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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Diario de un corredor en vacaciones

1.

De nuevo haciendo la maleta. Un año que hemos quemado. Y el portátil a la maleta. Y las zapatillas de correr a la maleta. Y pantalón corto y camisetas suficientes, aunque la ropa de verano y muchos bañadores y ropa de hoy día nos valen para echar una carrerita.

¿Convencéis a vuestros familiares sobre la necesidad de incluir en el equipaje los cacharros para correr? En el extraño caso de mi familia no es estrictamente necesario. Las peleas son otras.

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2.

El ‘por dónde’ es la ilusión que los corredores escondéis, escondemos. Cuando hemos decidido las vacaciones y tenemos localizado el lugar donde nos alojaremos, un personajillo escondido detrás de nuestro cerebelo (Johnny Cogote) comienza inmediatamente a documentarse. Rastrea la red en pos de rutas. De grupos de potenciales grupos de corredores.

Es en el momento en que demuestra que J.C. domina sobre su inconsciente. ¿El corredor no descansa? ¿No deja nunca la actividad de vacaciones?

¿No es esto un hobby, una pasión? Somos imperfectos.

3.

Los destinos. Ay, la planificación. Pillar los mejores periodos en dura pugna con los compañeros de trabajo, que también desean ir esa quincena deseada. Qué lejos queda todo ahora, de camino a la terminal del aeropuerto o circulando por una saturada autovía hacia el levante mediterráneo, o desempaquetando los trastos en la casa rural o la casa familiar en la montaña.

Mañana debería estar escribiéndoos desde los Países Bajos. Felices vacaciones a todos.

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