards

_DSC4374.NEFLeí el otro día que ser whip del Congreso de Estados Unidos era más divertido que ser presidente del país más poderoso del mundo. Creo que esa sentencia está muy bien tirada. Cuando te tienes que mover de un lado a otro para conseguir aprobar las leyes que te interesan a ti o a tu partido te lo pasas mejor. Nada te ata, salvo una supuesta lealtad a los tuyos. Puedes permitirte más desmanes y tropelías ideadas para hacer sufrir a tus contrarios. Incluso deslices. Al menos eso nos enseñó Frank Underwood en las dos primeras temporadas de House of Cards. Esos 26 episodios que fueron una delicia por lo entretenidos, crudos e interesantes que eran. Unos tiempos que seguro echará de menos el propio Kevin Spacey. Algo habrá pasado para que los trece capítulos de la tercera entrega hayan aburrido en muchos momentos._DG25488.NEF

Tenía pendiente escribir sobre House of Cards tras retrasarlo en varias ocasiones. El motivo es que no sabía qué me había parecido. Ni cuando la terminé, ni los días posteriores. Y eso que el último episodio acabó de forma poderosa. Con esa especie de cliffhanger que deja abierta una trama que, paradojicamente, se habían encargado de enterrar durante la temporada.

_DG24903.NEFLo que nos moló de la serie de Netflix fue lo cabrón que era Frank Underwood. Cómo llevaba el maquiavelismo al extremo para satisfacer su ambición. Su relación con Claire y los ardides que ideaban juntos para embridar a cada vez más gente era un complemento muy divertido. Nunca algo que vertebrase la trama principal o que fuese realmente imprescindible para que la historia avanzase. Al menos yo no lo veo así.

Pero cuando se llega a la cima y al objetivo inicial del protagonista no queda más que buscar alternativas. Eso han intentado en House of Cards, eligiendo la opción de centrarse en la complicada relación del presidente de Estados Unidos y la primera dama desde que ambos accedieron a esos puestos que tanto ansiaban._DG22765.NEF

Esta tercera entrega también se ha querido centrar en la campaña nacional para las elecciones y la complicada relación con Rusia que ha de afrontar el presidente Underwood. Ambas tramas han sido interesantes. La serie ha logrado hacernos notar la tensión de las negociaciones, las decisiones suicidas y las bajadas de pantalones del gobierno estadounidense. Pero no han sido entretenidas. De hecho, han aburrido bastante. Ya sabíamos de sobra que iba a acabar mal con Moscú pasase lo que pasase. Y que iba a hacer todo lo posible para cargarse a sus rivales en la carrera a la nominación para la Casa Blanca. Si no, no sería Frank Underwood.

_DG21243.NEFQuizá lo que ha perdido House of Cards es el efecto sorpresa. Ese con el que nos impactaron y estremecieron sus episodios de los dos años anteriores. Con el metro, el coche encendido o las tropelías al rival. Además del trío, los cuernos o el vender a un amigo antes que reconocer que también es tu culpa. No hemos visto nada parecido o que se aproxime a eso en estos 13 capítulos. Por eso quizá haya sido la peor temporada de la serie. Al menos la han cerrado temporalmente con un «y ahora, ¿qué?».

Porque, pase lo que pase, sigue siendo muy buena. Una imprescindible. Que es capaz de integrar a las Pussy Riot en su historia de manera sobresaliente. Pero este no ha sido su mejor año. En 2016, eso dará igual. No vamos a dejarla de lado. Ni de coña. Aunque debe espabilar.

Los 13 momentos de la segunda temporada de House of Cards

 SPOILERS

Los que la hemos visto lo sabemos; los que aún no lo hayáis hecho o estéis en ello, lo sabréis: House of Cards es la hostia. Es absurdo abundar en esta idea y explicar por qué es tan buena. Viéndola se despejan todas las dudas sobre si hay que rendirse ante ella o no. Todos y cada uno de los aspectos de la serie de Netflix son positivos. La concatenación de aciertos es extraordinaria, abarcando desde las tramas al reparto.ustv-house-of-cards-season-2-production-still-6

Ya no es Kevin Spacey, que cuando rompe la cuarta pared nos suelta una soflama para enmarcar. Tampoco es su banda sonora, que parece sacada de los videojuegos de Resident Evil y que nos sumerge en una historia más intrigante e igual de política; ni que se haya convertido en una serie coral, al no girar todo en torno a Frank y su particular partida de ajedrez con el resto de personajes. Todo está bien en House of Cards. Es acojonante. Y por eso algunos hasta han visto los 13 episodios de golpe.

Como no tengo mucho más que decir sobre su calidad, he optado por seleccionar los 13 momentos de su segunda temporada. Es decir, una escena o varios aspectos entrelazados destacados de cada uno de sus 13 episodios. Y podrían ser el doble, dado el altísimo nivel que ha mostrado la ficción política del momento liderada por Kevin Spacey. Son los siguientes:

1. La muerte de ZoeCargarse a un personaje protagonista, que además es una periodista (Kate Mara), y que dicho asesinato lo cometa el que es el centro de la trama no se lo esperaba. A mí me entraron escalofríos, y hasta grité cuando vi lo que pasó. Eso es de final de temporada, no de primer episodio. Una escena inolvidable, valiente e impactante que solo cabe en las grandes series.

vd_houseofcards-408x264 2. La ira de Frank. Cuando Claire (Robin Wright) le cuenta a Underwood que está a punto de condecorar a su violador, éste desata su ira. Y de qué manera. No es la cara habitual que nos suele mostrar. Pero lo mejor es cuando le pone la medalla al militar. Esa mirada gélida que helaría a cualquiera.

3. Senadores esposados, ¡a votar! ¿Os imagináis que en el Congreso español hubiese que traer acarreados y esposados a los diputados que faltan en una votación importante? Harían falta cuatro comisarias, porque aquí ya sabemos que al hemiciclo algunos días van muy pocos, y encima se dedican a otras cosas que a estar pendientes de los debates. En cualquier caso, cuando el flamante vicepresidente de EEUU insta a que los republicanos regresen al Senado para votar su último plan se producen una retahíla de escenas divertidas y muy entretenidas.

4. El anuncio del aborto. Una entrevista en una televisión importante en prime time es algo a lo que aquí no estamos acostumbrados. Básicamente porque los programas de ese tipo no funcionan, algo incomprensible dada la cantidad de personas interesantes que hay en este país. En EEUU es más habitual, y House of Cards ha jugado con ello con la entrevista que le hacen a Claire. Y más titulares no se pueden dar (ante la cámara y en privado): un aborto reconocido, tres reales, y acusaciones de violación al militar que abusó de ella. El sueño de todo periodista sería tener un entrevistado como la esposa del vicepresidente.

House-Of-Cards-Season-Two-17 5. Doug vs Feng. El jefe de gabinete de Frank (interpretado por Michael Kelly) es el personaje que más me gusta. Y sé que no soy el único al que le pasa. Su personalidad es arrolladora, y hasta es capaz de rechazar con un golpe un vaso que le ofrece el chino super poderoso de esta segunda temporada. Su tensa charla con Feng fue de lo mejorcito en este quinto capítulo.

6. Frank vs Tusk. La reunión en Freddy’s entre el magnate y el vicepresidente casi al final de episodio es un ejemplo de esas grandes charlas que ofrece la serie y que pasarán a la historia de la ficción por lo buenas que son. Las pullas y los intercambios de miradas entre los contendientes son insuperables. Y si se trata de una lucha dialéctica entre estos dos animales el resultado es incluso mejor.

7. Una de las primeras derrotas del vicepresidente. Cuando el indio dueño del casino rechaza su oferta vemos algo casi imposible: un Frank vencido. Alguien le ha dicho que no, y no puede soportarlo. Eso le desespera, lo que provoca que se vuelva descuidado e impulsivo por un momento. Hasta débil es temible.

house-of-cards-season-2-episode 8. Las fotos de Claire. Cuando en la anterior temporada la señora Underwood se marchó para volver a tener un affaire con un amigo fotógrafo, todos creíamos que eso se cerraba ahí. Que no daba lugar a que éste volviera a las tramas. Bueno, ya hemos visto que las luchas de poder rescatan del baúl cualquier caso. Lo mejor es la cara de Frank al ver estas fotografías de Claire en la intimidad.

9. El fin de Freddy’s. La crónica del ascenso y caída en unas pocas horas del restaurante de costillas más famoso de Washington es espectacular. Una vez más, una charla entre dos personas, en este caso Frank y Freddy, resulta maravillosa. Cada frase que sueltan puede servir de aforismo.

10. «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos». En este episodio hay varios momentos que merecerían ser destacados, dado que es cuando realmente se comienza a preparar la traición de Frank al presidente con la idea de que él acabe ocupando el despacho oval. Pero la lectura de Rachel (Rachel Brosnahan) a Doug de Historia de dos ciudades, de Dickens, es una de esas secuencias que se quedan grabadas. El simbolismo de la obra maestra del autor británico, en un contexto como el de House of Cards, encaja a la perfección con el resto de tramas.

house-of-cards-season-2-michael-kelly11. De los nervios al threesomeFrank está muy nervioso en este capítulo. Puede que las cosas no le salgan bien, y que el escándalo de las donaciones al partido demócrata le acabe salpicando. Tanto que hasta se busca en el dedo su antiguo anillo, ese que ya no tiene. Así que nada, qué mejor que montártelo con tu esposa y tu guardaespaldas tras un día de tensión que casi te ha hecho perder los papeles. Nada como un buen polvo para relajarse.

12. Camino a la traición. Todo empieza a ser transparente, y Frank lo admite: quiere cargarse al presidente para ponerse él. Se lo deja claro a Jackie Sharp (Molly Parker), y le insta a que se mueva para lograrlo. La gestión que hace de su perfidia y los medios que emplea para su ascenso al máximo podríamos considerarlos hasta elegantes. Como la serie.

13. Los golpes en la mesa. «Ya estoy aquí. Esto es mío. Por eso puedo golpear con mi anillo la mesa del despacho del presidente de los Estados Unidos». Y con ésto, hasta el año que viene. ¿Qué hará ahora Frank tras conseguir lo que quería?

Recuerdos (imprescindibles) de 2013: House of Cards y Kevin Spacey

Con el fin de The West Wing (El ala oeste) nos quedamos casi huérfanos de series políticas. De tener todo pasamos a un vacío inesperado. Y es que quién nos iba a decir que ibamos a echar en falta una serie sobre la aburrida vida de los gestores públicos que legislan para hacer la vida de los suyos mejor mientras a nosotros nos putean. Pero es que lo que hizo Aaron Sorkin provocaba de todo menos tedio. En 2008 llegó The Good Wife, la cuál no he visto aún. Sí, ya sé que es un pecado, pero habrá tiempo. De ésta solo sé que tiene a todo el mundo encandilado. Y por algo será. En Europa también podemos presumir de una, Borgen, otra de esas maravillas que llegan desde Dinamarca. House3

Pero en 2013 llegó la que muchos estábamos esperando. Todo era novedoso: un canal de televisión en streaming, actores y directores de Hollywood, y un argumento enigmático y que no te permitía predecir por dónde iba a tirar la historia. Así llegamos a House of Cards, una de las mejores series de este año (ya veremos si la mejor en unas semanas), y que merece ser rescatada. Más aún después de conocer que su segunda temporada se estrenará el 14 de febrero de 2014. Y esperemos que no sea la última.

House4Si no habéis visto el drama político de 2013 que ha emitido Netflix simplemente estáis tardando. La serie gira en torno a Frank Underwood (Kevin Spacey), un congresista que es el jefe de los demócratas en la cámara de representantes estadounidense, y que se vale de todo tipo de ardides y efugios para lograr sus objetivos. Estos pueden ser por el bien del partido, del país o del presidente de EEUU. Pero todos comparten una finalidad común: aquello que logre desde su papel de líder tiene que acabar beneficiándole sea como sea. Porque lo único que ansía es poder. Mucho más.

Para ello no dudará en emplear a los periodistas, que gustosos publicarán (casi) todas las filtraciones que provengan del poderoso Underwood. Así embauca a Zoe Barnes (Kate Mara), una joven reportera que está cansada de ser el último mono de su periódico y que acabará siendo la que saque a la luz todos los escándalos o cambios de estrategia que le cuente el político. También está con él su inseparable Doug (Michael Kelly), su jefe de personal y el encargado de hacer el trabajo sucio. Su otro apoyo en su asalto a escalafones más altos es su esposa Claire (Robin Wright), que dirige una organización sin aparente ánimo de lucro pero que a la vez presiona en un sentido u otro para facilitar las cosas a su marido.

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No le falta nada. Hay traición, cuernos, agresiones provocadas, sobornos, acoso e incluso homicidios. Y los secundarios son espectaculares, como Peter Russo (Corey Stoll). Ser tan buena no le valió de nada en los Emmy, donde no se llevó nada con la excepción del premio a mejor dirección para David Fincher. Pero ya sabemos que esto de los premios es muy discutible. Porque características positivas le sobran.

Kevin Spacey es el que tiene todo el poder. Y se siente cómodo con ello, porque su interpretación es indescriptible (de bueno). Gracias a su presencia y sus monólogos dirigidos al espectador se refuerzan otros aspectos. Ocurre con el papel de los lobbies, otro de los puntos fuertes de la serie. Las tramas nos muestran el tira y afloja constante entre estos grupos de presión y el poder político en EEUU. Y es tan real que da miedo.

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El mayor éxito de House of Cards es su realismo. Hay que partir de que nunca se puede confundir ficción con realidad; pero ésta es que te mete tanto en sus historias que llegas hasta a indignarte con lo que estás presenciando. Ya sea por una operación que deja sin trabajo a miles de personas a cambio de unos votos, o por leyes favorables a determinadas empresas para así lograr más donaciones para una campaña, te cercioras de que lo que cuenta la serie tiene toda la pinta de ser verdad. Nada queda al azar, y todos los detalles están extremadamente cuidados. Incluso el hijoputismo de los políticos o empresarios está marcado a la perfección.

La serie creada por Beau Willimon cuenta, además de con un reparto excepcional, con auténticos genios detrás de las cámaras. David Fincher, que además es productor junto a Kevin Spacey, dirigió los dos primeros episodios, por poner un ejemplo. Otros directores de renombre como Joel Schumacher o Allen Coulter (éste en las series) también han sido responsables de otros capítulos. Todos ellos han contribuido a hacer una ficción casi perfecta, en la que no sobra ni un minuto y donde, de una manera u otra, te enganchas a la política y a sus tejemanejes y maquiavelismos.

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Cuando regrese en febrero la recuperaremos, ya para hablar de las tramas en sí. Por ahora mejor recomendarla sin más y que los que tengan la mala suerte de no haberla visto aún (o buena, ya que aún la pueden descubrir) puedan disfrutarla sin destrozarles la trama.

House of Cards fue la reina del primer semestre de 2013 (la del segundo es Orange is the New Black). Y si logra mantener el nivel demostrado en su primera temporada, será eterna. Aunque lo que espero de verdad, insisto, es que no acabe en 2014, como ya deslizaron. Sería una gran pérdida para la televisión actual.