Solo un capítulo más Solo un capítulo más

Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

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El fracaso de Hermanos: el escarmiento a una serie choni

Ha ocurrido algo excepcional. Un hecho que no solemos ver. Que evidencia el desgaste que empiezan a tener ciertos productos habituales en las cadenas españolas. Por lo que nos deberíamos alegrar mucho: una serie española protagonizada por «actores» que están buenos se la ha pegado de manera considerable en términos de audiencia. Se trata de Hermanos, la miniserie de seis episodios que acabó este martes en Telecinco con un 9,1% de share. Y todo apunta a que el público la ha castigado con la indiferencia porque se ha dado cuenta de su mediocridad general. Además de por ser muy choni en lo técnico.1

¿Por qué Hermanos ha sufrido este escarmiento? ¿Qué le ha faltado para reventar los audímetros? Diría que todo. La historia es repetitiva, y por tanto nada atractiva: dos hermanos, uno triunfador y otro macarra, a los que les gusta la misma chica. Esa mujer a la que desean es su vecina de toda la vida, que ha demostrado el mismo afecto por ambos y tampoco tiene claro con cuál quedarse. Todo esto en un ambiente de dramas y conflictos continuos, donde nada les sale bien y tienen que tomar atajos para salir adelante. Vamos, un argumento digno de la peor época de la cadena The CW. Aunque esta comparación sea injusta para el canal norteamericano.

4Y es que en Estados Unidos al menos todos los actores son creíbles ante la cámara. De esta serie me he creído a Antonio Velázquez (y solo a ratos), a Carlos Hipólito y a Elvira Mínguez. El resto ni han estado a la altura ni se les esperaba. El caso más grave es el de María Valverde, que cuyo primer y último papel decente fue el de La flaqueza del bolchevique. De Álvaro Cervantes habla su interpretación por sí sola. La risa que me entró cuando leí a alguien decir que era «el mejor actor de su generación» se escuchó en todo mi bloque.3

Más allá de las pobres interpretaciones, los aspectos técnicos son los que más dejan en mal lugar a Hermanos. Un montaje atropellado, donde el paso de una escena a otra a veces no tiene ningún sentido, provoca que te pierdas y no sepas de dónde ha salido una escena. Buscar la agilidad provoca a veces unos disparates que percibe hasta el espectador menos ducho. La iluminación, de discoteca de los 60, y recursos como el bullet time de Matrix provocan que podamos referirnos a la serie como «la ficción choni». Porque no se puede ser más cani técnicamente.

2El acierto ha estado en el formato: una miniserie de seis episodios con un final tan definitivo que no se puede reconducir. El otro fallo ha sido la duración. Y es que Hermanos es tan mala que le sobraban 30 minutos a cada uno de sus episodios. Quizá la podrían haber estirado un par de capítulos más a cambio de recortarle metraje. O no, porque la habrían cancelado por el batacazo en share.

Como decía al principio, este baño de realidad para Telecinco sugiere varias reflexiones. Por ejemplo, ¿se ha dado cuenta la gente de que no bastan caras guapas para hacer una serie? ¿O de que la historia era manida y con una carga dramática absurda, de las que provocan la risa? ¿De que NADA resultaba plausible? A lo mejor algo está cambiando. Quizá su fracaso sea el principio de una mejor etapa para la ficción de este país.

La pecera de Eva, una serie adictiva y maltratada

Durante el mes de agosto voy a estar de vacaciones, tras un intenso año de trabajo. Pero eso no quiere decir que el blog descanse. Para aunar mis días de asueto y que ésto continúe funcionando, he pedido a varios amigos y amigas que os cuenten cuáles son sus series preferidas y por qué. Así, de paso, le damos otro aire a lo que se suele leer aquí. Que lo disfrutéis.

El texto es de Cintia H.

1Cuando me propusieron escribir un post para este blog pensé que debía hacerlo sobre alguna serie española que me hubiera gustado, para contrastar con las críticas habituales que aquí se vierten. Y como de Cuéntame ya se había hablado en varias ocasiones, opté por una serie con un formato diferente al habitual, y muy refrescante. En resumen, la típica que verías estando de vacaciones. Sí, sé que muchos de vosotros debéis estar pensando que los términos «serie española» y «formato diferente» son un oxímoron, pero si habéis visto esta, aunque sea un poco, sabréis a lo que me refiero. Se trata de La pecera de Eva.

La serie está ambientada en la consulta de Eva (Alexandra Jiménez), una psicóloga alocada y contradictoria en su vida personal capaz de disimular todos sus fallos de cara a los pacientes, que llega para trabajar en un instituto de barrio. En éste podremos encontrar todo tipo de inquietudes adolescentes: complejos, embarazos, timidez, traumas, homosexualidad, etc. A lo largo de la serie, y mediante capítulos de menos de media hora, vamos conociendo más a fondo cada uno de los casos, combinando las consultas en la «pecera de Eva» – nombre que se da a la consulta de la psicóloga, dada su afición por estos acuáticos animales- con flashbacks sobre la vida de los adolescentes, que nos ayudan a comprender mejor sus problemas. También aparecerán nuevos psicólogos (Pep y César), cada uno con su peculiar carácter y con sus propios métodos, no siempre compartidos por Eva.2

La mano izquierda de Eva con sus pacientes, los buenos hilos argumentales, y la espontaneidad del elenco de actores (la mayoría poco o nada conocidos), hacen que puedas pasarte tardes de verano devorando capítulos uno tras otro. Dicha espontaneidad no es casualidad, sino que forma parte de ese formato diferente del que hablaba antes: La pecera de Eva es una serie que tiene buena parte de improvisación, ya que a los actores no se les proporcionaban diálogos escritos, arriesgando todo a un simple hilo argumental. Esto provoca que en ciertos momentos se noten titubeos o repeticiones que hacen más realista la serie. ¿O es que acaso los diálogos que tenemos en la vida real son tan perfectos como en muchas ficciones se nos hace ver?

4No soy psicóloga, pero si alguno de vosotros lo es, seguramente será capaz de encontrar un montón de defectos a las terapias de Eva. Aquí lo importante es que la vida de estos adolescentes y de la propia psicóloga no se pinta como un camino de rosas. Es todo un reto conseguir que el espectador sea capaz de odiar a algún personaje. Y que a los pocos capítulos, tras conocer su vida personal, podamos sentir compasión y hasta paternalismo.

Hablando de compasión, precisamente eso es lo que siento ante el maltrato de Mediaset hacia esta serie: tras emitirse en Telecinco con buenos datos de audiencia, se trasladó a La Siete, donde cambió horario. De ahí pasó a emitirse a Factoría de Ficción, tras los rumores que aseguraban que se emitiría en Cuatro. Además, hubo momentos en los que se emitían 3 capítulos seguidos. Si alguien ha sido capaz de seguir esta serie por televisión, sin duda merece un premio. Yo misma me perdí y tuve que verla por internet, y he de decir que esto también fue un calvario (la plataforma Mitele suele funcionar a pedales).3

Da la sensación de que Mediaset se quiso quitar la serie de en medio, algo incomprensible con un producto que de primeras había tenido buena acogida. Estos vaivenes se notan en el final de la serie, ya que está como la Sagrada Familia: a medias.

Parece que ciertas cadenas apuestan por la telebasura, y para una vez que ofrecen algo de calidad, deciden maltratarlo hasta que acabe en el olvido. Tanto es así, que si decidís ver la serie ahora mismo, en Mitele solo podréis acceder a la última temporada, y encima os la spoilearán. La única opción es recurrir a webs de enlaces.

Cintia H. es economista

‘Chiringuito de Pepe’ o la casta en las series españolas

Desde la irrupción de Podemos en la escena política todo el mundo se ha familiarizado con el término «casta». Soy de los que crecí convencido de que la casta contaba con una única acepción ‘libre’: la que se refería al valor y a sacar fuerzas de donde no las hay. Todo porque desde pequeño escuchaba la palabrita en boca de los narradores del fútbol en la radio, sobre todo para referirse a jugadores como Míchel Salgado. «Qué casta tiene el ‘malulo'», decía Manolo Lama en cada partido del Real Madrid de los ‘galácticos’ por no expresarse de otra manera más gruesa. Qué tiempos aquellos.15

Tras este ejemplo de lo mal que hablan algunos narradores, hay que precisar que Pablo Iglesias y su gente optan por otro sentido para el término: el de referirse de una forma despectiva a la gente que lleva décadas pegada al poder. Los que «están en la poltrona desde ni se sabe», como dicen en Podemos. Que lo usen en cada dos frases que sueltan ha provocado que nos lo acabemos tomando a guasa cuando lo dicen, usándolo hasta para juegos de chupito: «Ha dicho casta: chupito», y así todo el rato. Pero en el fondo tienen toda la razón del mundo. Sobre todo en eso de que la casta está por todas partes. También en las series de televisión españolas.

56El último ejemplo de la casta televisiva de este país es Chiringuito de Pepe. ¿La razón? Porque es lo que nos llevan ofreciendo toda la vida, y es responsabilidad de los creadores de siempre. Mismo perro con distinto collar. La misma ficción de desayunos, comidas o cenas familiares, con chascarrillos de bar de carretera, con momentos de comedia que no casan con los de drama en esa amalgama llamada dramedia. Series en las que todo es exagerado y donde nada es plausible por lo absurdo que es todo lo que muestran.

La casta televisiva, como decía antes, también es la de los mismos creadores, productoras y cadenas que imponen el mismo argumento vestido de las maneras que sea necesario. Ya sea un cocinero famoso que descubre que su padre tiene un chiringuito arruinado y que tiene que ir a ayudarle, o una familia que trabaja en una revista de moda, o el de una pareja que se casa metiendo en la misma casa a los hijos de ambos. Todo vale, mientras la famosa ‘señora de Cuenca’ esté contenta. Para qué arriesgar.14

Chiringuito de Pepe tiene todos los defectos de las que la han precedido en la parrilla. Menuda casualidad que al final del primer episodio se junten todos los personajes para comer juntos, ¿eh? ¿Dónde hemos visto eso? O que uno de los personajes amenace con marcharse de la vida del resto ante las nuevas normas que impone el recién llegado. Muy novedoso. También es inaudito que quede claro que los dos protagonistas se van a liar desde el primer momento en qué se ven. No hay ni espacio para que se conozcan: están predestinados.

12Seguramente muchos dirán eso de «pues hace reír». Por supuesto. Yo me he reído viendo los dos episodios que se han emitido hasta ahora. Pero por lo ridículo de las bromas y los chistes de baratillo, no por el humor de calidad de Jesús Bonilla o Javivi. Es imposible que no se te escape una carcajada con las tonterías que hacen y dicen los personajes. Los despropósitos tienen ese poder.

Telecinco ha vuelto a hacer lo mismo, y ha conseguido el objetivo: Chiringuito de Pepe es lo más visto de los lunes en solo dos semanas. Aunque sea previsible (Dafne Fernández no tardó ni 20 minutos del primer episodio en aparecer en bikini), repetitiva y proyecte un dislate detrás de otro, es líder y se ha convertido en el «cumple su función» de este verano. 16

Dije el otro día que había que quemar la tierra en la ficción nacional. Las nuevas y viejas generaciones de guionistas, esos que quieren hacer algo distinto, tienen que echar a los que les impiden ofrecer otro tipo de ideas al público. A esa casta que no permite que se emita otra cosa que lo mismo de siempre para agradar a la «señora de Cuenca».

Son ellos, junto a la audiencia, los que tienen que darles un buen lavado de cabeza. Porque las series españolas y sus responsables actuales no son solo casta: también son caspa.

No te echaré de menos, Aída

Ayer acabó Aída. 10 temporadas después y con más de 230 episodios emitidos, el spin off de Siete Vidas se ha despedido con unos datos de audiencia muy buenos. Un respaldo del público que le ha acompañado durante todos estos años, a pesar de que haya ido perdiendo puntos de share con el paso del tiempo. Aida4

Todos hemos visto un capítulo de Aída, y hemos reído con alguna escena, diálogo o situación absurda de las miles en las que se han visto envueltos los protagonistas. No se puede ser impermeable a la tontería: hay que asumir que en muchos momentos puede robarte una sonrisa. La serie basada en el personaje de Carmen Machi era honesta en este aspecto, al admitir de forma expresa tanto en guiones como en ambientación que todo su humor se basaba en eso.

Pero por mucho que me haya reído en algunos momentos, o aunque haya sentido empatía con alguno de los personajes, no echaré de menos a Aída. No puedo sentir la falta de una serie que desde el principio renunció a la calidad en pro del chiste verde, el tópico y la chabacanería. Ir a lo fácil es una estrategia efectiva en la ejecución, pero lamentable en el desarrollo.

Aida1Esta es otra de las que «cumple su función«, ese pretexto que se usa para defender una serie mala de solemnidad pero que logra entretener. Soy exigente porque he visto mucha televisión a lo largo de mi vida, y como he dicho en varias ocasiones, no soporto este tipo de ficciones que tiran de lugares comunes y España cañí para estructurar su argumento.

La gracia de Aída estaba en valerse del racismo, la xenofobia, el machismo, la intolerancia, la homofobia y la drogadicción para ofrecer un producto humorístico. Pretendía que creyéramos que era una serie cruda, incluso valiente, por hacer comedia con temas tan espinosos. Y no: una cosa es ser explícito, y otra muy burdo y maleducado.

Que nadie me malinterprete: rechazo por completo a los que abogan por poner límites del humor. Se puede hacer comedia con todo. Y los guionistas de Aída estaban en su derecho de optar por esta manera de buscar la carcajada. A mí ese estilo me parece rancio y un atentado contra el buen gusto. Aida3

La serie de Telecinco era otra de las que abundaba en la Españaza de los anuncios de Campofrío. Que si los pobres lo son porque han nacido así y no se merecen otra cosa, que son garrulos y maleducados, malos estudiantes y delincuentes, y por supuesto, asentados en barrios que por su simple presencia ya son conflictivos o peligrosos. Pero oye, no pasa nada, porque tenemos el fútbol para ser los mejores del mundo. Aunque los jubilados sostengan familias enteras con pensiones exiguas, los bancos de alimentos reciban más ayuda que nunca porque miles de personas no cuentan con ingresos para hacer una compra decente o que los jóvenes tengan que emigrar por obligación porque en su país están condenados a ser becarios o a depender toda la vida de sus padres. Celebrar las consecuencias del fracaso en lugar de atacar el problema de raíz es lo que fomentan series como Aídaque ha creado escuela en otras que se han estrenado en los últimos años.

Aida2Habría que empezar por asumir que, por ahora, los que tienen talento para demonizar a la clase obrera en formato de ficción televisiva son los británicos con Little Brittain (para esto hay que leer a Owen Jones y su Chavs). Aída lo ha intentado con el hijo delincuente, la hija choni, la abuela cleptómana, o el dueño del bar racista. No es lo mismo. Con lo buenos que somos los españoles para ponernos a caer de un burro nosotros solos.

No echaré de menos a Aída, ni reírme con sus salidas de tono o la ignorancia del Luisma, porque hay que limpiar la televisión de zafiedad. Y que desaparezcan series como ésta contribuye mucho a la causa de que logremos tener mejor oferta de ficción en nuestro país. Por mucho que la hayan adaptado en no sé cuántos países. Como si eso o las audiencias legitimasen su catetismo.

El previsible final de esa broma llamada ‘El Príncipe’

SPOILERS: Si no has visto el final de la primera temporada y pretendes hacerlo, no leas

 

De todos los estrenos españoles de los últimos años, que con la excepción de Crematorio y alguna más han destacado por su inexistente calidad, la que más éxito ha tenido ha sido El Príncipe. Los números de su primera temporada han sido de vértigo, llegando a sentar delante del sofá a 5 millones de personas en un tiempo televisivo tan fragmentado y con tantos canales (aunque desde hace un par de días nos hayamos quedado sin unos cuantos que hacían mucho por la pluralidad de contenidos).11

El Príncipe acabó ayer su larga temporada de presentación. Y a mí no me gustó. Me pareció previsible. Como consecuencia de ésto, también me resulta lamentable cerrar una etapa de una serie de la forma más fácil y que va a provocar las consecuencias más esperadas por todos.

No es por ir contracorriente, dado que ya sé que los comentarios en Twitter fueron casi unánimes, que la audiencia ha respaldado uno de los finales de temporada más esperados y comentados que se recuerdan o que la serie en general ha aglutinado a una masa de audiencia muy importante. Simplemente el final de ayer, como los retazos que he ido viendo en estos cuatro meses de la ficción de Telecinco, me han parecido una broma. Y lo de anoche solo ha acentuado mi desencanto con una de las que sí podía provocar un giro en la producción española.

77Porque claro, ¿quién iba a pensar que Abdu iba a ser un islamista radical cuando en el segundo capítulo ya dieron TODAS LAS PISTAS de que había elegido ese destino? También resultó muy sorprendente ver cómo su hermano no es capaz de convencerle de que deje en paz a toda la gente que tiene secuestrada, cuando su hermana sí logra hacerle entrar en razón aunque sea por un momento. Por supuesto, nadie se imaginaba que el primo-novio-cornudo de Fátima estaba detrás de todo, o que el único policía musulmán de todos era el infiltrado en la comisaría. Desde los tiempos de Isabel Gemio no me encontraba con tantas sorpresas de golpe.

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Volviendo al final, ¿por qué hacerlo todo tan dramático? ¿Por qué han ido a lo fácil? El disparo de Javier Morey a Abdu podría haber sido en cualquier otro lugar para evitar que activase la bomba del autobús. Pero no, qué casualidad que le pega un tiro limpio en la cabeza, haciendo saltar a la vez por los aires los sesos del terrorista y el futuro de su relación con la hermana del muerto. Claro hombre, había que cargarse a toda costa el lío de los protagonistas. Y un fallecimiento traumático es la mejor fórmula.

Sobre las interpretaciones repetiré de forma telegráfica lo que dije hace unos meses: Alex González e Hiba Abouk son los dos peores actores que me he encontrado en una pantalla. En serio. Y anda que no he tenido que aguantar interpretaciones pésimas en estos años de vicio a las series. Por cierto, no sé qué se habían tomado en ese ‘programa’ llamado Hable con ellas para decir que la historia entre estos dos es «la historia de amor más importante de la historia de la televisión en los últimos meses» (sic). 

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En el otro extremo está José Coronado, que siempre cumple y más aún si el papel es de policía. El despropósito de esta serie es que el mejor actor que ha tenido (junto a Rubén Cortada) es el que se han cepillado en el último episodio de un headshot. Del resto del elenco no tengo nada que decir: sus actuaciones hablan por sí solas.

El Príncipe me parece una broma. No me gusta. Si a vosotros sí, genial. Mi papel es ofrecer una visión al respecto, la cual puedes aceptar e incluso compartir, o rechazar y criticar. Pero no pretendo convencer a nadie, y nadie va a lograr que yo cambie de parecer sobre esta serie. Y sí, tiene mucha audiencia, pero solo recordaré que el programa más visto de España es otro de Telecinco que se emite desde las 16.00 horas.

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Igual es que soy difícil de impresionar, o que tengo el paladar seriéfilo más desarrollado gracias a las maravillas que he podido disfrutar, pero es que me pongo a pensar en lo que se hace en otros países con respecto a lo de aquí y me dan ganas de llorar. Y El Príncipe no tiene la excusa de los medios limitados que otras sí pueden poner sobre la mesa: detrás de esta ficción había mucha pasta.

Quizá mi problema haya sido haber visto Bron Broen y luego toparme con El Príncipe. Porque la primera sí es una serie de verdad en la que nada se puede anticipar. En la segunda, nuestra española que iza todas las banderas del chauvinismo, solo faltaban las señales luminosas para indicar cómo iba a acabar.

Mejor me callo ya y resumo mi parecer con el siguiente tuit.

 

¿Son malas las series españolas?

La situación de la ficción nacional es más que preocupante. No es normal que en dos meses que llevamos de 2014 todas las que se hayan estrenado tengan una retahíla de carencias que les restan toda la calidad, con la consecuente dificultad para soportarlas. Además de su duración interminable, con episodios que en muchos casos superan la hora y media en temporadas de trece capítulos.

1 Han sido cuatro los grandes estrenos en este inicio de año: Bienvenidos al Lolita, El Príncipe, B&B Velvet (El Corazón del Océano no se merece ni estar en esta lista). Una ya ha sido retirada de la parrilla, otra va por el mismo camino, y el resto están contando con un gran respaldo por parte de la audiencia. Eso no significa nada, que ya sabemos que en este país nos gusta la telebasura al máximo y regalamos share a Sálvame y otros programas del estilo. Desde mi punto de vista, que entiendo la ficción como un entretenimiento que te debe sugerir algo, ya sea alegría, empatía o angustia, en España eso no se consigue. Y quizá ni se busque.
Cuando pongo a parir a una serie nacional me dicen siempre que es una cuestión personal, de gustos, y que debería defender más a nuestra ficción por el simple hecho de estar hecha aquí. Bueno, lo siento, pero soy poco chauvinista (eso para empezar). Segundo, sí, los gustos son subjetivos; pero la calidad no (esto lo aprendí gracias a un lector), y hay algunas series que no me han gustado pero que están muy bien hechas, y si no reconociese su calidad sería imbécil. Lo mismo con las de aquí: no me suelen gustar el 90%, pero si estuviesen bien hechas o las interpretaciones de los actores fueran buenas, lo diría.

Cor4No me vale la excusa de que en España todas las series tienen que ser «para toda la familia», porque si se hacen especializadas «no se verían» al no poder verlas «todos juntos a la hora de la cena». Menuda hipocresía. Eso lo debió decir algún día un directivo de Globomedia, y por eso se empeñan en hacer las mismas bobadas siempre. Sea quien sea el que lo dijese, su discurso caló y muchos se lo creyeron. Pero Internet lo refuta por completo; Breaking Bad Juego de Tronos no son para toda la familia. Ni The Walking DeadY miles de españoles las siguen. Incluso los que tienen familia.

Pero es que eso no pasa: ni los actores, ni el montaje, ni las tramas, ni los escenarios… Estas cuatro características, por mencionar unas pocas, suelen ser en las que más fallan los que hacen series en España. No puede ser que con la cantidad de intérpretes que tenemos, un gran porcentaje de ellos en el paro, se coja a los de siempre por su fama y no por su buen hacer ante la cámara. Tampoco debería admitirse que las escenas se atropellen entre sí y no tengan ningún nexo, o que la historia sea predecible y de poca enjundia. Ni que se noten los cromas.

Y por supuesto, habría que darle una vuelta a la duración de los episodios. No es normal sobrepasar los 90 minutos. Aquí nos han engañado y nos han mal acostumbrado, y con esa duración es fácil perderse. Aparte de que muchas escenas son superfluas. El año pasado tampoco fue excesivamente bueno. Tuvimos una que se salió de la norma habitual de mediocridad, que fue El Tiempo entre Costuras. No recuerdo ninguna más. Y sin embargo, seguiré escribiendo de ficción española, porque muchos de los que me leéis las seguís.5

Dado que mi postura está más que clara, he vuelto a pedir a amigos y profesionales que me contasen si a su parecer las series españolas son malas, o si en esa burra estamos solo unos pocos. El primero de ellos es Alberto Rey, del blog Asesino en serie de El Mundo, que me inspiró para este post tras uno muy interesante que escribió en el que anunciaba que hablaría cada vez menos de series españolas. ¿Son malas a su juicio? Esta es su respuesta:

Como Jessica Rabbit, las series españolas no son malas, las dibujaron así. Allá por los noventa, con la llegada de la televisión privada a nuestro país y de la obsesión por el share, se generó y popularizó un modelo de serie en España que perdura hasta hoy. Y lo que te rondaré morena. A mí las series españolas pueden parecerme largas, ñoñas, repetitivas y técnicamente mediocres, pero el mercado manda y se las lleva tragando desde hace veinte años. Y la televisión, antes que un arte, es un negocio. Un millón de espectadores valen más que un crítico de televisión. Es lo justo. El consumo de ficción televisiva española es altísimo. El sector quizá no esté pasando por su mejor momento, pero no será por falta de demanda. El espectador (y más el espectador medio, la famosa “señora de Cuenca”) quiere series españolas. De hecho, quiere ESAS series españolas. Y nuestras cadenas se las dan encantadas. Que lo hagan a costa de la calidad, la evolución o el compromiso con algo más allá del vil metal… ésa es otra historia. Que las televisiones públicas entren en ese mismo juego, también. A mí sí me parece que series españolas son malas. Por eso no las veo. Ojo con estas dos últimas frases, porque son más importantes de lo que parecen.

También he solicitado a mi compañero Isra Álvarez, en su condición de observador catódico de 20minutos, su opinión al respecto:

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Las series españolas no son malas, son como pueden ser. En España, con solo 47 millones de habitantes (de los que menos de la mitad ven la tele cada noche en prime time) y una cultura seriéfila bastante restringida, las cadenas no pueden permitirse el lujo de hacer series para minorías: no son rentables y por lo general no se hace tele para perder dinero. Así, la industria española se centra en crear ficciones con todos los ingredientes que saben que engancharán a la gente y a cuantos más tipos de gente mejor. Ingredientes que desvirtúan cualquier historia o intento de hacer algo que merezca la pena. En España se han hecho muy buenas series, pero casi nadie las recuerda, porque casi nadie las vio.

Una amiga de este blog, Mar Guerrero (Series a la parrilla), que además es estudiante de doctorado en la Universidad Pompeu Fabra con una tesis sobre narrativa transmedia y fan fictionpone el foco en otro aspecto del tema que nos ocupa. Esto es un fragmento de su texto, que podéis leer al completo aquí:

Contamos con una configuración demencial de los bloques publicitarios que afecta a la duración y ritmo de los capítulos, y por otro, existe una reticencia en los productores y cadenas a entender al espectador español como alguien capaz de apreciar otros tipo de series más allá del modelo Globomedia de «vamos a hacer que salga hasta el perro de la familia en pantalla». Tampoco debemos olvidar que todo esto no hace más que alimentar esquemas mentales en donde la ficción televisiva es percibida como algo por debajo de la ficción cinematográfica, o un mero trampolín, sobre todo, por parte de los actores y sus mentores. Es sintomático que nuestra televisión no alumbre más jóvenes talentos que sean solventes frente a las cámaras.

Miriam Lagoa, de En Terra de Series, abunda en la famosa «señora de Cuenca»:b33

A las series españolas actuales les obligan a ser regulares, en el mejor de los casos. Hay talento y hay buenas ideas en busca de una oportunidad pero mientras las cadenas de televisión se empeñen en hacer series que gusten a toda la familia, incluida la señora de Cuenca, con fórmulas saturadas de tópicos y que tengan que estirar por obligación los capítulos por encima de los 70 minutos, la ficción española seguirá llegando con 20 años de retraso. 

Y por último, el amigo periodista de 20minutos y escritor David Yagüe (que acaba de sacar novela, por cierto), lamenta la situación de la ficción patria:

Como en botica, en las series españolas hay de todo. Sin embargo, la ficción televisiva española es ‘mala’, en gran parte porque quiere: cualquier buena idea, cuente con medios y buenos actores, acaba convertida, por norma general, en un contenedor para todos los públicos que hace imposible mantener un tono, una coherencia y una cierta profundidad. Es una pena, porque potencial hay y no sé si el problema está en las cadenas, en el público o en las productoras.

¿Qué opináis vosotros? El debate queda abierto.

B&B, otro ‘quiero y no puedo’ de Telecinco

Hace unas semanas tuve la oportunidad de entrevistar a uno de los actores de la nueva serie de Telecinco, B&B (De boca en boca). No la solicité, porque no había visto la serie en los pases previos y prefería esperar. Más que nada porque me temía cómo iba a ser la serie: barruntaba otro sinsentido de Globomedia avalado por Daniel Écija, responsable último del 90% de despropósitos de la ficción española en los últimos años. Ya empezaron mal, con la decisión de la cadena de enfrentarla a Velvet, el estreno de Antena 3.b33

Menos mal que no hice la entrevista. Tendría que haber aguantado tonterías como que la nueva serie de Telecinco es de calidad, o que es «algo distinto» y «adecuado a la situación actual». O que tiene un reparto «variado y rompedor», además de que sus tramas contarían otro tipo de historias, siempre con «humor inteligente» y una «carga dramática» vinculadas entre sí.

Eso es lo que intentan vendernos habitualmente las series españolas. B&B no ha sido una excepción. El problema es que no somos ciegos y ya sabemos a qué atenernos cuando se trata de una ficción patria. Y más si detrás están Écija y Luis San Narciso en el casting. A saber: desayunos familiares, tíos y tías buenas (la mayoría en pelotas a poder ser) o ricos desagradables como jefes de un grupo de currantes, cada uno de ellos con un drama familiar propio. Nos falta el bar en el que reúnen, pero seguro que aparecerá.

b1No hay que olvidar a los adolescentes que se enamoran entre sí por conocerse de forma fortuita a pesar de los obstáculos, a los paletos graciosos de los que hay reírse por el ridículo que hacen, o los vestuarios o baños mixtos. En resumen: pura caspa española. El ‘quiero y no puedo’ sempiterno de las televisiones de nuestro país. Siempre con los mismos autores intelectuales y capítulos de casi hora y media de duración. Un dislate más.

La oferta de B&B es la de una serie que de calidad tiene lo mismo que yo de futbolista profesional. Todo recuerda a productos pasados y que son inolvidables por malos que fueron. Bebe de reminiscencias de Periodistas (que no era ninguna maravilla, hay que revisarla para darse cuenta) y Los Serrano. Originalidad cero. Sin embargo, a su favor se puede decir que te alegras la vista. Nada más.

Su fondo, una revista de moda a la que llega un nuevo director que le quita el puesto a su ex, y que además tienen una hija en común aunque él no lo sabe, no tiene ningún sentido. Resulta que en una publicación especializada se ponen a cubrir desahucios, suicidios o asesinatos. Y no, queridos guionistas: eso no pasa en una revista de ese tipo. Por mucho que venga un nuevo responsable rompedor que tenga que dar un giro por las pérdidas que sufre la empresa.b44

Tampoco es cierto en que las redacciones haya modelos en ropa interior paseándose como si nada, por mucho que estén haciendo sesiones de fotos en un semanario de tendencias. Más que nada porque no se harían allí, sino en otro lugar más adecuado. Pero bueno, la imagen cuenta y hay que vender, aunque sea mintiendo y dando una falsa imagen del periodismo, ¿no?

Ah, no quiero pasar por alto su carga de crítica social, con una mirada a las problemáticas actuales que han sido asumidas por los personajes. Directamente, son absurdas. Ver a Fran Perea decirle a un currito de un banco que devuelvan el dinero público que han inyectado es de lo más lamentable que he visto una serie. No hay quien se lo crea. ¿Creen que por insultar a los banqueros nos vamos a sentir más identificados con ellos? Para rechazar la gestión del sector bancario y las ayudas públicas que han recibido nos bastamos nosotros. No nos hace falta una Belén Rueda desaforada contra el poder económico.

b22El serranismo de B&B queda reflejado en el rancio planteamiento de que todos los que salen en la serie pertenecen a familias completamente distintas pero que se conocen entre sí. También en que dos de los actores ya apareciesen en aquel fraude protagonizado por Antonio Resines, y con papeles muy parecidos. Por un lado, Belén Rueda siempre mandando y con una hija adolescente; por otro, Fran Perea, al que ahora nos venden como un fotógrafo picaflor. Sí, Fran Perea es un fucker en esta serie. ¿Y qué más? Le falta ponerse a tocar la guitarra. Al tiempo.

El resto de personajes tampoco es que sean una maravilla de la ficción, menos aún los actores que los interpretan. Por ejemplo, podemos ver a Carlos Iglesias recuperando su papel de Benito de Manos a la obra, o lo que es lo mismo, el cateto chapado a la antigua que protagoniza situaciones cómicas por su ignorancia. O Adolfo Fernández, al que lamento decirle que hacer de ricachón sin escrúpulos no le pega; solo sabe hacer de policía. Otra que debería hacérselo mirar es Paula Prendes, que está sobreactuada y carece de credibilidad.Juani

Pero lo que más rechina de B&B es que Luisa Martín vuelve a ser la sirvienta/cocinera de una familia. Ha vuelto la Juani de Médico de Familia casi 20 años después. A eso tienen que recurrir los guionistas españoles para que el prócer Écija les deje sacar adelante una serie para que luego él las presente a las cadenas como el siguiente éxito de la parrilla.

Y Dani Rovira, ¿pretende ser gracioso? Porque lo único que parece es tonto. Lo digo por su personaje, que es uno de los más ridículos y poco creíbles que he visto. Su intento de hacer comedia pareciendo lerdo se queda en lo segundo.

¿Buscáis una serie distinta? No veáis B&B. Ya no es que sea mala: es repetitiva.

La pugna entre B&B y Velvet o la falta de respeto al espectador

Este lunes Antena 3 y Telecinco estrenaron sus nuevas series, Velvet y B&B. Una va sobre una tienda de ropa de alta costura en los 50, que entonces se llamaban galerías; la otra, sobre una revista, una temática que por deformación profesional conozco mejor.b
Siempre que escribo mis impresiones sobre una serie es porque la he visto con tranquilidad, sin distracciones, y centrado en la misma. Más si la veo en la tele, dado que si opto por el streaming o los episodios descargados puedo pausar, rebobinar, etc.

Anoche me impidieron hacer eso con Velvet y B&B. Porque las emitieron a la vez. Sus estrenos coincidieron en día y hora. Y como yo, miles de espectadores. De algunos supe gracias a Twitter, ya que la queja no era una pedrada de las mías. Había razones. La pregunta es, ¿por qué lo hicieron? El tema no es nuevo, eso sí.

Ve3Lo que ha ocurrido con los estrenos de estas dos series españoles (de las cuales no puedo opinar porque no las he visto en condiciones) ejemplifica la situación que atraviesan las cadenas, que deriva de un problema: que los responsables de éstas no tienen ninguna consideración hacia el que consume sus productos, el espectador, además de no tener ni idea de cómo realizar una estrategia de programación.

Sobre ésto mismo escribió ayer Natalia Marcos en Quinta Temporada, poniendo el foco en esa auténtica falta de respeto a la audiencia. Algo de lo que se quejan los propios actores españoles.

La idea de Telecinco y Antena 3 no es que su serie triunfe; su objetivo perentorio es destrozar el producto del otro. Buscan evitar de cualquiera manera que lo que emite la competencia triunfe, y si tienen que poner en riesgo lo propio, así lo hacen. Sin pensar en las consecuencias, al estar cegados por el ‘odio’ al adversario, que no rivalidad.b2

¿Cómo puede un espectador que no tiene ordenador y no tiene acceso a Internet por cualquier razón conocer la oferta de ambas cadenas si emiten sus principales apuestas el mismo día y la misma hora? Es imposible. Y más si hablamos de ficción española, tan denostada en los últimos años por la nula calidad del 90% que se ha creado en este país.

No sé en qué mundo viven los que mandan en Mediaset y Atresmedia. En vez de fomentar la producción nacional, deciden matarse entre ellas. Y eso que a ambas les interesa que la gente vuelva a engancharse a sus historias por capítulos, dado que el furor por las series es más que evidente. Aparte de que son más accesibles que una película para sus canales.

VeDesde hace un tiempo se estrenan pocas series españolas. No sé si por la crisis, la falta de ideas, o por la cabezonería de las cadenas en pedir siempre el mismo argumento multitemático formado por familia, bareto, adolescentes que se enamoran, parejas con problemas y abuelo cascarrabias; es decir, drama y humor a partes iguales, esa amalgama absurda y nada efectiva que se hace aquí siempre.

Ambas son libres de competir de esta manera tan enconada, faltaría más. Buscar el fin de todo lo que propone el adversario televisivo entra dentro del juego en este país. Aunque pueda suponer una victoria pírrica para el vencedor.

Al espectador que anoche le entrase curiosidad por ambas se quedó con las ganas. Y puede que tras ver una, se quede con ella para siempre; la otra se quedaría sin la oportunidad de intentar convencerle. Porque no le han dejado verla, vamos.Ve2

La idea de la refriega en la parrilla es acabar con el de enfrente. Muy bien, puede entenderse aunque no se comparta. Lo más pavoroso es la falta de visión de mercado de ambos grupos de comunicación. Directamente, han optado por un «conmigo o contra mí». Así es imposible fidelizar al público, ya que demuestran que no les importa lo más mínimo. Lo único que les preocupa es la pasta. Y que el otro se la pegue, claro está.

Al menos con este post no podrán decirme unos que me paga T5, y otros que lo hace Antena 3.

El Príncipe: más que un barrio, una serie vertedero

Escribo estas líneas mientras veo a Alex González en una escena de El Príncipe. Acaba de cometerse un asesinato, y él, en su papel de inspector jefe de policía, pregunta si alguien ha visto algo. Pero no lo hace de una forma contundente: lanza la cuestión al aire como si estuviese preguntando quién es el último en la cola de la frutería. Sin fuerza y con un gesto hierático, algo impensable en alguien que acaba de presenciar un tiroteo.3

Hay que ser muy indolente o tener muy poco talento para interpretar un papel así. Principalmente porque se lleva a cabo el mayor pecado que existe para un actor: no resultar creíble. 

La buena noticia para Alex González, o Javier Morey en la serie, es que no es el único: con las excepciones de José Coronado y Rubén Cortada, al resto de actores no hay por dónde cogerlos. No tienen la capacidad suficiente como para hacer un personaje que resulte verosímil para un espectador. Antes de nada, pongámonos en situación.

¿De qué va El Príncipe? Aunque parezca mentira, no va de un grupo de actores fracasados que carecen de talento y de su día a día intentando hacer una serie. La historia nos sitúa en un supuesto barrio conflictivo de Ceuta, en el que pululan los narcotraficantes, los matones, las guerras abiertas entre moros y cristianos y los policías corruptos. En semejante ambiente, no podían faltar los extremistas que hacen del terrorismo su forma de contribuir a la guerra contra occidente.

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Ante la preocupación que generan en las autoridades las células terroristas con sede en España, el CNI toma las riendas y decide enviar en una misión especial a uno de sus agentes, Javier Morey, que tendrá que rebajarse a ser el inspector jefe de la comisaria del barrio. A esto hay que sumarle el punto de partida, en el que vemos a varios policías tirar un cadáver al mar. 

El Príncipe cuenta con una trama principal bastante solida e interesante, que es la de la lucha contra el terrorismo islamista en un barrio conflictivo de una ciudad en la que se han dado casos de ese estilo. Su ambientación es muy acertada, y el patrón de personajes encaja con la historia que se quiere contar.

Su idea le ha permitido encandilar a gran parte del público: en su estreno hizo un 21% de share, ayer se fue al 26%, con más de 5 millones de espectadores y el minuto más visto del día. De récord.

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Todo se va al garete en cuanto los responsables de que funcione el engranaje, los actores, no cuentan con la suficiente habilidad para desempeñar su trabajo. Es prácticamente imposible creerse esta historia desde el primer minuto, en el que ya queda claro que Morey y Fátima (Hiba Abouk) van a ser la parejita que tenga que enfrentarse a todo tipo de obstáculos. Joder, es que ni en True Blood estaba tan claro qué personajes se iban a calzar a otros.

Por otro lado, las series españolas suelen agobiar con la cantidad de tópicos y lugares comunes que explotan. En ésta no iba a ser una excepción: tenemos el típico bar donde se reúnen los policías; la camarera que está liada con el jefe de los polis; y este último, que a la vez es un corrupto que está compinchado con otros dos pringados de la comisaría.

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Como contrapunto, tenemos al policía bueno, guapo, que está buenísimo, y que buscará que se haga justicia a la vez que se liga a la chica guapa. A este se suma el malo del cuento, que también destacada por su belleza y por acojonar al resto con solo una mirada.

Lo peor de El Príncipe (además de Hiba Abouk, que puede ser la peor actriz española de la actualidad) es que va a trompicones. En la escena de un interrogatorio, por poner un ejemplo, parece que los actores están jugando al ‘tú la llevas’. «Ahora te toca la frase a ti; ahora a ti; eh, me habéis quitado el turno», y así. Al menos es la sensación que da.

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Explotar el físico de los actores es otra de las manías de la ficción patria, y aquí se exprime con Alex González y Rubén Cortada. Por cierto, del primero leí el otro día que su mejor papel fue en X Men; película en la que no tenía ni frases, para más señas.

Los actores, y los que les han dejado actuar tan mal, han matado la buena idea de la que partía El Príncipe. En esta ocasión no tengo nada que reprocharle a Telecinco, porque la ambición del proyecto estaba justificada. Y Vasile no puede ponerse a coordinar intérpretes; digo yo que el hombre tiene otras funciones. Otro tema es que la promoción de la serie por parte del canal haya sido excesiva y cargante.

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Lo más preocupante para esta recién llegada a la parrilla televisiva es que no tiene alicientes. No hay una trama que atrape, ni un villano cabrón al que odias pero no puedes dejar de ver. Y es que contar con actores guapos no es un acicate si lo que pretendes es ofrecer capítulos profundos y con carga dramática; eso solo vale si haces Gossip Girl. Dicho de otra manera: aquí solo subyugan los ojos de Rubén Cortada. El resto no aporta nada y no resulta interesante para el espectador. Encima, el principal romance está resuelto desde el inicio.

El Príncipe es mala de solemnidad. Lo peor es que sobre el papel el reparto apuntaba a estar en la lista de virtudes. La realidad es que por culpa de éste la serie acabará en el vertedero del olvido. Porque lo puede petar en audiencia, dar mucha pasta a Telecinco e incluso contar con varias temporadas. Pero no será inolvidable. Y si un producto de ficción, sea malo o bueno, no te deja un poso, es que ha fracasado. Y eso le ocurrirá a este barrio de ficción.

Solo hay una forma de que mejore: si los responsables fichan a Chenoa para que haga el papel de novia despechada de Morey.

Anna Karenina, o cómo Telecinco pisotea la memoria de Tolstói

No quiero extender más sobre qué me parece que Mediaset y sus cadenas, Telecinco entre ellas, se dediquen a adaptar clásicos de la literatura cuando todos sabemos lo que se les da bien: la telebasura. Es loable que quieran trasladar al lenguaje televisivo historias que han tenido un impacto en todos los que las han leído; pero con su bagaje, que lo hagan bien es como si friegan el suelo sin haber barrido antes: la suciedad prevalece.Anna

Ahora le ha tocado a una de las obras cumbre de León Tolstói, Anna Kareninamás conocida por ser una de las historias más transgresoras que se escribieron en la Rusia de los zares y que además es de las más queridas y leídas en todo el mundo. Todo gracias a los dilemas morales que genera en el lector por su relato sobre amores adúlteros en una sociedad más que conservadora, su entretenimiento y la valentía que el autor ruso demostró al escribir algo así.

Anna2Pues bien, en Telecinco se han cargado todo ese espíritu lleno de aspectos positivos del libro y han hecho una miniserie de dos episodios aburridos, nada fieles a las tramas y en los que todo es tan artificial y majestuoso que no casa para nada con la historia original.

Para empezar, porque en la adaptación de Mediaset todos son guapísimos y guapísimas. No hay un personaje que no esté bueno (bueno, obviemos a Ángela Molina) y por el que no suspiraríamos con esos trajes y vestidos tan elegantes. Pero es que en la novela no es así. Simples detalles que en la televisión se pasan por el forro para así adecuarse a la superficialidad patente en toda producción que se precie. Ni eso han sido capaces de respetar.Anna3

Con estas malas elecciones se han cargado un drama valiente que retrata a una sociedad carca que no soporta que una pareja pueda decidir por sí sola que se quiere. Con todos los rechazos, reproches y zancadillas que conlleva enamorarse en una época como la que muestra la novela. Ni con todo este potencial han hecho algo bien la cadena española y su dueña italiana, que han perpetrado una telenovela que no valdría ni para la sobremesa.

Anna4Otros de los aspectos a destacar, por mal hechos, son el ritmo y el avance de las tramas. En dos capítulos de hora y media cada uno no hay ni un solo momento llamativo o que atrape al espectador: todo bostezos. Los diálogos también se podrían haber planteado de otra manera, pero la culpa de ésto solo la tienen los actores. O no; nunca sabremos cómo han interpretado realmente los textos. Esto es culpa, una vez más, del doblaje.

Anna Karenina ha resultado ser aún más mediocre por culpa de la voz en castellano que le han puesto a los actores. El doblaje resta calidad de por sí a cualquier producción, y este extremo ha sido especialmente grave en este caso. Pocas traducciones simultáneas de la voz de los actores han sido tan perniciosa como ésta. Y la verdad, ver a María Castro, alias ‘la choni eterna’ por Sin tetas no hay Paraíso Vive Cantando, y a Ángela Molina doblándose a sí mismas es pernicioso para cualquier serie.Anna6

Digan lo que digan los talibanes pro doblaje, que existen y hasta dicen que hay que doblar a muchos actores porque con su voz normal pierden potencial (ojo a esto), esta práctica no hace más que destrozar una ficción. Como leí por ahí, es como si te gusta Nirvana y escuchas las versiones que ha hecho Pitingo.

Hablando de música y malos cover, lo que nunca le perdonaré a esta adaptación de Anna Karenina es la banda sonora. Una copia barata y vergonzosa de la maravilla que compuso Ennio Morricone para Cinema Paradiso. Y es que con las películas que han marcado una vida no se juega. Lo mismo deberían hacer Telecinco y Mediaset con ciertos libros.

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