ATENCIÓN: Este post contiene spoilers del final de la serie
El capítulo de anoche de Bajo Sospecha, el octavo y último del supuesto thriller de Antena 3, duró algo más de 72 minutos. Si lo viste, quizá te dio la sensación de que con haberlo reducido a media hora habría bastado para enterarte de por qué murió Alicia Vega y quién mató a Nuria Vega. Que en un final sobren metraje y escenas, y que todo se reduzca a un resumen de lo que hemos visto durante estas semanas, no es buena señal. Pero aún peor es que te des cuenta de que a una ficción de ocho capítulos le sobran los seis que hay entre el primero y el último. Y eso me parece un fracaso.
El final ha sido decepcionante. Lamentable en la ejecución y penoso en la argumentación. Toda la resolución de la tragedia de los Vega está muy cogida con pinzas. Al final, todo era un juego que no me creo. Sé que no son pocos los que han adulado este último episodio, asegurando que es convincente. A mí me ha parecido todo lo contrario. No me encaja que durante todos los capítulos pareciese que varios personajes se dispusiesen a aprovechar los secuestros y asesinatos para que todo resultase tan simple. La gigantesca conspiración sobre las niñas quedó en un ardid de éstas junto a Pablo Vega. Y no cuela. Tiene de majestuosa lo que yo de futbolista profesional. Ni provocó escalofríos, ni máxima tensión y ni de broma destacó por una magnífica ejecución. Lo único que fue de traca es que la cadena se atreviese a meter anuncios entre escenas.
No hubo secuestro, sino escondite. Esto pasó a ser una retención cuando Alicia se cansó del juego para intentar que su padre y su tía no se fugasen. Acabó en tragedia por un accidente. Posteriormente, un niño que no mide ni metro y medio resulta que es tan animal como para exigir el silencio de otra chica cercana a su edad y acaba matándola porque ella se resiste y quiere confesar. Y luego, Pablo tiene la suficiente fuerza mental como para solo contar lo ocurrido a su madre, que decide mantenerlo en secreto con un par de cómplices. Nadie sospecha nunca de él ni de su madre, solo del resto. ¿Casualidad? Cuesta creerlo. Demasiado rebuscado.
Además, una serie de este tipo tiene que aspirar a explicar las consecuencias del asesinato que la vertebra. Si solo se dedica a esclarecer lo ocurrido incumple con la mitad de su objetivo. En el último episodio de ayer todo ocurre de manera atropellada y cargante, ya que solo nos cuentan qué y cómo pasó de una manera bastante pobre: recurriendo al resumen con escenas que ya hemos visto y de las que nos acordábamos de sobra.
Nos hemos quedado sin saber qué va a pasar con toda la familia Vega tras descubrirse que tienen un hijo homicida. Es un estigma con el que convivir cada día y que te cambia todos los planes de vida que podrías tener. Me hubiese gustado saber qué pasa con los padres de Alicia, cuál es su relación con los progenitores de Nuria después de saber que su propio sobrino se la cargó, la reacción de los abuelos o la segura venganza de Vidal contra Emi por querer involucrarle e inventarse una red de pornografía infantil. También habría sido interesante conocer a más gente de Cienfuegos, sin reducirlo todo a la extensa familia protagonista. Incluso qué va a ocurrir con Pablo, que durante toda la vida cargaría con lo que le hizo a su hermana y su prima.
Pero si hay algo imperdonable en Bajo Sospecha es su último minuto. Quizá el más patético de las series españolas en mucho tiempo. Habían resuelto perfectamente no caer en la españolada de que los protagonistas se liasen. Hasta la última escena, donde acaban besándose. Hay que tener poca imaginación y ser simple para incluir esto en un guión y justo al final. Fue la mejor manera de recordarnos que estábamos viendo producto nacional.
No todo ha sido tan malo: es entretenida y ha salvado los muebles cada semana gracias a una atmósfera convincente. La banda sonora encajaba perfectamente y han logrado marearnos (para bien) con la resolución de las tramas. El análisis que extraje de sus tres primeros episodios se ha mantenido en esos aspectos.
Lo malo es que la parte que provocaba que no pudiésemos decir que tenía calidad ha permanecido e incluso se ha potenciado. Su principal problema es que los actores en general son un horror, con las excepciones de Alicia Borrachero y Lluis Homar. Porque aquí no solo han matado a niñas: Yon González y Blanca Romero se han dedicado a asesinar en cada capítulo la profesión de actor. Ella especialmente, a pesar de que se empeñe en que si hablan de ella es que lo está haciendo bien. Así es imposible que una serie de intriga enganche por completo.