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Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

Diario de un (trozo de) Camino de Santiago, II

Villafranca del Bierzo-Cebreiro. Y llegó la montaña. Mi santa se despertó con apenas molestias, los pies impecables y energías tras el desayuno de Jato que le impuso las manos y las energías. A mi se me impuso la mochila y arreando por el feo lateral de la antigua N-VI. Pero pronto pasamos a una carreterita local simpática donde me dice mi mujer… ‘oye, ¿echamos un trote?’. Juas, el sueño de todo corredor. Tu esposa incitándote a trotar. Así lo hacemos durante unas 4 veces, para soltar piernas y chuparnos 200m más alegremente. Trotar con 15 kilos a la espalda hace que desista para siempre jamás de participar en carreras tipo Marathon des Sables, he dicho.

Ambasmestas, Hospital del Inglés (donde descubrimos un ‘paraíso’ en el que reposa un jugador mafioso que presume y confiesa por movil haber perdido un millón de pelas la noche antes), bellos preludios bajo el solazo de justicia. Y arranca la trepada a O Cebreiro. Son unos 9km, calculo, con un inicio por asfalto durísimo, descansito y burra subida a La Faba, aldea semiescondida entre rebollos y al que se accede por un camino de ensueño con un 20% de desnivel. Patinazos y bajón moral para mi santa que -creo- inició la subida como los de Madrid, ‘venga, por fin vamos a hacer algo de ejercicio y sudar un poco’. Demasiadas prisas que luego pagaría en la terrible diagonal entre Laguna de Castilla y O Cebreiro.


Pero coronamos en el límite con Galicia. Otros 28km superados y derechitos nos vamos a Casa Carolo (teníamos reservada habitación desde Febrero). Siesta, caldo gallego para cenar, ternera estofada con patatas, en fin. El paraíso entre pallozas. Nos convencemos de la importancia de dormir en blando y tranquilamente. El día siguiente pondría a prueba los cuádriceps y las plantas de los pies, con la bajada a Triacastela y tramo asfaltero hasta el Monasterio de Samos (32km y más calor).

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