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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Grete Waitz. El récord mundial que duró un día

Había llegado un domingo sin pista ni cross para los chicos de Madrid. Mi padre había bajado a comprar la prensa y el Madrid jugaba contra Osasuna. Ganaría aunque el Athletic también vencería en su duelo con la Real. Mi vecino Manolo dijo que habían atropellado a un chaval en Colmenar Viejo. También dijo que apenas había habido gente en el mitin de Tierno Galván, que aún no era un parque desolador sino un veterano político.

En Madrid, el 17 de Abril de 1983, no se tenía mucha idea de que  Grete Waitz, maratoniana noruega, la corredora que dominó el Maratón de Nueva York durante nueve ediciones, batía el récord mundial de maratón en Londres. La rubia de las cejas transparentes que coleccionaba treintaydoses y veintisietes en los cronómetros de Central Park.

Desde su primera victoria en 1978 había encadenado cuatro triunfos estremecedores (1978, 79, 80 y 82) y tenía la confirmación del equipo que dirigía Fred Lebow para su nueva revancha contra la soledad en noviembre del ochenta y tres. Pero además había aceptado el reto de doblar dos pruebas a ritmo demencial, de récord. El campeón olímpico británico Crish Brasher, el viejo obstaculista, había pujado fuerte para seguir con el crecimiento del joven maratón de Londres. Relanzado en 1981 como substituto del moribundo London Polythecnic Marathon (que se celebraba desde 1909), Brasher dirigió sus esfuerzos a traer a Waitz a correr a la cuna del atletismo profesional.

En la típica matinal que los londinenses califican como ‘grey day‘, Grete calzaba sus rayadas adidas rojas y blancas, camiseta interior y guantes. Sus sempiternos guantes, esta vez también rojos. ‘Grey Day’, dos años antes, no había sido sólo eso. En la época en que Brasher lanzaba la idea de retomar el maratón por las avenidas de la ciudad, ‘Grey Day’ había sido el single que escaló hasta el número 4 de las listas británicas en 1981. Era un himno, una queja sintomática de los londinenses ‘North London Invaders’ (ya rebautizados como Madness). Era un canto contra un panorama muy gris: los cierres de las minas por el gobierno conservador de Margaret Thatcher, la venta de las acciones de British Aerospace, o el anuncio de los riesgos de una guerra racial en la prensa precisamente la tarde anterior al nacimiento del maratón de Londres.

Dos años después, con el estallido social sin solucionar y la dama de hierro encaminada hacia una nueva victoria electoral, se presentaba un muy británico nuevo domingo gris. Tras los chaparrones matinales, el Abril de 1983 iba a deparar una mejor marca mundial. Recordemos que la federación internacional no habló de récord del mundo de maratón hasta pasados mil millones de años, dado que no hay dos recorridos iguales ni se celebra dentro de un estadio. Cayó una mejor marca mundial, fuera por el maravilloso y plano recorrido de Londres o por los miles de libras que Gillette aportaba de nuevo como patrocinador. Y es que se estaban dando los primeros pasos en la era del dinero en las carreras en ruta. La IAAF había permitido en 1982 el pago en metálico a los deportistas de élite y el cataclismo del deporte amateur estaba sirviendo en bandeja que las grandes carreras tirasen de talonario. Waitz afrontaría Londres en Abril, y Nueva York en Noviembre.

Un inspirado Mike Gratton ganaría con 2:09 pero los ojos estaban puestos en la finísima chica de las coletas y la camiseta de tirantes roja y blanca. Su grupo de referencia, con tipos curtidos en maratones a ritmo de dos horas y media, viajaba prácticamente desmembrado a la altura de los puñeteros adoquines del Upper Thames. Al paso por el puente de la Torre apenas tres duros maratonianos escoltaban de aquella manera a Waitz. Su gesto, tantas veces fotografiado, con las mejillas contraídas y sus finos labios en una mueca de rigidez, la encaminaba a la vieja meta del Westminster Bridge (meta hoy sustituída por la llegada en el Mall, frente a las habitaciones de su alteza real en Buckingham).

El último recodo sobre el río le llevó a un debut en la ciudad de verdadero escándalo. El recorrido de Londres probaba su bondad y Grete Waitz colocaba el mejor registro de una mujer en 2h25:29 durante toda la tarde del Domingo, hora del meridiano de Greenwich, el parque desde el que los miles de corredores salían en pos del sueño de las veintiséis millas y el pico caprichoso del rey inglés.

Nuevo récord mundial, mejor marca o como quisieran decirlo los periodistas. Tenían toda la tarde por delante. La edición del Lunes de la prensa colocaba sus estrechísimas columnas sobre el maratón calculando milimétricamente las palabras, entre las que debía aparecer la referencia a la hazaña de la noruega Waitz.

Mientras Waitz descansaba en el hotel y terminaba de atender a la prensa, a cinco mil kilómetros de distancia una chica con el pelo corto repasaba en la cama el esquema de carrera. El mismo Lunes se torcieron los planes. Sería un récord un récord del mundo que únicamente duraría hasta la tarde del día 18. Y es que la corredora norteamericana Joan Benoit corría apenas veinte horas más tarde, durante la tarde del Lunes de Pascua de 1983.

En 1983 no se contaban con los medios técnicos de hoy. Nadie subía a twitter ni podía mandar un correo electrónico a la sede de la Federación Internacional de Atletismo, la IAAF. Mientras los federativos leían durante la mañana del Lunes 18 las marcas de la prueba londinense y programaban en papel la actualización del récord del mundo de Grete Waitz, amanecía en la irlandesa capital de Massachussets. El recorrido de punto a punto desde Hopkinton, en mitad del campo de Nueva Inglaterra, por la A135 hasta el centro de Boston, hervía de público. El «duelo al sol» del año anterior había supuesto un par de escalones en la vorágine del running en los Estados Unidos. Alberto Salazar y Dick Beardsley habían corrido codo con codo para disputarse la victoria en meta por apenas unos segundos en una edición dramática por el calor de Abril.

La chica del pelo corto, Joan Benoit, escogió camiseta blanca y banda roja (aquellas míticas camisetas donde seriegrafiaban «Athletics West»). A lo largo de la prueba coincidió con igual legión de rápidos corredores masculinos. Benoit, nacida en Maine con ascendencia francesa, aplicó un juicio sumarísimo al mejor tiempo en el que nunca una mujer había corrido 42.195 metros. Lo mandó al escalofriante tiempo de 2h22:43.

benoit

Sin ir más lejos, el tiempo de la estadounidense le podía haber supuesto llegar segunda en el maratón de Madrid de ese año, a un par de minutos del vencedor.  Y es que la especialidad en categoría femenina estaba un tanto en pañales.

Los maratones contaban con participación femenina desde relativamente pocos años. En 1977 la mejor marca estaba en manos de Christa Vahlensieck, una corredora alemana que la había rebajado de 2h40. Entre 1978 y 1978 Waitz lo puso en dos hachazos en el rango de las 2h27. Además, cronómetros conseguidos sobre el tozudo recorrido de Nueva York, con sus puentes en Brooklyn y Queens, y con las dos millas finales por el Central Park. En 1980 y en 1982 Waitz acumulaba dos entorchados más en la gran manzana y todo estaba listo para que el planísimo circuito de Londres supusiera la fractura definitiva de la barrera de 2h25. No pudo ser por segundos, aunque amplió su currículum como gran dominadora con un nuevo récord planetario. Lo inimaginable es que se tardase tan poco en convertir en el récord del mundo de Grete Waitz en el más breve de la historia de la distancia del maratón.

El tiempo: esa variable injusta por la que sufren los grandes deportistas.

El crono de Benoit en Boston tardó once años en ser mejorado. Tuvo que llegar la era de Ingrid Kristiansen, otra noruega, la última dominadora previa a la aparición de las corredoras africanas y asiáticas.

Waitz murió en 2011 tras batallar contra el cáncer. Tenía 57 años.

Joan Benoit corrió en 2010 de nuevo en Chicago, con 53 años, en 2h47:50 para ser 43ª en la carrera donde subió a los cielos del deporte. Intentaba clasificarse para las pruebas de selección del equipo americano que acudiría a los juegos Olímpicos de Londres 2012. Quedó fuera por un minuto y cincuenta segundos.

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Fotos: Daily Telegraph, Sports Illustrated.

5 comentarios

  1. Dice ser Carla

    Que tiempos, me tiemblan las piernas solo pensarlo.

    Carla
    http://www.lasbolaschinas.com

    08 abril 2013 | 08:09

  2. runstorming-spanjaard

    Todo es correr. Lento, rápido, de modo supersónico… la sola y simple ayuda de las piernas y el corazón (los brazos los usamos lo justo)

    spj

    08 abril 2013 | 08:44

  3. Dice ser rrs noticias

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    08 abril 2013 | 18:41

  4. Dice ser Aumento de mamas

    Que dolor en las piernas

    08 abril 2013 | 22:58

  5. Dice ser Daniel

    Enhorabuena SPJ.
    Estupendamente escrita, motivadora, documentada y bella entrada.
    Y ahora a luchar con el catcha.

    09 abril 2013 | 00:22

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