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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

El otro Olano

Como esto, al fin y al cabo, es un blog de chorradas deportivas, paso a comentar una más de las muchas que se me ocurrian ayer mientras zarpaleaba los larguísimos metros que hay desde mi trabajo hasta la boca de metro (y entendía las quejas de los discapacitados sobre accesibilidad, distancias, etc).

No va la cosa de Abraham Olano, que el domingo iba embutido en un negrísimo conjunto al que le sobraban mangas y pantalones pero él sabrá. Y que iba encajado en un super grupo de 2h45 en el maratón de San Sebastián (foto tomada prestada sin misericordia de la web www.donostiasansebastian.com). Y al que, huelga decir, daba gusto verle correr a esas velocidades. El asunto es que en la Plaza de Cataluña de Madrid está mi ‘otro Olano’, con su cerveza de bote en la mano, chaleco reflectante, cigarro y una cara quemada por las horas al aire y al sol de Madrid. A eso de la hora de los toros se sienta con su bicicleta de montaña tuneada (portaequipajes lleno de cartones, saco de dormir y ‘starter kit‘ de vagabundo de la Corte de los Borbones que no sabemos si también tendrán problemas para llegar a fin de mes con tanta boca que alimentar.

Abraham, dudo que leas esto pero no te mosquees. Si te lo pasan, acuérdate de que subiste un peldaño en la escalera de los mitos cuando un caracterizado Tony Leblanc, padre de Torrente, construía bicicletas en miniatura con unos alicates y decía eso de ‘vamos, Olano’, colocando con su parkinsónica mano una más de la colección que le destrozarían los de la banda de Farelli.

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