Nuevas historias, creadores estimulantes y buena producción. Podríamos decir estos son los tres grandes factores que entran en juego en el debate sobre la calidad de la teleficción española en los últimos años. Las dos series modernas más aclamadas, El Ministerio del Tiempo y Vis a vis, se han atrevido a apostar por enfoques de puro género, con un acabado audiovisual excelente y algunos matices de autor, una tendencia que potenciarán las cadenas de pago con sus próximos proyectos, en los que participan directores como David Trueba (¿Qué fue de Jorge Sanz?) y Alberto Rodríguez (El hombre de las mil caras). Lo que no tenemos, y parece que tampoco en un futuro inmediato, son series que se dirijan cara a cara al público que mejor conecta con la nueva ficción, cautivo de la tele clásica, nacido entre los 80 y 90 y con sus propias referencias, a quienes llamamos millennials.
Hay dos excepciones a esta regla: Cites, al amparo de la libertad creativa que le ofrece una cadena pública autonómica como TV3, y Paquita Salas, que ha visto la luz en la plataforma online Flooxer, de Atresmedia. Esta última webserie emitió ayer el capítulo final de su primera entrega (esperamos), que a pesar de ser solo el quinto le ha servido, y de sobra, para crear un entregadísimo fandom. De su primer episodio supimos en verano, cuando se preestrenó en pantalla grande y poco después en la web, y para el lanzamiento de la temporada oficial, en septiembre, ya era todo un fenómeno. En estos meses se ha enfrentado a todo, eso sí; a la polémica sobre la profesionalización y legitimación de la webserie, al apoyo de las redes sociales en forma de TT y al backlash surgido del sobreanálisis, a los apocalípticos e integrados que ven en ella la salvación de nuestra ficción o todo lo contrario…
Pero ahora que hemos visto todos sus episodios, el balance es muy positivo. Paquita Salas, creada por los jóvenes guionistas y directores Javier Calvo y Javier Ambrossi, es un feliz encuentro entre la comedia y el drama protagonizado por una representante de actores, de éxito durante los años 90, que vive la decadencia de su compañía cuando la abandona su gran estrella, Macarena García. Ha sido un soplo de aire fresco por varias razones. En primer lugar, por su perfecta protagonista (a quien da vida un perfecto Brays Efe), una antiheroína con mucho de Almodóvar que ha conquistado con una historia de fracaso y superación a la que las series de toda la vida no nos tienen acostumbrados. En segundo lugar, por ese universo entrañable (destaca Magüi, la secretaria de Paquita, adorable Belén Cuesta), inspirado en personajes y anécdotas de la industria que su joven público conoce muy bien.
Lo más interesante, sin embargo, ha sido ver cómo Javier Calvo y Javier Ambrossi, cuyos rostros tal vez conoceréis por series como Física o química o Sin tetas no hay paraíso, profundizan en su labor creativa tras el musical La llamada, que se convirtió en revelación de las tablas madrileñas hace un par de años. Ahora, además de llamaders, tienen paquitistas. Aunque el primer capítulo de la serie fue un tanto titubeante, con una mezcla desigual de los elementos cómicos y los dramáticos, poco a poco han ido evolucionando hasta encontrar un tono ideal, personal, con sus propios guiños pop y también sus propias musas, como Belén Cuesta, Mariona Terés y Anna Castillo (por no hablar de las memorables estrellas invitadas de cada capítulo). Paquita Salas es divertida sin ser simplona y es emotiva sin ser un culebrón, pero lo más importante es que ha enamorado a un público que las series tradicionales ya daban por perdido.
¿Vosotros también sois paquitistas? Contadme qué os ha parecido la primera temporada y nos leemos en @VictorMGonz.
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