Entrenamiento de baja intensidad y mejoras cardiovasculares

Digamoslo así. Es de baja intensidad por cuanto (siempre he odiado esta preposición subordinada adverbial lógica desde que comenzó a usarse en masa en los 80) se trata de un entrenamiento sordo, de esos que duelen a largo plazo, que benefician a la báscula y perjudican, ay, la caída de cabello o la aparición de patas de gallo. Todas las mañanas toca retreta mundial.

Cuando alguna está por casa haciéndose a la claridad y a la visión primate, tras trastear, eso sí, por los cajones de la cocina en busca de un mechero yo arranco mi sesión de tapering con estiramientos homínidos (trapecio estirado, contracción excéntrica a lo tarzán de costillares y rascamiento póngido de vello pectoral). El uso permitido de drogas sociales es requisito previo para la quema de grasas como combustible. Otherwise, no soy capaz de dar pie con bola, como ocurriese con el triste arranque de ayer (infusión de frambuesa+fruta del bosque).

Y comienza el trabajo de calidad. La secuencia habla por sí sola. Afeitado los impares, diana para el alevinado, que opta por actividades divergentes (siempre) con el plan del día, observación de la dirección del viento y posibles variables climatológicas, trabajo de cuestas (8 tramos x 8 escalones) y tirada LSR (long sloooow run) siempre mucho más slow que run.

Pero mañana volveremos a lo fácil. A correr de solteros. Me dicen que hay unos 600 programados.

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