Un domingo cualquiera de Agosto. Una fiestas patronales cualquieras. Un coche que me bloquea la salida del parking de la urbanización. Dos manos de hostias a la aleta de su puerta del conductor y me abro paso saliendo de mi plaza de aparcamiento marcha atrás por un pasillo estrecho. Son las 04.37 de la madrugada y tengo que espabilar para poder llegar a recoger a mi compañera de ruta, Noemí (Ñ Ultrafondo), así que me pongo manos a la obra.
Apenas una hora más tarde estamos llegando a la estación de Cercedilla. Poco más de 10º y arrancamos con esta mi primera -casi- salida preparatoria para los 100km de la Madrid-Segovia. Serán 33 kilómetros con +/-1700m, con el objetivo de llegar de sobra al tren que nos traiga de regreso a Cercedilla.
Pero la compañía y los pinares son fantásticos. Con más angustia que otra cosa vamos devorando hectómetros, nos amanece, se desayuna, coronamos la Fuenfría y arrancamos hacia abajo, siempre al oeste. Vemos buitres en la cruz de la Gallega, cientos, vemos las sendas que no serán visibles en la noche de la carrera, los antiguos esquiladeros, dejamos discurrir los kilómetros con gallardía.
Sale el sol y empieza a picar. Pero ya estamos en pleno cañadón, Segovia está a apenas 5km.
Los datos.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1976947
El tiempo ronda las 3h55 brutas. Es de buenos corredores no detener el crono así que eso es lo que dio de sí.
Pero a esas horas aún no habían puesto las calles, lo más divertido es si te para uno de esos humanos vestidos de color de la clorofila preguntando a donde vas y con un tubito para que soples…
29 agosto 2011 | 09:15
«Es de buenos corredores no detener el crono así que eso es lo que dio de sí.»
Joer, menos mal que alguien lo dice.
29 agosto 2011 | 14:33
Tampoco vamos a poneros dramáticos, Bernardo. Seguro que hay mucha gente que lo hace. Si es simplemente por controlar la hora real de llegar a casa (en este caso, al tren).
29 agosto 2011 | 15:03