Hay quien dice que los títulos de Netflix a partir de las creaciones de Marvel son ficciones de superhéroes para aquellos a los que no les gustan los superhéroes, y algo de razón no les falta. La intención de este encuentro televisivo marvelita es desmitologizar el género, rebuscar entre sus fábulas para dar con el componente más humano. No es que desde las mismas páginas de la franquicia no lo hayan hecho, pero la pretensión adulta de estas series es prácticamente su carta de presentación. El enfoque social y moderno es un elemento imprescindible de su propuesta. Si en Daredevil el fantasma de la corrupción institucional estaba más que presente, y Jessica Jones abordó desde las coordenadas superheroicas la huella de la violencia machista, Luke Cage debía encargarse de otro debate de actualidad, como imagináis, la cuestión racial.
El dilema que muchos ponen sobre la mesa, sin embargo, es otro: una cosa es que estas series hayan rescatado ciertas polémicas en el disparadero de la teleficción y otra que su tratamiento sea más o menos acertado. El caso de Luke Cage es muy curioso e interesante, pues encara los mismos retos a los que se enfrentó su nacimiento en Marvel en los años 70, cuando el afán de los creadores por incluir contextos y personajes del colectivo negro alumbró la blaxploitation. ¿A qué nos referimos con este término? A un género cultural de aquellas décadas (el ejemplo más popular es Shaft) que creó sus propios estereotipos, según los más críticos basados solo en la imagen que los blancos tenían de ellos. ¿Logra el Luke Cage de Netflix superar la exploitation de la comunidad que retrata o relega la lucha de su personaje a la moda progre del momento?
La serie de Netflix recupera a Luke Cage (Mike Colter), al que ya conocimos en Jessica Jones, a su regreso a Harlem, el barrio donde creció. Allí se refugia de cualquier enfrentamiento, de su fuerza sobrehumana y de su constitución irrompible también, en la barbería de Pop, gánster rehabilitado que ha convertido su local en la ‘Suiza’ del distrito, un lugar donde resolver conflictos de modo pacífico y a través de la palabra. Las cosas cambian cuando conocidos de Luke Cage y Pop acaban involucrados en los asuntos criminales de Cornell Stokes (Mahershala Ali), mafioso al que en Harlem tienen por un líder hecho a sí mismo, apoyado a su vez por su prima, Mariah Dillard (Alfre Woodard), una concejala que utiliza sus contactos para conseguir dinero y poder. La agente de policía Misty Knight (Simone Missick) será una aliada esporádica de Cage.
Valga como aviso para recelosos que Luke Cage repite algunos de los errores más frustrantes de Daredevil y Jessica Jones, sobre todo la excesiva duración de la temporada, trece capítulos, aunque hemos encontrado virtudes que no le vimos a aquellas. Creada por el guionista Cheo Hodari Coker (Ray Donovan), la ficción de Netflix acierta con una atmósfera y unos ambientes muy claros, con un tono visual y musical muy característico, que hunden sus orígenes sin miedo en la blaxploitation. El equipo de productores conoce esas referencias del Luke Cage comiquero y se enorgullece de su encanto, aunque también intenta pulir aristas a sus iconos y sus figuras. Mike Colter interpreta a un superhéroe apacible pero comprometido, aunque lo mejor son sus mujeres, Missick y Woodard como heroína y villana con su punto épico pero también humano.
Lo que me ha convencido de Luke Cage, no obstante, es cómo muchos de sus conflictos y de sus imágenes conectan con el día a día: ver a Cage esposado por la policía siendo inocente, o vestido con capucha en sus misiones justicieras, cuando esa prenda ha sido criminalizada por las fuerzas de seguridad durante tanto tiempo; observar la relación de Harlem con sus héroes corruptos y caídos, y cómo sustituye la esperanza que ellos encarnaban por la de un hombre cotidiano y perseguido… Puede que Luke Cage no lance (ni quiera hacerlo) el relato definitivo sobre el colectivo negro, sobre sus raíces y sus fantasmas, y lo utilice más como contexto que como propósito, pero sí despierta sentido de la actualidad y del compromiso, y eso me gusta.
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Es bastante mala la serie, muy lenta. . .
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