Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Archivo de junio, 2013

Diario de un corredor en vacaciones

1.

De nuevo haciendo la maleta. Un año que hemos quemado. Y el portátil a la maleta. Y las zapatillas de correr a la maleta. Y pantalón corto y camisetas suficientes, aunque la ropa de verano y muchos bañadores y ropa de hoy día nos valen para echar una carrerita.

¿Convencéis a vuestros familiares sobre la necesidad de incluir en el equipaje los cacharros para correr? En el extraño caso de mi familia no es estrictamente necesario. Las peleas son otras.

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2.

El ‘por dónde’ es la ilusión que los corredores escondéis, escondemos. Cuando hemos decidido las vacaciones y tenemos localizado el lugar donde nos alojaremos, un personajillo escondido detrás de nuestro cerebelo (Johnny Cogote) comienza inmediatamente a documentarse. Rastrea la red en pos de rutas. De grupos de potenciales grupos de corredores.

Es en el momento en que demuestra que J.C. domina sobre su inconsciente. ¿El corredor no descansa? ¿No deja nunca la actividad de vacaciones?

¿No es esto un hobby, una pasión? Somos imperfectos.

3.

Los destinos. Ay, la planificación. Pillar los mejores periodos en dura pugna con los compañeros de trabajo, que también desean ir esa quincena deseada. Qué lejos queda todo ahora, de camino a la terminal del aeropuerto o circulando por una saturada autovía hacia el levante mediterráneo, o desempaquetando los trastos en la casa rural o la casa familiar en la montaña.

Mañana debería estar escribiéndoos desde los Países Bajos. Felices vacaciones a todos.

¿Por quién doblan las campanas?: Estadio Vallehermoso (1957-2013)

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El Cementerio de San Martín había sido diseñado por Wenceslao Gaviña en 1849 como necrópolis del norte para los madrileños que dejaban de serlo: diñándola. Poseía sus decimonónicos nichos y patios dedicados a los cuatro santos que le pasaron por la cabeza del arquitecto o que le sugirieron desde las feligresías cercanas: Santo Domingo, San Ildefonso, Nuestra Señora de la Paz y Santísimo Cristo. De la beatitud del camposanto y su conveniencia por estar bien situado en el ensanche norte del siglo XIX, pasó a ser protagonista de otra historia más sobre los cambios de uso de la ciudad. De la gran urbe, que absorbe y deglute todo cuanto la rodea.

No se sabría durante décadas hasta qué punto esta afirmación puede ser tan demoledora, tan cierta. El dinero de la ciudad, que todo lo come. En el cambio al siglo XX se colaron por las rendijas de las tapias niños llenos de piojos y abrieron paredes, jugando. Los más rápidos entraron y salieron limpiando, derruyendo, hasta el punto que pronto pasó, de ser camposanto, a meramente campo. Los propietarios llegaron a usarlo como huerta, un terreno lleno de minerales y de leyendas. Los niños seguían entrando quizá a mirar si las leyendas existían o si podian llevarse alguna hortaliza. Llenos de jirones y hambre y piojos, una constante de la periferia de ese Madrid de Baroja.

El estado de abandono paulatino del cementerio de San Martín hizo que en Agosto de 1933 el Ayuntamiento adquiriese los terrenos. Madrid creció por la Ciudad Universitaria por el sur a pesar de su posterior bombardeo en la miserable guerra civil. Una fachada más moderna, polideportiva, con el estadio Metropolitano, lugar de las hazañas del Atlético de Madrid se constituía en aquella ladera luego machacada por los obuses. Desde los años veinte la Colonia del Metropolitano, la división inmobiliaria del Metro de Madrid, tenía por aquellas lomas unos espacios de amplitud y modernidad. Una época deportiva absolutamente ajena a lo que se avecinaría medio siglo después.

Pero ¿quién podía saber nada sobre el futuro salvo los locos y los inventores y los dueños de aquellos terrenos?

En 1957 el Ayuntamiento cedería los terrenos durante 50 años para la construcción de un estadio para la celebración de los II Juegos Iberoamericanos, en 1962. Nacía así el Estadio Vallehermoso. Nuestros atletas punteros eran primeros espadas tales como el manchego Antonio Amorós, que dominaba el fondo y el cross desde hacía un par de años, o el príncipe del 800 y de 1.500: Tomás Barris. Poco más que señalar. Se celebraban en aquel, nuestro estadio, reuniones atléticas de las que hoy tenemos recortes digitalizados y unas fotos donde los clavos acribillan una pista de ceniza, el Mondo de los pobres.

En mitad de aquella ausencia de riqueza de 1957, la casualidad y la primera explosión demográfica del país del dictador de voz aflautada hicieron que ese mismo año naciese una generación de bebés. Serían posteriormente conocidos por protagonizar las gestas más fantásticas del primer atletismo español contemporáneo. Los del 57 (Abascal, González, Moracho, Alonso Valero, Corgos) harían subir en los ránkings el nombre de España. Entonces parecía necesario.

Ellos, los del cincuentaysiete, también tienen ahora la horrenda tarea de presenciar la muerte de esa pista color rosáceo. Recién retirados, con la década de los noventa produciendo otros protagonistas, el estadio Vallehermoso dejaba de ser el lugar central del atletismo de Madrid. El meeting de Madrid empieza un periplo por las pistas de Alcobendas, Alcorcón, hasta la primera de las instalaciones que se construyó con aspiración internacional: el hoy circunspecto estadio de la Peineta. Entre tanto, el viejo graderío y aquella pista languidecen. Unas pocas competiciones son testigo callado de sus ya tres décadas de servicio.

¿Languidece también la ciudad? El estadio apenas es marco de celebración de algunos meetings de Madrid. Se reabre con pompa y circunstancia y rutilantes estrellas como la pertiguista Isinbayeva. Pero las gradas no hierven como antes.

Las campanas están doblando por la instalación.

Y es que la fecha de la concesión municipal para el estadio caduca en 2007.

El sentimiento más generalizado es que no habrá más atletas pisando la calle seis de la pista, aquella que quedaba pegada al pasillo de asfalto, al muro de la grada; aquella calle seis donde se almacenaban de dos en dos las vallas de las siguientes carreras. No habrá más camisetas de algodón ni zapatillas de clavos con una X en el lateral.

El tiempo había expirado de manera oculta, a ritmo de penoso goteo. Sin saberlo, mientras padres e hijos y entrenadores acudíamos en las matinales de Sábado durante toda la década de los ochenta, aquellas goteras que caían sobre la fachada de Juan Vigón eran un reloj de arena que nos avisaba sobre el futuro del estadio. Pero el silencio grita demasiado bajo. No se le suele oír. Fueron corriendo las semanas, los meses.

Desde fuera solo nos acordábamos del Vallehermoso, del objeto, de nuestros recuerdos. Se desconocía cómo iba la gestión real del atletismo. Aquella instalación se descomponía a trozos. Era necesario disimular con pintura al temple los mordiscos en el cemento de la valla que rodeaba la calle ocho, aquella cerca de obra sobre la que se colocaba la publicidad en las grandes ocasiones.

Al mismo tiempo la prensa nos contagiaba del optimismo: se suponía que era lógico pagar millones de pesetas de 1987 para que viniese Edwin Moses o Said Aouita. Si el meeting de Zurich daba beneficios, había que imitar su modelo. Ahora pensemos en la mitad del caché equivalente de Usain Bolt para correr en Zurich en 2012 y en la situación de la economía real de España en los ochenta.

Desapareció en un incendio el Palacio de los Deportes pero antes habían desaparecido los huecos para poder competir en la pista cubierta. No sin una profunda carga humorística, en los últimos años 80 el estadio Vallerhemoso acogía las competiciones de ‘pista cubierta’ en calendario de invierno. No había módulos cubiertos, INEF se quedaba para los atletas de élite. La promoción del atletismo entre todos aquellos chavales quedaba encargada a un sólido equipo de voluntariosos jueces federativos. En la distancia pienso en aquellos míticos 300 metros vallas y los días de triple salto en que los adolescentes éramos todo quejas. Teníamos la edad de la queja eterna, y no se nos ocurría otra forma que expresarla ante aquellos voluntarios del deporte educativo. Merecíamos una paliza.

Los momentos de gloria.

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Todavía habría tiempo de recordar aquellas tardes de verano de atletismo de alto nivel. Durante los años buenos, de 1984 a 1988, nadie borra de su memoria a los emperadores de uniforme amarillo que tenían la potestad de anunciar a golpe de bombo (y ginebra) quién asomaría o quién cavaría su tumba, los comienzos y finales de las estrellas del firmamento atlético. Edwin Moses era batido por Danny Harris en las vallas bajas más espectaculares del planeta, Paul Ereng era batido en un 1.000 fantástico por Pancorbo y, este, a su vez, por el campeón mundial somalí Abdi Bile. El cubano Javier Sotomayor se batía a sí mismo y a sus alturas imposibles.

Madrid contrataba para competir frente a los ojos de aquellos padres con patillas anchas y los niños peinados a raya a Patrick Sjoeberg, Said Aouita, Carl Lewis o Calvin Smith. Lees bien, maldita sea. ¡Los mismísimos Carl Lewis y Calvin Smith, volando raso sobre aquella goma roja. Un tartan semipulido que, en la calle uno, en secciones parcheadas de la recha, se  transparentaba mostrando un gris oscuro profundo. Era el comienzo del declive. Se asomaba el color del cemento sobre el que se había construido todo aquello, los cimientos de la necrópolis de San Martín.

Por todo ese elenco deportivo las gradas estaban a reventar. Madrid respondía como si de verdad aquello fueran los Juegos Olímpicos.  ¿Era realmente el atletismo que podíamos permitirnos? Unos Juegos en un estadio casi de bolsillo, con publicidad de marcas tan ochenteras como podían ser Ducados o Larios. Pero que suministraban a ciegas el dinero que hiciera falta. En una economía con índices de precio al consumo por encima del 8% e inflación apenas controlada por debajo del 9%, un meeting de atletismo como el de Sevilla contaba en 1987 con 45 millones para lo que fuera necesario (270.000 euros que, corregidos a nivel por el IPC acumulado, se multiplicarían hasta casi un millón de euros).

¿Recalificación o descalificación?

De forma súbita se llegó al final de la burbuja sobre la que se asentaba el crecimiento de la ciudad española. La liquidación presupuestaria y la necesidad de fondos de los sectores de la gestión de la ciudad. El cambio a las políticas neoliberales llamaban hacia la sostenibilidad de los equipamientos deportivos. En síntesis, sobraban instalaciones donde se sacaban exiguos beneficios. Por otro lado, Madrid necesita sobreponerse a los malos tiempos que se avecinan tras una década de crecimiento inmobiliario desmedido.

Alguien tiene la brillante idea de imitar el modelo barcelonés. ¿Y por qué no optar a ese generador de contratos de obra que son los Juegos? En 2012, 2016 o 2020. Nadie pone sobre la mesa los ejemplos presupuestarios de Atenas 04 o de la barbaridad de dinero perdido en Montreal 76. Juegos, más Juegos. Los que sea necesario traer. La casta de nuevos ricos en el poder piensa que ahora Madrid ya no fuma Ducados sino que es la más noble de las pasarelas. Y presume de estadio olímpico, igual que Sevilla. Y Valencia presupuesta treinta y nueve millones de euros para su Gran Premio de F1 en 2012.

Se mira hacia otro lado cuando se denuncia que seguimos en el país del envoltorio.

Y se materializa la consecuencia más lógica para un vetusto estadio que alberga un deporte en constante justificación. Vallehermoso debe caer. El terreno en que se sitúa es demasiado atractivo. De este modo, el poder del dinero hace que el estadio sea descalificado. No será recalificado. Eso habría sido una salida técnica, habitual, política. El viejo graderío y las seis calles caían descalificados. Era como aquellas temidas voces de los jueces que se ponían en la ‘curva del doscientos’.

Ojalá levantara la cabeza mi amigo el fallecido Luis Miguel Cruz, con el que fuí sistemáticamente último y penúltimo en los 2000m marcha en categoría alevín y con quien crecí para conformar el cuarteto B (o C) de aquel mítico club de atletismo de Alcobendas. Un aviso en voz alta significaba la descalificación de un equipo relevos; nos habíamos salido de la zona de entrega. Teníamos trece años.

– «Venga, va, que son unos críos» -solía quejarse algún entrenador o algún padre que vivía el atletismo bajo la lluvia o el viento.
– «Tienen que aprender» -respondía el juez de la Federación de Atletismo de Madrid.

Naturalmente terminábamos aprendiendo. Con el tiempo supimos todos qué significaba el dinero. Luis Miguel, el hijo de Miguel el zapatero, Jose Ayuso Yuyu, Miguel Fierro, Jose Correlotodo, que se atrevía de infantil y de cadete con los del sesenta y nueve. Niños que ya no haríamos aquello de jugar nunca más en la dura alfombra roja del tartan. No nos abriríamos más la cabeza cayendo contra el armazón de hierro que cubría la colchoneta de salto de altura.

En 2007 ya no éramos críos. Podíamos esperar cualquier barbaridad de los regidores del deporte de la Comunidad de Madrid, orientada hacia el negocio, y por ello no podemos sentirnos defraudados. El estadio emblema del atletismo en Madrid sufrió un cierre cuasi definitivo hace ya año y medio, para ser acomodado a unas nuevas instalaciones municipales.

¿Instalaciones Municipales?

Madrid, sumidero político al que tiramos a diario todas nuestras energías y, cada cuatro años, nuestros votos, debía pensar que estábamos sobrados. Es como se comporta Madrid: generosa, sobrada, la Corte donde no falta de nada desde los Habsburgo. Los gestores madrileños debieron pensar que andábamos holgados de equipamiento deportivo para atletismo. Al fin y al cabo lo del correr se puede hacer en la Casa de Campo. Sus políticos pensaron que los ciudadanos deportistas de Madrid necesitaban un sitio donde purificar las caras de mala hostia diaria, donde convertir en vapor nuestras frustraciones por cuadrar los presupuestos para comprarnos el Qashqai.

En resumen, nos dijeron «Lanzaos en plancha a una nueva dimensión social». Y nos colocaron el proyecto de un spa.

A escasos metros del nuevo campo de golf. A Madrid no la conocía ni la madre que la había parido.

Los tecnicismos contaron que «se había recurrido a la concesión privada para reconstruir parcialmente el polideportivo de Vallehermoso. El concurso municipal incluye un pabellón y una piscina cubierta además de varias salas polivalentes».

De emblema del correr, donde vimos a Harris, Moses, González, Lewis, Trabado o Bile, donde nos juntábamos criaturas a competir en reuniones de la FAM, se pasaría a puchero para desintoxicarnos. De la educación del esfuerzo y del deporte, a la desintoxicación urbanita.

Es una perfecta metáfora de la catarsis de los tiempos modernos.

¿Que no, chaval? 

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Fotos: UrbanCidades, JSChamberi.org, RFEA.

 

Otra gran cita de la alta montaña: Gran Trail de Peñalara

Últimos dos días antes del Gran Trail de Peñalara. El simpático y ya familiar getepé. Simpático y familiar son dos cariñosos epítetos que se han asignado a una excelente barbaridad de ciento diez kilómetros alrededor de los macizos más altos del Guadarrama.

El viernes por la noche varios centenares de corredores de montaña saldrán desde Navacerrada para contornear la gran cita del trail del centro peninsular. Las cifras son, aproximadamente, como salir de Madrid en dirección de Avila y, entre medias, sufrir los caprichos de un topógrafo borracho. De un atlante que hubiera sacudido la alfombra. Así, en una interminable sucesión de cumbres y valles, se ascienden y descienden ordenadamente un pico de 2.200 metros de altitud, un collado incómodo entre encinas y rocas mientras comienza a amanecer, otro col alpino de 1.800 metros, se descenderá por pinares hasta encarar otro collado de 2.000, el temible Reventón. La mediodía sorprende por las cumbres glaciares más altas del Guadarrama, que lleva a los 2.500 metros, y tirarse ladera abajo hasta La Granja para volver a la vertiente madrileña por una fácil ascensión a lo largo de la falda norte de Navacerrada. Una tortura que hizo agotar los dorsales en días.

Cambios en la edición del centenario.

La entidad que lo organiza tuvo a bien pensar en qué podía mejorarse esta bestialidad, que acumula cinco kilómetros verticales de ascensión. Los expertos montañeros de la R.S.E.A. Peñalara celebran sus cien años justo en la primera edición en que las pruebas (con distancias menores de 60 y 80 kilómetros) se disputan sobre el recién creado régimen de Parque Nacional.

Era 1913 cuando se fundó la Asociación Peñalara «Los Doce Amigos», embrión de lo que sería en breve la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara. Los pioneros amantes de la naturaleza y apasionados de la montaña poco podían suponer del éxito que, un siglo después, conllevaría el fenómeno de caminar y correr por las montañas. De modo que, para la cuarta edición del GTP, se decidió lidiar con el calor de final de Junio adelantando la salida a la noche del viernes. Previos años nos habían llevado a correr desde primera hora ya con el día iniciado y un eterno paisaje azul y rocoso.

Como de los kilómetros y del esfuerzo no se libraba nadie (es uno de los ultra trails más duros del circuito español) al entrenamiento y la presencia de ánimo obligatorios la organización colaboró humanizando las primeras horas de competición. Posiblemente incida en los registros de los vencedores pero mucho más en las medias horarias del resto de los participantes.

Así, se espera evitar las imágenes de golpes de calor, como el que retiró al duro y experimentadísimo Aitor Leal en el kilómetro noventa, cuando encabezaba la prueba con un enorme margen sobre el récord del circuito. También se espera que los cientos de inscritos comiencen el sufrimiento real pasada la mitad de la prueba, cuando se encara la ascensión a las hasta hace nada nevadas cumbres del Risco de los Claveles o Peñalara.

Los inscritos en la edición de 2013 intentarán superar el récord de Federico Galera (13h27) y de Chari Adrián (16h23) aunque estas marcas se conseguían con un horario diurno. Este año habrá menos calor pero por delante se podrá correr algo menos. La nueva lista de aspirantes tiene en sus manos demostrar si el getepé es más humano con estos cambios.

Romper con la épica distancia, con esta vuelta completa a las grandes cumbres del Guadarrama a imagen y semejanza de los clásicos recorridos alpinos y pirenaicos. Es el objetivo de los participantes: terminar.

Las citas del baile de verano son:

110km, 11.200 metros desnivel, 30 horas de límite, salida 23.00 Viernes desde el pueblo de Navacerrada
80km, 7.800 metros desnivel, 21 horas de límite, misma salida, meta en La Granja
60km, 5.000 metros desnivel, 15 horas de límite, salida 08.15 del sábado, desde Rascafría
12km, 900 metros desnivel, cross de iniciación nocturno, salida 23.15 desde Navacerrada

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Información práctica: 

www.grantrail.es

twitter: @GTPenalara

La versión de los ingleses del campo a través

Venga, un poco de variedad a nuestro mundo de polígonos industriales y avenidas con sucursales de bancos (en quiebra). Ayer me llegaba un correo del organizador de la Fairlands Valley Challenge (UK). Es una carrera que se celebra el Julio y que posee varias cosas a tener en cuenta:

– vacaciones en verano
– por la campiña inglesa
– muy cerca de un aeropuerto donde opera una línea low cost (London Luton)
– varias distancias

No es una prueba trail al uso. Es más, casi no parece una prueba, porque el recorrido no está marcado. Al participante le dan las instrucciones en unos folios que tienes que llevar en carrera. Están escritas en inglés (claro) como si fueran instrucciones dadas por sms y allá te las compongas.

Tal que así: «200yds R(ight) then over fence bhnd pub, 1/2m aid stn» significaría «200 yardas torcer a la derecha, luego cruzar sobre la valla tras el pub, a media milla puesto de avituallamiento».

Cada año es más popular y personalmente uno de los sitios más bonitos donde corrí. La hice en verano de 2005. Se puede participar desde 12 millas hasta 30 (de 20km a 50km) y se cruzan esas praderas de las películas, de pasa por algún pub, se rodean bonitas casas y hasta se cruza (se cruzaba) un cementerio y por el medio de un campo de golf.

Si no me falla la memoria era altamente fácil de llegar desde el aeropuerto de London Luton hasta Stevenage (Hertfordshire).

Un club premiado.

Los espartanos fueron premiados en una encuesta en Runner’s World como el mejor club de Reino Unido. Cuando uno llega al lugar donde se corre el Challenge, se siente inmediatamente arropado por los chicos vestidos de presidiario (su camiseta es a rayas verticales negras y grises).

La pradera, la barbacoa final después de la prueba, las sencillas instalaciones y una familiaridad muy de ‘countryside’ (pero sin caer en la fábula del buen salvaje). Esta prueba de finales de Julio debería estar en las agendas de los grupos de corredores de todos.

Hala, ¡a quitarse la rosca de la boina!

Tras Vitoria, la Carrera de la Mujer hace parada en Gijón

El calor envía el calendario de las pruebas organizadas por Sport Life al norte de la península. Y lo hace con un éxito tras otro. Después de unas habituales cifras como las diez mil mujeres inscritas en Valencia o las veintitrés mil de Madrid, el movimiento de la mujer en marcha se desplazó a Vitoria. Allí cuatro mil mujeres desafiaron a la lluvia y se plantaron en meta. Se convertía así en la prueba de atletismo popular más multitudinario de la ciudad, muy por delante de los eventos habituales.

Y es que esto se ha convertido en la marca de identidad de las series ‘Carrera de la Mujer’. Salvo los masivos eventos en Madrid o Valencia, ciudades acostumbradas a acoger pruebas de igual calado, Vitoria o Gijón se ponen a la cabeza con este formato. La Carrera de la Mujer de Gijón se disputa hoy en la ciudad de la bahía de San Lorenzo y de Cimadevilla sobre un céntrico recorrido por El Molinón, Doctor Fleming y el complejo deportivo Las Mestas con seis mil dorsales vendidos desde hace días. Este es el recorrido, para que bajes a partir de las 10h a animar y nada te pille de sorpresa.

 

En la edición de 2012 la corredora de Tineo Verónica Pérez (en la foto) se llevó el gato al agua por delante de la ya deslumbrante cifra de cinco mil corredoras. Gijón fue una de las pioneras en el circuito de carreras citado, siendo hoy la novena edición que se corre de este circuito patrocinado por Central Lechera Asturiana y Seguros DKV.

¿Tienes todavía alguna excusa preparada para no participar?

La web de la carrera te las desmonta.
Foto: CarreraDeLaMujer.com

Correr y las ‘operaciones biquini’

Llega el verano. Atropelladamente, con prisa. Y las prisas, como se dice, no son buenas nada más que para los ladrones y los toreros malos. Para adelgazar no hay nada peor que tener prisa. Pero salir a correr las semanas inmediatamente antes de las vacaciones playeras es muy utilizado. Por que llega la operación biquini. (o bikini, que la RAE admite ambas)

¿Hacemos bien? Hombre, empezar a  correr siempre es sano. Teniendo en cuenta dos o tres principios básicos ayudará a que nos sintamos mejor. También, que es a lo que vamos, a perder algún kilo de los que nos sobra. O sea, que sí. Corredores pata negra, asumidlo: se nos unirá un contingente temporal con el único objeto de perder una talla.

No es mi culpa. Estoy rodeado de estímulos para que lo haga.

Claro. Adelgazar es un mercado. Muchos lo llaman ‘periodismo-salud’. En las últimas meses ha sido más que evidente que ha aparecido una buena batería de artículos sobre el running en medios poco habituales. En las portadas de salud o generales de diarios han aparecido artículos hablando sobre cuan de moda está. El Huff dice esto de «la droga saludable», habla de los beneficios del correr y diversos testimonios aparecen contando lo que al fin y a la postre mueve a muchos: dedicar un rato a la semana, dos o tres o seis, a correr unos kilómetros. El País titulaba lo de ‘correr está de moda y es saludable‘, y como una alegre oleada en pantalón corto se escurrían los sesos en ABC con mini-vídeos.

Y la primavera multiplica las noticias porque los corredores ocasionales aparecen como las setas. Es fácil, barato y rápido de cogerle el truco, sí, pero durante Mayo y Junio la cosa va de perder esos kilos.

Incluso en las revistas especializadas hay un mensaje subyacente: correr… te ayudará a perder unos gramos. En las redes sociales se reproducen los mensajes en pos de esos gramos. Sólo en los últimos tres días, a todo color y con imágenes a todo color…

 

 

Vale. Que no me ciegue por los cantos de sirena. Pero ¿qué consejos sigo, entonces?

¿Me animo a este hobby y de paso pierdo unos gramos sudando o mejor me encierro en una sauna o en un atasco en la M40?

1. Abrigarte más no te hará perder más peso. Estás en la antesala del verano. Colócate dos capas más o un chubasquero y sudarás más. Perderás más sales. Bordearás la línea del colapso por hipertermia y la sanidad, recuérdalo, la pagamos entre todos. Pero la combustión de grasas se logra trotando más días durante más minutos.

2. Si eres constante el premio estará más cerca. O sea, correr no es un remedio inmediato. Ten en cuenta que el cuerpo no reacciona hasta pasadas unas cuantas sesiones. Cuando eres capaz de correr más de media hora seguida se desencadenan más mecanismos metabólicos. Digamos que el cuerpo ‘sabe quemar calorías’ pero necesita que se lo recordemos, especialmente después de una vida sedentaria. Recuerda que acabas de empezar a correr como remedio a tus excesos.

3. Tendrás más sed. Bebe agua para calmar la sed. Es natural, has comenzado un ejercicio en plena primavera. No la mitigues con ‘la cervecita’ o con ‘el zumito’. Recuerda que quieres perder calorías, usándolas. No las repongas alegremente. Corres el riesgo de ingerir más de las que has quemado. Un zumo o una bebida azucarada y con gas está plagado de azúcares añadidos que significan calorías directas. Más aún con los siropes de jarabe de maíz que se usan actualmente en muchas bebidas.

4. Aprovecha las horas más frescas del día. Evita el calor. Sí. Quieres el calor para sudar, pero por ahí no van los tiros. El mismo calor excesivo te echará atrás o te mandará a Urgencias. Si quieres que correr sea efectivo, hazlo en condiciones más favorables. Justo antes o después de desayunar, con el cuerpo aún fresco, estarás más preparado para el ejercicio. La diferencia de temperatura con la parte central del día puede ser de hasta veinte grados.

5. Como resumen, recuerda abonarte a la paciencia y afrontar de manera optimista este nuevo hábito. Esto tiene pocos secretos y sí muchas maneras de darse de morros con el fracaso.

No es zen. Es que te voy contando lo que llevo visto en más de treinta años corriendo.

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Penyagolosa Trails presenta su vídeo de 2013

Un trabajo que hasta hace bien poco tiempo mirábamos con asombro y envidia en las pruebas de trail de Estados Unidos y, sobre todo, Francia. Pues ya se están produciendo fantásticas imágenes en las principales pruebas de España. Los chicos del CSP115+MiM, las dos etiquetas bajo las que se presentan las pruebas que unen Castellón ciudad con la montaña de Castellón (y el santuario de Penyagolosa) han metido posibles en un buen material visual que hará que más y más gente le eche el ojo a este clásico de Mayo.

A los fabulosos vídeos de la TransVulcania, la TransGrancanacia, Gran Trail Peñalara y otros muchos, añadimos un nuevo producto. La Unica Sepia Creativa nos ha unido estas imágenes tan inspiradoras. A retuitearlas.

1977. Cuando todavía no éramos campeones de nada

¿La Roja? ¿Rafael Nadal? ¿Los chicos altos de la ÑBA o Maialen en sus casi suicidas y premiados descensos sobre aguas bravas? Muchos tomáis el éxito deportivo de nuestros campeones como algo natural. Los más incoscientes. Otros muchos recuerdan que en la época previa al plan ADO de Barcelona 92 todo era duro, muy duro. No había casi campeones.

Pero más atrás en el tiempo la palabra campeón quedaba para cuatro rarezas individuales. Angel Nieto, Santana y su noble tenis y Bahamontes. Lo normal era que la participación de un español en un evento internacional quedase más que diluida. Rescato un post para mostrar el ejemplo de 1977. Cuando no éramos campeones de nada.

«Antonio Gómez«, tableteaban las máquinas de escribir de los periodistas enviados a Herenveen (Países Bajos) a cubrir los campeonatos mundiales de patinaje de velocidad. Enfrente, el sueco Ekstrand. Quizá los periodistas ni siquiera tabletearan. Probablemente se reclinaran hacia el respaldo de su asiento, embozados en ropa de abrigo, y disfrutaran de un rato de esos que deparan las competiciones internacionales. La aparición de un participante sin el nivel requerido. Un momento cómico, en el que se desnudan las diferencias entre los profesionales y los aficionados. El abismo deportivo, si se quiere ver así.

Eran años en que también había Moussambanis que tardaban simpáticos y eternos segundos en cruzar piscinas, dar vueltas a las pistas, y que levantaban una simpatía cariñosa. Las gradas hierven y la simpatía del público holandés camina por el peligroso alambre de la mala educación. Suenan risotadas entre los espectadores menos delicados.

Se da la salida y el público, que ha aprendido a patinar en el primer invierno de su vida, ve como el sueco toma una ventaja brutal. En cien metros está lanzado mientras que detrás queda rezagado el heterodoxo patinador. Tiene los muslos evidentemente más cortos que nadie en el estadio Thialf. Es la prueba de velocidad, son 500 metros y el español coge velocidad como si tuviera que pegarse con el hielo, con un enemigo no acostumbrado. Pero la algarabía se ha instalado en la grada desde la ronda previa y tiene el propósito de quedarse.

Mediada la curva del ‘trescientos’ el patinador sueco, por la calle interior, cae y se calza una galleta impresionante contra el acolchado de la valla. ¿Es el momento del español? ¿Viene suficientemente lejos como para no poder dar la sorpresa? La justicia divina de la superación humana viene patinando a aproximadamente 40kmh. La arrogancia mira hacia atrás temerosa de que su trono y condición queden borradas de un plumazo por el concepto de ‘gezelligheid‘, la ‘simpática coloquialidad’, muchos desean que Gómez Fernández remonte.

Pero el patinador Gómez no llega. Hay demasiada diferencia, aún sin ser el sueco un Eric Heiden que destrozaba los récords por lotes. Ni un sólido Jan Egil Storholt, el hombre de la plata en el ‘allround’. Era un sueco que patinaba a gran velocidad pero que cometía errores. La velocidad le permitía cometerlos porque, delante, tenía … mejor dicho, detrás, tenía un barranco de profesionalidad.

Era un deporte de invierno y un país desarrollado contra un patinador de verano y un país, bueno, era la España de López-Rodó, de Licinio de la Fuente, de Fraga. España no estaba para deportes minoritarios ni para ponerse farruca en nada. Los segundos discurrían y el patinador español no asomaba en pantalla. Los 500m son la prueba sprint y el sueco un especialista. En una prueba de apenas 35 segundos, tardar 50 es como si soltasen a un alero alto de un equipo EBA en mitad de la zona de los Oklahoma Thunder. El sueco se levanta y retoma la marcha para, todavía, tener margen para ganar al simpático elemento discordante. España, simplemente, no llegaba.

Corría 1977. Los mayores logros del deporte español estaban todavía por asomar. Los mayores logros del periodismo deportivo que vive de inflar y dar de abrevar al deporte español se reducían a glosar la épica sobre barro de López Ufarte y Kortabarría, Stielike y Juanito, Bizcocho y Biosca o Asensi y Migueli. Deportistas de una década que se resiste a desaparecer. Por otro lado estaban los desconocidos atletas como Marín, Domingo Ramón o Llopart que velaban armas en previsión de unos Juegos Olímpicos en Moscú, baratísimos, con un boicot de 2/3 partes del medallero. Que los chicos del baloncesto eran potenciales semifinalistas o que España daría poco de sí contra Bélgica en la Copa de Europa de Fútbol. No caíamos ni en cuartos.

Ni Angel Arroyo había debutado en un tour en el que reinaban Thevent, Kuiper o Hinault. Ciclábamos a trillones de años de distancia del inicio de la época moderna del ciclismo, cuando monsieur Bernard Hinault se fundía al personal en el Tour de Romandía, el Giro tras dejar a todo dios tiritando en el Stelvio y el campeonato del Mundo. Ni podíamos bregar contra Joopje Zoetemelk, o contra Agostinho, al que la mala suerte le tuvo que enviar un perro frente a su rueda. Nuestras herramientas de trabajo eran Melero, Miguel Maria Lasa o Joxe Nazábal, que ganó entre Gasteiz y Oloron.

Los franceses todavía no nos tenían envidia. Es de suponer que para ellos, no existíamos salvo para la vendimia, para su cine en Perpignan y ocasiones puntuales en las que jóvenes cachorros planeaban un futuro socialista sin socialismo. Rafael Nadal no había nacido y, the Spiting Images, los guiñoles que de verdad gobernarían el mundo (no esa ridícula versión de Canal+) tendrían que esperar hasta su creación en 1984.

En 1977 el monigote más parecido a un guiñol que había era Eric Honecker, y presidía la RDA. Y sobre Honecker nadie hacía chistes en público.

 En Herenveen los dos patinadores llegan a meta. Parece un falso sprint cerrado. Delirio en la grada. Corre la cerveza por el triunfo del deporte cañí. 50.18 para el sueco frente a 50.41 para Antonio Gómez (que ni siquiera tiene una entrada en español en la Wikipedia). Antonio entrenaba en la década de los setenta en una pista de hielo artificial en Barcelona. Antonio era un empleado de la Telefónica de origen sevillano que había hecho de todo. Corrió maratón, practicó esquí de fondo y decidió que la Meca del patinaje era su Dorado. Allá que se fue. Holanda lo acogió como un personaje ideal para la televisión.

«Speedy Gómez» había debutado en los Europeos con una ronda inaugural de 53 segundos, embutido – no es un eufemismo – en un maillot amarillo que hizo vibrar a los espectadores en su ‘yo conta el reloj’ (ver segunda parte del vídeo del final de este post). Con posterioridad siguió participando en eventos internacionales en lo que era su pasión.

¿Había alguien detrás, alguna federación, beca o miserable titular de prensa? Lo dudamos. Gómez Fernández, insuperable duo de apellidos destinados para la gloria deportiva, bajó sus marcas a base de echarle huevos y entrenar. No mucho. El físico de Antonio peleaba frente a fémures veinte centímetros más largos que los suyos. Frente a siglos de tradición, de especialización técnica, hielo natural, hielo arificial, técnica de pierna sobre la rodilla que Gómez nunca pudo desarrollar, siendo de la escuela más popular del ‘potje over’, del tirar la pata hacia fuera en la curva. Y los segundos y las décimas que se le seguían escapando.

Antonio mantuvo los récords de España de patinaje sobre hielo en diferentes distancias hasta 2003. Su hija Beatriu marcó 43.90 como mejor marca en la Copa del Mundo de Salt Lake City en 2005. Prácticamente seis segundos más rápida que el padre. Pero de patinaje de velocidad se habla poco. No podemos darle con ello en los morros a los franceses.

El vídeo. Para los que nacieron ya como envalentonados patriotas.

¿Estamos convirtiendo el hobby del correr en un reto?

Ayer comentábais sobre si era o no era el Maratón Alpino Madrileño el más duro o no. Salía a debate la necesidad de que fuera necesario que estemos llegando a este extremo.

¿Es correr algo más que un hobby en el que nos sentimos bien? ¿Hacia dónde está divergiendo la mera pasión por hacer ejercicio?

Significarse como «el maratón más duro» está compartiendo líneas con calificativos como «brutal», «el más populoso». Es frecunte leer expresiones de asombro porque vamos a encarar, o alguien ha terminado con éxito «el ultra trail más fantástico» o «la experiencia más exultante de la vida de un runner».

Me pregunto si todo esto no se está yendo de las manos. No solamente en el mundo de correr; tomad la bicicleta, el viajar o conocer los vinos de nuestra tierra. Tenemos que hacer un viaje aún más fabuloso, donde nadie haya ido. Necesitamos dominar los taninos de la una mencía o la merlot. Hay que correr una vez en la vida la Quebrantahuesos.

¿Nos gusta correr o nos gusta afrontar retos?

Más. ¿Nos gusta afrontarlos o nos tiramos de cabeza a ellos como una necesidad vital?

En su muy discutido libro sobre dónde está el límite, un defensor de la consecución de retos como Josef Ajram dice:

Decidí convertirme en ultrafondista y participar en las pruebas más duras del mundo para tratar de averiguar dónde estaba el límite del cuerpo humano –dónde estaba mi límite–

Blogs, artículos, tweets donde continuamente se relatan las travesías, heroicidades o miles de metros de desnivel acumulado.

Y, enfrente, como situados en una mesa de negociación de las que aparecen en televisión, está toda una legión de seguidores, corredores con cien aproximaciones diferentes al correr. Tanto en ruta como en campo. Muchos leen y miran con cara de espanto. Pero ¿esto no iba meramente de correr? ¿En qué estáis pensando? Son preguntas que hacéis a diario los que no corréis, los que leéis este blog.

Pero en la misma mesa-auditorio hay un contingente cada vez más grande. Que adora la gesta y planea la suya propia. Que colecciona retos. Quizá sea un modo de crecimiento personal, me dice mi propia conciencia buena (el angelito de mi hombro derecho). Quizá que hemos perdido la perspectiva como hombres con todo conseguido y, a la vez, con nada, dice el demonio del otro hombro. Tenemos todo lo que el estado del bienestar nos ofrece. Pero hay una insatisfacción. Nos inscribimos en superpruebas. Concursamos en televisión para conseguir ese sueño. Queremos ser los que mejor caten el vino, los que más matices distingan en un aceite virgen extra. Y que nos lo certifiquen.

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La psicología ha definido dos tipos de motivación: la intrínseca, cuando afrontamos un reto por el mero placer, sin una recompensa externa, y la extrínseca. La búsqueda de un reto para conseguir algo determinado, un cambio en el status, el reconocimiento. El deporte amateur se expande después delos años 70 y 80. Parece que hay ‘booms’, picos, que se revoluciona, cuando se han sobrepasado las grandes crisis sociales y económicas. ¿En qué parte situarías tú el participar en carreras a pie?

¿Se trata de una manera entretenida de pasar el tiempo libre? ¿Se trata de una manera que tienes de cruzar tu crisis de los cuarenta? ¿Hace falta que alguien o algo te esté esperando en meta, cuando luego lo cuentas en foros, #RSS o paseas con tu camiseta de ‘finisher’?

Un amigo con miles de kilómetros a su espalda decía amargamente en su muro:

cada vez me atrae menos competir en carreras y si buscarme mis historias por mi cuenta, sin tanta tontería (…) No somos heroes, somo simplemente afortunados por poder hacer lo que nos gusta. Correr 100, 200, o 1000 km, no te hace ser mejor que nadie, ni más valiente, ni más duro como persona. Es otra cosa.

Desde una perspectiva un tanto titánica, el rey de reyes, Kilian Jornet, escribía hace unos meses que «No hay nada más maravilloso que darse cuenta que no somos nadie, que somos insignificantes«.

¿Tomas partido en este debate?

¿Eres de los de los retos o de los del disfrute? ¿Eres de los que contestan «las dos cosas»?

Se disputa en Madrid el «Maratón más duro del mundo»

Diecisiete ediciones consecutivas para probar el eslogan de la prueba. Posiblemente sea «el maratón más duro del mundo«. Los 42km y 195m de la distancia olímpica se multiplican arriba y abajo. El asfalto sobre el que se escriben las gestas épicas se cambia por sendas, riachuelos, roca y más roca. El resultado es casi 45 kilómetros con un acumulado de 5.300 metros de desnivel.

Todo esto configura la XVII edición del Maratón Alpino Madrileño que se disputó ayer. Con salida en la localidad madrileña de Cercedilla, desde sus escasos mil metros de altitud se ascendio varias veces hasta los dos mil y se descendió por nombres que están más asociados al alpinismo (Peñalara, Bola delMundo) o al ciclismo (puerto de Cotos, puerto de Navacerrada). Lo que habitualmente son tiempos de dos horas y cuarto en un vencedor en ruta, este año las cifras volvían a merodear el doble. El salmantino Alfredo Gil se imponía con 4h:01:18, con un márgen de quince y veinte minutos a Cristofer Clemente, y Federico Galera, respectivamente.

En dos horas se había agotado el medio millar de inscripciones disponibles en internet. El éxito de una prueba trail tan técnica y dura al lado de una megalópolis de seis millones de habitantes han convertido un dorsal del alpino en caviar.

Este verano había condicionantes extra, después de que las cumbres del recién estrenado Parque del Guadarrama permanecieran cubiertas de nieve hasta la semana de la carrera. Por esa llamada del peligro o por el furor de correr por sendas y pedregales, las cumbres atrajeron a los fieles del circuito de las carreras de montaña.

Desde Cercedilla se asciende al Puerto de Navacerrada por la vía más recta: el camino del Calvario. Coronado este santuario del esquí madrileño, todo recto hacia la cumbre de la Bola del Mundo, por encima de los 2.200 metros. Línea recta por las cumbres hasta Cotos, desde donde se encara la cima de Peñalara, el pico más alto de la zona (sobre los 2.400m).

En este punto la líder de la prueba femenina era la alemana  Lea Baeuscher, del equipo Salomon. Tras el descenso del vértice del Guadarrama se encara la tremenda ascensión a las Cabezas de Hierro por una pendiente de roca que merma las fuerzas y convierte los reflejos de las rodillas en mantequilla. Desfortunadamente Baeuscher sufrió un accidente en la bajada de Valdemartín y tuvo que ser evacuada, dejando la victoria para el duelo entre la madrileña Sonia Elgueta, que también sufrió problemas estomacales por la ingesta de un gel que no le sentó bien, y Sofía García Bardoll, tercera hasta entonces.

Al descender de las cumbres la carrera se juega en un serpenteante sendero que deshace el camino hasta Cercedilla. Son ocho kilómetros donde los músculos gritan y el equilibrio se gestiona con muchísimo entrenamiento en descensos. En chicas Sofía distanció en apenas dos minutos a Begoña Sánchez, ambas en la frontera de las 5h30 de esfuerzo. Tercera sería la canaria Raquel González.

El Maratón Alpino Madrileño es uno de los únicos maratones en el ránking de la Federación Internacional (ISF).

Paralelamente, se celebraron una carrera mini para los más jóvenes, y un cross de iniciación, el durísimo del Cross Alpino del Telégrafo, una carrera más corta que se empezó a organizar para dar oportunidad a los que se querían iniciarse en las carreras de montaña. Con 17 Km y 1.400 metros de desnivel acumulado, contó con las victorias del segoviano Óscar Baeza y Ana Paz Bermúdez.