Ciencia, tecnología, dibujos animados ¿Acaso se puede pedir más?

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En caída libre

España es un gran país. El número 12 del planeta en Producto Interior Bruto, aunque mucho más importante, entre los 25 primeros en riqueza por cabeza. Una potencia industrial y económica. Un país que afronta el futuro con optimismo. Y que en algunos indicadores básicos para el mañana no sólo ocupa un lugar impropio, sino que se desploma. No sólo España está este año en el número 32 en la lista de competitividad en tecnologías de la comunicación, sino que en los últimos tres años su clasificación no deja de caer: del 29 [2004, pdf] al 31 [2005, pdf] y al actual 32 [2006, pdf]. No sólo España está por debajo de países como Malta, Estonia o los Emiratos Árabes Unidos y apenas por encima de Hungría, Chequia, Túnez o Tailandia, sino que en tres años tres países han pasado por delante: Portugal, Chile y Eslovenia. Ellos merecen una sincera felicitación por su esfuerzo. Y quizá algo de envidia.

Especialmente porque no son países ricos. Portugal ocupa el puesto 39 en riqueza absoluta y el 38 en PIB por persona. Pero Chile es el 41 por PIB, y el 58 en riqueza relativa; Eslovenia está en el 80 en PIB, aunque su menor población sube su riqueza per cápita hasta el 32. Son países con menos recursos económicos que sin embargo saben prepararse para el futuro mejor que una España donde el presente de una economía boyante está disimulando una alarmante falta de preparación para el futuro. Como ya ocurriera con la Revolución Industrial, España se está quedando rezagada, y si las cosas no cambian pronto empezará a pagar tanta desidia con parálisis económica y atraso general. Países más pequeños y menos ricos están aprovechando los actuales cambios para lanzar sus economías en el nuevo mundo digital. España, sumida en el ruido de la política y la borrachera del dinero fácil del ladrillo, olvida la investigación y la innovación, no se preocupa de adaptar estructuras, prefiere ignorar el comercio electrónico y la revolución editorial, minimiza la importancia de la inversión y el cambio. Menos mal que aún nos quedan costa y sol: siempre podremos servir copas y vender apartamentos a quien genere dinero para pagarlos. Que al paso que vamos no será en la vieja Iberia.

Imagen del récord mundial de caída libre de Joseph Kittinger.