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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Diario de un corredor en vacaciones (3)

1.

Ayer me llegó un email de la dirección ejecutiva de este blog. Que de momento los equipos de becarios y el acceso a las principales recepciones ministeriales y del palacio real quedan en un segundo plano. Que cuente. Que escriba. Vamos a ello.

Anoche cenamos en un etíope. Lalibela. Era uno de nuestros templos, detrás de casa. En la zona del Overtoom, viejo camino sobre aquellos diques del oeste de la ciudad. Lo regenta,  todavía, un encantador matrimonio. Él recuerda a esos fondistas con apellidos que empiezan por ‘gebre’ o ‘bekele’. Con ojos saltones, grandes entradas y un rostro casi almendrado. Ella, su esposa, es amable. Nos recordaba cómo se come el ‘enjera’, una torta de harina de lenteja, extendida como una pizza gigante, que hay que cortar con las manos y adjuntar a las verduras, el pollo picante, doro wot, la ternera, sega alecha.

– «No, no te acordarás de nosotros. Pero hace diez años veníamos mucho. Traíamos corredores españoles»

El tiempo borra las huellas del tiempo. Es un espejo de dos caras. Intentaré extenderme con más detalle y claridad.

2.

Hoy subimos a visitar varias aldeas tradicionales de la periferia norte de Amsterdam. Cuando vivía aquí, solíamos tomar el primer autobús hacia las coquetas Marken y Monnikendam, a Volendam, Durgerdam, y regresábamos corriendo. El viento en un lado de la cara. La llanura eterna, verde, con las vacas y los modernos molinos. Carriles para ciclistas con los que nos cruzábamos. Tipos enormes, de casi dos metros, pedaleando como flechas por ese engañoso desnivel cero.

Sergio, años antes de hacerse minimalista, me visitó y juntos pataleamos la ruta de Schellingwoude. Ahora, ‘he don’t do drugs, he does endorphines’ (sic). Creo que sé de dónde arrambló las endorfinas suficientes.

La ruta sale de una barcaza que te permite cruzar de manera gratuita el Ij, el río-lago de los cuadros de patinadores.

Sergio miraba desde la barcaza, atrás y adelante. No salíamos a correr. Aquello era un santuario para la distancia del corredor de fondo.

¿Te suena?

3.

En 2002 nacieron los niños. En 2002 se me acentuó una tendinitis aquílea. La segunda. Hoy es, quizá, la cuarta, quien pide cuota de protagonismo.

Sin tierra o montaña no hay paz tendinosa. En la tierra ganada al mar, la tierra se convirtió en asfalto, adoquinado. Es una tierra sin tierra.

Pero estos cabrones la han dejado preciosa.

schellingwoude

2 comentarios

  1. Dice ser Guishe

    Pasadlo en grande!!

    02 julio 2013 | 12:54

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