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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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Entonces ¿todavía puedo empezar a correr?


Fuente: Tom Jolliffe, en WikiCommons

¿Puedo aún empezar a correr?

Por poder, se puede. Ya hemos hablado de todo ello. No es tarde. En realidad nunca es tarde para aficionarse a algo.

Podría citar casos de septuagenarios que han descubierto el mundo de Internet o de humanos en sus plateados cincuenta cuya pasión sobrevenida por la cocina les vuelve locos. Correr – creo – no es tan extremo.

Reformulando un poco mi anterior frase, moverse un poco no es extremo. Si me apuráis, no tiene sentido ni que nos pongamos apocalípticos sobre cómo estaremos de podridos en cincuenta años.

Vamos a dejar de lado, del mismo modo, los maratones y los riesgos innecesarios como apuntarse a un Ironman en seis meses o a una carrera de montaña en nueve. El objetivo que siempre pongo a mis novatos es que, correr por el placer de hacerlo, es una tarea para la que recuperamos al cuerpo. El organismo lo sabe. No es necesario que rescatemos la capacidad del ADN mitocondrial para trabajar como hacían los habitantes de las sabanas africanas.

Por muy desmedidamente roto que haya sido nuestro esquema de vida.. pongámoslo de la siguiente manera:

Si tienes más de cuarenta, seguramente hayas hecho ejercicio sin saberlo. Era cuando corrías y jugabas a esconderte. O cuando bajabas a ayudar a tu madre con las bolsas de la compra.

Si apenas rondas los treinta, sólo un cataclismo sedentario podría haber hecho que tu organismo esté tan echado a perder como crees. Para un momento a pensarlo; no hace tanto saltabas haciendo el burro en la piscina y hasta ayudaste con un par de mudanzas sin perder la vida.

Si lees este blog y merodeas los veinte años, siéntate a preguntar a los que veas alrededor. Fíjate en esa señora con arrugas en la cara y unos pómulos afilados. O ese operario de la gorra y los pantalones cuatro tallas más grandes. No es muy probable que sean corredores de maratones. Pero ten la certeza que tienen un ritmo de vida activo. No hacen pereza para moverse, por obligación laboral o por vitalidad.

Por lo que, no. No es tarde para empezar.

En el próximo post te cuento qué hay que hacer, una vez que ya has leído todo lo legible. Y te hayan calentado la cabeza con esos imprescindibles. Intentaré repasar todo lo dicho y escrito y dejarte claro cuales son la claves para mí.

Corredor: Libros que te enseñarán a comer

Libros que te enseñan a comer, en caso que esta sea la auténtica preocupación de tu vida. Luego detallaré qué quiero decir con esto. Por motivos evidentes han llegado a mis manos algunos libros en los últimos meses. Alguna editorial y autores han considerado que en este blog se habla de lo que rodea al corredor. Y tengo un ramillete de lomos (soy de los del papel) con palabras combinadas en efectos con mucho gancho editorial: dieta, comer, correr, inteligente, runners.

En un tebeo de Mortadelo y Filemón, precisamente, se decía que un exagerado boxeador tenía un gancho en el que se podían colgar veinte morcillas. Algo parecido me sugiere el repunte de lo que se escribe: un gancho editorial grande que hay que aprovechar. Pero luego hay que rellenarlo después con.

Patatas con. Y sopa de. En efecto. Porque posteriormente hay que llenar las páginas con información útil. Siendo el objetivo no el atleta de élite sino la difusión general entre los corredores del pelotón, toca meterse en harina. Veamos cómo.

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Hace meses pude leer a conciencia La Dieta Inteligente para Runners. Es un buen punto de partida que me llevó a buscar a conciencia y encontrar, Comer y Correr. Dos libros diferentes en presencia y tono.

La Dieta Inteligente para Runners basa en dar herramientas para planificar la ingesta nutricional en el caso que te dediques con más o menos pasión a hacer un deporte. El equipo de Alimmenta, radicado en Barcelona y bajo la supervisión de un nutrido (huy) equipo de nutricionistas, desmenuza y esquematiza el cómo hacerlo. La información parece bastante sensata aunque imagino que el enfoque editorial ha forzado a Juana M González y autoras a meter mucha presión runner. Elemento al que conocen, visto el resultado.

El corredor moderno, ese pez de fácil pesca.

Es un libro diseñado para actuar como manual, con mucha información esquematizada, tablas y guías. Recuerda las hojas grapadas en los corchos de la cocina o esa inmensa pila de notas adheridas con imanes a la nevera. Resumiendo, si tienes ganas de estudiar como si fuera una oposición o si no tienes bastantes quebraderos de cabeza, aquí viene uno. Eso sí, empaquetado con una buena factura por De Vecchi Ediciones. Casi un cuadernillo que podría llevarse en el metro o a compartir en el maletero del coche, camino de ese entrenamiento.

Comer y correr, obra de dos especialistas como Julio Basulto y Juanjo Cáceres, de factura más ácida, científica y con cierto aire a «desmontando leyendas urbanas», incide en algo complementario. La simple denominación de programación específica para cualquier gremio hace olvidar que la alimentación variada y sana es suficiente para vivir más y mejor. Una segunda pasada de este concepto nos hace ver que no es tan complementario a la planificación de La Dieta sino, quizá, el punto desde el que deberíamos comenzar.

El problema quizá sería qué hacer entonces con todos los negocios y profesiones que han ido creciendo alrededor del qué y como comer para correr. La transición hacia la lógica supondría romper con las necesidades falsas. Crear un requerimiento como el de qué hacer un siete de marzo de dos mil catorce si te quedas sin cobertura de teléfono móvil.

De su pág.157 cae como una maza ese título de sección «¿Cómo embaucar al corredor? Haciéndole creer que es tonto». Basulto y Cáceres ponen una carga de profundidad tal en los mitos de la alimentación que me llevó a un estado hipnótico perverso: todo es tan artificial que la misma lectura de qué comer para correr me supone un hastío. Estamos animando a miles de personas, millones, a que se calcen unas zapatillas y salgan a correr. No estamos formando astronautas ni especialistas en nanoalimentos.

Es correr y ya. Todo esto, todo lo demás, le viene grande. Al mismo tiempo, ambos libros me ponen frente a una lacra de la lectura específica de un deporte. Escribimos demasiado sobre ello. Todos.

¿Ha de ser todo tan complicado? ¿Somos tan incapaces de comer con lógica y tiempo para luego salir a correr, simplemente, bien alimentados? Al final, la lectura de estos ejemplares lleva a pensar que un corredor es algo parecido a un neurótico personaje de las series sobre Nueva York. Alguien con una tendencia suicida a buscar más problemas conceptuales de los que ya arrastra. O quizá es que no tiene establecido el rango de cuales son los prioritarios y convierte lo que rodea su mundo de «runner» en lo único.

Cuando tenemos dificultades para encajar nuestro yo en un entorno laboral, financiero, social y familiar agresivo, ponemos nuestra atención en si estamos en una situación normocalórica o si la ingesta de vitaminas compensará el plan sub 45 minutos en diez kilómetros. En otras palabras, contamos las calorías ingeridas y las consumidas entrenando sin pensar que el estrés o la insatisfacción nos podrían llevar a una lesión o una crisis de ansiedad.

Post data: Ruego a quien me lea que no me facilite más literatura científica sobre el mundo del corredor con tiempo libre y preocupaciones del primer mundo. O un día escribiré algo inconveniente y tendremos una bronca.

Con las manos en la mesa y los pies en el asfalto

Las manos en la mesa. La cabeza a pájaros, y los pies metidos en zapatillas. De asfalto o de lo que sea. Va de libros (los que odiéis leer, podéis salir de aquí).

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He leído recientemente Con las Manos en la Mesa, de Juan Revenga. El Nutricionista, colaborador de este diario y experto en echarnos a la cara lo mal que comemos. Editó con la 1001 Ediciones un libro lleno de pistas.

¿Sirve alguna de ellas para los corredores?

Sí. Estos tipos que gastan miles de kilocalorías, que aprovechan la parada de comer en el trabajo para salir a entrenar y que miden (medimos) la forma física en los ángulos que se forman en los rasgos faciales. A más flaco, más en forma. A más cara de hambre, mejores prestaciones. Dí que sí.

Entresaco algunos hábitos de la recopilación del Nutricionista. Reflexionemos en voz alta sobre si nos tocan o no.

  1. Los deportistas comemos más alimentos que la población general, para reponer el esfuerzo extra de nuestros. Así que no necesitamos suplementos vitamínicos.
  2. Consumos proteicos de 6 y 7 gramos de peso corporal y día exceden la capacidad de los riñones (2gr/kg/día); los dineros de los botes de batidos van directamente al wáter.
  3. Ningún alimento engorda. Engordan los seres vivos.
  4. Gastamos menos energía que nuestros abuelos. Y tenemos un catálogo de alimentos casi infinito.

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Muchos son un signo de la sociedad en general. ¿Aplica el corredor a su alimentación una mínima pizca de sensatez de esa sociedad de dementes?

Quién sabe.

Aquí el compañero Nutricionista en un encuentro digital.

 

La vuelta al cole de un corredor

La Frontera cantaba aquello de «chirría el casco de mi viejo galeón». El Capitán Akhab se refería sin duda a ese retorno a salir a correr después del parón veraniego. Rodillas que retiemblan, medios kilos extra en abdomen, pecho y muslo, ya sabes.

Pero es que Akhab es muy viejo. En su época se paraba en verano. O Akhab pensó que el calor del verano era demasiado extremo para seguir con ese hobby recién iniciado con la primavera. Pero no. Ahora está el trail, la montaña, la pasión por llevar el GPS a las vacaciones y subir nuevas rutas playero-costeras a wikiloc…

Aunque sigue siendo cierto que por varios motivos Septiembre supone una especie de vuelta al cole. Retomamos la actividad.

Veamos qué es lo que nos chirriará.

1. La psicología de los nuevos propósitos.

Septiembre. El mes de los coleccionables, del final de la ropa de verano, los regresos de las fiestas locales y en el que, por fin, se puede dormir a gusto echándose una sabanita extra por encima. Con la primavera llega la ‘operación bikini’ del running. En septiembre llega la ‘operación ropa de trabajo’. Claro, una vez sacamos de nuestra cabeza la tercera cuesta del año, la de los libros de texto.

Algo ha pasado en nuestro cuerpo después de las parrillas, barbacoa, cervecita con limón y diversos ‘grandes momentos de la historia de la humanidad’ leyendo bajo esa higuera o domando al león con siestas que se podrían medir en eras geológicas.

2. Asumámoslo. Sí. Hemos ganado peso.

En el peor momento. Al volver a nuestra urbe -asumimos que el 80% de los lectores de este blog siguen las tendencias de urbanización de Europa Occidental- nos damos cuenta de una cosa: el resto del grupo de trote o colegas de entrenamientos no ha parado. Están negros como tizones. Secos como la mojama. Sus gemelos son dos perniles de conejo de monte. Y nos va a costar un par de semanas quitar ese lastre que tan simpáticamente nos quedaba con la ropa de verano. Dos semanas en las que nos quedaremos en el primer acelerón o la primera cuesta. Al bloc de notas: «el verano que viene no paro».

Ante esto, tengamos paciencia sin límite. Correr intentando recuperar todo lo perdido será un billete para las lesiones. El peso extra cargará los tendones más. De ahí deriva la mayoría de las lesiones por sobrecarga.

3. Las marcas deportivas sacan catálogo nuevo.

Bueno. El catálogo viejo no está tan mal. Las rebajas de verano son un cesto donde aún podemos pescar. Pares sueltos antes de que lleguen esas preciosidades y esa ropa y esos complementos.

«Hay que afrontar el invierno bien equipados», pensamos muchos. ¿Y eso? ¿Eres un personaje de Juego de Tronos? ¿Te van a atacar los habitantes del otro lado del muro?

Pero es cierto. Tantos días rebuscando en los cajones para encontrar la camiseta más fina o el pantalón más liviano, tanto calor pasado. El primer día que un corredor ve los cortavientos de Salomon o los guantes finos de Raidlight, se da cuenta que así no puede sobrevivir.

4. Y es que tenemos un año más.

Darse cuenta de esto nos hará vivir más tranquilos el retorno al correr. Interioriza que este año puede que no recuperes tan rápido. También podría ser que ya no progreses más en tus tiempos.

Al final mucho de todo este blabla se reduce a la ecuación «Cuanto quiero arriesgar a correr ahora para poder seguir corriendo durante toda la vida».

¿Qué? ¿Te va a costar más este año?

 

Cuando el humor mira a nuestro deporte

No me he podido resistir. Es quizá el mejor monólogo en español que hay circulando ahora mismo.

El humorista leonés Leo Harlem hacía una parodia de todos nosotros. Deportistas más o menos vocacionales o a quienes la sociedad o la medicina nos recomienda «correr un poquito». Nunca está de más mirar hacia atrás y comprobar qué reacciones suscitó nuestro repentino y apasionado comienzo.

Esa gran frase:

– Mañana me voy a levantar a correr.
– Sí, a correr las cortinas…

Con todos vosotros, así nos ve el humor.

Consultorio para el corredor: envíanos tus dudas

Vayamos con lo práctico. Día de dudas para novatos, experimentados o mentes inquietas.

¿Patinas con la alimentación en las largas distancias? ¿Dudas sobre cómo está afectando correr a tu sueño? ¿Zapatillas «que sí pero que no»? ¿Es bonito el maratón de París? ¿Quién dices que fue Peter Snell?…

Durante veinticuatro horas, intentaremos darte pistas sobre todas las preguntas que te asalten. Entrenamiento, sensaciones, material o pistas para tomarse unas vacaciones y encontrar «esa carrera».

Envíanos tu duda.

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¿Qué es «ser un paquete»?

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En el deporte es frecuente que las denominaciones abarquen categorías estandarizadas. El lenguaje cotidiano las moldea, las selecciona y muchas veces amplía. Ser un globero, paquete, jaimito, son muchas de las injerencias del cachondeo de los practicantes en el deporte popular. Con más o menos saña, o siendo más o menos cariñosos.

En este caso, ¿cuántas veces has oído eso de este tío es un paquete?

La RAE se ha quedado anclada en otras acepciones (siempre ha llevado unos ritmos muy particulares). No incorpora la valía o destrezas deportivas en su definición de paquete. Pero está más que asentado en el deporte cotidiano.

Si no tienes mucha resistencia, si en las salidas de tu grupo a correr te quedas irremediablemente, o si luces con poco esmero alguna prenda del vestuario, probablemente te hayas ganado el apelativo simpático de paquete.

Pero, en realidad…

Un bulto trasero, un desarreglado impenitente, no. Ninguna persona que se lanza a correr merece tener colgado el sambenito por muy mal que lo haga. La moda es una convención y los usos desaliñados del entrenamiento son hechos fácilmente corregibles. La superioridad entre clases de deportistas es una situación temporal, recordádselo al subelite o al crack que hace chistes sobre vuestra barriguita o sobre lo torpes que sois ajustando la correa del pulsómetro. Quién sabe en qué situación os veréis en unos años.

Más aún. ¿Podría ser una actitud ante el deporte recreativo?

¿Por qué no? Tomarse el deporte de manera desenfadada es un modo de afrontar las cosas. Es un hobby. Como citan los amigos de un foro de atletismo popular, abanderados de «ser un paquete», es una cuestión de perspectivas.

Que no estamos dotados para correr deprisa, trotamos sin apuros. Que no contamos con un físico longilíneo ni levantamos los talones hasta los glúteos al correr, no nos preocupemos por el físico. Que, para qué engañarnos, estamos aquí para vivir la vida, no nos privemos de una cerveza y unas raciones después de nuestro entrenamiento.

Y es que me ha llegado, al fin, la edición recopiladora de las bromas de ese grupo amigos y uno encuentra joyas como esta: los paquetes somos unos campeones porque, al menos, lo intentamos.

Hey, corredor, estás flaco, ¿estás enfermo?

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Te lo dirán.

Seas un corredor habitual o un novato que, de repente, pierde peso a ojos vista.

– «Oye, estás muy delgado. ¿Te pasa algo?»

No te asustes si la pérdida no es brusca o dramática. Del mismo modo te digo que no seas borrico y te embarques en una autosatisfacción tipo:

– «Fíjate qué tipo. Pues me han dicho que mi peso ideal todavía está en XX»

Y es que no estamos acostumbrados a ello. Durante los últimos treinta años el tamaño medio de los seres de países desarrollados ha ganado «en calado». Las tallas, los hábitos, las dietas sedentarias, tener comida sin que sea un problema monetario. Hay un excelente post en el blog del Nutricionista sobre cómo afectó el paso de la crisis alimentaria por la sociedad cubana. En las sociedades que superan la crisis económica se olvida aquello del «menos plato y más zapato». Resume perfectamente qué quiero decir (echadle un vistazo).

¿Es normal que te digan eso?

Es normal que perdamos peso y es normal que la gente se asuste. Quizá disimulen muy bien y, bajo esa cara de susto, viva una envidia subyacente. Creo que hablo por todos los corredores habituales. No nos queda bien la mitad de la ropa por holgada. No rellenamos los hombros de las chaquetas ni los cuello de las camisas. Ni las copas de los sujetadores.

Por supuesto si eres novato/a correr es un magnífico y veloz método para perder peso. Con el peso se va el volumen.

¿Es malo que te lo digan?

Es malo que sea el único objetivo. No es tanto lo que te digan o cómo te vean sino cómo lo asumas. Por fortuna o por error en las culturas mediterráneas se asociaba comer bien y mucho (y que luzca) a la salud. Si tu madre o abuela todavía te intentan estofar como un pavo es normal. Ellas vivieron épocas de carestía. Además las celebraciones en el entorno cultural ibérico están asociadas a comer, banquetes y similares.

Pero si tus seres cercanos de menos de cuarenta años insisten algo hay que no encaja. O ellos o tu pérdida de peso. Permanece alerta.

¿Es el objetivo cuando comienzas a correr?

Perder peso sí es un de los objetivos. Que una apariencia delgada nos dé una medición de salud, considero que no. Correr lo tomamos como ejercicio saludable. Lo de perder peso y redondeces es una consecuencia saludable. Además no hay una medida estándar. Verás que a igualdad de años corridos unos han adelgazado más o más rápido que otros. No te compares con tu compañero de oficina por mucho que hayáis empezado a correr juntos. No hagas de correr una apuesta porque tu amiga o tú podéis tener metabolismos diferentes.

¿Es el objetivo cuando llevas tiempo corriendo?

Creo que no. Para mí no. Es más. Lo considero un problema psicológico.

Oiréis de corredores experimentados que hay una búsqueda constante de mejorar frente al reloj, a la distancia o, al menos, mantenerse a lo largo del tiempo. El esfuerzo de mirar de reojo a tu agenda y confrontarla con los entrenamientos es una cosa. Estar chequeando cada parcela de tu vida para ver si encaja con ‘el plan’ es un síntoma muy serio. Es rondar la percepción errónea del propio cuerpo. Se llama vigorexia.

¿Qué pensais de todo esto? ¿No es tan fiero el león como lo pintan? ¿Siempre viene bien ‘verse más fino’?

¿Dices tú cosas como ‘qué bien te veo cabrón; estás flaco‘?

No todos somos el chico de Dolce&Gabbana

– ¿Has visto el anuncio del mozo que corre de Dolce&Gabbana?
– No…
– Cariño ¿por qué no corres como el chico de Dolce&G…
– Mujer, yo corro como corro.
– Ay, qué bien le quedan esos pantaloncitos cortos. ¡Cómprate unos y tira las mallas de lycra! ¡Por favor!

¡Basta! ¿Pensabas que empezar a correr te iba a situar en el olimpo sexual a ojos de tu pareja?

De acuerdo, tampoco levantamos los pies al correr como Adan Senn en ese anuncio grabado en un fabuloso escenario romano. Ni braceamos así ni tenemos esos horribles bultos donde muchos corredores tenemos pelo o un par de vueltas de ‘ternura de invierno’.

¿Realidad o irrealidad?  ¿Qué hay de malo en tener las piernas más rechonchas?

El mundo runner contraataca

Argumento: Correr así no es efectivo en las largas distancias. Lo más parecido que conocemos con esa agilidad de felino es la zancada de Mo Farah o el impulso casi irreal de Usain Bolt o de nuestro Angel Rodriguez.

No debemos volvernos locos con la comparación taxonómica, esto no es el seminario de Biología III. Nuestras habilidades son más… una combinación de deslizamiento económico, una resistencia digna del hormigón armado, la eficiencia metabólica de diez mil camellos y un vello que nos protege de los crudos inviernos del Yukon.

Pero ¿nos matará la estética?:

¿Crees que tenemos que mejorar o cada uno debe ser uno mismo?. O nos decantamos por una estética personal apartada de las modas cíclicas, que va a ser que no, o habrá que reconocer que muchas veces nuestras parejas tienen razón.

Este mediodía comía en un restaurante al que habían acudido a tomar el último canapé de mediodía dos super-trail-runners. El chándal de gomilla al tobillo, negro integral, la mochila verde chillón, las Salomon naranjas y unas gafas de sol de idéntico tono como diadema, la barba de cinco días… ¿no estamos demasiado mimetizados con alguna campaña?

Siendo razonables, el look de deportista sanote del mozo de D&G es más discreto, camiseta fuera y pectorales al viento. Pantalón corto y arreando.

Contentémonos con que tampoco es frecuente que un ejemplar así salga de los millones de cruces y apareamientos entre humanos.

¿Conoces tu a alguien que corra y esté así de cañón?

¿Me cambio de deporte, cariño?

Me has convencido: ahora ¿qué hago para correr?

Jueves. Los Jueves son los días escogidos para insuflar ánimos a las tropas que recorrerán los viernes las autovías. Así que usaremos algunos jueves para arengar a los novatos que han decidido actuar. Y solucionar algún problema, si llega el caso.

– «Vale. Correré o al menos lo intentaré. No tengo tanto tiempo como el que empleas en escribir así que, por favor, ve al grano»

Mal.

Prisas, no. El cuerpo permite avanzar sobre un itinerario ancho y de paredes herbosas. Puedes incluso pisar los bordes, que te corregirá con suavidad. Pero te lanzará señales inequívocas si vas demasiado deprisa. Tu cuerpo pedirá calma.

No quizá hoy o después del trote del próximo viernes. Puede que consigas progresar durante cinco o seis meses. Pero te rendirá cuentas y tendréis que llegar a un acuerdo. Ni hace tanto que dejamos de ser bosquimanos cazadores, ni tan poco que te levantaste de un sillón de oficina o del asiento del coche.

Es la zapatilla contra el café. Verbigratia.

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ESCENARIO.

Quieres probar el running. Vamos con unos pasos básicos. A los lectores con ganas de bronca les recomiendo se cojan una tila o aprovechen a hacer limpieza de cortinas y altillos.

Estos son mis consejos. Vienen de experiencia propia ayudando a novatos totales. Gracias por confiar en lo que aquí se escriba.

UNO.

Alterna caminar y correr. El consejo más dado en los Estados Unidos y el más olvidado en España. En el mundo del correr parece que todavía es una derrota el caminar. No hagas caso a los expertos y a sus batallas zombies.

Empieza reservando una hora de tu tiempo y usa este esquema, a poder ser en terreno blando (tierra, hierba, campo, golf) y nunca duro (cinta gym, asfalto, aceras parque).

Caminar(C), Trote (T)

Calienta moderadamente tobillos, rodillas, hombros y pubis + 10 min C + 5 min T + 5 min C + 5 min T + 10 min C + termina estirando bien el máximo de músculos que conozcas.

Cada día aumenta cinco minutos la parte de trote (T). Después de una o dos semanas, si el cuerpo ha respondido bien, te verás trotando dos tramos de veinte minutos separados por una caminata de recuperación. Yo creo que es la señal de que estás en el buen camino. Si, por el contrario, el tercer día tienes un dolor insoportable en algún cartílago, estás en una condición física no muy adecuada para trotar. Revisa con un facultativo qué puede sucederte.

Si este esquema es sumamente fácil para ti, obvia el resto de las cuestiones y plantéate juntarte con gente que ya corre. Este post está diseñado para absolute beginners.

DOS.

Pierde algo de peso (hábitos) para poder perder más peso (corriendo). Busca un conocido que haya perdido peso de manera aparentemente sana. Que te explique sus miedos iniciales y las soluciones más sencillas.

Ojo, nada de dietas milagrosas. El cambio que experimente tu cuerpo será suficientemente grande. Ya perderás gramos de manera sumaria por el mero hecho de correr.

Bebe más agua, ingiere más caldos, sopa, gazpachos. Ten en cuenta que el sudor contiene una parte enorme de sales. Si no te gusta la fruta, oblígate. Es de lo poco que podrás comer justo antes de correr, cuando tendrás que decidir si running o un cubo de costillas de cerdo.

TRES.

Olvida las carreras con dorsal durante, al menos, saber qué te dice el cuerpo en el primer mes. Ya sé que te han picado para hacer esa carrera solidaria o te aturden con esos magníficos ambientes de endorfinas en la salida de un maratón. Confórmate con ir a verlo. Haz de voluntario. Lo que sea. Primero regálate cuatro o cinco semanas sin estrés corriendo y escucha las señales: dolores, ruidos, pitos, crujidos.

Si tienes un momento antes de salir disparado al café matinal, apunta el pulso en reposo (antes de salir de la cama) durante todos los días que puedas. Es un indicador de salud.

CUATRO.

Equípate con sensatez. Vas a adquirir un hábito, no vas a lesionarte o competir. Cualquier zapatilla que pruebes en una tienda y cuente con la aprobación de un vendedor especializado deberá valer.

Eso sí; díselo. No empieces a dudar o a contar planes o dolencias previas. Sé sincero: «quiero hacer una inversión mínimamente razonable para caminar y correr tres ratos a la semana. Voy a probar el asunto del correr«. Deberían entenderte. Confía en su honestidad profesional lo mismo que deseas que hagan con tu trabajo.

Un pantalón corto que no te roce y dos camisetas, una corta debajo y una de manga larga encima, serán suficientes para la primavera que se acerca. Si eres más extremo o solamente puedes correr a las 6am o la bodega de tu buque de carga, añade guantes finos y una chaqueta gruesa. Deberías ver con qué se corría en los años 80 (y aquí seguimos).

CINCO.

El diseño de tu cuerpo está como está. Vienes del sedentarismo (no te mortifiques, es lo que había) pero tienes potencial para moverte a pie durante horas.

Aplica vaselina en zonas donde más te roces habitualmente. Cuando pierdas peso te reirás, pero ahora tienes pezones, el interior de los muslos, la piel de los pies sin el hábito del rozamiento.

Si te estorba el pelo largo, badana / buff a la cabeza. Si eres una chica de mucho pecho, invierte en un modelo medio de sujetador deportivo. Si eres un exjugador de baloncesto de tres dígitos de peso y rodillas machacadas, pasa primero por el gimnasio y refuérzalas.

Tus pulsaciones son un indicativo, cierto. Pero estás empezando a moverte. Irán siempre altas así que no las mires mucho. Deja el pulsómetro en casa un mes o dos. Vienes de un periodo más o menos sedentario. Todo lo anterior no valdrá, claro, si tienes problemas cardiovasculares serios. Caminar será un primer paso imprescindible. Dentro de unos meses vuelves a leer este post.

Ante todo sé consciente de la situación de partida. Ni el running ni las mejores zapatillas van a hacer milagros.

SEIS.

Sé que a muchos os pone de los nervios pero… corre acompañado. Que el más rápido se acomode al ritmo del más lento. La música es una alternativa siempre que mandes en el ritmo de trote. Si los Black Eyed Peas o las trompetas de Rossini te aceleran, apaga la música.

Seis principios son suficientes para retener en cualquier cabeza. Creo que el resto de la información se escapa de este blog. Existen cientos de webs con ejercicios de calentamiento, estiramiento, tablas de ritmo… pero, en lo básico, os habéis quedado sin excusas.

¡A correr, novicios!