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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Muere Allan Sillitoe, autor de "La soledad…"

Como un guiño al destino, el domingo en que todo Gran Bretaña miraba hacia Londres y sus 40.000 participantes maratonianos, el escritor de La Soledad del Corredor de Fondo (The Loneliness of the Long Distance Runner, 1960) fallecía a los 82 años. Curiosamente es el penúltimo libro que he terminado, seguido por los Cuentos de Ernest Hemingway. Éste tenía perra con los toreros y con la guerra del 14. Aquel, el del dedo del pie tonto (en inglés silly+toe), era un berrinche constante contra la gran madre británica conservadora.

Perteneciente al grupo de los ‘Angry Young Men’, Sillitoe se convertía en un cronista de la clase obrera de la posguerra. En pleno levantamiento de los valores del laborismo del XX, hubo dos maneras de contar las perrerías de guerra y posguera en Reino Unido. De un lado el simpático Billie Hopkins, del otro el furioso corredor recluido en el borstal, en jerga, la cárcel, ya fuera correccional para menores o talego encriptado para adultos.

El País ofrece una suficiente reseña de Allan Sillitoe. Para los corredores, esta figura generó sin quererlo una referencia transferida a los ojos de los inquietos buscadores de mitos en formato de película. El argumento pasó en 1962 a cine dirigido en un crudo blanco y negro por Tony Richardson.

Pego como homenaje dos fotogramas. Inspiraos en la torva mirada, inquietante como la vida. Que nos quedan muchas peleas sobre suelas de EvA.

Fuente: Hollywood-elsewhere

Fuente: Ctnews blogs

3 comentarios

  1. Dice ser PabloNSN

    Hola, Luis: sí, escuché la noticia por la radio el mismo domingo y también me llamó la atención la coincidencia: la interpreté (aunque sin duda fue involuntaria, claro) como un gesto de despedida a la vez elegante y displicente del escritor. Descubrí los cuentos de «La soledad…» en Ginebra en el 87, en traducción al francés, no me acuerdo por qué decidiría comprarla (en una época por cierto anterior en muchísimos años a mi afición por la carrera pedestre: por entonces me iba más el gin tonic, obviamente), pero me fascinó: al igual que lo haría tiempo después la película, con guión del propio Sillitoe (en muchos aspectos mucho más cruda que el cuento, para usar tu mismo adjetivo). De la película me encanta la secuencia en que los internos del reformatorio entonan «Jerusalem» (el poema de William Blake «And did those feet in ancient time») mientras unas durísimas imágenes acompañan a la canción: …Bring me my Spear: O clouds unfold! / Bring me my Chariot of fire!…. Nada que ver con los buenos sentimientos y el atildamiento de «Carros de fuego».

    No sabía cómo rendir un pequeño homenaje al escritor, con este comentario me sumo al tuyo, hala.

    28 abril 2010 | 07:34

  2. spanjaard

    Vaya, pues sí que le seguías la pista al relato desde antiguo.
    Acepto la parte que me toca. Para qué nos vamos a engañar. Ji.

    28 abril 2010 | 09:01

  3. Dice ser nachoenfuga

    Yo también la leí, hace más tiempo que el bloguero y menos que el comentarista. Ahora que cascó el autor la releeré, por seguir el ritmo marcado por Delibes y Salinger con sus idas de este mundo. Del único mundo.

    29 abril 2010 | 12:02

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