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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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¿Qué tiene de especial el maratón de Nueva York para ser premiado?

Hoy la fundación que entrega los premios Príncipe de Asturias, el príncipe que mañana ya no lo será, premia a esa ciudad que se levantó un día de otoño sufriendo los efectos del bestial fenómeno climático del Atlántico. Las redes sociales arden: los aficionados al correr y al espectáculo, aplauden que, por fin, el entretenimiento rey de la década destrone a Casillas o Xavi. Entre tanto rechinan los aficionados a otros deportes o a premiar a los líderes de la imaginería deportiva. Los Javier Gómez Noya, Mireia Belmonte, quedan fuera de la ceremonia de premios.

¿Qué posee ese evento deportivo como para que haya despertado la mayoría de los votos del jurado?

Entenderemos mucho de ello si nos remontamos dos años escasos. La fecha de 4 de noviembre de 2012 pasará a a historia como el domingo en que no se celebró el Maratón de Nueva York. La tormenta atlántica Sandy dejaba la ciudad arrasada. Más de cuarenta muertos y millones de habitantes comprobaban la debilidad de sus infraestructuras. En Hoboken, Nueva Jersey, había tal balsa de agua que podría sepultar cien ballenas. Una semana más tarde, en pleno preparativo para la carrera, aún había colas a pie para poder llenar una garrafa con la savia que alimenta el árbol yankee: la gasolina.

El ‘momentum terribilis’ neoyorquino ponía a prueba la capacidad de reacción de la ciclópea maratón. Tanto de cara a la ciudad como al resto del mundo deportivo.

Y es que se trata de más que una prueba deportiva. Son cuarenta o cincuenta mil corredores, atravesando el icono del desarrollo occidental de todo el siglo XX (antes de que los Dubais y Shanghais levantaran la cabeza aún más alto). Un espectáculo que fuerza al alcalde a considerar que la ciudad necesita todos los recursos posibles para hacerla realidad.

Cortar la circulación de ocho millones de habitantes es poner una fiesta deportiva a los pies de una urbe. Al tiempo, un espectáculo televisivo y global que debería no romper el espíritu de la carrera.

En la edición de 2012, repasemos, los riesgos eran evidentes. Aparte de calles inundadas, lineas de metro cortadas por los desperfectos y un sistema metropolitano completo cogido apenas por alfileres, había más actores en juego. Los mismos que dan la verdadera dimensión de este maratón.

Todo no es apuntalar lo derribado por vientos de cien kilómetros por hora o drenar vaguadas donde se podrían disputar pruebas de remo olímpico. Las ciudades se han sobrepuesto a condicionantes similares. Más aún las ciudades pujantes del globo. Cuentan con los mejores medios y en días la tecnología es capaz de ganar terreno a la naturaleza, como siempre ha sido. Hay otros condicionantes. Dicen que más de 350 millones de condicionantes.

nyspeed

 

El club.

El New York Road Runners Club (NYRRC) es una organización que desde 1976 mueve miles de visitantes a la ciudad bajo la excusa de correr la distancia mítica de los juegos olímpicos. Cientos de miles de corredores optan cada año a los dorsales que dan derecho a atravesar Brooklyn, Queens, Manhattan y Bronx en mitad de una vorágine de público y símbolos de la civilización occidental.

En 2012 había 42.000 plazas a disposición de cuantos quisieran contribuir al dinamismo de un evento que deja en la ciudad de NY un negocio estimado de 350 millones de dólares. El pastel es de tal calibre que Michael Bloomberg, dueño del imperio de la información financiera con su propio nombre, sostuvo la celebración de la prueba hasta escasamente 48 horas de su teórico inicio.

Los corredores viajan hasta Nueva York  optando a los paquetes que se adjudican por todo el planeta. Repito. Todo el planeta. Probablemente estemos hablando de un evento que en 2013 acogía a más de cien nacionalidades. La carta para que un deporte sea olímpico dice que deberá ser practicado en 75 países en categoría masculina. Sobran las comparaciones.

Ha sido el motor de esa gran expansión del mundo del correr. Desde las hazañas que tuvieron en vilo a los norteamericanos en los juegos olímpicos de los años setenta, la ‘gran manzana’ tomó el testigo de popularizar el deporte más sencillo del mundo. Su salón de la fama está cimentado en las leyendas con los apellidos más conocidos del correr: Shorter, Salazar, Waitz, Krinstiansen o Seko. Y el crecimiento derivaría en más capacidad de inversión. Desde Chase Manhattan Bank hasta los años más recientes, la bola de nieve solo hacía una cosa: crecer.

Todo corredor quería ir, una vez en la vida, a su Meca. Si no corrías en NY te quedabas sin argumentos cuando hablabas de tu afición en la oficina. Si alguien quería tirar el dinero contigo, ¿por qué no regalarte un viaje con dorsal?

¿Deriva su poder en la inversión empresarial en la ciudad?

El articulista Chris Smith encarnaba desde la revista Forbes a los que defendían la postura de que los 350 M$ no lo eran todo. Era justo después de aquel «fuera máscaras» del otoño de 2012. Es más, aseguraba, “se verán disminuidos por los efectos devastadores de Sandy”, apuntaba, preguntándose si la ‘morale’ del ciudadano que pelea por que las bombas de la NYPD y NYFD puedan drenar su calle estaría para salir a hacer negocio con los potenciales 2 millones de espectadores.

Fue una mala semana para meterse en embolados. La inauguración del estadio de los Brooklyn Nets también quedaba afectada por la tormenta devastadora. Como escribía el periodista Jacobo Rivero, el revivir ‘pijo’ de la época de los Dodgers a los Nets. Recordemos que suponía el estreno de la franquicia de New Jersey a un distrito con una densidad de población tres veces mayor que la de Madrid. Una inversión de 1.000 millones de pavos en el pujante Brooklyn, barrio de-popular-a-clase-media-alta y que acercaba a la ciudad de los Knicks su segunda franquicia de la NBA, el mayor espectáculo del mundo.

Maldita Sandy. El alcalde Bloomberg había tenido que envainársela porque, si no se podía coordinar con seguridad a veinte mil personas en un recinto cerrado, mal se podría asegurar la comodidad de 40.000 corredores y otros tantos acompañantes que buscan alojamiento, consumen bienes y corren por cinco de los ‘boroughs’ de la ciudad.

El multimillonario alcalde de NY veía como se le multiplicaban los enanos en su circo particular del ocio y deporte. El domingo jugaban los Giants (NFL) su partido contra los Steelers en un MetLife Stadium que no había sufrido daño alguno pero con las conexiones en transporte público todavía tocadas en todo el estado de New Jersey. Todo en mitad de un estropicio que mantenía a millones de personas sin electricidad o que, el Domingo 4 por la mañana, aún tenía el 38% de las gasolineras del entorno sin combustible.

Bloomberg no había renunciado a ser ese alcalde Demócrata en 2001 o a los trinos de gloria del Partido Republicano en 2007 para convertirse en un damnificado. Este carácter de alcalde independiente y casi medieval era el sucesor del duro ex fiscal anti narcóticos Ralph Giuliani, que también adoraba a su manera al maratón más famoso del mundo. Era un guiño histórico; el halcón judío que pasa a gobernar con mano de broker el legado del fiscal italiano. Giuliani se había convertido durante la crisis del 11-S en la imagen pública. El huracán Sandy dejaba un escenario de terror (las primeras estimaciones hablaban de 90.000 millones de dólares en daños) y sesenta muertos.

Una delicada situación a escasos días de las elecciones.

Patrocinadores.

¿Cuentan otros deportes con este sustento tan feroz? ¿Podría alguno de los deportistas no premiados, Mireia, Javi Gómez Noya, hacer lobby de tal manera? En la ceremonia de entrega de premios en Oviedo todos irán de smoking. Mary Wittenberg, la CEO del club de corredores de Nueva York, no lucirá patrocinadores en su gala pero hay chaqués que relucen más que otros.

Más ejemplos. Volvamos a 2012.

La imagen de muchos estaba en juego. La del patrocinador principal, sin ir más lejos, empezaba a quedar en entredicho. ING, uno de los bancos más internacionales, acababa precisamente de ver cómo su competidor en el muy ético mundo financiero holandés, Rabobank, había decidido retirarse del patrocinio del mundo del ciclismo.

ING tiene que contestar las voces que saturaban la web de la prueba dos días antes de celebrarse todo un maratón de Nueva York. En un escenario de crisis, el sponsor principal no podía contribuir a una fiesta mientras miles de vecinos estaban pasando dificultades. ING era el patrocinador principal de la carrera desde 2003 y tenía firmado un contrato que se renovaba anualmente por valor de entre dos y tres millones de dólares.

El binomio NYRRC-ING anunciaba velozmente que donaría 500.000 dólares para ayudar en los trabajos de recuperación más inmediatos. ¿No es este carácter solidario una razón más que poderosa para vender la imagen responsable de una empresa? Quizá también esto sea premiado por la Fundación Príncipe de Asturias.

Al mismo momento Businessweek filtraba las más crudas reacciones de una opinión pública dividida. Las redes sociales, el gran enemigo de las corporaciones verticalistas, machacaban sin piedad desde ambos flancos, los clientes del maratón y los potenciales afectados por ella.

¿Por qué debería celebrarse una maratón que es prácticamente un desfile civil, mientras todavía se están recuperando cuerpos de ciudadanos fallecidos? Ciudad ciclotímica como pocas, Nueva York representa el extremo del sentimiento de ciudadanía para la fiesta y para el duelo. Si Sandy hubiera golpeado la costa este apenas 200km más al sur, mismamente, el escaparate del maratón estaría siendo un ejemplo de superación corporativa y de solidaridad del mundo del deporte, sin ir más lejos.

Aún así, muchos, los que habían viajado y los que habían entrenado, sintieron que le debían algo a la ciudad que los acogía.

La gente tomó las calles, a pesar de todo.

Sólo NY es capaz de generar estas sinergias. Añadiremos Boston, probablemente, por el carácter también cruel y catastrófico de su edición de primavera, marcada por los ataques terroristas. Alrededor de Central Park, la habitual meta, miles de corredores rindieron homenaje ciudadano a la carrera, a la ciudad, a los afectados por el tormentón atlántico.

Probablemente estas sean razones que el jurado del Príncipe de Asturias haya tenido en cuenta.

O probablemente no. Pero nunca lo sabremos.

 

¿Mo?

-Todos estos años posponiendo la búsqueda de un dorsal en el maratón de Londres y ahora te entrevisto, precisamente, por tu participación.
-Lo que necesites, cuenta conmigo.
-Resolvamos primero lo de este post, Nimo.

El próximo domingo la premiada televisión pública británica montará un dispositivo digno de los eventos reales de los Windsor. Desde las ocho y media de la mañana, hora local, las veintiséis millas y cuarto por las que serpentea el Maratón de Londres estarán cubiertas por reporteros apostados a pie de carrera, escenarios donde las celebridades y los corredores solidarios paran y dejan unas palabras, y así será hasta las dos de la tarde.

London Marathon 2013 Men's field (6)
Fuente: Paul Wilkinson / Wikicommons

Contarán y asistirán al paso de los corredores que flotan a veinte kilómetros por hora, esa formación de caza, irregular pero compacta de tibiales finos, de talones que suben hasta el glúteo y de dientes blancos rodeados de un rostro oscuro, en ocasiones de un ébano violeta, dependiendo de la intensidad del frío o de la humedad londinense. Los poros de la piel de esas máquinas de galopar se erizarán con la primera hora británica, bajo el roce de unas camisetas de tirantes mínimas. El atletismo de gran fondo, la élite del maratón mundial, que volará por un pasillo donde los patrocinadores dejarán un dinero y un colorido al que no estamos acostumbrados en otras latitudes. Esos amarillos limón tan agrestes a los que son aficionados los sistemas de señalización y anuncio en el Reino Unido, o quizá naranjas potentes con los logos y emblemas de la tercera revolución industrial del correr. Se deslizarán a través de todo ese «run«, «go«, «dream» anunciados. El salario de los directores de campaña de unos cuantos gigantes irá en ello.

La inexpugnable BBC completará otra de las grandes sesiones de periodismo deportivo. Desde ese ático de lujo que es Internet desde hace semanas se anuncia: ‘Mo’s marathon‘. Ellos también medirán el éxito del atletismo británico con el baremo de su estrella mundial. Incrustado en ese grupo de cabeza o liderándolo valientemente. Mohamed Farah plantea la respuesta de la maquinaria británica frente al ‘aislado continente’. París tuvo a Bekele, Londres a Farah.

Y después de que pase la estela de seda, ese viento imperceptible que dejarán tras de sí los cuerpos de cincuenta kilos, se escuchará un silencio que comprime el pecho de los que asisten en primera fila. Es la resaca que deja la adrenalina. Durará unos segundos o unos minutos, dependiendo si se desea vivir en el margen de la carrera en Woolwich o si haces tiempo por los viejos muelles de la burbuja inmobiliaria, veinte kilómetros más adelante. No muchos, pero el silencio opresor persistirá.

La razón de todo esto es que, detrás de ese grupo de cabeza, llegan los anónimos entre los anónimos. Tengo la suerte de poder conversar con uno de ellos, el santiagués Pedro Nimo, y uno descubre que en el gran circo de Londres han olvidado la piedad.

-Pedro, ¿Qué debes llevar metido en la cabeza para correr así de solo?
-Tras un invierno especialmente crudo y duro me siento fuerte a nivel mental y creo poder ser capaz de afrontar solo los 42kms, otra cosa es cuanto afectará esto a mi marca, pero es que ya no se piensa en los europeos en estas grandes pruebas…

Correr solo cuarenta y dos kilómetros. Nadar contra ese silencio por Woolwich Church St no es agradable. Los tiempos modernos han convertido la vieja zona de almacenes de la orilla sur del Támesis en una condenación de doble calzada por la que los corredores que hagan más de 2h10 transitarán solos. A su derecha, las nuevas torres donde tantos promotores han ganado dinero, con el olor pesado del río.

Pero los anónimos entre los anónimos no pueden ni relajar la vista. Porque los corredores de la élite europea, excepción hecha del participante Farah, son unos invitados de piedra en la más cruel de las fiestas deportivas. Tipos duros, profesionales de nivel local. Han de ser conscientes de que su gigantesco talento está un escalón por debajo de la raza dominante, de la tiranía del este africano. Deportistas como Nimo son profesionales que no pueden parar a tuitear su paso por el London Bridge. No son ni espectadores de lujo. Les toca agachar la cabeza y no mirar al vacío delante de uno.

¿Cómo mentalizarse para competir absolutamente solo en un evento que no está organizado para corredores del nivel de uno? Darse cuenta de que ni siquiera se forma parte de la gran fiesta de los casi cincuenta mil corredores populares. Hotel, desplazamiento, nervios, correr al límite en pos de una – quizá – buena posición final con un rendimiento económico.

¿Existe el espacio para la queja? ¿Por qué se ha escogido este camino todavía más duro?

Los especialistas de atletismo de la BBC hablarán de los criminales entrenamientos de los maratonianos de Kenia o Etiopía. Pero no es exclusivo de los brillantes seres humanos que corren en pantalla, ni mucho menos. No se habla de trabajar en un negocio horas después de pegarse en ese chocolate que forma el suelo del cross en invierno, del trabajo cuando baja la niebla o cuando tu mentor deportivo programa series diez series de un kilómetro con un día de perros. Nimo, el chico del Peleteiro que corre con esas dubitativas Skechers, da una y mil vueltas a su entrenamiento para poder ver menos asfalto por delante de sí. Aunque es casi imposible.

Se define como un albañil del correr. Siempre a pie de obra. Calentamientos de hasta doce kilómetros para después continuar con las series, asegura. Atrévete a serlo, reza su patrocinador (Dare2b). ¡Ja!, si ellos supieran. Correrá con el máximo de ilusiones en un maratón de Londres 2014 en el que no aparecerá más que por los tiempos de paso de las alfombras del chip. Por delante, la función continúa, ajena a esta frustración aceptada e interiorizada.

Pelear por ser el mejor de los de detrás. Con el que tan pocas cosas se tienen en común.

En ese detrás llegarán la algarabía y el colorido de las fotos. Gente común, excepcionalmente común, que sacan unos ratos de su tiempo para cumplir con más o menos rigidez con esa rutina, con esa pasión. Los que caminan durante el tramo de la Torre de Londres por el mero hecho de amortizar más los minutos únicos que pasarán por su lado. Algunos no volverán a Londres en mucho tiempo. Les está demasiado lejos, o coleccionan carreras y no les gusta repetir. Quizá haya quien, pasados cuatro meses, esté gravemente lesionado o haya dejado el mundo del maratón.

Quizá el gran valor de los otros campeones en el anonimato del gran evento sea el poder hablar de esa fortaleza ciega.

-¿Si tuvieras que convencer a un padre preocupado por la educación de sus hijos, lo usarías como imagen?
-Es una lección que no se imparte en ningún aula. Aporta una confianza y fuerza increíble para afrontar el más complicado de los maratones, el de la vida.
-¿Valdría para un grupo de empresarios o políticos?
-Les recomendaría probasen a correr maratones a distintos ritmos e intensidades, con el objetivo de que aprendiesen a valorar los distintos niveles de exigencia y lo frustrante que puede llegar a ser, pedir a un ser humano mucho más de lo que realmente puede dar.

Lo dice uno de los que tiene que pelear como los mismos africanos para apenas verles en la zona de salida. Podemos seguir desgranando palabras sobre el maratón de Londres. También podemos quedarnos con los teletipos del Domingo por la tarde y, mientras, seguir charlando con Pedro sobre la existencia humana.

Para ello tendríamos que apartar la vista de esta pantalla.

Cuatro fragmentos de la historia del atletismo

Start of Olympic marathon at Wembley Stadium, London, 1948. (7649951998) Fuente: WikiCommons, National Media Museum, UK.

Son cuatro trozos del deporte entre los deportes. Vídeos que hay que ver una vez en la vida, en mi opinión.

VIDEO 1. 3.000M OBS DE JJOO MOSCU, 1980.

Es una de las disciplinas más asesinas del atletismo, enmarcada en uno de los momentos en que este deporte quemaba. Por la política, por los programas de entrenamiento de Estado de las potencias del entorno soviético, por aquellos tipos que parecían embalsamar sus pies en zapatillas de clavos de aluminio. Para los de aquí, ver en una final olímpica a dos chavalotes como Domingo Ramón y Paco Sánchez Vargas peleando con nombres como Bronislaw Malinowski. Era la antesala al desembarco africano. Con fuerzas igualadas y elementos sueltos. Daba igual, algunos blancos corrían lo mismo que algunos negros. Y esto se demostró fatal tiempo después.

VIDEO 2. DUELO AL SOL, BOSTON 1982.

La masa desbordada como recuerdan las imágenes del combate Alí-Foreman o los italianos invadiendo la ruta del Giro de Moser contra Fignon. Eran otros tiempos y en el maratón de Boston de 1982 se produjo un duelo que hoy alcanzaría entidad cinematográfica. Alberto Salazar contra Dick Beardsley construyendo la cima del relato épico. Un calor extremo e inusual los hizo inseparables durante veinte millas para finalizar en esas calles abarrotadas. No fue la carrera más rápida de Salazar ni tuvo la rebeldía de un Prefontaine pegándose en la final de 5.000 de los Juegos del 72. El estadounidense de origen cubano daría más lustre a la esfera del jogging. Pero el Duelo al Sol fue un punto culminante de la primera época dorada del correr.

VIDEO 3. PREFONTAINE Y EL 5.000 DE LOS JUEGOS DEL 72.

Qué tiene Steve Prefontaine para la mitología del deporte es una cuestión que dividirá a los entendidos. La mitomanía desempolva aquel «corro para ver quién tiene agallas y quien puede castigarse a sí mismo» mientras que las estadísticas ordenan el escalafón relegándole a un cuarto puesto en una final olímpica. En cualquier caso, Pre se erigió como un corredor de los de tirar mientras pudiera, para reventar el pelotón. En ese cincomil se ve al chaval del bigote rodeado de avasalladores codos. El primer viaje se lo tira un Javier Álvarez Salgado que venía de brearse en los Europeos de Helsinki del año anterior con Emiel Puttemans, Lasse Viren o Mohammed Gammoudi. Esta colección se había visto las caras los días 31 de Agosto y 3 de Septiembre en las series y la final de 10.000. Viren y Puttemans habían corrido en 27.39 y desmantelado el récord del mundo. Una semana después ellos tres serían puestos a prueba en uno de los kilómetros finales más reñidos del atletismo.

Prefontaine comenzó a cimentar su parte proporcional en la épica del atletismo moderno con aquella estampa poco estética. El cine se encargó de trasladarlo de aquella manera en este otro vídeo. Al cine se le escaparon detalles más escabrosos pero ya se harían muchas más películas de drogas. El caballo tenía una cierta ventaja autodestructiva, un romanticismo que las autotransfusiones sanguíneas no tenían.

VIDEO 4. GRAND FINALE MARATON LONDRES JUEGOS 1948

Londres había vivido en 1908 el drama en forma de la inolvidable llegada de Dorando Pietri al estadio de White City. Décadas después, con el mundo más acostumbrado al sufrimiento del ser humano (dos guerras mundiales vividas en treinta años), se vivió una situación asombrosamente parecida. Después de 42 kilómetros llegan los primeros clasificados de la prueba de maratón. El corolario del atletismo que embarga a los espectadores.

El vídeo, de una factura técnica impecable, muestra el desfallecimiento en la entrada en meta del líder de la carrera, el belga Etienne Gailly. Gailly soporta la primera parte del colapso, que a otros les conduciría a la sala de las luces incandescentes. Pero el hasta ahora líder es teniente paracaidista y viene de participar en la Segunda Guerra Mundial. Su enfrentamiento con la agonía viene de lejos. La ha visto demasiado erca. En esos mismos momentos entra en el estado el argentino Delfo Cabrera, que venía a escasos metros de Gailly. Toma la cuerda para colocarse en cabeza del mayor de los eventos olímpicos mientras el europeo muestra más síntomas de colapso. El galés Tom Richards, un estajanovista de estilo discutible, un representante del atletismo de la clase obrera galesa, le birla la plata mientras el walón termina con su bronce en una camilla, absolutamente vencido por el esfuerzo y el calor de la prueba. Correr un maratón olímpico a las 15h30 de un 7 de Agosto del hemisferio norte no ha sido, desde entonces, una buena idea.

Os dejo con esos cuatro vídeos. Copa de vino en mano y la boca abierta.

La tensa situación política en Venezuela saca a miles de corredores a la calle

Bajo una sola bandera, según los convocantes, miles de participantes de la carrera a pie están ahora mismo tomando las calles de ciudades y distritos venezolanos para sumarse a un gesto pacífico. Si bien el pasado sábado la marea de corredores corrieron de luto (vestían de negro como simbólica protesta en unas calles tomadas por la Guardia Nacional), hoy primero de Marzo han salido todos de blanco en una repetición del gesto.

Correr como símbolo. Como un motor por la paz. El resto del mundo quizá mire y juzgue desde sus seguros hogares. Sólo los venezolanos saben hasta qué punto merece la pena combatir por la paz corriendo.

En síntesis, la plataforma de internet RunnersVenezuela.com ha pensado que llenar las avenidas de gente corriendo podría significar una manera diferente de protestar. Y está llenando las avenidas después de que las redes sociales se sumaran al hashtag #10kporlaPaz. El complejo momento social y político entre la oposición y el gobierno bolivariano ha llevado a enfrentamientos armados que han afectado al día a día de las ciudades de Venezuela. También están surgiendo, según su cuenta de twitter, marchas, caminadas y movimientos ciclistas con el mismo objetivo.

 

Sin ir más lejos, a finales de la pasada semana se canceló la próxima edición del maratón CAF, prevista para el próximo domingo 23 de febrero, que será suspendida hasta nuevo aviso, según aseguraba la página de runners venezolanos. En esta cita estaban ya inscritas unas 10 mil personas, pero los organizadores postponen la cita, que recorrería los  principales puntos de las ciudad, por las recientes manifestaciones estudiantiles en Caracas.

La respuesta de un sector de los corredores boricúas ha llevado a gente a correr esta mañana (hora venezolana) por Lechería, Parque del Este, Maracay, incluso algunos intentos en la ciudad de Valencia o San Cristóbal – donde a última hora de anoche no se sabia si las condiciones de seguridad lo permitirían.

La cita del filósofo Spinoza puede resumir un deseo por parte de los organizadores. Esta iniciativa llega de una sociedad fracturada que responde con un gesto. Para unos, será ridículo y burgués. Para otros, un clamor contra las armas. Decidan ustedes porque parece que los administradores del poder y la riqueza han perdido el norte en algunas latitudes.

Llega la Transgrancanaria, arranca el espectáculo mundial del trailrunning

En 2012 pude disfrutar de un viaje a la isla de GranCanaria, para participar en la TransGrancanaria 96k. Os inserto el post que escribí con la previa de este evento del correr por la montaña y que este fin de semana congregará al plantel más rumboso de la temporada. Así continúa el Ultra Trail World Tour, una auténtica copa del mundo combinada de pruebas de montaña.

¿Sangre?

No hay sangre. En la isla del polvillo negro la sangre queda absolutamente teñida de costra. Ni Sebastian Chaigneau aparece límpido en las fotos. Ni sé como definir la sensación -¿pena?- que me dieron dos superliebres de Salomon, con sus prendas blancas ‘a la Jornet’, sentados sobre un pedregal mortífero en el que soplaban los alisios levantando más polvillo. De ser blanco, nos lo esnifaríamos. Pero es negro y uno tiene en el subconsciente la memoria de los mineros y de la silicosis. No es racismo, es que en la crónica de esta Transgrancanaria no aparecerá nada sanguinolento ni casi rojo.

Porque de los participantes de la k42 no hablaremos. Su peto era rojo. El pe-to. Esta, para luego. Rojo. Color que además engorda. Pobres ellos, que tuvieron que mutar en anaranjado para no ser absorbidos por la reverberación caníbal de un sol de esos que dicen que hay dando envidiables temperaturas a las islas todo el año. Pobres, ellos y ellas. Que los pusieron de rojo y los colocaron para salir a trotar a las diez de la mañana.

Al menos nosotros, los pataliebre, bueno, ellos, los de los 123km y doce mil metros de desnivel por los barrancos arriba y abajo -nosotros nos achantamos con apenas 96km- salimos de noche desde el mismo orillón de la playa del Inglés. Rodeados de becerros con cubatas. De colgados -en la noche canariona hay mucho colgado- y hasta de una ilustrísima señora alcohólica en mallas largas y camiseta del… ¿Telde? que se entremezclaba con nosotros -vale, ellos- y nuestro ritual preparatorio, las mochilas, los frontales, los nervios y las piernas afeitada con mejor o peor mano. Decía la afectuosísima mujer que ‘venga cogledole, a pol ello muyayo’ o algo similar. Sergio Mayayo se dió dos o tres veces por aludido pero es que estaba perdiéndolo todo. Posteriormente perdería la voz por algún barranco y ahora está en llamadas a MRW para que se la traigan lo más rápido posible.

Groarrrrrr

Salimos por fin playa adelante, que a eso nos habíamos inscrito. Mis condiciones semisecretas incluían un plan para escribir sobre la inconveniencia de presentarse a estas pruebas homicidas con catarro, tendinitis en el peroneo largo, una semana entera tosiendo y sin correr, alusiones al jet-lag, lo que hiciera falta. Paré a hacer un pis en las dunas de Maspalomas, sueño que perseguía desde mi niñez, y me quedé el vigésimo por la cola. Allí no había corredores. Había chacales. Me prometí no mear más hasta yo que sé cuando.

Y nos metieron por un barranco. Ya leeréis las milimétricas descripciones de los barrancos en la crónica de Runner’s World, revista que os conmino a comprar el mes que viene. Aquello era ir por el fondo del mar después de que Bob Esponja hubiera absorbido los trillones de quintales de agua (sé que es capaz de hacerlo) y sólo quedasen pedrolos. Muy cementados, sí, como que ‘aquí no llueve nunca y la gente pasea por aquí’, pero un fondo de un río. Seco. Ahí estuvo el paso por la primera hora pero, como no había siquiera mirado cómo quedaban los parciales kilométricos, y casi ni los avituallamientos, iré adelante con mi foco luminoso preguntándose si-no-si e iluminando el terrario canario de aquella manera.

Subir, subir y subir no nos conducía a nada más que hacia arriba. Es pura geografía física. Acalorados, porque dista un abismo entre pasar un invierno en pantalón corto y salir en pantalón corto en invierno. Y venga a recomendar más ropa. Luego estaba la del peto. El petito. El día que lo vi por primera vez pensé que no era una buena idea. Marketing lo era. Pero era una capa más, caladita, sí, pero daba calor. En plena noche calculé que pudieron pasarme a lo sumo seis ráfagas de aire fresco. Contribuyó a que mantuve un tono de quema de sebo muy uniforme, y había menos zonas de ascenso de cabras de las que pensé. Bastante trotable, llanos, descensos en mitad de las fuertes subidas… era mi terreno si hubiera deseado salir a reventar.

Merodear el barranco.

La consigna había sido: “vosotros vais por donde os mandemos y, aquí paz, y después gloria”, instrucción más que precisa para el bóvido runner. Total te arreaban ladera arriba y abajo. De noche se intuía un abismo a nuestra izquierda, por la cabecera del arranco de los Ayagaures, advertido por Ser13gio en su día. “Te lo colocan de noche para que no te de miedo”. Esas horas fueron más las de controlar la hinchazón de los dedos, ajustar la correa del reloj… desde las 5am del día anterior llevaba viajando, en presentaciones de prensa, yendo y viniendo al hotel y, ahora, trotando y gateando monte arriba bajo el influjo de una luna insuficiente. Suficiente para morirse de placer mirándola. Pero no veníamos a morir de placer. Al menos, de placer.

Pero todo termina. A las ocho de la mañana peninsulares me llegan los primeros sms. Ha amanecido también en la Gran isla y a mis pies está uno de los fragmentos del fin del mundo, al que tengo que descender por un camino descarnado pero posible. En toda la prueba hemos discurrido por sendas aceptables y pistas. Los Chelis Valle y compañía han echado de menos más roca, menos pista. Yo no. Apago la luz del Led Lenser (ohsanna) y estiro los últimos chupetones a la boquilla antes del primer avituallamiento sólido. Puñetera autosuficiencia, nos hacen acarrear con todo hasta el km 42. A esa altura me he estomagado de un gel y dos barras turroneras, y me he espabilado medio paquete de jamón. Y tengo una úlcera en la lengua porque el sistema de beber en ultras es guarro y antihigiénico. Pero es el que hay y nos alegra los morros.

Ahí, en Tunte, bajo los farallones, se habían quedado algunos de los favoritos. Lizzy Hawker con un problema en la espalda. Zigor Iturrieta, vencedor de 2011, pedía cuenta de protección. Miré arriba y pedí auxilio a las rocas, las mismas que me triturarían las piernas al paso por el Camino de la Plata, el monumento civil más bello construido por la necesidad canaria. De ahí a la meta sería una repetición de correr, de trastabillarse. A eso íbamos, sin distinción de ritmo o capacidades.

La necesidad de ser normal.

En la rueda de prensa previa a la prueba, mientras el teatrillo de los medios grababa la presentación a dos idiomas y los ‘caranortes’ como Chaigneau (FRA), Maciel (BRA) e Iturrieta (ESP) mostraban su disposición como imagen de la marca, éste, Zigor, estaba a otra cosa. Un chavalín de apenas seis años y discapacidad motora se había acercado, avergonzado, quizá azuzado por el padre, a posar al lado de Zigor. Éste no se había dado cuenta hasta que le sonrió y el crío se tambaleó evidentemente, con una columna que pugnaba por ser una colección normal de vértebras, como las espaldas de otros niños. Zigor abandonó mentalmente la rueda de prensa y sentó al crío en sus piernas. El niño que trepa montañas y saca la lengua entendió a la primera qué busca la experiencia llamada TransCapacidad. Conseguir que discapacitados puedan participar de estas actividades normales. Los mayores, ciegos, con dificultades motoras, rodaban por barrancos que ni los deportistas con plenas capacidades podíamos torear con soltura. El peque que se asomó a la presentación de los corredores pudo participar como un crío más que se sube en las piernas de un deportista de élite. Zigor le regaló la gorra y la sobremesa entera. Ese crío ahora tiene un nuevo ídolo.

Quizá no seamos los más duros ni los más rápidos. Ni puros de mente, ni limpios, visto cómo dejaron el recorrido la tonelada de corredores guarros o sin educar en el respeto al medio ambiente. Quizá, como Zigor, apenas somos gente amable a la que le gusta correr.

Y todo porque me ofrecieron escribir la crónica desde la redacción de la archifamosa revista. Podían haberme encomendado escribir sobre Steinbeck. Ya digo.

Generaciones de corredores cometiendo los mismos fallos

Este post debía haberse titulado «los cadáveres del running».

Que lo sepáis.

Todo comienza con un sorpresón. Ese corredor, que hace años al que perdiste la pista en las salidas diarias, está cruzando un semáforo a tu encuentro. Tú acabas de terminar una sesión de correr y aún llevas las pulsaciones por encima de todos esos umbrales definidos por las revistas hasta la cataplexia social.

¡Hombre, Luis! ¡Qué fino estás, chaval!
Pero bueno, y tú, ¿no sales a correr ya?

La enumeración de dolores y lesiones crónicas ha mandado a esa vieja gloria al dique seco. Las entesitis pubianas, caderas con desgaste excesivo, tendinosis convertidas en el Quijote del sufrimiento, convirtieron a la edad en un problema y no en un estandarte que ondear sentirse orgulloso.

El deportista que pudo haber envejecido de manera saludable y deportiva apenas se contenta con salir a caminar.

He visto lesionarse a los guerreros del correr de los ochenta. Aquellos que nunca aflojaron cuando el reloj mandaba acelerar. Los que nunca estiraron en condiciones, o quienes pensaron que aquellas novísimas ciencias llamadas osteopatía y fisioterapia eran para los futbolistas de Primera División.

Después vinieron los lectores de revista. Se insuflaron ánimos a base de las publicaciones en papel. En los años en que ya no se conformaba uno con aquel plan de El País sobre cómo terminar un maratón, sino que los corredores se convertían en runners, cayó una segunda generación de jóvenes impulsados a correr. No a correr sino a volar. Cada dos meses regresaba un plan, como si aquellas tormentas tropicales «para todos los niveles» barrieran las playas deportivas en oleadas. Era complicado resistirse a las formulaciones científicas de entrenadores y licenciados en educación física y excorredores. El que no entrenaba era porque no quería. Muchas veces se repite la escena.

¡Qué tal, Luis! ¡El otro día estaba animando en el maratón y te vi pasar!
¿Ya no corres?
Bueno, maratones ya no hago. Cuando paso de cincuenta kilómetros a la semana tengo que levantar el pie, que estoy cascado del psoas.

Ay, el psoas.

Comienzo a escuchar las primeras lesiones por sobreesfuerzo de la tercera generación de caídos en combate. Los e-lesionados. Internet ha catalizado una oleada o un boom o una burbuja deportiva hasta exprimir la resistencia de nuestros organismos. Algunos han reventado embebidos en la fiebre kilianjornetista (dicho sea con cariño), apurando el cupo de sensatez de todo el año en tramos suicidas. Preparaban un ultra trail de cien kilómetros a base de pruebas de cuarenta y cincuenta kilómetros, en ciclos de tres meses raspados. Su pasión eran los vídeos y los foros y los blogs. Otros han entrado por el mismo carril del entrenamiento continuado y la competición fabulosa. ¡Pero es que hay una quedada el sábado de los corredores de tal marca, que irá Chema Dominguez! ¡Y el domingo hacemos 24 kilómetros solidarios, ideales para Berlín! ¡Y mi grupo de whatsapp salen a mediodía del Lago!

¿Qué errores están repitiéndose durante estas generaciones para que muchos apasionados no puedan seguir corriendo? 

Yo tengo mis errores favoritos detectados. Son de actitud.

Evidentemente no poseo la verdad sino una visión muy parcial de todo esto. Apenas llevo en el mundo del correr desde que Eleuterio Antón le mojaba la oreja al «traspa», a Juan Carlos Traspaderne. Quizá se me pasen variables antropomórficas. Seguramente hay un componente estadístico de «bajas colaterales» en toda actividad deportiva.

Pero a estos ex-corredores ¿creéis que les consolará conocer todo eso?

 

El maratón de Barcelona supera los 15.000 inscritos

Quedan aún unas semanas y las cifras reales del evento más grande del maratón español están listas para brillar. Fanfarria, confetti y cava porque ya son quince mil inscritos para la inspiradora distancia entre el Castillo de Windsor y el White City Stadium (y una vuelta a su cuerda).

Sea como sea, Barcelona (que acaba de estrenar una App para seguir todo lo relacionado con el maratón en tu dispositivo móvil) está en el exclusivo grupo de los grandes maratones europeos. En las estadísticas de 2013 fue la decimoséptima en llegados a meta con 14.783 corredores. En este ránking son París, Berlín y Londres inalcanzables y tercera, cuarta y sexta del mundo respectivamente.

Entre las carreras de la segunda hornada está Barcelona. Pruebas que salen del circuito de las grandes ciudades-mundo pero que cuentan o con una tradición fabulosa o con una particular situación en los calendarios regionales, como el caso de la capital irlandesa, Dublín.

No olvidemos que Barcelona pasó por un proceso de reinvención fruto de un colapso entre las relaciones deportivas e institucionales, como bien refleja Miquel Pucurull en su artículo sobre la historia de la prueba. Estocolmo, Barcelona y Dublín pertenecen al top 20 con más de doce mil participantes capaces de sonreír en ese momento de cruzar la línea de meta. Siempre con la vista puesta en los potentes eventos de Hamburgo, un tradicional para volar en la primavera alemana, Amsterdam y su nueva cara, y Frankfurt, que está escalando a golpe de tiempos escandalosos en meta.

Sería esta la cifra a la que la carrera aspira para asentarse y a la que contribuiremos desde 20Minutos con un par de piernas recias y nervudas. Si bien las cifras finales y de inscripciones de las últimas semanas hora son algo erráticas, es muy posible que Barcelona repita en los números de 2013, con tal que el clima de Marzo no dé sorpresas de última hora.

Y es que, cada tanto tiempo, la ciudad se levanta con el pie malo y ha habido ediciones de la marató con un calor inusual para la época. En este caso lo mejor es armarse de paciencia y aprovechar la parte buena: ese día la ciudad se lanza más a las aceras y aprovecha ese rato de la matinal del Domingo para animar.

Entre las estadísticas curiosas del maratón de Barcelona hay tres datos.

En 1988 estaba a escasos dos meses de cumplir la mayoría de edad y no pude correr mi primera carrera de 42km195m. En aquellos días tuve que conformarme con acompañar 25 kilómetros a mi santo padre. Se llegaba en el parque de la España Industrial.

En 1996 se corría todavía entre Mataró y el Estadio de Montjüic. Dos horas y cincuenta y cinco minutos después de salir del Maresme llegábamos a meta. Ya éramos oficialmente maratonianos bastante rápidos y sustancialmente infelices: había discurrido demasiado sufrimiento para una recompensa tan absurda.

En 2014 estaré exactamente terminando mi maratón (o más) número ochenta y ocho. Año en el que cumpliré cuarenta y cuatro. No me digáis que no es una ecuación fácil de sostener.

Una montaña en medio de Barcelona

Collserola. Una montaña que está en mitad de la ciudad, del área urbana. Y la vamos a usar para correr hasta que nos caigan los goterones de sudor por la rabadilla.

De hecho ya se usa para eso. El Parc de la Collserola es un pulmón extra que le surge a toda la comarca del Barcelonés en las últimas décadas del siglo pasado. Antes de ser transformado en un terreno a preservar, los barceloneses teníamos aquella referencia como el lugar donde estaba instalado el parque de atracciones del Tibidabo, su basílica, el cementerio y los depósitos de gas de la carretera de Cerdanyola y algunas barriadas donde las pendientes nos hacían aprender a caminar cuesta arriba y cuesta abajo.

Llegaron los años del diseño previo a los Juegos de Barcelona’92. Algo había que hacer aparte de plantar la torre de comunicaciones. Así que en 1987 se creó el Parque de Collserola, una entidad de 8.465 hectáreas. Y se fue convirtiendo en un lugar con estupendos caminos para correr, montar en bicicleta de montaña. Con este panorama tan al lado de casa, el próximo 23 de Noviembre se lanzan a organizar el Compressport Ultratrail Collserola de la ciudad de Barcelona.

 

En medio, dos nombres expertos y un ramillete de marcas. Tanto Mònica Aguilera como Marc Ràfols, dos corredores con gran recorrido dentro del mundo de la competición de larga distancia, forman parte de la organización de la competición.

¿Es apetecible aprovechar las sendas y caminos de un entorno así? Cómo no. Pero además, Barcelona cuenta con un privilegio parecido al de otras ciudades españolas. A menos de una hora de desplazamiento, prácticamente la totalidad de sus habitantes pueden disfrutar de un entorno natural.

Por lo tanto no podremos paladear esas laderas sobre las que escribía Eduardo Mendoza en «La ciudad de los Prodigios»:

Además de aquellas maravillas el jardín tenía recodos innumerables, pabellones, quioscos, templetes e invernaderos, avenidas misteriosas, de trazado deliberadamente confuso, por las que el paseante podía extraviarse sin temor y en cuyas revueltas podía toparse inopinadamente con la estatua ecuestre del emperador Augusto o con el semblante grave de Séneca o Quintiliano en sus pedestales respectivos, a través de cuyos setos conversaciones clandestinas podían ser oídas, citas amorosas sorprendidas y besos apasionados espiados a la luz de la luna. En los prados que se extendían en siete terrazas escalonadas en la falda de la montaña evolucionaban parejas de pavos reales y grullas egipcias.

Pero vamos a dar rienda suelta a toda la fiesta de correr por el campo. Caminos para mí desconocidos, vistas con las que me crié, una mezcla de sensaciones. En el mismo centro de Barcelona. A dos patadas del Carmelo o del Turó.

¿Se asentará esta prueba y pasará el corte de un calendario cada vez más saturado? . Para la Ultratrail de 74km y la Mitja Volta al Parc de 43km hace tiempo que no hay dorsales disponibles y las bajas se han ido cubriendo con la lista de espera. O sea, casi 1.500 corredores que ya hemos confiado en el caramelo.

Lo veremos en nada.

Correr tiene glamour (2): Brad Pitt en…

¿Qué os creíais? ¿Que sólo seríamos tipos contrahechos y películas donde unos gángsters persiguen a una muchacha que lleva impreso en la frente «no duraré más de dos escenas»?

El cine tiene mucho de todo. Hoy toca ese típico ejemplo de mozo atlético al que unas pocas clases de un especialista convierten en un Steve Ovett. Sí, que corre como Dios con prisas. Ese mozo es [modo fanrarria on] Brad Pitt [modo fanfarria off].

En 1990 protagonizó un tremendo peliculón llamado Across the Tracks. Nuestro gremio de educadores lingüísticos llevó a la excelencia su arte el título con Triunfo Amargo. Unos se dedican a aprender idiomas viajando mientras otros aducen que hay todo un sector cultural de dobladores cuyo sustento depende de cosas así.

En esta película Brad Pitt (al que conocemos tanto que podríamos llamar familiarmente Brazpí) encarna al hermano deportista de otro que acaba de salir del reformatorio. Tras mucho metraje, entablan una tormentosa relación basada en ver quién progresa más en el atletismo de pista del High School. Perdón, del instituto.

Si eres un corredor popular varón y tienes algún trauma relacionado con cómo te queda la ropa; si tu zancada es más un balanceo pendular; si -como quien esto escribe- eres torpe descendiendo senderos y tropiezas con la piedra o raíz más nimia, puedes mirar este trailer lleno de condescendencia, criticar la moda de los noventa o criminalizar al sistema norteamericano.

Si Brazpí te parece un adonis; si encuentras en cada guión un mundo lleno de metáforas y tensiones o si cualquier cosa que tenga relación con correr, simplemente, te apasiona, abre los ojos.

Dedicado a los que levantáis las rodillas en cada zancada.

#RunnerRunner… ¡Tú qué sabrás!

ranerane

Desde el próximo día cuatro en sus cines. ¿Cómo dices que se llama? ¿#Runner Runner? ¡Qué bien que hayan utilizado esa etiqueta!

¿Será un canto al esfuerzo personal y a esos tipos que entrenan de noche?

¿De verdad te han dicho que es un peliculón sobre un maratón?

¿No será una historia de estas, épica, sobre alguien con un reto personal gigantesco como perder treinta kilos?

¿Una promesa? ¿La que hace Will Kipsang meses antes de su récord del mundo de maratón en Berlín, en plena temporada de lluvias en Kenia?

No.

Porque correr no es rentable en términos de un buen pelotazo en las pantallas. Debe ser una de esas líneas argumentales que están fantásticamente bien para construir un ejemplo de demencia (Forrest Gump) o quizá de rebeldía (The Loneliness of the Long Distance Runner). El que corre deja entrever un cierto desajuste, según los guionistas. Pero hasta ahí, piensan.

Aun así, la literatura sí ha encontrado varios hilos argumentales potentes. Cuando correr es escapar con vida (Stephen King) o cuando es un respaldo -casi una excusa- en la que un personaje se apoya, como en Marathon Man, donde Dustin Hofmann construye quizá el mejor personaje de corredor.

Haruki Murakami también está por ser llevado a las pantallas. Al tiempo. Tranquilos, fans. Será un film bonito, de género, que circulará muy bien en los circuitos. Kilian Jornet queda estupendo en los festivales de documentales y sus Summits son la expresión de la belleza silenciosa de la pantalla.

Pero así, a lo grande, en plan peliculón, correr no encaja. La Prueba del Valor (The Games, 1970), con Charles Aznavour haciendo de maratoniano,  me pareció en su día otro intento sin un hilo sorprendente. Quizá correr es algo demasiado evidente que lleva metafóricamente a terminar bien. Uno intuye que el protagonista que invierte toneladas de esfuerzo en entrenar, de modo irremediable acabará con su esfuerzo recompensado en pantalla. Si algún director intentase lo contrario, dejarle como uno más de esos millones de deportistas que practican sin recompensa, sin poder llegar a la élite, podría acercarse a la brutal esencia cinematográfica de qué es correr. A su esencia literaria. Algo como lo que Miguel Alcantud cuenta en su documental sobre el comercio en todo el mundo de niños con aspiraciones futbolísticas.

Lo mismo un director que corre dos o tres veces a la semana lo sabría reflejar. Sería el sueño de correr hasta romperse uno por dentro.

Correr es salir y tener la certeza que no compensará detenerse. Llegaremos a casa siempre, apenas existe la posibilidad de que caigamos por el camino. Solamente salimos a corretear o a entrenar, no a luchar contra los persas. Atravesaremos cinco fases del sufrimiento. Ninguna es mística. Nos cuesta empezar, nos duelen las articulaciones, el corazón se resiste a explotar, sufrimos la tortura mental del «por qué sigo» y soportamos con placer los dolores del día después. Del momento después.

Nota al margen. Carros de Fuego no era una película sobre running. Blade Runner tampoco. #RunnerRunner, menos.