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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Otra previa más sobre la III Madrid – Segovia 100km

Van tres. Tres ediciones. Cómo pasa el tiempo, redios. Hace poco más de tres años me reía para mis adentros cuando el presidente de los antiguos y clasiccissimi Ñ (Paco Rico) comentaba eso de ‘si es que siempre la hemos tenido entre ceja y ceja’. Creo que incluso llegaron a diseñarla como un evento ultra de carretera y no sería impensable que la organizaran alguno de los años que estuve fuera de España. Mi memoria es lábil. El asunto es que me gustó la idea. Me embarqué en un grupo de trabajo donde no sobraba nada, tamaño era el talento allí reunido.

Hoy estamos a veinticuatro horas de la tercera edición ya. En decenas de blogs estaréis encontrando un vademecum de opiniones, perfiles, preparatorias, de parte de los mil participantes de las dos ediciones anteriores, de los futuros implicados, de todo cristo. O sea que no abundaré en más detalles de cómo prepararla, estrategias o materiales. ¿A quién coños le importa ya si he entrenado o no? Hemos dado vueltas a todo el retortero de zapatillas, bidones y mochilas, gorras y zaragüeyes. No queda un solo pronóstico meteorológico al que esta retahila de pobres se haya encomendado. Nos hayamos encomendado.

En una situación teórica ideal, en 24 horas yo debería estar saliendo hacia la recogida de dorsales y con una lista mental con las anotaciones básicas a las que, siempre, añadir ‘por si acasos’ o pegotes de última hora. Mañana será el punto de ebullición de facebook que, en apenas tres ediciones, se ha convertido en un patio de vecinos donde se refiere todo y se habla casi todo. ¡Cómo corre esto!

Hace dos años estuve ausente de mi punto de avituallamiento durante el preciso tramo en que algunos amigos pasaron por Mataelpino, ‘el cincuenta’ al que no sé qué han añadido esta edición. Había tomado el coche y bajado de manera sumaria a comprar bebida y plátanos a un hipermercado cercano puesto que me veía escaso de material precisamente para los primeros, tan veloces ellos. En cuatro derrapes descargué el lote y en diez minutos tenía la confirmación de que llegaba la logística requerida para reponer agua y líquidos. Tres o cuatro horas más tarde tocaría convertir a uno de los voluntarios, mi infatigable cuñado Félix, en un auxiliar de marcado de recorrido con aquellas luces frías canallas que convertían la senda en un reguero de aros fluorescentes. Y unos días después volvíamos a recoger los últimos restos del marcado, alertados siempre por una sensación de preocupación. ¿Qué ocurriría pasadas las semanas? ¿Sería todo del gusto de todos?

Con esas emotivas ráfagas de responsabilidad me quedo ahora que me dedico exclusivamente a hacer de cliente de la Madrid-Segovia. Si tuviera que seleccionar momentos o pinceladas de esta prueba, sin duda me llevaría a un cuadro de honor este sentido de preocupación absoluta del voluntario que se pega la panzada durante horas o días. Para que todo encaje, que se note lo menos posible que hay voluntarios. Que el corredor sonría al llegar a tu punto de cruce, avituallamiento, recogida de dorsal, mochilas, paella, y se vaya con la misma sonrisa, ese educadísimo sustituto de la fatiga.

Si dentro de un año me encuentro haciendo las mismas reflexiones será buena señal. ¡Qué digo! Será una señal fantástica.

Y es que tenía que escribir algo para poder seguir pensando en términos de grados centígrados, kilómetros y metros de desnivel. Creo que ahora ya puedo continuar con la tontería del corredor de fondo.

3 comentarios

  1. Dice ser ser13gio

    Ánimo y que se dé bien. Nada de mariconadas.
    s

    20 septiembre 2012 | 17:29

  2. Pero al final que tiempo va a hacer, coñe.
    En eltiempo una cosa, en aemet otra y en la hoja parroquial la contraria de las anteriores.

    20 septiembre 2012 | 18:32

  3. Dice ser Anónimo

    Suerte!

    21 septiembre 2012 | 11:12

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