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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

10 años, 3 lugares (y III)

Lo dejé escrito no sé donde. Quizá en una servilleta de papel en aquellas tertulias de los 90 o en un lomo de un libro o, quizá, en aquellas carpetas que nos construíamos artesanalmente para tener la más punk para que quedaran delimitadas a la perfección sobre el césped de la UAM y los vasos de plástico de litro. Es algo así como: «cada día que pase te querré un poco más». No es tarea fácil para la humanidad, pero a mí, sencillamente, la humanidad es algo que en el día a día me atañe poco, ayuda menos y -si me dedicase a ocuparme de ella- me enervaría hasta extremos no deseados. Por eso es de agradecer que la humanidad haya dejado vestido con sus verdes y negros el siguiente esquinazo, casi sin corromper.

A Fervenza, Lousada, Lugo. Bosque do Miño.

Son las cinco de la madrugada y me despierta un goteo, un grifo abierto… me revuelvo. He dejado el despertador dispuesto para más de las siete. El día anterior la situación de poniente de la costa pontevedresa me la jugó y ví que amanecía sensiblemente más tarde que en el sumidero. Las siete las da el reloj acuático, ¿qué coños es? Una fuente que mana a las afueras de mi balconada. Es Fervenza, un conjunto etnográfico (toma) que recupera una casa noble de molienda en las afueras de Lugo. Muy usado para saraos íntimos, con fotos en campaña electoral de los de siempre, se trata de una casona del XVII hecha restaurante y una ampliada posterior convertida en hotel de la excelsa lista de Rusticae. Necesito de veinte minutos largos para desperezarme mientras caliento las piernas un poco; introducirse en el bosque que se alzó en 2007 con el primer premio en la categoría de Bosque Amenazado del Año, por el que discurre el padre Miño, a escasos centímetros de uno, es jugarse las articulaciones por la poca luz.

Pero la recompensa es inmediata. La humanidad que no merece mayúsculas ha amenazado apenas nada este sendero. Dicen que el plan es de alargar la senda durante casi 100km, a lo largo del Miño. Sabroso plan, pienso, mientras bajo hacia la orilla derecha del Neyra, remonto el puente y giro hacia Vilasante hasta completar 5 km que podían ser 5 meses.

De la piedra y la hierba que flota como una cola de caballo sobre las aguas heladas, de Paula y su gallega amabilidad, el chorro de agua que discurre bajo el muiño, una mesa vestida de gala, quedan las famosas fotos y las imperecederas imágenes grabadas a fuego en la retina, mejor disco duro que el digital. Los 5km de regreso son el giro a la prehistoria natural, el olor a desayuno y las sábanas que calientan la piel con caricias sedosas. Al final, la humanidad merece la pena únicamente por las sábanas, el cafe y el queso de Cebreiro con miel. Por eso puedo presumir de la mejor compañía posible, rescatada para diez, veinte o cincuenta años, para mí solo.

Galicia09 056

fervenza

3 comentarios

  1. Dice ser Juanma

    Muy chulo mestre 😉

    09 octubre 2009 | 09:23

  2. Dice ser Juan Pedregosa

    Ten cuidado que o nos quitas el pan o te ficha El Viajero del País.
    Sana envidia corroyendo

    11 octubre 2009 | 18:48

  3. Dice ser maria jesus

    Muy bonitos tus relatos viajeros, Luis. Tomo nota de rusticae. bedankjes.

    14 octubre 2009 | 09:48

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