Estimados Cancilleres y Presidentes de la Alianza

Estimados todos. Llevamos compartidos ya tres días de esta Cumbre UE-América Latina y, se lo decía hoy, poco antes de las 9 y media, cuando pasó el presidente Lula por mi lado, impecable de azul y con una corbata rojiblanca. No habeis reparado en gastos de seguridad personal ni estructural.

Bueno, os lo he hecho saber pero quizá no haya quedado tan claro como desearía. Al fin y al cabo, a pesar de haberoslo gritado hasta sentir un picor mortal en la garganta, yo iba dentro de mi coche y a vosotros os rodeaba doble de cristal blindado y el aullido sincopado de las sirenas de los motoristas de la Polcía Municipal. Tampoco fueron exactamente las palabras lo de la seguridad personal ni lo otro… más bien fue un apelotonado ‘estoy hasta los cojones de vosotros y del estado policial que tenéis montado’ mientras la quinta comitiva en tres días me mandaba al arcén de la M11.

Y es que tenéis la zona fina. Turnos de mañana y tarde, policías antidisturbios apostados en los arcenes, hierba, puentes, todos con su fusil en mano, parejas de patrulleros en moto abriendo el paso (mejor, abriéndose paso) en plena jornada de trabajo de miles de madrileños que usamos ese corredor de 9 a 18h, venga, chicos, ya vale de paranoias parafascistas. Madrid es una ciudad acogedora, seríamos incapaces de cometer un magnicidio desde que nos dimos cuenta que nadie recuerda a Francisco Otero, un panificador que tiró una bomba al paso de Alfonso XII cuando venía del Retiro de pasear pero que ni le manchó el uniforme.

Madrid es todo estrés por lo diario, asco por la aglomeración a la que contribuimos todos mañana tras mañana. Dejadnos con nuestros berrinches que, total, no tenemos cojones para mucho más.

Cancilleres y demás estimados amigos, la próxima que me lie una moto de vuestras patrullas en la M11 sale en los periódicos. Os veo a la tarde, donde siempre.

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