El exceso de realismo se le está atragantando a Peter Jackson. Por lo que leo en ‘Enterteinment Weekly‘, los 10 minutos de ‘El Hobbit‘ que se mostraron hace una semana en CinemaCon (el congreso anual de los exhibidores estadounidenses) no gustaron demasiado. ¿Por qué? Porque las imágenes- rodadas con una nueva tecnología de 3D que las captura y proyecta a 48 fotogramas por segundo (en lugar de los 24 tradicionales)- eran tan brillantes y realistas que eran como «de decorado».
Jackson ha salido rápidamente a defender su apuesta tecnológica y ha pedido a la gente que juzgue después de haber visto la película completa, que es la única manera de poder llegar a meterse en este nuevo mundo de imágenes hiperrealistas que paradójicamente recrean un mundo fantástico.»Nadie va a conseguir parar esto. La tecnología va a continuar evolucionando», ha dicho Jackson, que por si las moscas ha tranquilizado a los futuros espectadores asegurando que habrá muchos cines que proyecten la versión convencional de la película.
Leyendo la polémica creada por esta nueva manera de ver y hacer cine- «una experiencia que no se ha vivido antes«, según Jackson- me viene a la memoria lo que nos decía un profesor de semiótica en la universidad: que los miopes teníamos mucha suerte porque teníamos la posibilidad de ver el mundo más atractivo de lo que en realidad es.
Es decir, que la falta de agudeza visual hace fantasear al cerebro un poco más, porque se ve obligado a recomponer con imaginación e intuición las imágenes poco nítidas que le llegan. Doy fe de que me he llevado más de un chasco tras ajustarme las gafas delate de algún supuesto ‘chipironazo’. Algo así parecen haber sentido los afortunados espectadores de este adelanto, porque parece que el exceso de realismo de las imágenes ha puesto en evidencia el decorado que recrea el fantástico mundo de’ El Hobbit’.
Con o sin cartón piedra visible, me muero por ver la película con mis gafas recién graduadas.