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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Llegando al fondo del asunto (o al final del cajón de los calzoncillos)

Varios asuntos y varias casualidades me han llevado a agotar la ropa interior y, al fondo, han aparecido los ejemplares de ‘fondo de armario’, los slips, las tarjetas de Mucha que nunca he tenido tiempo de colgar en la pared, restos de vida pasada, vamos.

Cuando uno agota los últimos sorbos de un momento se encuentra con dos cosas: con los remanentes de la reserva (véanse unos slips elásticos color burdeos oscuro) y, en un paso más allá, con que ni en lo más hondo del momento citado hay nada; agotado, cero, los restos de los restos ya han cumplido con la función de aviso y nada más allá hay. Una amiga de mi jefe cree en las reencarnaciones. Yo creo en que si has llegado al final, solamente queda esperar a que pase el camión de la basura o un proveedor o el primer metro. El ‘ahora’ está agotado.

Y así me sentí en 2005 cuando me piré de expedición a las alemanias. No fue un viaje iniciático ni tengo nada pendiente con los alemanes. Estaba trabajando en Holanda y fue cosa de pasar un fin de semana de Agosto en la zona del Eifel, donde se organiza el Monschau Marathon. Cómo estaría mi agenda lavandera de agotadísima que ni una camiseta limpia me quedaba. Las stomerijen de La Haya habían deglutido el viernes mi colada y era sábado por la mañana y me hallaba conduciendo un Matiz negro por las autopistas germanas, bolsa hecha, mapa de la ruta impreso y … sin camiseta para correr durante 42km por campo bajo la lluvia (esto lo descubriría en un par de horas). Cuando llegué al fondo de la bolsa y tan solo los imperdibles o los restos de papeles podían esconderse en los rincones, comprendí que, más allá de buscar una camiseta inexistente, vaciar un equipaje era recorrer una vida en unos minutos. Pasan por delante tuyo las ropas que te cubren y arropan, y los cepillos de dientes y las alegóricas zapatillas y un pasaporte y, con suerte, alguna migaja de otro viaje que quedó escondido. Esto te hace sonreir, regresas a aquel viaje, pero ya está. Ni camiseta, ni más vida. Lo que no aparezca al final del bolsón de viaje, no existe.

Me tuve que comprar una, amarillo limón eléctrico, por 4 euros, medio de fibra medio técnica, de la que debo guardar por ahí alguna foto con las manchas de sangre que bajaban de mis pezones (frase que dedico a los ingenieros del sistema de rastreo de google). Los escozores de aquel tejido canalla que aguantó malamente 10 minutos seco fueron como un volver a nacer. Una vida corta puesto que la mandé a hacer puñetas pasados unos meses.

¿He aprendido algo respecto de hacer equipajes? No. Dice mi mujer que siempre haré corto de camisetas, de pantalones, que si creo que con dos polos y dos pantalones puedo tirarme una semana en tal o cual destino. Como es una mujer con criterio, incluso cuando me dice que se me está descolgando el culo, hay que hacerle caso. Se acabó llegar al fondo de nada.

5 comentarios

  1. Dice ser Gonzalo

    Comparto tus sensaciones, estoy contigo. Sin embargo, me he ilusionado viendo la siguiente noticia:
    http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=634153&idseccio_PK=1014
    Es el comienzo, pero tiempo al tiempo. Llegaremos a comprar los calzoncillos (y las camisetas técnicas) en paquetes de 12: uno para enero, uno para febrero, etc.

    10 agosto 2009 | 11:45

  2. spanjaard

    Inquietante. Pero más aún la ambigüedad: «Las prendas, bautizadas como J-ware, están hechas de una tela especial absorbente, antiestática, ignífuga, de secado rápido y, especialmente, antibacteriana. Vamos, que neutraliza los olores desagradables». ¿Quiere esto decir que puedes mearte y cagarte porque todo queda neutralizado, desinfectado y seco? ¿Tanto estrés tienen en la cápsula espacial que no tienen tiempo ni para sacársela a mear? ¿Hablamos de frenazos de centímetros y gotas esparcidas, o de manchurrones generales?

    Manifiéstense las mentes pensantes de este debate.

    10 agosto 2009 | 11:48

  3. Dice ser nachoenfuga

    Pezones sangrantes…, que gratos recuerdos de una media maraton en Cangas de Onís luciendo camiseta de algodón con el nombre de la tienda de deportes de mi padre (que para más inri se llamaba «corre corre»). Y luego nos jode que nos llamen frikis.

    10 agosto 2009 | 15:22

  4. Dice ser Bandoneon

    A mi me parece que si uno no es capaz de encariñarse con los gallumbos es que no tiene sentimientos. No te digo besarlos cada noche antes de irnos a dormir, pero eso de tirarlos a la basura porque estan un poco viejos, rotos, y/o descoloridos es poco masculino.
    BTW, me genera horribles sospechas y escalofrios cuando veo a una mujer comprandole calzoncillos al marido. ¿Que clase de hombre se deja comprar la ropa interior por su mujer?

    10 agosto 2009 | 15:40

  5. spanjaard

    La próxima vez, Bandoneón amigo, pregunta a la mujer si por el día es un ruto camionero y si compra vestido de Natascha.

    10 agosto 2009 | 16:21

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