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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

[viajar] Secretos del mundo: Suffolk & Essex

Kersey es una postal. Lo suyo es subir con el coche desde el bonito enclave de Hadleigh. Si yo tuviera que enviar a mis hijos pequeños a un pueblo británico tranquilo, surtido, bien cuidado y cerca de un aeropuerto escogería Hadleigh (es la típica sleepy market town). Pero el objeto es poder acceder a Kersey, una calle que es un pueblo, y a un pueblo que es un paso al cielo. Aparca el coche en la cuneta a cientos de metros de donde sea, y ve caminando al gran olmo de Mill Lane, saliéndote de Church Hill hacia un cruce en horquilla. Desde ahí debajo podrás morirte o declararte o hacer tiempo para que el aire te envuelva y así haces energías para poder afrontar el objetivo de la visita: bajar caminando por The Street. La calle, porque el pueblo es una calle, las casas donde uno sueña retirarse y el Bell Inn, que más que un pub del siglo XIV parece el comedor de una casa y, por fuera, la casita de Hansel y Gretel.

Hay un sitio donde uno huele algo especial y no es la destilería de malta que luego comentaré de Mistley. Es Manningtree. No tengo la menor idea de por qué me gusta tanto este alargado pueblo, si es por las cuatro casas apiñadas contra el agua, o por el buen desorden que lleva de un lado a otro de este viejo centro de la ruta del algodón. Para mí es el Stour, río navegado y por el que he corrido de cuando en cuando, las fish & chips tremendamente grasientas que probablemente también comió Margaret Thatcher (vieja residente) y que siguen haciéndose justo al lado del White Hart, o estación de entrada en el Tendring district en mis vacaciones de adolescente. Solo puedo recomendar a quien quiera que, si quiere ofrecer un esquinazo del país desconocido, se aloje en el Dry Dock B&B y se acuerde de quién escribió esto mientras está sentado en la terraza.

Mistley, en cambio, no es un paraíso de la miniatura urbanística. Aún así, el trozo que circunda la estación y el quay son doce casas, dos calles, una fábrica de malta, una tea shop, actualmente el Mistley Quay Cafe, donde uno cuando llegaba era recibido por los abrazos de Linda y donde reconforta sentarse. Donde es obligatorio parar a tomar algo y sentarse, añado, mirando cómo entra el viento y saboreando fabulosos productos locales. Y es que Gran Bretaña se ha volcado con los productos naturales y los farmers’ markets como el de Maldon (el de la conocidísima sal) o el muy cercano de Jimmy’s Farm, un granjero que ha tenido su propio programa y que ahora reserva días para la venta de productos locales.

Waldringfield, The Maybush Inn. Otro Maybush, donde me llevaron por su correspondencia en nombre con el lugar donde más dobladas me las he cogido en territorio británico. Bajando a Waldringfield uno tiene la sensación de que el último esquinazo de Suffolk es más largo de lo que parece, pero se debe a que las carreteras se estrechan (venir por Ipswich Rd) y contonean a lo largo de la campiña. Completamos el circuito con este pub con unas vistas espectaculares al borde del Deben. Sólido pub del grupo Adnams Brewery donde si uno tiene suerte está un poco nublado y, si se tiene una suerte enorme, salen dos o tres rayos de sol para que los aperos de pesca del mínimo espacio de atraque brillen. Entonces las familias disminuyen y uno puede quedarse con los ojos entrecerrados oteando los olmos del otro lado, y dejar caer la noche si estás alojado en cottages como el Quayside Cottage (en sí, esto es un vacile porque solo he pasado por su lado).

Me reservo una tercera entrega de este esquinazo del país donde, además, se llega en avión de manera facilísima (London Stanstead) pero no me voy sin incluir mi casa: Harwich. Vieja puerta de defensa del este inglés, ya con datos de movimiento portuario en 1150 y restos romanos en su entorno (era una de las salidas marinas de Camulodonum – Colchester), no es ni la más bella ni la más bizarra de las ciudades inglesas. Es una armoniosa ciudad con todo, absolutamente todo, rodeado por la geografía del agua. Una península cuyo norte lo delimita el estuario doble del Stour y el Orwell (y el gigantesco puerto de contenedores de Felixtowe) y cuyo sur es un flanco arenoso donde conviven torres defensivas de la época napoleónica y un paseo discretísimo. Su High St es tan típica pero tan sencilla que sería un imposible convertirla ni en peatonal ni en una postalita de macramé. Y en el picarracho norte de su puerto, tras estaciones de raro enclave y huecos varios donde servidor ha echado la raba y ha mirado al cielo mil veces, está el recientemente remodelado viejo puerto, el Ha’Penny Pier. Siéntate en las pasarela de madera y deja llevar el tiempo mientras tomas un café o mientras te despejas de las setecientas cervezas o de los platos de nuevo cuño de The Pier.

4 comentarios

  1. Dice ser maría jesús

    Pues sí que dan ganas de darse una vuelta por ahí después de leerte..

    27 mayo 2010 | 16:36

  2. spanjaard

    Just pop in!

    27 mayo 2010 | 20:44

  3. spanjaard

    Bueno, además tu tienes desde ahí Hoek van Holland y Oostende hasta Harwich.

    27 mayo 2010 | 20:44

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