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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Martes en maceración carbónica

Llegamos tarde gracias a que Madrid está en crisis. La gente ya no tiene trabajo pero tampoco ganas de regresar a casa y echamos 1h15 entre la periferia norte y la zona de Cea Bermúdez. Así las cosas, tenemos que enterarnos de los principios de la maceración de los vinos de la cata de ayer por la página de accua. En síntesis es tirar los racimos al mogollón para que se rompa la uva por dentro y fermente sin levaduras. Como cada día en que un madrileño se levanta de la cama para arrojarse dentro de un coche (me pregunto si no sería mejor que se arrojase bajo sus ruedas). Dice el monumental diccionario desorganizado que es internet que ‘las caracteristicas de este tipo de fermentación serían la disminución de acidez, con aumento de suavidad, una menor extracción de compuestos fenólicos y un aumento de aromas secundarios de fermentación con pérdida de carácter de la variedad (todos los vinos de maceración carbónica se parecen)’.

Pues bien. Preparándome para un peculiar Mapoma 2009 en el que haré previsiblemente de guia para un grupo medianamente rápido durante 25km, pararé a tomar unas cañas con la satisfacción del deber cumplido, y redondearé la faena dando la matraca a un grupo de amigotes que vendrá sensiblemente más lento, he comenzado a educar mi paladar. Las piernas y el corazón las tengo más que enseñadas. Veo que existen facetas de mi vida en las que no tengo ni puta idea. Pero coincide que dí un día con un tipo que no hacía más que abrir botellas, explicotearse y pedir más raciones. Minutos después estaba doctorándome y casi imponiéndome la orden de caballero. Resulta que el payo es casi vecino mío, y más curioso aún, es uno de los mejores sumillers del país. Y nos zambullimos a aprender ayer tarde: Luberri (un DO Rioja alavesa que llenaba de violeta la copa), el mallorquín Maciá Batllé, un Higueruela que se llevó todos los premios de los asistentes para su Almansa natal, un Piedra Azul de Toro que olía al colmado de mi tía la de Venialbo, Castaño (DO Yecla), un Borsao Primizia del Moncayo y el Viña Unbezo final de Cariñena. O sea, la elite de los vinos de maceración carbónica que en mi vida había probado, pero que nos han dado a mi esposa y a mí una nueva perspectiva vital y cosmológica.

Como mañana saldré a trotar de madrugada, prometo crónica de qué me gusta más. Salir a correr cuando no se ha despertado ni la primera gallina o la cata de vinos. Corren Uds el riesgo de perder un runner, están avisados.

3 comentarios

  1. Dice ser Guille

    Supongo que trotar, ¿no?
    Y no se cómo se pueden tomar tantos vinos seguidos. Con la cerveza es otra cosa, pero también tengo mi límite, pero el vino, ufff me deja la cabeza dolorida.
    A lo mejor es que no he tomado los de maceración carbónica.

    10 marzo 2009 | 18:53

  2. Dice ser Bandoneon

    La cata de vinos es un juego, mintras que salir a correr es… ops, que casualidad. ¿por que solo se puede jugar a una sola cosa? Recuerdote que en alguna horrible maraton un avituallamiento fue de vino. Las dos cosas pueden coexistir en perfecta armonia. Amen.

    10 marzo 2009 | 23:28

  3. Dice ser Guille

    Si, es cierto, pero yo me refería a que no puedo con una maratón de vinos

    11 marzo 2009 | 09:36

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