Solo un capítulo más Solo un capítulo más

Siempre busco la manera de acabar una serie cuanto antes... para ponerme a ver otra.

Archivo de agosto, 2013

Placeres culpables: Sin tetas no hay paraíso

De todos los vicios inconfesables, las películas y las series suelen estar a un nivel superior en cuanto a secretismo. Que alguien se entere de que disfrutamos con un guión malo, previsible, poco original, o simplemente nada atractivo por otros aspectos, suele avergonzarnos. La retahíla anterior sirve para cualquier temática de ficción. En mi caso, hace algo más de un mes fui a ver una película infame llamada Brazo de hierro. Una italiana de los 80 que de mala que es ha logrado entrar en el olimpo de los filmes de culto. En esa sesión había gente más friki que yo. Mucho más. Y todos los que estuvimos en esa sala nos descoyuntamos de la risa por las tonterías y los giros de guión absurdos de lo que estábamos viendo. Y que seguramente volveríamos a ver. Aunque sin pagar, como en esa ocasión, ya que el pase era gratuito. Sintetas2

Como ya intuis por el título del post, uno de mis placeres culpables de años atrás fue Sin tetas no hay paraísoConcretamente sus dos primeras temporadas, que me parecieron sublimes. ¿Por qué? Pues porque era distinta. No era la típica ficción de familia de clase media, pseudo-humorística; con una pareja que se quiere y discute a partes iguales; con hijos de todas las edades y con vecinos o compañeros de trabajo que de inútiles resultan graciosos. Es decir, no pertenecía a las penosas series españolas (el 99% del total de todo lo que crean los guionistas autóctonos, ya lo siento).

Aquí se contaba una historia de mafiosos y padrinos, de tráfico de drogas y armas, de ajustes de cuentas o de violencia. Pero también había espacio para barrios conflictivos, niñas con sueños de salir de su casa y triunfar en la vida, villanos simpáticos u odiosos, e historias mundanas.

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Para los que no la hayan visto, su argumento es sencillo: una chica llamada Catalina se reencuentra con el que era el chico guapo de su barrio, El Duque. Obviamente vuelve a caer enamorada de él, a pesar de que dirige una pequeña organización criminal relacionada con el tráfico de todo lo que sea ilegal. Y ahí es cuando empiezan los problemas para ella, su familia y sus amigos. Porque aunque él es muy majo y protege a Cata y los suyos, los que le rodean no dejan de ser unos facinerosos y solo piensan en cumplir sus encargos y ganar dinero. Aunque se tengan que llevar a alguien por delante.

Sí, porque los tiroteos, asesinatos y secuestros están a la orden del día en muchos sitios. Quizá en España menos, pero no olvidemos que se trata de una serie de ficción. Los mafiosos ‘ricachones’ también existen, algunos ocultos (o no) entre la política y las finanzas. Y los líderes de organizaciones criminales pueden ser aquellos que te cruzas por la calle mientras conducen un Jaguar. Por eso me gustó tanto esta serie: porque hace ficción sobre realidades tangibles. Y es que no se quedaba ahí.

Todos conocemos un caso de una chica que quiere salir de casa de sus padres en busca de una vida mejor. Y también los de sus amigos que yerran en las decisiones que toman y acaban metidos en líos. Por no hablar de los casos de adolescentes embarazadas.

Seré más claro: a mí el cóctel de narcotraficantes colombianos, matones, ‘escorts’, timbas clandestinas, barrios conflictivos y chicas que buscando un sueño acaban siendo la novia del líder criminal de turno me pone. Me gusta seriéfilamente hablando. Y por eso me aficioné a Sin tetas no hay paraíso.

Los actores fueron otro acierto. Amaia Salamanca estaba prácticamente empezando su carrera, y aquí se lució como nunca. Pero el que nos encantó a los que la veíamos fue Miguel Ángel Silvestre. Este chico se destapó como un intérprete excepcional y que enamoró a todos más allá de su belleza física. La modulación de voz y la rudeza mezclada con simpatía de su personaje le hacían atractivo en todos los sentidos. María Castro en su papel de arpía fue otra que realizó una actuación notable, así como Josep Linuesa en el rol de Miguel Cortés, el ‘capo’ de la serie. Sintetas1

Aunque no era ni mucho menos una idea original al estar adaptada de una telenovela colombiana, la Sin tetas que emitió Telecinco estaba muy bien hecha y enganchaba al espectador. No era una obra maestra ni una serie imprescindible. Pero cumplía su función a la perfección: entretener. O al menos a mí me lo pareció.

A raíz de mi confesión, que no será la última, os invito a revelar vuestros placeres culpables en forma de series. Si los tenéis, podemos hacer una recopilación para publicarla en uno, dos o varios posts del blog. Os invito a enviar un mail a solouncapitulomasseries @ gmail punto com con el asunto ‘Placer culpable’ en el que contéis qué ficción entraría en esta categoría especial y algo vergonzante.

Seguro que los hay peores que el mío. O mejores, según se mire.

Entre clones en Orphan Black

Que un solo personaje cargue con todo el peso de una serie es cada vez menos habitual. Es cierto que en las series de la actualidad siempre existe un protagonista sobre el que gira la trama, pero en todas ellas hay espacio para contar las vicisitudes diarias del resto del elenco; es decir, no se otorga exclusividad a la historia del ‘líder’ de la ficción. Algo necesario en la mayoría de ficciones, dado que los secundarios a veces tienen vidas absolutamente fascinantes.

La excepción que rompe todo lo anterior es Orphan Black, una genialidad de BBC America que ha sido uno de los pocos soplos de aire fresco de lo que llevamos de año. Todo gracias a la ubicua Tatiana Maslany, que se echa la serie a la espalda y la saca adelante con una fuerza que crea adicción a cualquiera. Y todo eso sin caer en el egocentrismo, a pesar de que el guión esté centrado solo en ella.

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Maslany es Sarah, una chica de veintitantos huérfana, refractaria y pasota que presencia el suicidio de una mujer que es clavada físicamente a ella. Es ahí cuando descubre que tiene un clon. Literalmente. Esa es la premisa de la que parte la serie: una joven que se entera de que tiene una gemela justo en la ciudad a la que ella ha regresado tras 10 meses desaparecida. Una situación nada agradable y que obviamente le va a traer problemas, ya que la suicida no es la única idéntica a ella.

De ahí parte una historia vertiginosa y totalmente novedosa en la que Sarah intenta averiguar por qué hay otras que son su viva imagen mientras asume otras identidades, sacando ventaja a eso de tener varias gemelas por ahí repartidas. Y quizá sea eso lo más inquietante de Orphan Black: que en ningún momento se dan pistas del porqué de la trama. No se vislumbra ni por un segundo la razón de que existan clones de la protagonista. A esto hay que sumar el suspense que imprime la suplantación que hace Sarah del resto de clones, gracias a que los guionistas no descifran hasta el último segundo si la pillarán o no.

Unos problemas con los que ha de lidiar justo cuando reaparece en la vida de los suyos. Tras huir de su exnovio Vic (Michael Mando), un camello de poca monta, centra todos sus esfuerzos en recuperar a su hija Kira. Esta última se encuentra bajo la tutela de la señora S. (Maria Doyle Kennedy), que en el pasado también fue la tutora de Sarah y de Felix (Jordan Gavaris), su hermanastro y mejor amigo. Solo este último conoce el secreto sobre los clones, y será quien le ayude en sus planes para averiguar qué está pasando. A los que ya conoce hay que sumar los amigos y parejas de sus clones. Ahí es donde tira de imaginación para resultar creíble y que no se den cuenta de que no es la persona con la que ellos creen tratar. Aunque no logre engañar a todo el mundo.

Maslany2El mayor dilema que plantea Orphan Black es su temática. No es ciencia ficción al uso, y tampoco es lo que los puristas llamarían un drama. ¿Qué es, entonces? Lo tengo claro: inclasificable. Que no se pueda encuadrar en ninguna categoría es algo que la beneficia enormemente. Porque si te cuesta explicar de qué va una serie, como me ha pasado en este post, quiere decir que merece la pena verla y que tiene muchas papeletas para ser adictiva. Todo gracias a que no sabes qué te vas a encontrar al dejarte la cabeza hecha un lío sobre su argumento científico y su personaje rústico que abarca todo.

Que tenga solo 10 capítulos en su primera temporada y que estos tengan la mejor duración posible (menos de 45 minutos) son dos aspectos que hacen de Orphan Black una serie obligatoria. Y es que desde la primera temporada de Fringe no se había creado nada tan original.