XXV aniversario del amotinamiento runner (1984-2009)

Cumplimos un cuarto -ay- de siglo desde aquel principio de revolución socialzapatillista, de aquel 25 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey y elecciones generales en Uruguay, en el que las huestes descontroladas, la turba en camiseta, los urbanitas que habían cambiado los años del desarrollismo y el Ducados por las karhu y los bigotes, tomaron las calles de Canillejas. Y todo por dar no se sabe a quién en los morros. Eslóganes tales como ‘con nuestra inscripción no se hace nadie rico’ ya atronaban en las asambleas informales (en los bares) donde se desayunaba.

A las nueve y media se cocinaba la tragedia.

ABC escribiría al día siguiente «Un altísimo espíritu tercermundista imperó desde el primer minuto para terminar en gigantesco escándalo al parecer (sic, incluso antes había gazapos) un espontáneo, ataviado como un deportista, para golpear y arrollar al líder, el inglés McLeod«. Sí, amigas, como dice Mondo Gitane. Al grito de ‘popular, popular’, centenares de aguerridos sindicalistas del tejido técnico se convirtieron en luchadores por el espíritu antiimperialista (decían) en contra del organizador, Jose Cano -que juro que me ha cogido un teléfono y comentado asuntos de atletismo en mitad de una partida de mus. El mismo Jose Cano que declaraba que «pretendemos que la carrera de Canillejas comience a tomarse en serio. Porque nuestro barrio no sea Nueva York y la organización de la prueba la hagamos en un bar porque no tenemos oficina, no tiene que desmerecer de las más importantes del mundo cuando es una realidad que está entre ellas«. Toma Jeroma. Mundo bizarro y crisis económica de hoy día, resumidos en un párrafo para quien lo quiera leer. Doce millones de pesetas en premios, gestinados desde un bar.

Ya antaño cundía la idea de que cobrar inscripción para pagar un coche de premio a la élite era aberrante. Clamaban las crónicas de entonces por separar el ‘amateurismo marrón’ (aun cuando los billetes de 1.000 pta eran verdes) de las carreras populares. Los medios de la época eran unánimes. Según El Mundo Deportivo la mezcla ‘es una bomba de espoleta retardada […] Una ‘carrera popular’ debe serlo en toda la línea. No puede haber premios importantes, sino la satisfacción del laureo de la victoria‘ . El País no hablaba sobre el malestar (siempre ha habido bandos) sino que se darían ‘12 millones de pesetas en premios’.  Premios que, según la prensa, «después del bochorno, fueron robados en su mayoría». La turba runner.

¿En qué hemos avanzado? ¿Han bajado los precios de las carreras? ¿Se podría fraguar un movimieto de protesta similar? Complejo veo yo el momento coyuntural de hoy día. Se ha sustituído el cobrar para un fijo de salida por el cobrar para regalar una camiseta técnica o para una medición. O ni eso. Por cobrar. Tenemos Human Races, tenemos ‘las mejores carreras de’ y tenemos 25 años más de usos cívicos.

También es común leer ‘yo pago por que me tengan bien medido el circuito y por una camiseta y avituallamientos decentes’. debe ser la eterna lucha contra la incertidumbre del camino, el vestir y el alimentarse del ser humano, supongo.  En cualquier caso, el periodismo nos regaló fragmentos como «Cuatro kilómetros más allá del punto de partida, organizadores y policía consiguieron suspender esa primera salida. Fue un momento de caos y algunos competidores quisieron tomarse la justicia por su mano para, en momentos de confusión y nervios, agredir a quien se pusiera por delante«.

Veinticinco años os contemplan, oh guerrilla.

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