La situación de la ficción nacional es más que preocupante. No es normal que en dos meses que llevamos de 2014 todas las que se hayan estrenado tengan una retahíla de carencias que les restan toda la calidad, con la consecuente dificultad para soportarlas. Además de su duración interminable, con episodios que en muchos casos superan la hora y media en temporadas de trece capítulos.
Han sido cuatro los grandes estrenos en este inicio de año: Bienvenidos al Lolita, El Príncipe, B&B y Velvet (El Corazón del Océano no se merece ni estar en esta lista). Una ya ha sido retirada de la parrilla, otra va por el mismo camino, y el resto están contando con un gran respaldo por parte de la audiencia. Eso no significa nada, que ya sabemos que en este país nos gusta la telebasura al máximo y regalamos share a Sálvame y otros programas del estilo. Desde mi punto de vista, que entiendo la ficción como un entretenimiento que te debe sugerir algo, ya sea alegría, empatía o angustia, en España eso no se consigue. Y quizá ni se busque.
Cuando pongo a parir a una serie nacional me dicen siempre que es una cuestión personal, de gustos, y que debería defender más a nuestra ficción por el simple hecho de estar hecha aquí. Bueno, lo siento, pero soy poco chauvinista (eso para empezar). Segundo, sí, los gustos son subjetivos; pero la calidad no (esto lo aprendí gracias a un lector), y hay algunas series que no me han gustado pero que están muy bien hechas, y si no reconociese su calidad sería imbécil. Lo mismo con las de aquí: no me suelen gustar el 90%, pero si estuviesen bien hechas o las interpretaciones de los actores fueran buenas, lo diría.
No me vale la excusa de que en España todas las series tienen que ser «para toda la familia», porque si se hacen especializadas «no se verían» al no poder verlas «todos juntos a la hora de la cena». Menuda hipocresía. Eso lo debió decir algún día un directivo de Globomedia, y por eso se empeñan en hacer las mismas bobadas siempre. Sea quien sea el que lo dijese, su discurso caló y muchos se lo creyeron. Pero Internet lo refuta por completo; Breaking Bad y Juego de Tronos no son para toda la familia. Ni The Walking Dead. Y miles de españoles las siguen. Incluso los que tienen familia.
Pero es que eso no pasa: ni los actores, ni el montaje, ni las tramas, ni los escenarios… Estas cuatro características, por mencionar unas pocas, suelen ser en las que más fallan los que hacen series en España. No puede ser que con la cantidad de intérpretes que tenemos, un gran porcentaje de ellos en el paro, se coja a los de siempre por su fama y no por su buen hacer ante la cámara. Tampoco debería admitirse que las escenas se atropellen entre sí y no tengan ningún nexo, o que la historia sea predecible y de poca enjundia. Ni que se noten los cromas.
Y por supuesto, habría que darle una vuelta a la duración de los episodios. No es normal sobrepasar los 90 minutos. Aquí nos han engañado y nos han mal acostumbrado, y con esa duración es fácil perderse. Aparte de que muchas escenas son superfluas. El año pasado tampoco fue excesivamente bueno. Tuvimos una que se salió de la norma habitual de mediocridad, que fue El Tiempo entre Costuras. No recuerdo ninguna más. Y sin embargo, seguiré escribiendo de ficción española, porque muchos de los que me leéis las seguís.
Dado que mi postura está más que clara, he vuelto a pedir a amigos y profesionales que me contasen si a su parecer las series españolas son malas, o si en esa burra estamos solo unos pocos. El primero de ellos es Alberto Rey, del blog Asesino en serie de El Mundo, que me inspiró para este post tras uno muy interesante que escribió en el que anunciaba que hablaría cada vez menos de series españolas. ¿Son malas a su juicio? Esta es su respuesta:
Como Jessica Rabbit, las series españolas no son malas, las dibujaron así. Allá por los noventa, con la llegada de la televisión privada a nuestro país y de la obsesión por el share, se generó y popularizó un modelo de serie en España que perdura hasta hoy. Y lo que te rondaré morena. A mí las series españolas pueden parecerme largas, ñoñas, repetitivas y técnicamente mediocres, pero el mercado manda y se las lleva tragando desde hace veinte años. Y la televisión, antes que un arte, es un negocio. Un millón de espectadores valen más que un crítico de televisión. Es lo justo. El consumo de ficción televisiva española es altísimo. El sector quizá no esté pasando por su mejor momento, pero no será por falta de demanda. El espectador (y más el espectador medio, la famosa “señora de Cuenca”) quiere series españolas. De hecho, quiere ESAS series españolas. Y nuestras cadenas se las dan encantadas. Que lo hagan a costa de la calidad, la evolución o el compromiso con algo más allá del vil metal… ésa es otra historia. Que las televisiones públicas entren en ese mismo juego, también. A mí sí me parece que series españolas son malas. Por eso no las veo. Ojo con estas dos últimas frases, porque son más importantes de lo que parecen.
También he solicitado a mi compañero Isra Álvarez, en su condición de observador catódico de 20minutos, su opinión al respecto:
Las series españolas no son malas, son como pueden ser. En España, con solo 47 millones de habitantes (de los que menos de la mitad ven la tele cada noche en prime time) y una cultura seriéfila bastante restringida, las cadenas no pueden permitirse el lujo de hacer series para minorías: no son rentables y por lo general no se hace tele para perder dinero. Así, la industria española se centra en crear ficciones con todos los ingredientes que saben que engancharán a la gente y a cuantos más tipos de gente mejor. Ingredientes que desvirtúan cualquier historia o intento de hacer algo que merezca la pena. En España se han hecho muy buenas series, pero casi nadie las recuerda, porque casi nadie las vio.
Una amiga de este blog, Mar Guerrero (Series a la parrilla), que además es estudiante de doctorado en la Universidad Pompeu Fabra con una tesis sobre narrativa transmedia y fan fiction, pone el foco en otro aspecto del tema que nos ocupa. Esto es un fragmento de su texto, que podéis leer al completo aquí:
Contamos con una configuración demencial de los bloques publicitarios que afecta a la duración y ritmo de los capítulos, y por otro, existe una reticencia en los productores y cadenas a entender al espectador español como alguien capaz de apreciar otros tipo de series más allá del modelo Globomedia de «vamos a hacer que salga hasta el perro de la familia en pantalla». Tampoco debemos olvidar que todo esto no hace más que alimentar esquemas mentales en donde la ficción televisiva es percibida como algo por debajo de la ficción cinematográfica, o un mero trampolín, sobre todo, por parte de los actores y sus mentores. Es sintomático que nuestra televisión no alumbre más jóvenes talentos que sean solventes frente a las cámaras.
Miriam Lagoa, de En Terra de Series, abunda en la famosa «señora de Cuenca»:
A las series españolas actuales les obligan a ser regulares, en el mejor de los casos. Hay talento y hay buenas ideas en busca de una oportunidad pero mientras las cadenas de televisión se empeñen en hacer series que gusten a toda la familia, incluida la señora de Cuenca, con fórmulas saturadas de tópicos y que tengan que estirar por obligación los capítulos por encima de los 70 minutos, la ficción española seguirá llegando con 20 años de retraso.
Y por último, el amigo periodista de 20minutos y escritor David Yagüe (que acaba de sacar novela, por cierto), lamenta la situación de la ficción patria:
Como en botica, en las series españolas hay de todo. Sin embargo, la ficción televisiva española es ‘mala’, en gran parte porque quiere: cualquier buena idea, cuente con medios y buenos actores, acaba convertida, por norma general, en un contenedor para todos los públicos que hace imposible mantener un tono, una coherencia y una cierta profundidad. Es una pena, porque potencial hay y no sé si el problema está en las cadenas, en el público o en las productoras.
¿Qué opináis vosotros? El debate queda abierto.