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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Un Agosto de tormentas

Curiosamente atípico este verano, cosa que agradecemos los animales sudoríparos peludos y acalorados. No me resisto a sacar el tópico del tiempo porque el sábado me dí una buena somanta de consecuencias climatológicas. Me cayeron todas menos la de los relámpagos, frente a los que sigo sin saber bien qué hacer, no se si hay que cobijarse, quedarse en medio del campo como pararrayos no metálico, si tirar la camiseta roja kalenji con sus poliésteres ionizados y correr a pecho lobo…

En el valle Amblés llevan casi 10 dias que no se hallan, calefacciones en Agosto, vientos que arrancan postes telefónicos… Esta planicie no es nada del otro mundo, salvo la rareza de ser una cubeta morfológica aplanada con una buena pila de sedimentos entre dos ramales de la cordillera central, las Parameras de Avila y la Sierra de Avila, ya digo, un sitio seco, ventoso y frío. En verano, caluroso como el que más, teniendo además la mala suerte de perderse el influjo de las cuatro nubes y sus sombras, que se agarran a las partes más centrales de Gredos.

Pues a las 17.09 del sábado, aquello parecía el Skagerrak. Cielos grises, un hueco por el NE, vamos allá. Arranco por la planura a 1100m de altitud y me encamino tras la tormenta. En esos momentos me veía como un cazador de tornados, un storm chaser de las llanuras de norteamérica. Con prudencia y mirando siempre para arriba, por si detectaba cambios de viento, relámpagos o giros raros, seguí un bello camino por los antiguos molinos de Santa María del Arroyo hasta dar con el cauce seco y cruzarlo remontando al punto más al oeste de mi ruta. De ahí, remontar un arenal entre encinas y girar por la Cañada Real Leonesa Occidental, remontando desde 1190 a 1300m en apenas 800 metros cuando me cayó el primer tormentón. En efecto, las oleadas casi nórdicas de chaparrones me pillaron en el punto más alejado. Paciencia y chapoteo entre sendas labradas en granito, era tal el agua que caía que dudé en quitarme la camiseta y escurrirla a mano.

La segunda, coronados los 1370m de Sanchicorto. Igual de violenta y persistente, la prima hermana de la primera me enganchó ahora coronando una mesa por la que discurrieron vetones y pastores de la Mesta. Pero por encima de esa altura corre el aire así que vestido, despachurrando los faldones del tejido dry fit con las manos y escurriendo agua por cada poro de mi cuerpo (hmmm…), con las Fila Exceed trail caladas y evacuando agua por cada rendija, salió el sol entre negros nubarrones. ¿Me dejaría llevar a Muñogalindo? Cuatro kilómetros de descenso asfaltado con una secuela de la segunda tormenta fueron el broche.

«¡Cagüenlahostia, Luis!, que vienes calao, ¿por donde la has echao esta vez?»

¿Contesto?, ¿le digo el itinerario?. Dejaremos a Javi el de Cresce que se desholline el cerebro.

3 comentarios

  1. Dice ser Carlos

    ¡Hay que joderse! Me imagino a esos Vettones y su cara de estupor si pudieran ver como siglos después un loco se les acerca en medio de una tormenta vestido de colorines. ¡Digno heredero de ellos ese Javi!Un abrazo. 😉 :-)P.D. Disfrutaste como un enano, ¿a que sí?

    28 agosto 2007 | 07:56

  2. Dice ser Cocoloco Amamower

    ¡Qué envidia! Ésas son las salidas que luego recuerdas con más cariño.¿Dónde hay que firmar otro verano así? X-DDD

    28 agosto 2007 | 08:05

  3. Dice ser Anonymous

    Cierto, Amador. Esas son las que mejor sabor de boca dejan, y no las tetas del juancarlosprimero con Cabesc….Spanj.

    28 agosto 2007 | 08:12

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