Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Archivo de abril, 2014

Microtweetstoria: Maratón

Os regalo una MICROTWEETSTORIA que surgió hablando ayer con mi padre. Salió en forma de tweets encadenados. Espero que ponga en valor los muchos mundos que se enfrentan a un maratón.

Ayer mi padre era público en el ‎R’nR Madrid Maraton‬. Donde ha terminado en más de 15 ediciones.

En el k15 vió al #4 parado. «Daba pena, miraba a la nada. En jarras. Le pregunto ¿Estás bien? no entendía. Era el dorsal 4». Era Samson Bungei (2h08).

«¿Estás bien?», le insistió.
El galgo de Kenia y el jubilado de aquí, intercambiando señas. Ambos ‪#‎runners‬. «Here«, le dice. Roto el gemelo. Mi padre mira cómo puede ser tan fino un gemelo. Con una bola tremenda. Mi padre esperó un rato. Una moto de la Organización le hizo señas. Le recogerían ahora. Se miraron. Probablemente mi padre no sepa que tardará en curar rotura. Tampoco sabe que «el #4» ganó el maratón de Bruselas. Bungei tampoco sabe nada del abuelo que sigue yendo a animar y correr un rato con los maratonianos. ‪Correr no es sólo correr‬, dicen.

¡Madrid se coloca segunda!

Ayer se disputó el maratón de Madrid. El que fuera antaño el líder en participación es, ahora, uno de los que pugnan por seguir la estela de los grandes recorridos españoles y europeos. La organización, franquiciada desde hace unos años de la marca norteamericana Rock’n Roll Marathon Series, intenta consolidar el boom del que tanto hablamos en los medios y aglutinar una gran fiesta deportiva para el último Domingo de Abril de cada año.


Foto: 20Minutos. David Sirvent.

A pesar de que las cifras que aparecen en las notas de prensa hablan de 29.000 participantes, es preciso deshacer los nudos de las notas oficiales. En Madrid se disputaba, al mismo tiempo, una prueba de medio maratón y otro de diez kilómetros.

Esta tendencia, que también se lleva a cabo en otras pruebas de todo el mundo, no nos debe separar del ránking real de un maratón: el número de llegados a la meta. En este caso, al paseo de Coches del Retiro llegaron, de manera provisional, más de once mil corredores. Esta cifra es un récord en la prueba de la capital y da estabilidad a la tendencia que se mostraba en 2012 y 2013, la de consolidarse con los diez mil llegados a meta.

Es preciso que la organización haga el filtro definitivo de los corredores que hicieron solamente un tramo o los que acortaron o inclumplieron algún punto del reglamento. Sí, de esto también hay en el ‘running‘. Lo ha habido siempre. Ahora ya se considera una medida imprescindible para evitar suspicacias y dar limpieza al esfuerzo de los héroes que sí completaron los cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros.

Dicho lo cual, fuimos los primeros que lo sacamos en las redes sociales anoche mismo. El ranking de las pruebas en España, tras la primavera de Sevilla, Madrid y Barcelona, y a falta de la cita otoñal de Valencia, está como sigue:

 

Carreras de montaña: ¿alarmismo y mala gestión de imagen?

Anoche se celebró la mesa redonda sobre carreras de montaña y su potencial impacto ambiental en la RSEA Peñalara. En las paredes, Don Francisco Giner de los Ríos, Herreros (el de la senda), Victory, nombres altisonantes y necesarios en el excursionismo y la educación españoles.  Estaba organizado como actividad del programa del Gran Trail Peñalara (3 carreras, 27-29Jun), del que pronto empezaremos a hablar en este blog, y moderado por un viejo conocido de mis años de facultad, Pedro Nicolás, profesor universitario, geógrafo y montañero de los duros. Árbitros de la FEDME, organizadores, expertos en evaluación ambiental y corredores, sobre todo gente que corremos, tuvimos un rato para tirar de los hilos.

Frente a la mesa, un nutrido grupo de oyentes sobre los que planeaba una angustiosa percepción: ¿tan agresivo se está considerando al correr por la montaña? ¿En serio no hay actividades diez y cien veces más nocivas para el medio natural, para que unos cientos -nunca muchos- puedan ver mermada una actividad tan sostenible e inocua?

¿Detrás de qué estamos, en esencia? Estamos buscando evitar cancelaciones y multas. Herramientas para que sea un deporte con ese altísimo nivel de sostenibilidad.

Y ¿con qué nos encontramos? Con una doble vertiente. De un lado, el fenómeno global y masivo de correr en el campo. Del otro, la arbitrariedad de encontrarnos hasta con 17 instancias autonómicas, sensibilidades especiales y más o menos presión. Hasta el punto que organizar una carrera en las caras norte o sur de, por ejemplo, Peña Ubiña (Cord.Cantábrica) puede ser una lotería que saldrá bien si todo va rodado, o una pesadilla si termina en denuncias o cancelaciones.

Las carreras donde se puebla de forma masiva un camino y se puedan desbrozar zonas en delicado equilibrio ecológico, aparentemente, son muy pocas. Se habló ayer de esos apocalípticos mensajes cruzados en internet sobre miles de corredores alterando el medio. La realidad es que apenas hay carreras que sobrepasen los cuatrocientos participantes. Sí, en cambio, marchas senderistas o de bicicletas de montaña que las superan, motos que van por caminos donde se les está prhibido, etc.

Parece que hay mucho de desinformación y desconocimiento por parte de todos, corredores y organizadores. No parece que exista mala fe cuando un trazado pasa por una zona donde quizá aniden unos buitres o una especie de vegetación de montaña tenga su nicho endémico. La impresión del coloquio es de preocupación por el campo. ¡Que se estaba celebrando en una sociedad montañera que mima el Guadarrama desde 1913!

Bien está que alguien tirara de las orejas a los que tira mierda a los caminos o quienes únicamente se apuntan porque el trail running es una moda. Los miles de corredores que intentan copar los cupos de las carreras, las casas comerciales bombardeando con reportajes, vídeo y empresas que sustituyen con más o menos talante a los pequeños clubs que organizan los eventos, todos ellos están gestionando de manera ineficaz una gema: correr por la montaña.

¿Y las motos? ¿Y esos pelotones de bikers o excursionistas? ¿Ellos no impactan?

Sí, y probablemente diez veces más.

Asistí asombrado a la relación de un gestor de los montes de Valsaín, donde confirmaba el incremento insostenible (según sus palabras) de sólo las carreras de montaña, a las que añadir los agresivos ciclistas de ruedas de taco y los usos totalmente al margen de la ley.

¿Qué viene antes, el boom de organizar trails, medios maratones de montaña, kilómetros verticales, o es que la febril actividad empresarial y de ayuntamientos y clubes los ha hecho populares?

Sobre todo ello, tengo una sensación: que correr se ha vuelto tan visible y aparece en tantos medios de comunicación que se está dando importancia desmedida a demasiados aspectos relacionados con ello.

La gestión de la imagen de correr, del running, va camino de la sobreexplotación. A base de rellenar columnas sobre temas relativos, la forma física, si es moda o ‘cool‘, sobre si es bueno para el estrés, la mujer corredora, el cuarentón corredor, si ayuda o no en tu dieta, se están agotando los temas. Desde los medios se buscan todas las áreas donde correr pueda ser noticia. Y el entorno reacciona con un miedo lógico ante una eventual avalancha de desmadrados subidos a correr por cualquier lado.

Seguridad en lo que hacemos y educación, como mencionaban anoche, parecen ser las premisas sobre las que evitar que ningún corredor de montaña cometa tropelías medioambientales.

Cortar y pegar las experiencias de otros países sin mirar qué tiene de especial todo el entorno del running en el monte, previsiblemente nos llevará a parchear y enfrentar sectores afectados. La prensa española lleva un año, con particular empeño hace menos de seis meses, exprimiendo sin medida una especie de (robo la expresión a un amigo) «lobby runero». En otros países se asimiló antes y con más calma. De nuevo, consultar la prensa extranjera es útil.

Parece ser que las conclusiones fueron sucintas, variarán dependiendo de quién las mire, pero la impresión general es que en estos foros se avanza y se encuentran posiciones.

Ante un éxito así, solamente animar a que acudáis a la siguiente, se celebre donde se celebre.

 

Impacto ecológico de corredores, a debate


Fuente: Wikicommons, Julia Baykova

Esta tarde, en la sede de la centenaria – no es un eufemismo – Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, a las 19 horas, se celebra un coloquio sobre un asunto que ha generado algunas de las más agrias polémicas del sector.

¿Cuál es el impacto negativo que tiene un grupo de corredores sobre el medio ambiente de la montaña?

Si la pregunta te parece baladí, o si tienes interés por saber qué tienen que opinar expertos sobre la materia, la entrada es libre y estás bienvenido.

En cartel hay ponentes de mucha experiencia, tanto desde el punto de vista del corredor, como organizadores, técnicos en medio ambiente incluso redactores de las normas que posteriormente pueden desembocar en limitaciones o prohibiciones. Recordamos que las limitaciones por pisar espacios protegidos están ahí en cada carrera por el monte. Pero ¿sabes que no es la primera vez que una consejería de Medio Ambiente echa atrás un recorrido de manera parcial o total?

¿Está en peligro correr por la montaña por su impacto sobre ella?

¿Está en peligro la montaña porque unos cientos de pares de pies discurran por caminos de esa montaña?

¿Algunas especies protegidas podrían verse en peligro o molestadas por este boom de las carreras trail?

Los datos del coloquio: CARRERAS POR MONTAÑA Y MEDIO AMBIENTE

Jueves, 24 de abril de 2014, 19:00 horas
Sede social RSEA Peñalara
C/ Aduana ,17 Madrid

Moderador:
Pedro Nicolás Martínez, redactor PORN Guadarrama, Profesor Titular UAM y  presidente de la RSEA Peñalara

Ponentes:
– Adrian Escudero , Catedrático Ecología URJC
– Manuel Oñorbe , Consultor de Medio Ambiente
– Sergio Garasa, Editor carrerasdemontana.com
– Luis Arribas , Máster en Política Territorial UC3M
– Goio Larrañaga, Responsable carreras por montaña FEDME
– Felipe Rodriguez, Director Gran Trail Peñalara

Why Boston?

 

¿Por qué tanta noticia alrededor de Boston y su maratón? ¿Por qué, de repente, esa ciudad se convierte en una referencia circular? Desde hace un año, toda mención al presidente Obama, a los populares maratones y atentados parece desembocar en Boston.

Vamos a intentar mostrar el núcleo del asunto. Para el gran público decir Boston era referirse a los Boston Celtics, el equipo de Bird, Parish y McHale. Para toda nuestra generación Boston, la ciudad más poblada de Massachussets, era una lejana referencia donde yacía el viejo parqué marrón claro del Garden, era hablar de NBA. Posteriormente la ciudad asomaría como etiqueta de un inalcanzable gran centro educativo, tras su Massachussets Institute of Technology, el archifamoso MIT al que la falta de una estrategia educativa enviaba a nuestros cerebros más dotados. Pero no hablaremos aquí de Javier García Martínez ni de Karen Márquez o Teresa Gonzalo.

La realidad es que el planeta deporte, el que se pisotea a diario, lleva rendido ante Boston ni más ni menos que desde 1897.

En aquel momento, diez años más tarde de haberse fundado la Boston Athletic Association – BAA – y consecuencia directa de la fiesta olímpica que se celebró en 1896 en Atenas, los dirigentes de la misma organizaron el primer maratón en suelo americano. Mañana Lunes, por 118ª vez, se corre la prueba de maratón más longeva, jamás interrumpida y quizá más famosa del mundo.

Máxime tras los desgraciados hechos de hace un año. Los atentados de la línea de meta que saltaron a todas las portadas del orbe.

Sin remedio, a quienes corremos nos asalta una pregunta por encima de todas ¿En qué momento se convierte el maratón de Boston en un escaparate global para que unos terroristas lo escojan para su demostración de cobarde terror?

Quizá siempre lo ha sido. Ha permanecido más alejado de los medios de comunicación de todo el mundo que sus coetáneos más famosos como Nueva York o Londres.

 

  • Hay una motivación sociológica. Lindando con la exaltación americana.

Boston se corre en el tercer lunes de Abril. En algunos estados del Este Atlántico es la festividad del Patriot’s Day, conmemoración añeja del arranque de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775). La efusividad patriótica norteamericana se sublima en este día y el maratón de Boston se celebra históricamente este día.

 

  • Es una prueba multitudinaria.

Con más de treinta mil participantes que superan una criba múltiple de tiempos y selecciones varias, la prueba de Boston no es la más populosa. Están las cincuenta mil almas de Nueva York, Londres o Paris o la facilidad de convertir Chicago o Berlín en una fiesta. Pero el corredor tiene la oportunidad de exprimirse un poco más en el clásico recorrido, que está vigente desde hace más de cien años. Va discurriendo por todo el estado, de oeste a este desde Hopkinton hasta la biblioteca pública de Boston.


Fuente: MachoCarioca WikiCommons

 

  • El maratón de Boston ha sido escenario del crecimiento del running mundial.

Mucho antes de que Nueva York fundase su prueba (que data de 1970), Boston representaba un maratón moderno, con participación internacional desde 1900. Tan pronto como en 1901 se establecía un sistema legal de apuestas entorno a la carrera, que ya mostraba todos los síntomas del deporte profesionalizado. El líder de la prueba de 1901, Ronald McDonald, caía fulminado tras beber de una esponja que le fue entregada en un punto de la carrera, potencialmente víctima de algún primitivo sistema de dopaje.

Pero el recorrido que atraviesa la célebre Heartbreak Hill ha visto las batallas más epicas de los años de entreguerras, las victorias y segundos puestos del héroe nacional de ascendencia irlandesa John Kelly o el dominio durante una década de Mr Marathon, Clarence deMar, también medallista en los Juegos de París 1924. Ha conocido la lucha de un maratoniano indio, el Narragansett Ellison Tarzan Brown que venció en 1936 y 1939.

Por sus calles han pasado victoriosos monstruos que hoy día son apenas recuerdo en un ránking mundial o marcas asentadas en el correr. Ron Hill hizo 2h10 en 1970. El descomunal Bill Rodgers barrió en el cambio de década con cuatro triunfos, camino de los años de Alberto Salazar, Bob de Castella y Toshihiko Seko. En otras palabras, nada de lo que hoy disfrutas en este mundo del correr existiría sin esta feroz guerra entre los maratonianos más rápidos por las avenidas de Boston.

 

  • Es un museo viviente. Las tradiciones lo colocan en la esencia de aquellas colonias que originaron el país.

Hay más. Es un escenario único, comparable a Paris, Atenas o Londres (y batiéndolos, probablemente).

Las villas ajardinadas que muchas veces hemos visto en televisión, los estudiantes de los colleges de la zona ofreciendo apoyo y bebida a los miles de participantes, o el túnel de los gritos, ese medio kilómetro de estudiantes del colegio femenino de Wellesley que forman un griterío cariñoso y norteamericano desde la primera edición en 1897.

 

Es preciso parar un segundo a comprender en qué situación estaba la vieja sociedad europea en 1897 e intentar trasplantar en ese momento un evento festivo con marcado sabor a siglo XX.

Otro ejemplo de tradición.

Desde 1903, cuando probablemente los corredores pedestres de tu país fueran dos docenas de excéntricos aristócratas o duros campesinos que apostaban con su fuerza para conseguir unas monedas o comida, se celebra en Boston un partido de béisbol en la Fenway Park, la denominada catedral de la ciudad. Como locales, los Boston Red Sox, la aristocracia de la Major League. La tradición es que, al terminar el partido, los miles de espectadores salen del estadio y se dirigen corriendo a animar a los corredores del maratón.

Has leído bien. Se viene haciendo desde 1903.

 

  • Boston Strong?

De una manera casi cinematográfica, el vínculo entre los corredores y el centenario equipo de béisbol se hizo más poderoso después de los atentados de 2013. Milagrosamente, la coalición «Boston Strong» apeló a la épica del ser humano e hizo que la temporada aciaga de los medias rojas en 2012 se convirtiera en un campeonato meses después de las bombas en el maratón.

Estas dos palabras suscitan la literalidad de la fuerza de Boston. Se ha definido como el eslogan de la salida de la crisis. Pero es algo más que la mimetización de aquel «livestrong» que promoviera el ciclista Lance Armstrong. Todavía más interesante como objeto de estudio, de conexión de dos eventos deportivos con más de ciento diez años de antigüedad que encarnan, a su vez, algo más que una ciudad. Como en los cómics de Asterix, son palabras que elevan Boston a ser potenciales ganadores de ese apelativo de «Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor

Boston Strong es hoy una marca. Una identidad que respetuosamente ha ido colocando sus activos en ese mundo de tiburones. Los labels de 2014 tienen que hacer un hueco a ese grito que surgió en twitter horas después de los atentados. La capacidad de los norteamericanos de optimizar esas dos palabras han sido una de las señas de cambio entre los maratones de Boston en que unos pocos miles de duros corredores cumplían rapidísimos tiempos de corte, y los maratones espectáculo, pruebas retroalimentadas por cada mención en los medios de comunicación.

Todo junto conforma una carrera única.

Los kenianos y etíopes. Mutai y Cheruiyot recogiendo el legado de los sputniks de hace décadas. Un recorrido que la Federación Internacional de Atletismo no homologa por tener un desnivel entre la salida y la meta superior al reglamentario, al mismo tiempo que es una ondulada y tortuosa carrera. Las grandes damas como Joan Benoit, Rosa Mota e Ingrid Kristiansen, el incidente de la maratoniana K. Switzer, que corrió camuflada con dorsal de hombre en 1967 y escoltada por su marido.

Cada una de las historias que nos traigan a casa amigos como Juan o Rafa, que el año pasado se libraron por escasos metros de sufrir las consecuencias directas de un atentado mientras hacían lo que más amaban.

¿Por qué Boston?

¿Se entiende mejor ahora?

Claro que puedes empezar a correr (2)

shshshoe

¿Qué me pasará? ¿Estoy aún a tiempo de arrancar?

La solución, hoy. Lo siento runners, no es el post para los que ya domináis esto y buscáis nuevos retos.

Escucha. No veo ninguna razón por la que no empieces a correr. En este blog solemos animar a que se afronte todo este dilema recto y al toro. ¿Voy a ponerme yo a correr cuando apenas aguanto dos minutos seguidos sin escupir el corazón?

En su día recomendé todas aquellas guías que inundaron los Estados Unidos en los años setenta. En ellas se introducía el caminar como una herramienta de ayuda al complicado inicio del correr. De descanso y de ayuda, mencionaba.

Puedes correr. Ahora bien, si estás lejos de una buena forma física, haz las cosas con tranquilidad. Caminar unos minutos de manera alterna con el incipiente trote cumple dos funciones, para que nos entendamos.

1. Por un lado baja la intensidad del trabajo cardiaco. Las famosas pulsaciones bajan del nivel “alerta submarino nuclear con fuga en los reactores” a “desactivar alertas, era solo un calentón”.

2. Por otro, no paramos sino que aprovechamos para seguir trabajando a intensidad baja o moderada. No vamos a desgranar lo sano que es caminar, porque hay mucho escrito. Cuando estamos trotando de manera intensa no sólo es la velocidad de latido de nuestro corazón sino también la intensidad con que bombea. Eso que nuestros mayores de cuarenta se miden constantemente: la presión arterial. Pues bien, al detenernos después de un trote intenso la tensión se desajusta y desciende. Si paramos, corremos el riesgo de un desajuste con cierto peligro. Si seguimos caminando la diferencia entre alto y bajo es menor y, por tanto, más conveniente para nuestro organismo.

Ejemplo de guardia para principiantes decididos

En su día también recomendé una especie de guía para el “día cero”.

Como calentamiento, camina a ritmo vivo durante 5 minutos (que te dé la sensación de que a ese ritmo te iría mejor trotando).
Trota 30 segundos, camina a ritmo vivo 90 segundos (minuto y medio).
Ahora repite esa secuencia cuatro veces más.
Para enfriar el cuerpo, camina a ritmo vivo otros 5 minutos.

Con estas premisas tan asequibles, quién se va a resistir. 20Minutos.es te pone a los pies del plan más asequible y factible del orbe. A por ello.

Si regresas al día siguiente después de haberlo intentado, las preguntas de evaluación son las mismas ¿Ha sido mortal? ¿Lo puedes afrontar? Si has podido con ello, la rutina te debería llevar a aumentar esos bloques de trotar y caminar por tramos de medio minuto. No tienes ninguna prisa. Y no olvides incidir en ejercicios generales de fortalecimiento y estiramiento.

Entonces ¿todavía puedo empezar a correr?


Fuente: Tom Jolliffe, en WikiCommons

¿Puedo aún empezar a correr?

Por poder, se puede. Ya hemos hablado de todo ello. No es tarde. En realidad nunca es tarde para aficionarse a algo.

Podría citar casos de septuagenarios que han descubierto el mundo de Internet o de humanos en sus plateados cincuenta cuya pasión sobrevenida por la cocina les vuelve locos. Correr – creo – no es tan extremo.

Reformulando un poco mi anterior frase, moverse un poco no es extremo. Si me apuráis, no tiene sentido ni que nos pongamos apocalípticos sobre cómo estaremos de podridos en cincuenta años.

Vamos a dejar de lado, del mismo modo, los maratones y los riesgos innecesarios como apuntarse a un Ironman en seis meses o a una carrera de montaña en nueve. El objetivo que siempre pongo a mis novatos es que, correr por el placer de hacerlo, es una tarea para la que recuperamos al cuerpo. El organismo lo sabe. No es necesario que rescatemos la capacidad del ADN mitocondrial para trabajar como hacían los habitantes de las sabanas africanas.

Por muy desmedidamente roto que haya sido nuestro esquema de vida.. pongámoslo de la siguiente manera:

Si tienes más de cuarenta, seguramente hayas hecho ejercicio sin saberlo. Era cuando corrías y jugabas a esconderte. O cuando bajabas a ayudar a tu madre con las bolsas de la compra.

Si apenas rondas los treinta, sólo un cataclismo sedentario podría haber hecho que tu organismo esté tan echado a perder como crees. Para un momento a pensarlo; no hace tanto saltabas haciendo el burro en la piscina y hasta ayudaste con un par de mudanzas sin perder la vida.

Si lees este blog y merodeas los veinte años, siéntate a preguntar a los que veas alrededor. Fíjate en esa señora con arrugas en la cara y unos pómulos afilados. O ese operario de la gorra y los pantalones cuatro tallas más grandes. No es muy probable que sean corredores de maratones. Pero ten la certeza que tienen un ritmo de vida activo. No hacen pereza para moverse, por obligación laboral o por vitalidad.

Por lo que, no. No es tarde para empezar.

En el próximo post te cuento qué hay que hacer, una vez que ya has leído todo lo legible. Y te hayan calentado la cabeza con esos imprescindibles. Intentaré repasar todo lo dicho y escrito y dejarte claro cuales son la claves para mí.

¿Mo?

-Todos estos años posponiendo la búsqueda de un dorsal en el maratón de Londres y ahora te entrevisto, precisamente, por tu participación.
-Lo que necesites, cuenta conmigo.
-Resolvamos primero lo de este post, Nimo.

El próximo domingo la premiada televisión pública británica montará un dispositivo digno de los eventos reales de los Windsor. Desde las ocho y media de la mañana, hora local, las veintiséis millas y cuarto por las que serpentea el Maratón de Londres estarán cubiertas por reporteros apostados a pie de carrera, escenarios donde las celebridades y los corredores solidarios paran y dejan unas palabras, y así será hasta las dos de la tarde.

London Marathon 2013 Men's field (6)
Fuente: Paul Wilkinson / Wikicommons

Contarán y asistirán al paso de los corredores que flotan a veinte kilómetros por hora, esa formación de caza, irregular pero compacta de tibiales finos, de talones que suben hasta el glúteo y de dientes blancos rodeados de un rostro oscuro, en ocasiones de un ébano violeta, dependiendo de la intensidad del frío o de la humedad londinense. Los poros de la piel de esas máquinas de galopar se erizarán con la primera hora británica, bajo el roce de unas camisetas de tirantes mínimas. El atletismo de gran fondo, la élite del maratón mundial, que volará por un pasillo donde los patrocinadores dejarán un dinero y un colorido al que no estamos acostumbrados en otras latitudes. Esos amarillos limón tan agrestes a los que son aficionados los sistemas de señalización y anuncio en el Reino Unido, o quizá naranjas potentes con los logos y emblemas de la tercera revolución industrial del correr. Se deslizarán a través de todo ese «run«, «go«, «dream» anunciados. El salario de los directores de campaña de unos cuantos gigantes irá en ello.

La inexpugnable BBC completará otra de las grandes sesiones de periodismo deportivo. Desde ese ático de lujo que es Internet desde hace semanas se anuncia: ‘Mo’s marathon‘. Ellos también medirán el éxito del atletismo británico con el baremo de su estrella mundial. Incrustado en ese grupo de cabeza o liderándolo valientemente. Mohamed Farah plantea la respuesta de la maquinaria británica frente al ‘aislado continente’. París tuvo a Bekele, Londres a Farah.

Y después de que pase la estela de seda, ese viento imperceptible que dejarán tras de sí los cuerpos de cincuenta kilos, se escuchará un silencio que comprime el pecho de los que asisten en primera fila. Es la resaca que deja la adrenalina. Durará unos segundos o unos minutos, dependiendo si se desea vivir en el margen de la carrera en Woolwich o si haces tiempo por los viejos muelles de la burbuja inmobiliaria, veinte kilómetros más adelante. No muchos, pero el silencio opresor persistirá.

La razón de todo esto es que, detrás de ese grupo de cabeza, llegan los anónimos entre los anónimos. Tengo la suerte de poder conversar con uno de ellos, el santiagués Pedro Nimo, y uno descubre que en el gran circo de Londres han olvidado la piedad.

-Pedro, ¿Qué debes llevar metido en la cabeza para correr así de solo?
-Tras un invierno especialmente crudo y duro me siento fuerte a nivel mental y creo poder ser capaz de afrontar solo los 42kms, otra cosa es cuanto afectará esto a mi marca, pero es que ya no se piensa en los europeos en estas grandes pruebas…

Correr solo cuarenta y dos kilómetros. Nadar contra ese silencio por Woolwich Church St no es agradable. Los tiempos modernos han convertido la vieja zona de almacenes de la orilla sur del Támesis en una condenación de doble calzada por la que los corredores que hagan más de 2h10 transitarán solos. A su derecha, las nuevas torres donde tantos promotores han ganado dinero, con el olor pesado del río.

Pero los anónimos entre los anónimos no pueden ni relajar la vista. Porque los corredores de la élite europea, excepción hecha del participante Farah, son unos invitados de piedra en la más cruel de las fiestas deportivas. Tipos duros, profesionales de nivel local. Han de ser conscientes de que su gigantesco talento está un escalón por debajo de la raza dominante, de la tiranía del este africano. Deportistas como Nimo son profesionales que no pueden parar a tuitear su paso por el London Bridge. No son ni espectadores de lujo. Les toca agachar la cabeza y no mirar al vacío delante de uno.

¿Cómo mentalizarse para competir absolutamente solo en un evento que no está organizado para corredores del nivel de uno? Darse cuenta de que ni siquiera se forma parte de la gran fiesta de los casi cincuenta mil corredores populares. Hotel, desplazamiento, nervios, correr al límite en pos de una – quizá – buena posición final con un rendimiento económico.

¿Existe el espacio para la queja? ¿Por qué se ha escogido este camino todavía más duro?

Los especialistas de atletismo de la BBC hablarán de los criminales entrenamientos de los maratonianos de Kenia o Etiopía. Pero no es exclusivo de los brillantes seres humanos que corren en pantalla, ni mucho menos. No se habla de trabajar en un negocio horas después de pegarse en ese chocolate que forma el suelo del cross en invierno, del trabajo cuando baja la niebla o cuando tu mentor deportivo programa series diez series de un kilómetro con un día de perros. Nimo, el chico del Peleteiro que corre con esas dubitativas Skechers, da una y mil vueltas a su entrenamiento para poder ver menos asfalto por delante de sí. Aunque es casi imposible.

Se define como un albañil del correr. Siempre a pie de obra. Calentamientos de hasta doce kilómetros para después continuar con las series, asegura. Atrévete a serlo, reza su patrocinador (Dare2b). ¡Ja!, si ellos supieran. Correrá con el máximo de ilusiones en un maratón de Londres 2014 en el que no aparecerá más que por los tiempos de paso de las alfombras del chip. Por delante, la función continúa, ajena a esta frustración aceptada e interiorizada.

Pelear por ser el mejor de los de detrás. Con el que tan pocas cosas se tienen en común.

En ese detrás llegarán la algarabía y el colorido de las fotos. Gente común, excepcionalmente común, que sacan unos ratos de su tiempo para cumplir con más o menos rigidez con esa rutina, con esa pasión. Los que caminan durante el tramo de la Torre de Londres por el mero hecho de amortizar más los minutos únicos que pasarán por su lado. Algunos no volverán a Londres en mucho tiempo. Les está demasiado lejos, o coleccionan carreras y no les gusta repetir. Quizá haya quien, pasados cuatro meses, esté gravemente lesionado o haya dejado el mundo del maratón.

Quizá el gran valor de los otros campeones en el anonimato del gran evento sea el poder hablar de esa fortaleza ciega.

-¿Si tuvieras que convencer a un padre preocupado por la educación de sus hijos, lo usarías como imagen?
-Es una lección que no se imparte en ningún aula. Aporta una confianza y fuerza increíble para afrontar el más complicado de los maratones, el de la vida.
-¿Valdría para un grupo de empresarios o políticos?
-Les recomendaría probasen a correr maratones a distintos ritmos e intensidades, con el objetivo de que aprendiesen a valorar los distintos niveles de exigencia y lo frustrante que puede llegar a ser, pedir a un ser humano mucho más de lo que realmente puede dar.

Lo dice uno de los que tiene que pelear como los mismos africanos para apenas verles en la zona de salida. Podemos seguir desgranando palabras sobre el maratón de Londres. También podemos quedarnos con los teletipos del Domingo por la tarde y, mientras, seguir charlando con Pedro sobre la existencia humana.

Para ello tendríamos que apartar la vista de esta pantalla.

Si Cristiano hubiese corrido en París


Fuente: EFE

A las seis de la tarde del día de la noticia, una ráfaga múltiple de medios de comunicación (este incluido) consideran que la agencia de noticias EFE cumple satisfactoriamente con la labor. El etíope Kenenisa Bekele «logró este domingo superar la mejor marca del Maratón de París», «dominó claramente la prueba e hizo los últimos kilómetros en solitario» e «hizo signos de que tenía dolor en una pierna«. How nice. Démonos con un canto en los dientes, aficionados a correr. Tenemos nuestra píldora, nuestra cuota en los medios generales.

Existen excepciones, lógicas. En algunas editoriales cuentan con material suficiente que irá al papel; mañana es Lunes, el día del crecimiento al peso de la sección de Deportes. Pero es tarde de domingo. En los años ochenta las tardes dejaban un grilleo de transistores con el carrusel de los deportes, los ceniceros llenos de cáscaras de pipas. Hoy el nuevo periodismo desaprovecha uno de los pocos pozos de tiempo para la lectura. Resumiendo, abrir las portadas digitales esta tarde, abril de dos mil catorce, es regresar a Pepe Domingo Castaño cantando gol en Anoeta y a las conexiones con la fórmula de Fernando Alonso y las flechas plateadas.

Tendremos que comprar la prensa de toda la vida. El papel lo soportará todo – con suerte.

Un español tipo, sin tiempo material para ahondar en la información que le brindan los medios, tiene dos o tres horas para sentarse cómodamente. Para leer. Dadle de leer. En la portada de su tableta no asoman más que gráficos interactivos sobre el GP de Bahrein o futbolistas abrazándose tras un golProbablemente pase el mes de abril y el maratón dejará de ser un tema de interés en nuestros diarios. O cubrirá áreas marginales de la información en caso de récord o fallecimiento. Habremos perdido un lector. No se trata de pescar un aficionado al correr sino de mantener un hábito de lectura.

Pero tras unos maratones por el mundo hay bastante más que un hobby de Abril. La palabra «marathon»arroja 319 millones de resultados en Google. Cracks entre los cracks, presente en cada portada, Cristiano Ronaldo presenta 289 millones. Treinta millones menos.

¿Qué hay detrás de correr como un tonto (me refiero a los maratonianos, no se ofendan los aficionados al soccer) para que el planeta sienta esa atracción y que, en la prensa, apenas tengamos unas ráfagas en un lateral? Si al lector de domingo le dejamos asomarse a la trastienda, a esa ‘parte de detrás’, contribuiremos a no empobrecer la noticia o la columna.

Escribía Mathew Ingram hace un par de meses sobre la wikipedificación del periodismo. Lo último es lo que se cuenta, resumido y estructurado, por encima del análisis detallado de un contexto. Hoy más que nunca, somos capaces de leer sobre la información contextual crucial para entender qué ha pasado. No tiene que ser una columna de siete mil palabras. Periodismo puede significar el tomar un cuchillo y entrometerse en el cuerpo de la noticia como en la mantequilla templada. Los lectores podéis — podemos — ver el arco completo de lo último pero también escoger la parte preferida de un hilo argumental. Incluso, con apps como Circa, recibir en nuestro dispositivo noticias relacionadas con ese hilo, periódicamente. Entender todo un poco más hasta intentar apreciarlo, amarlo.

En esta primera sesión de Abril, del mes de los corredores en medio mundo, una vez más que se pase una oportunidad: en dos fines de semana consecutivos tendremos cerca de ciento cincuenta mil personas que se lanzan a correr cuarenta y dos kilómetros en varios escenarios. París, Londres y Boston. Paremos un segundo; pongamos en contexto del individualismo occidental algo cercano a esa cifra. Un cuarto de millón de personas entresacadas de un espectro gigantesco de gente que corre, o corretea. Un cuarto de millón de personas que van a coincidir en una celebración que les ha costado meses de entrenamiento, de salir a correr por encima de su esquema semanal. Instalémonos en la magnitud, la misma que nos podría llevar a comprender cómo cientos de millones de niños dan patadas a un balón en cualquier rincón del mundo, comprender qué supone esa fiesta en ambos ámbitos, Europa y Norteamérica.

París y su prueba de esta matinal de domingo va más allá de si el plusmarquista de las pruebas en pista, esas pruebas que cuentan cada día con menos presencia en las televisiones del mundo, debuta o no sobre la distancia. Estamos quedándonos con un hecho marginal. Kenemisa Bekele, para los lectores de Abril, es otro nombre a añadir a la confusa nube. La semana que viene será otro nombre-estrella. Mo Farah, el somalí que cruzó África y Europa con diez años para iniciar una nueva vida en el Reino Unido, otro de los campeones de las pruebas oficiales, que se lanzará a por las victorias y los récords, en el maratón londinense.

Hay más. Hay más de cien mil historias como la de mi amigo Juan Carlos Antón y su feliz final maratoniano, el «más duro de todos». De Juan y su segundo Boston o de Pedro, el maratoniano que se declara albañil del asfalto y que ve cómo tiene que correr por calles siempre vacías, porque siempre lleva a todos detrás hasta que un día es descolgado de un grupo con menos piedad aún y se convierte en un último, solitario. Historias como la de un trío de amigos que intentábamos saber dónde demonios quedaba el camping del Bois de Boulogne en el maratón del noventa y siete. En el que experimenté las primeras pinceladas de las pruebas masificadas de verdad, el primero en el que supe a qué olían veinticinco mil corredores, que supe sobre la caótica mala educación de aquellos corredores parisinos que cruzaban sin mirar y daban codazos para tomar un vaso de agua.

París aprovecha este primer fin de semana de sol radiante para subirse a la oleada alegre del running global. La sociedad parisina, posmoderna, que busca reinventarse con cada alcalde-emperador, acoge a los nuevos titanes anónimos, a sus retos o su mera escapada turística, que toman durante un domingo las avenidas que inventaron el urbanismo eviscerante del siglo XIX. Es el París de la Comuna obrera o las cargas de las fuerzas del orden del tercer imperio, de la resistencia de esa miseria urbana frente a los grandes bulevares proyectados por el protoespeculador Hausmann. Los hombres y mujeres de medio mundo se dejan querer en pantalón corto por los cantos de sirena de una salida teatralizada en los Campos Elíseos. Kenenisa Bekele, para la masa participante, pasa a ser un problema menor desde el momento en que uno descubre la pasión desatada entorno a los sistemas de inscripción en línea, la saturación colorista del teatro deportivo de ese fin de semana o la envergadura de recorrer de este a oeste el catálogo de estilo, lujo, tópicos cinematográficos e históricos de la ciudad.

Con mencionar los ganadores y potenciales plusmarquistas no sabremos nada de todo ello. O de Boston, la ciudad que más ha tenido que contar al mundo entorno a su maratón, a raíz de aquel ataque terrorista de ahora hace un año,  que lanza a las notas de prensa nombres como Ryan Hall (heredero del imperio simbólico de Alberto Salazar) o Denis Kimetto, récord de la prueba de Chicago. Los noticiarios mimetizaremos todo aquello y quedará, con fortuna, guardado. Pero es probable que se cruce alguna noticia que pinte fetén en un recuadro con foto, un récord de goles o un accidente de un monoplaza.  O el fallecimiento de un corredor después de correr junto a sus cincuenta mil colegas dorsalizados. En muchas ocasiones el enemigo acecha dentro de la misma redacción de deportes.

El periodista Jacobo Rivero gusta de comentar su pasión por la columna deportiva analítica. No es difícil sacarle el ejemplo de su espejo periodístico, ese New York Times que dedicó cinco páginas a un equipo de baloncesto que no había ganado un solo partido en años. El coautor de Del Juego al Estadio (Ed Clave Intelectual) estaría de acuerdo con que algo chirría en la disfuncionalidad de la contratación de Bekele, gancho para la publicidad y bolsa segura para el propietario de sus derechos de management e imagen, Global Sports Communications, y lo que le rentará a un segundo o tercer clasificado en meta por kilómetro agonizado. El plusmarquista etíope se levantó entre 200 y 250.000 euros por debutar en la prueba de los Campos Elíseos, según el artículo de Laurent Frétigné, mientras que un quinto puesto de Jackson Limo se paga a dos mil según la tabla de premios. Limo es un extraordinario galgo que pasó el medio maratón en el grupo de cabeza en el escandaloso tiempo de 1h02.

Aguantar a más de veinte kilómetros por hora con los mejores del mundo apenas le reportará poder seguir como atleta profesional. Si Cristiano Ronaldo o Zlatan (hablamos de números pero también de nombres) juegan seis partidos al mes y corren unos diez kilómetros por partido, sus sueldos declarados podrían rendirles unos veinte mil euros el kilómetro. Dinero suficiente con el que un maratoniano africano podría solucionar el futuro agrícola y educativo de su familia completa.

¿Qué podríamos leer – u ojear, con lo que nos conformamos con frecuencia – si estos chicos de oro corriesen dos kilómetros a veinte por hora? ¿Algún periodista se ha puesto a tres minutos por kilómetro antes de evaluar esa tarea de temas que le ofrecen en la pizarra de la redacción a diario? No estamos haciendo demagogia ni amarillismo fácil.

Entender las bases de esa locura colectiva del correr no es listar modas y tendencias, precios de zapatillas y posados en los photocalls de las pruebas. Si medio mundo occidental corre, compite o corretea, ahondemos en algunos de los cimientos de quienes organizan y participan. Sobran historias.

¿A algún lector le importa? Yo creo que sí.

¿Sabes qué son las no-carreras?

Todo el mundo sabrá que múltiples tamaños de prueba son organizados cada año por un sinfín de entidades. Pruebas de cinco a trescientos kilómetros, por etapas a través de las montañas más demenciales o en un parque de tu barrio. Son las carreras populares, como se denominan desde que los últimos años setenta vieron florecer los clubes pioneros y sus enormes ganas de llenar la calle de aficionados a correr.

Pero me apetece hablar de una categoría de eventos a los que llamo no-carreras. No son entrenamientos per se, es un evento reglado pero que vive de las ventajas de la sociedad de la hipertextualización. Ya sabes: convoco, cuelgo en una URL y lanzo a las redes para que los clics hagan el resto.

En sociología existen los no-lugares. Marc Augé los sacó a la luz en un trabajo sobre lugares que no llegaban a alcanzar esa categoría por su carácter de espacios transitorios. Una habitación de hotel, un supermercado o una autovía. Pues hoy día son cada día más las agrupaciones casi-regladas de corredores (y bikers, senderistas, etc) que cuentan con una convocatoria pública y que, sin embargo, quedan fuera de la definición de carrera. Son transitorias por su moderada probabilidad de que se celebren o no.

¿Es esto siquiera importante?

Que se celebre o no, lo es. Pero todavía más importante para mí, que tenga un carácter amistoso y de hágalo-usted-mismo. Desaliñado pero organizado. Pondremos un ejemplo. El sábado acudo a una convocatoria que Iván Palero, un corredor y mente inquieta traslada a los campos y sendas de Ciudad Real. Un recorrido conocido, un descargo de responsabilidad, gastos de avituallamiento compartidos y una convocatoria aprovechando twitter y facebookNo es un entrenamiento en grupo pero tampoco una carrera. Cuenta con un reglamento que se hace público. Tiene nombre -Trail Batalla de Alarcos. Se tomará o no el tiempo realizado dependiendo de las ganas de cada uno. Unos haremos los 50 kilómetros y otros volverán en coche o ya se verá. Nadie se preocupa porque el no-organizador tiene atado todo imponderable.

El asunto es que alcanza una masa crítica y se convierte en una cita exigida por los participantes de la edición anterior. En ese momento ha calado en las almas y tendrá que torear su transitoriedad – puede celebrarse otro año o no. Y el espíritu se va transmitiendo boca a boca, que es la manera más usual de que estas no-carreras perviven.

¿A que se parece un poco a las reuniones llevadas a la ilegalidad por los reglamentos de seguridad más recientes que se han aprobado en España?

Algo de eso imagino que hay. Frente a la rigidez de un evento organizado y su lógica salvaguarda jurídica, nos arriesgamos a la liberación a cambio de cuidar de nosotros mismos. Correr entre amigos, un paso más allá de la reunión semanal en dirección de un evento especial. Sacrificamos la foto de meta y la bolsa conmemorativa. Los avituallamientos se organizarán de la manera que nos digan. Estaremos a las instrucciones y dejaremos todo tal cual lo encontremos el sábado. O incluso más limpio.

Las no-carreras (no citaré otros ejemplos porque cometería una injusticia gigantesca contras las que olvide) actúan más allá de la simbología ficticia de libertad que nos ofrecen muchas carreras. Si eres un inconformista y, te apuntes a la carrera que te apuntes, terminarás expresando quejas o disconformidad con el formato propuesto, busca y pregunta. En el caso que ya conozcas dónde se celebran, acude y mímalas. O colabora con quien ya ha montado una no-carrera.

Un postrer consejo: si eres identificado y detenido, recuerda. No estuviste. Niégalo todo.