Las nuevas formas de ocio y de trabajo exigen la creación de nuevas fórmulas para las compañías que, de alguna forma, posibilitan ese ocio y ese trabajo. La etapa de los años 90 con empresas todopoderosas que ganaban dinero casi sin ser conscientes de ello terminó hace tiempo. Algunas de estas empresas están modificando su estrategia ligeramente, mientras que otras se empeñan en seguir viviendo en el pasado, en garantizar sus ingresos a toda costa, intentando incluso crear nuevos impuestos.
Los grandes grupos empresariales se mueven muy despacio porque sus engranajes están oxidados. Microsoft ha cambiado su política con respecto a Linux. La compañía también se está orientando a internet, desarrollando aplicaciones gratuitas para intentar comerle un pedazo de pastel al floreciente e imparable Google. Es posible que los esfuerzos no sean suficientes como para logran cambios revolucionarios, pero al menos se está trabajando en ello.
Por otro lado, Apple ha anunciado la eliminación de los sistemas anticopia de las canciones que comercializa en iTunes, que su navegador Safari también funcionará en Windows y que permitirá que otras compañías creen programas para su iPhone.
Todos ellos son pequeños pasos, dados a un ritmo mucho menor que el que exige el mercado y los propios usuarios, pero implican un cambio de concepto.
La SGAE, por el contrario, no cambia sus conceptos, aferrada a la idea de que los usuarios deben pagarle lo que está dejando de ganar por no saber/querer ofrecer soluciones alternativas. Su presidente, Eduardo Bautista, afirmó recientemente que la SGAE está «dispuesta a negociar» un sistema de «tarifa plana» para descargar canciones siempre que se obtuviese una porción de beneficio «alta». Si a estas alturas de la canción la mejor idea que se tiene es la de una tarifa plana que les otorgue un beneficio alto, es que no han entendido nada. Y cuanto más tarden en entenderlo, peor para ellos. El problema reside en lo que pretenden arrastrar en su caída. Cuando una empresa se queda sin mercado, o se reorienta o muere. Es un grave error querer que otros abonen para mantener un sistema que no es capaz de mantenerse a sí mismo.